Cuando discutimos tratamos de vencer.
Cuando dialogamos tratamos de llegar juntos.
Cuando discutimos escuchamos para contraargumentar.
Cuando dialogamos escuchamos para comprender.
Cuando discutimos estamos “enfrentados con” alguien.
Cuando dialogamos estamos “con” alguien.
Cuando discutimos estamos tensos en alguna medida.
Cuando dialogamos estamos distendidos.
Cuando discutimos nos amenaza y nos impulsa el temor de perder.
Cuando dialogamos nos afianza y alienta la intención de convivir.
Cuando discutimos en realidad solo podemos escucharnos a nosotros mismos porque permanecemos solos ...interiormente solos.
Cuando dialogamos es posible escuchar al otro...porque estamos con él.
Cuando discutimos empleamos un lenguaje que al otro
no le es fácil ni agradable receptar.
Cuando dialogamos buscamos las palabras adecuadas
para decir y para ser escuchados.
Cuando discutimos nos delata en cualquier momento
el tono de nuestra alma: nuestra voz...un gesto...la mirada.
Cuando dialogamos cada palabra lleva una carga de amistad
y de lealtad que son inconfundibles.
Cuando discutimos miramos con dificultad a los ojos.
Son miradas distantes, duras o hirientes.
Cuando dialogamos la mirada nos acerca y nos comunica.
Con palabras o en silencio.
Cuando discutimos el silencio nos genera ansiedad.
Puede ser entendido como carencia de argumentos, o desprecio.
Cuando dialogamos el silencio nos acerca.
Es un acto de respeto mutuo. Es tiempo de escucha, o de éxtasis.
Cuando discutimos queremos lograr el silencio del otro. Acallarlo.
Cuando dialogamos le ofrecemos el nuestro.
Nos interesa escuchar su palabra.
Cuando discutimos levantamos fácilmente un trono para la corona.
Cuando dialogamos tendemos una mesa para todos.
Cuando discutimos el ritmo se hace agitado, o tenso.
Cuando dialogamos se percibe la paz.
Cuando discutimos nos sentimos poco deseosos de permanecer juntos.
Cuando dialogamos nos sucede exactamente lo contrario. Estamos bien.
Cuando discutimos cavamos dos trincheras.
Cuando dialogamos construimos un hogar.
Cuando discutimos buscamos deliberada
o inconscientemente cambiar al otro.
Cuando dialogamos lo estamos aceptando...
y le estamos haciendo posible el cambio ¡El cambio posible!
No siempre es posible dialogar.
A veces las defensas son demasiado rígidas.
O las estructuras demasiado débiles.
Extraído de Sugerencias para el diálogo educativo
Dr. Julio César Labaké - Editorial Bonum
Colaboración de Pablo Deluca ( año 2.002 )
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