Dios y nuestros padres

POR UN TIEMPO

Te prestaré por un tiempo a unos padres para que los ames mientras vivan.

Podrán ser 10, 20, 30 años o más, hasta que los llame.

Te pregunto: ¿podrás cuidarlos?

Quiero que aprendas a vivir con ellos, les he buscado unos hijos y te he elegido a ti. No te ofrezco que se quedarán contigo para siempre, sólo te los presto.

Ellos te darán ternura y te darán alegría por tenerte.

El día que los llame no llorarás ni me odiarás porque los regresé a Mí.

Su ausencia corporal quedará compensada por el amor y por los muchos y agradables recuerdos.

Ten presente que si algo te entristece, que si el golpe del dolor te hiere algún día, tu pena es mía y así, con todo esto, tu luto será más llevadero y habrás de decir con agradecida humildad: ¡Hágase Señor tu voluntad!

Envió: R. Falcón

Micro-reflexión :

«Es el amor, y no el tiempo, el que cura las heridas».

Envió: Silvia Garza

Extraídos del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Los frutos del Espíritu Santo

I. Cuando el alma es dócil al Espíritu Santo se convierte en árbol bueno que se da a conocer por sus frutos. Aunque estos frutos son incontables, San Pablo nos señala doce frutos resultado de sus dones: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (Gálatas 5, 22-23.)

Tres de ellos son en especial, manifestación de la gloria de Dios: el amor, el gozo y la paz. La caridad es el más sabroso de los frutos porque es la primera manifestación de nuestra unión con Cristo, nos hace experimentar que Dios está cerca y tiende a aligerar la carga a los otros. Le sigue el gozo porque la alegría es consecuencia del amor; por eso el cristiano se distingue por su alegría, que permanece por arriba del dolor y del fracaso.

El amor y la alegría dejan en el alma la paz de Dios; es ausencia de agitación y el descanso de la voluntad en la posesión estable del bien.

II. Ante los obstáculos, las almas dóciles al Espíritu Santo producen el fruto de la paciencia, que es en muchas ocasiones el soporte del amor; no pierden la paz ante la enfermedad, la contradicción, los defectos ajenos, las calumnias, y ante los propios fracasos espirituales. La paciencia, así como la longanimidad son muy importantes en el apostolado; ésta última es una disposición estable por la que esperamos todo el tiempo que Dios quiera las dilaciones queridas o permitidas por Él, antes de alcanzar las metas ascéticas o apostólicas que nos proponemos, y se propone metas altas, según el querer de Dios, aunque los resultados parezcan pequeños. “Sabe que mis elegidos no trabajarán en vano” (Isaías 45, 23.)

III. Los demás frutos miran en primer lugar al prójimo, como San Pablo dice: revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, soportándoos y perdonándoos mutuamente (Colosenses 3, 12-13.) La bondad nos inclina a querer toda clase de bienes para otros sin distinción alguna.

La benignidad traduce la caridad en hechos, nos inclina a hacer el bien a los demás(1 Corintios 13, 4.) y se manifiesta en obras de misericordia, en indulgencia y afabilidad. La mansedumbre es un acabamiento de la bondad y benignidad,y se opone a las estériles manifestaciones de ira. Nada hay comparable a un amigo fiel; su precio es incalculable ( Eclo 6, 1.) La fidelidad es una forma de vivir la justicia y la caridad. Por la modestia el hombre a sabe que sus talentos son regalo de Dios y los pone al servicio de los demás, refleja sencillez y orden.

Por la continencia y la castidad el alma está vigilante para evitar lo que pueda dañar la pureza interior y exterior.

Extraído de “Meditar” del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Yo soy la verdadera vid

Evangelio de San Juan Jn 15, l-8

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos».

Reflexión de Ernesto María, Sac.:

En nuestro mundo tecnificado y autosuficiente, en donde las computadoras y la ciencia moderna a veces nos hacen creer que somos autosuficientes, las palabras del evangelio de hoy nos recuerdan una de las verdades que JAMAS debemos de olvidar: «Sin Jesús no podemos hacer nada». Todo intento de progreso al margen de Dios siempre termina en retroceso, en esterilidad, en desgaste inútil.

Jesús es nuestra fuerza, nuestra creatividad, nuestra sabiduría, nuestro poder. En él todo es posible. Por la acción del Espíritu Santo, circula en nosotros la corriente vital del amor, constructor y vivificador del mundo. En la mediada en que nuestra vida se une e identifica más con Jesús, nuestros frutos son los frutos de nuestro tronco, de nuestra vida y por ello es fácil reconocer quien está unido a esta «Vid», pues los frutos lo descubren.

San Pablo en su carta a los Gálatas dice que, la paciencia, la tolerancia, la alegría, la profunda paz interior son los frutos del amor de Dios que circula en nosotros.

Valdría pues la pena revisar si los frutos de nuestra vida dan testimonio de nuestra «permanencia» en Cristo.

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Procuraré Señor

Procuraré Señor, en mis momentos de angustia y amargura, recordar tu nombre y alabarlo por ponerme a prueba.

Procuraré Señor, a la hora de pedirte, tener más fe que el día anterior.

Procuraré Señor, al encontrarme en crisis, pedirte de la mejor forma la luz para encontrar la solución.

Procuraré Señor, recordar que en el desaliento, tú eres el consuelo y el impulso para seguir viviendo en medio de injusticias y sinsabores.

Procuraré Señor, la relación en comunidad con mis semejantes.

Procuraré Señor, dar amor en vez de odio, ayudar y no hundir, tender la mano y no empujar.

Procuraré Señor, perdonar y no juzgar, la caridad y no la avaricia.

Procuraré Señor, la amistad a la enemistad, la unión y no la desunión.

Procuraré Señor, la paz y no la guerra.

Procuraré Señor, en los momentos más controversiales, tener paciencia y esperanza.

Procuraré Señor, alentar a los demás y no desalentarlos.

Procuraré Señor, ser humilde como tu hijo y aceptar con fortaleza tu voluntad.

Envió: Luis R. Charpentier Soto

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Ponte primero a ti en paz

1. Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros.

El hombre pacífico aprovecha más que el muy letrado.

El hombre apasionado, aún el bien convierte en mal, y de ligero cree lo malo.

El hombre bueno y pacífico todas las cosas echa a la buena parte.

El que está en buena paz, de ninguno sospecha.

El descontento y alterado, con diversas sospechas se atormenta; ni él sosiega, ni deja descansar a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le convendría. Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones.

Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo.

2. Tú sabes excusar y disimular muy bien tus faltas, y no quieres oír las disculpas ajenas. Más justo sería que te acusases a ti, y excusases a tu hermano. Sufre a los otros si quieres que te sufran.

Mira cuán lejos estás aún de la verdadera caridad y humildad, la cual no sabe desdeñar y airarse sino contra sí.

No es mucho conversar con los buenos y mansos, pues esto a todos da gusto naturalmente; y cada uno de buena gana tiene paz, y ama a los que concuerdan con él.

Pero poder vivir en paz con los duros, perversos y mal acondicionados, y con quien nos contradice, grande gracia es, y acción varonil y loable.

3. Hay algunos que tiene paz consigo, y también con los otros.

Otros hay que ni la tienen consigo, ni la dejan tener a los demás: molestos para los otros, lo son más para sí mismos.

Y hay otros que tienen paz consigo, y trabajan en reducir a paz a los otros.

Pues toda nuestra paz en esta miserable vida, está puesta más en el sufrimiento humilde, que en dejar de sentir contrariedades.

El que sabe mejor padecer, tendrá mayor paz. Este es el vencedor de sí mismo y señor del mundo, amigo de Cristo y heredero del cielo.

/// Imitación a Cristo. Tomás de Kempis [Libro I. Capítulo III] ///

Extraído de Oraciones, del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

El Libro de tu Vida

Hoy cierras un volumen más del libro de tu vida .

Cuando comenzaste este libro todo era tuyo,

te lo puso Dios en las manos, podías hacer con él lo que quisieras:

un poema, una pesadilla, una blasfemia, un sistema, una oración.

Podías… hoy ya no puedes; no es tuyo, ya lo has escrito,

ahora es de Dios. Te lo va a leer todo Dios

el mismo día en que te mueras, con todos sus detalles.

Ya no puedes corregirlo. Ha pasado al dominio de la eternidad.

Piensa unos momentos en este día. Toma tu libro y hojéalo despacio, deja pasar sus páginas por tus manos y por tu conciencia.

Ten el gusto de verte a ti mismo. Lee todo.

Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo. No olvides que uno de tus mejores maestros eres tú mismo.

Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. No…. no intentes arrancarlas, es inútil.
Ten valor para leerlas, son tuyas. No puedes arrancarlas,

pero puedes anularlas cuando escribas tu siguiente libro.

Si lo haces, Dios pasará éstas de corrida

cuando te lea tu libro en el último día.

Hay en él trozos de ti mismo; es un drama apasionado

en el que el primer personaje eres tú. Tú en escena con Dios,

con tu familia, con tu trabajo, con la sociedad.

Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libre albedrío sobre la superficie inmensa y movediza del mundo.

Es un libro misterioso, que en su mayor parte, la más interesante,

no puede leerlo nadie mas que Dios y tú.

Si tienes ganas de besarlo, bésalo, si tienes ganas de llorar,

llora fuerte sobre tu viejo libro en esta noche.

Pero, sobre todo, reza sobre tu libro viejo. Cógelo en tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios sólo dos palabras:

Gracias! Perdón!. Después dáselo a Cristo. No importa como esté, aunque tenga páginas negras, Cristo sabe perdonar.

Esta noche te ha de dar Dios otro libro

completamente blanco y nuevo. Es todo tuyo.
Vas a poder escribir en él lo que quieras.
Pon el nombre de Dios en la primera página.

Después dile que no te deje escribirlo solo.

Dile que te tenga siempre de la mano… y del corazón.

Colaboración de Clementina Uncal ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Oración y reflexión

Dialogando con el Señor :

Realiza una oración personal… con tus propias palabras…que salgan de tu corazón. Puedes dar pie al diálogo con el Señor apoyándote en las siguientes reflexiones del Santo Padre Juan Pablo II:

Una palabra buena se dice pronto; sin embargo, a veces se nos hace difícil pronunciarla. Nos detiene el cansancio, nos distraen las preocupaciones, nos frena un sentimiento de frialdad o de indiferencia egoísta. Así sucede que pasamos al lado de personas a las cuales, aun conociéndolas, apenas les miramos el rostro y no nos damos cuenta de lo que frecuentemente están sufriendo por esa sutil, agotadora pena, que proviene de sentirse ignoradas. Bastaría una palabra cordial, un gesto afectuoso e inmediatamente algo se despertaría en ellas: una señal de atención y de cortesía puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una existencia, oprimida por la tristeza y por el desaliento.

/// Reflexiona el párrafo anterior y dialoga con el Señor ///

El amor a Jesús se convierte en acogida al hermano. El testimonio de fe se transforma al mismo tiempo en testimonio de caridad.

Dos virtudes inseparables, pues caminan por el único riel de las dos dimensiones: Dios y el hombre. Quien ama a Dios, ama al hombre: «Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve.»

/// Reflexiona el párrafo anterior y dialoga con el Señor ///

Acercaos a Él y descubridlo en el pobre y en el que tiene soledad, en el enfermo y en el afligido, en el incapacitado, en el anciano, en el marginado, en todos aquellos que esperan vuestra sonrisa, que necesitan vuestra ayuda, y que desean vuestra comprensión, vuestra compasión y vuestro amor. Y cuando hayáis conocido y abrazado a Jesús en todos éstos, entonces -y sólo entonces- participaréis profundamente de la paz de su Sagrado Corazón.

/// Reflexiona el párrafo anterior y dialoga con el Señor ///

Extraído de Oraciones, del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Tiempo en silencio con el Padre

Trata de sentarte en un lugar tranquilo y quietamente lee la siguiente oración, e imagínate que tu Padre amado te habla sólo a ti.

No tienes que ser experto para complacerme;

todo lo que tienes que hacer es querer amarme.

Háblame como si le hablaras a alguien a quien quieres mucho.

¿Hay algunas personas por las cuales deseas orar?

Dime los nombres y pregúntame todo lo que quieras.

Yo conozco todas tus necesidades, pero Yo quiero que tú demuestres tu amor por ellos y por Mí al confiar que Yo haga lo mejor que Yo crea para ellos.

Dime sobre los pobres, los enfermos y los pecadores, y si has perdido la amistad o el cariño de alguien, dime sobre esto también.

¿Hay algo que desees para tu alma?

Si quieres escribe una larga lista de tus necesidades, y vienes y me la lees.

Dime sobre las cosas que te hacen sentir culpable.

Yo te perdonaré si tú aceptas mi perdón.

Sólo háblame sobre tu orgullo, tu susceptibilidad, tu egocentrismo.

A pesar de todo esto, Yo todavía te amo. No te avergüences;

hay muchos santos en el cielo que tenían los mismos defectos tuyos;

ellos Me oraron, y poco a poco, fueron corrigiendo sus faltas.

No vaciles en pedirme bendiciones para tu cuerpo y para tu mente;

salud, memoria, éxitos. Para aquellos que realmente lo deseen,

Yo puedo darles todo lo necesario para la santidad de su alma.

¿Qué es lo que deseas hoy? Dime, porque anhelo hacerte bien.

¿Cuáles son tus planes? Cuéntamelos.

¿Hay alguien que deseas agradar? ¿Qué deseas hacer para ellos?

¿Le temes a algo? ¿Tienes algunos miedos y angustias irracionales?

Confía en Mí. Yo estoy aquí. Lo veo todo. Yo no te abandonaré.

¿No tienes alegrías para contarme? ¿Por qué no compartes tus alegrías conmigo?

Dime qué ha pasado desde ayer; qué te ha alegrado y consolado.

Lo que fuese, grande o pequeño, Yo lo preparé. Reconócelo y dame las gracias.

¿Las tentaciones caen fuertemente sobre ti?

Ceder a tentaciones siempre altera la paz del alma.

Pídeme, que Yo te ayudaré a vencerlas.

Bueno, sigue adelante, continúa con tu trabajo o tu diversión o con tus otros intereses. Trata de ser más tranquilo, humilde, bondadoso y regresa pronto y tráeme un corazón más lleno de amor.

Mañana tendré más bendiciones para ti.

Así nuestro Padre abre Su Corazón por medio de Nuestro Señor Jesús, para todos los que entran en comunión con Él. Cristo mismo nos enseña cómo orar con sinceridad. María, amorosamente, nos asistirá en la búsqueda de cómo orar con el corazón; ya que su papel en el Reino de Dios es el de llevar a todos a su Hijo. Ella no se lo pide a algunos, ella se lo pide a TODOS.

Colaboración de Gabriela Serrano Agüero ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

El Papa Juan Pablo II, profeta de nuestros tiempos

Padre Jordi Rivero

El Papa Juan Pablo II es la figura central de la tercera parte del secreto de Fátima. Es también el hombre escogido por la Virgen en este tiempo crítico de la historia: El Papa sin duda influyó mucho en la caída del imperio Soviético, ha llevando el Evangelio al mundo entero, ha guiado a la Iglesia con extraordinaria sabiduría hacia el III milenio. Ante la crisis actual, el Papa es la voz mas poderosa por la paz.

Podemos detener los males con la oración. En el secreto de Fátima el Papa muere mártir. Entonces, ¿cómo dice el Vaticano que se refiere al atentado del `81? Porque en ese atentado el Papa debería haber muerto. Nadie ha sobrevivido ese tipo de balas atravesando su cuerpo. El Papa reconoció que había sido un milagro de la Virgen. Las profecías nos advierten de peligros pero están condicionadas a nuestras oraciones. El Papa el 13 de Mayo del 2000, desde la misa de Fátima para la beatificación de los pastorcitos, agradeció a Jacinta por haber ofrecido los inmensos dolores de su enfermedad por el Papa del secreto. ¡Esta pequeña niña salvó, con sus intensas oraciones y sacrificios, la vida del Papa que todavía no había nacido! Nosotros, con nuestras oraciones, podemos detener los males que azotan a la humanidad. Recordemos que la raíz del mal es el pecado. Se vence con la oración, la penitencia y la conversión.

El Papa entre los musulmanes. Justo en el momento preciso, unos días después de la tragedia de EEUU, La Divina Providencia dispuso que el Papa visitase a Kazjastán, llegando a estar a solo 200 millas de Afganistán. Al Papa le recomendaron que cancelase, pero él sabía que su misión era de gran trascendencia. Por primera vez una multitud de mas de 50,000, en su gran mayoría islámica, escuchó el Evangelio. Tan lleno del Espíritu habló el Papa que no puede dudarse que sus palabras plantaron semillas en los corazones.

Recordemos que Kazjastán era uno de los destinos de las deportaciones estalinistas. Cientos de miles fueron enviados sólo en 1936. Allí está el Gulag, inmortalizado en la novela de Alexander Solzjenitsin, lugar que simboliza la mayor crueldad del hombre pero también su mayor grandeza al padecer el sufrimiento y martirio por Cristo.

Los tiempos han cambiado. Nazarbayevel, ex lider comunista, ahora presidente de Kazjastán, dijo ante el Papa: «Musulmanes y cristianos deben crear una sociedad basada en el amor». El Papa es recibido con brazos abiertos y anuncia libremente a todos el camino del amor de Cristo. No podemos, hermanos, pasar por alto este milagro. Vemos que, en un mundo donde hay tantos males, ¡sobreabunda la gracia!

De los mensajes del Papa en Kazjastán

«Deseo dirigir un sincero llamamiento a todos, cristianos y pertenecientes a otras religiones, a trabajar juntos para construir un mundo sin violencia, un mundo que ama la vida y que avanza en la justicia y en la solidaridad».

El Papa nos enseñó que todos somos hijos del mismo Dios: «Desde este lugar, invito tanto a los cristianos como a los musulmanes a elevar una inmensa oración al único y omnipotente Dios, del que todos nosotros somos hijos, para que pueda reinar en el mundo el gran don de la paz» «Que todos los pueblos, apoyados por la divina sabiduría, puedan trabajar por doquier para construir una civilización del amor, en la que no haya lugar para el odio, la discriminación y la violencia»

«Cuando en una comunidad civil los ciudadanos saben aceptarse con sus respectivas convicciones religiosas, es más fácil afianzar entre ellos el reconocimiento efectivo de los demás derechos humanos y un entendimiento basado en los valores de fondo de una convivencia pacífica y constructiva».

No podemos olvidar a los que viven en Afganistán, Pakistán y otros países.
La población afgana ya se encontraba reducida a la miseria por largos años de guerra y por la tiranía de sus gobernantes. Ahora su condición llega al extremo. Huyen ante el peligro de una represalia de EEUU y quedan hacinados en campamentos de miseria donde no hay agua ni alimentos.

No podemos olvidar tampoco a la minoría cristiana en países como Pakistán (%3). Pensemos en el pánico que viven en estos momentos sabiendo que cualquier acción del occidente repercutirá en contra de ellos. Pensemos en los 24 presos (8 del extranjeros, 16 nativos) en Afganistán acusados de «proselitismo» (propagar el cristianismo).

Si guardamos todo esto en el corazón entenderemos por qué el Papa insiste en la urgencia de vivir el mensaje de Fátima: oración, penitencia, conversión.

 

Extraído del sitio www.corazones.org ( 2001 )

 

Colaboración de Pablo Deluca

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

La paz les dejo, mi paz les doy

Evangelio de San Juan – Jn 14, 27-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «La paz les dejo, mi paz les doy. No se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón, ni tengan miedo. Han oído que les dije: «Me voy pero volveré a su lado.» Si me amaran, se alegrarían de que voy al Padre, porque el Padre es más que yo. Se los he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando suceda, crean. Ya no hablaré mucho con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo conozca que yo amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado».

Reflexión de Ernesto María, Sac. :

Quizás uno de los regalos más grandes que Jesús nos ha dejado, sea la paz. La paz profunda en el corazón que hace que el hombre, aún en medio da las más duras pruebas, no se sienta turbado ni con miedo. La paz de Dios es una paz diferente a la que de ordinario se busca. Es un don divino que produce en el cristiano la certeza de la presencia de Dios y de la ayuda divina. No es una paz artificial producto del no afrontar nuestras responsabilidades y compromisos, paz que muchas veces es cobardía o evasión. Un rostro sereno en medio de una tormenta, de una crisis, es la mejor señal de la presencia de Dios en él. Algo que ha asombrado a los hombres de ciencia que han estudiado la «Sábana de Turín» o «Sábana Santa», es la enorme paz que refleja el rostro del hombre «retratado» en este lienzo. Un hombre que al parecer fue martirizado de una manera atroz y que sin embargo muere con un rostro sereno.

Es una paz que se consigue haciendo la guerra a nuestro egoísmo a fin de dar espacio al Espíritu, para que éste crezca en nosotros y nos pacifique interiormente. Te invito a que le pidas al Señor esta paz, la paz que hace de nuestra vida, preámbulo del cielo.

Que Dios llene tu corazón con alegría y con paz durante todo tu día.

Extraído de Evangelio, del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Buscar y promover la paz

El desear la paz a los demás, el promoverla en nuestro alrededor es un gran bien humano, y cuando está animado por la caridad es también un gran bien sobrenatural. Una condición para comunicar la paz es tenerla en nuestra alma, es señal cierta de que Dios está cerca de nosotros. Es un fruto del Espíritu Santo.

El Señor nos ha dejado la misión de pacificar la tierra, comenzando por poner paz en nuestra alma, en nuestra familia, en el lugar donde trabajamos, y consiste, no en la ausencia de riñas, sino en la armonía que lleva a colaborar en proyectos y en intereses comunes.

El sabernos hijos de Dios nos dará paz firme, no sujeta a los vaivenes del sentimiento o de los incidentes de cada día. El deseo sincero de paz que el Señor pone en nuestro corazón nos debe llevar a evitar absolutamente todo aquello que causa división y desasosiego.

Acudamos a la Virgen nuestra Madre, la Reina de la paz, para no perder nunca la alegría y la serenidad. Reina de la paz, ¡ruega por nosotros!

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Hablar con Dios

Muchas veces no hablamos con Dios por el simple hecho de no «sentir» hacerlo, cuando hablar con Dios debiera ser algo como respirar, indispensable, vital y constante en nuestras vidas. El hecho de pensar que no somos «dignos» de Dios, o que no sepamos qué decir es una de las mayores trampas para alejarnos de Dios.

Si no sabes que decir, de qué hablar o cómo comportarte delante de Dios, dile aunque sea «No sé qué decir», pero habla con Él y todo en tu vida mejorará al tener presente a un Dios amigo, todopoderoso y siempre atento…haz la prueba.

Colaboración de Ana Etchepareborda de Teste ( 2001 )

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Hablar con Dios

Muchas veces no hablamos con Dios por el simple hecho de no «sentir» hacerlo, cuando hablar con Dios debiera ser algo como respirar, indispensable, vital y constante en nuestras vidas. El hecho de pensar que no somos «dignos» de Dios, o que no sepamos qué decir es una de las mayores trampas para alejarnos de Dios.

Si no sabes que decir, de qué hablar o cómo comportarte delante de Dios, dile aunque sea «No sé qué decir», pero habla con Él y todo en tu vida mejorará al tener presente a un Dios amigo, todopoderoso y siempre atento…haz la prueba.

Colaboración de Ana Etchepareborda de Teste ( 2001 )

“En vuestras dificultades, en los momentos de prueba y desaliento, cuando parece que toda dedicación está como vacía de interés y de valor, ¡tened presente que Dios conoce nuestros afanes!

¡Dios os ama uno por uno, está cercano a vosotros, os comprende! Confiad en Él, y en esta certeza encontrad el coraje y la alegría para cumplir con amor y con gozo vuestro deber.”

Extraído del capítulo Dios te ama del libro ORAR de Juan Pablo II

Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.

Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Somos Templo de Dios

I. En el momento del Bautismo vinieron a nuestra alma las tres personas de la Beatísima Trinidad con el deseo de permanecer unidas a nuestra existencia.
Esta presencia, del todo singular, sólo se pierde por el pecado mortal.
San Agustín, al considerar esta inefable cercanía de Dios, exclamaba: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva!; he aquí que Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba (...) Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me tenían lejos de Ti las cosas que, si no estuviesen en Ti, no serían.
Tú me llamaste claramente y rompiste mi sordera; brillaste, resplandeciste, y curaste mi ceguedad”. (Confesiones, 10, 27, 38).
 
II. Los cristianos no debemos contentarnos con no perder a Dios: debemos buscarle en nosotros mismos procurando el recogimiento de los sentidos que tienden a desparramarse y quedarse apegados a las cosas. Para lograr este recogimiento, a algunos el Señor les pide que se retiren del mundo, pero Dios  quiere que la mayoría de los cristianos (madres, estudiantes, trabajadores...)         le encontremos en medio de nuestros quehaceres. Mediante la mortificación habitual durante el día –con la que tan relacionado está el gozo interior- guardamos para Dios los sentidos. Mortificamos la imaginación, librándola de pensamientos inútiles; la memoria, echando a un lado recuerdos que no nos acercan al Señor; la voluntad, cumpliendo con el deber concreto. Porque el trabajo intenso, si está dirigido a Dios, lejos de impedir el diálogo con El, lo facilita.
 
III. La liturgia nos invita a tratar con más intimidad al Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, en este tiempo en que nos encaminamos hacia la fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo está en el alma del cristiano en gracia, para configurarlo con Cristo, para que cada vez se parezca más a El, para moverlo al cumplimiento de la voluntad de Dios, y ayudarle en esa tarea.
¿Porqué sentirnos solos, si el Espíritu Santo nos acompaña? Pidamos a la Virgen que nos enseñe a comprender esta dichosísima realidad. ¡Qué distinto sería nuestro porte en algunas circunstancias, la conversación, si fuéramos conscientes de que somos templos de Dios, templos del Espíritu Santo! 
 
 
Extraído de meditar ( mayo 2001 ) del Portal Católico www.encuentra.com
 
Te invitamos a compartir este texto y que lo envíes a quienes creas que lo puedan disfrutar o que les pueda ser de utilidad.
Nos encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.