Reflexiones sobre el Duelo en el 20 mo. Aniversario de la muerte de mi madre

Video subido a You Tube el 20 de Abril 2016

Tres días después del 20mo. Aniversario de la muerte de mi madre tras tres años de lucha frente a un cáncer que acabó con su vida, ofrezco mis reflexiones sobre el Duelo en general y el consuelo en particular.

En base a mi propia experiencia doy testimonio de que durante o después de atravesarlo se puede llegar a obtener algunos posibles beneficios espirituales como el consuelo y la paz de espíritu a partir de la búsqueda de respuestas en la religión, aunque uno se hubiera encontrado apartado de ella o con la fe tibia antes del Duelo.

Acompaño con imágenes mi testimonio de un poco más de siete minutos, para que sea más ameno y llevadero, y para recordar a mi madre junto con las personas que la conocieron.

Actitudes beneficiosas de una paciente y sus amigas durante una Enfermedad Grave

Video subido a You Tube el 19 de Abril 2016

Dos días después del 20mo. Aniversario de la muerte de mi madre tras tres años de lucha frente a un cáncer que acabó con su vida, ofrezco mis vivencias propias durante ese tiempo, para dar mi testimonio sobre las actitudes beneficiosas de mi madre como paciente, de su círculo de amigos como acompañantes y de personas que la apoyaron en su difícil trance, con la idea de ponerlo a disposición de personas que puedan atravesar una situación similar como enfermas o como acompañantes en la actualidad o en el futuro.

Acompaño con imágenes mi testimonio de casi diez minutos, para que sea más ameno y llevadero, y para recordar a mi madre junto con las personas que la conocieron.

A veinte años de la muerte de mi madre, recuerdo y agradezco a sus médicos Florencia Perazzo y Edgardo Liaño por el muy buen trato que tuvieron con mi madre, a la acompañante voluntaria Batty Dillon por su amorosa dedicación en apoyarla espiritual y religiosamente, y a quienes la brindaron su amor, cariño y amistad durante su enfermedad.

Vivir como resucitados – Jesús y el Duelo – Mateo Bautista

Vivir como resucitados

Vivir como resucitados

Jesús y el duelo

de Mateo Bautista

Esta obra nos brinda una profunda reflexión sobre el maravilloso relato de San Lucas de los dos discípulos en duelo, camino a Emaús, que experimentaron a Jesús resucitado. El deseo del autor es ayudar a aquellos que se encuentran en duelo y enseñarnos a todos a vivir como resucitados para poder amar en verdad y en libertad.

64 páginas –

Sufrimiento

En el Evangelio es posible encontrar la respuesta satisfactoria a todos los interrogantes que agobian al hombre.

Una vez Jesús, hablando a una gran muchedumbre, les dijo : “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y vuestras almas hallarán descanso.” Estas palabras iban dirigidas a todos nosotros, pero adquieren un significado particular para los enfermos y ancianos, para todo aquel que se sienta “agobiado”.

También aquí, en esta casa y en este país, habrá personas que se pregunten: ¿ Por qué ? ¿ Por qué yo ? ¿ Por qué ahora precisamente ? ¿ Por qué mi mujer, mi padre, mi hermano, mi amigo ? Todas estas preguntas son muy comprensibles. Pero yo quisiera plantearos hoy otra pregunta que puede conducir más lejos. Es una pregunta que arranca la espina mortal de todo aquello que se puede ocultar tras el sufrimiento y la enfermedad como un elemento absurdamente destructor o contrario a la misma vida. Se trata de la pregunta no sólo sobre el “ por qué ”, sino el “ para qué ”.Al “ por qué ” no nos puede responder nadie sobre la tierra. Por el contrario, la pregunta para qué me ha sido impuesto este sufrimiento puede abrirnos nuevos horizontes.

Dios Padre escucha y atiende nuestros porqués como escuchó el lamento de Job, como acogió el grito de dolor y el “ por qué ” de Jesús en la cruz con su abandono confiado. Su respuesta no es la que podríamos esperar; tampoco es la explicación que los hombres han dado frecuentemente del sufrimiento cuando veían en él un castigo de sus faltas o, cuando de no rebelarse, sólo podían resignarse al fatalismo. Ante este misterio del sufrimiento las palabras de Isaías resultan sumamente elocuentes : “ Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos, oráculo del Señor. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros; mis planes, que vuestros planes.” Ciertamente se pueden aplicar estas palabras al camino del sufrimiento.

Un sufrimiento soportado con paciencia se convierte en cierto modo en oración y en fuente fecunda de gracia. Por ello quiero pediros a todos vosotros : convertid vuestras habitaciones en capillas, contemplad la imagen del Crucificado y pedid por nosotros, ofreced sacrificios por nosotros.

No habéis sufrido, o sufrís, en vano : el dolor os madura en el espíritu, os purifica en el corazón, os da un sentido real del mundo y de la vida, os enriquece de bondad, de paciencia, y – oyendo resonar en vuestro espíritu la promesa del Señor : “ Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados ” – os da la sensación de una paz profunda, de una alegría perfecta, de una esperanza gozosa.

Sabed dar un valor cristiano a vuestro sufrimiento, sabed santificar vuestro dolor con confianza constante y generosa en Él, que consuela y da fuerza. Sabed que no estáis solos, ni separados, ni abandonados en vuestro vía crucis.

Aceptad vuestro sufrimiento como si fuera su abrazo, y transformadlo en bendición; aceptadlo, junto con Él, de las manos del Padre, que precisamente de ese modo opera vuestra perfección, con una sabiduría y un amor insondables pero indudables.

El sufrimiento es en cierto modo el destino del hombre, que nace sufriendo, pasa su vida en aflicciones y llega a su fin, a la eternidad, a través de la muerte, que es una gran purificación por la que todos hemos de pasar. De ahí la importancia de descubrir el sentido cristiano del sufrimiento humano.

Bien sé que, bajo el peso de la enfermedad, todos sentimos la tentación del abatimiento. No es raro preguntarnos con tristeza : ¿ Por qué esta enfermedad ? ¿ Qué mal he hecho yo para recibirla ? Una mirada a Jesucristo en su vida terrena y una mirada de fe, a la luz de Jesucristo sobre nuestra propia situación, cambia nuestra manera de pensar. Cristo, Hijo de Dios, inocente, conoció en la propia carne el sufrimiento. La pasión, la cruz, la muerte en la cruz le probaron duramente; como había anunciado el profeta Isaías, “ quedó desfigurado, sin apariencia humana ”. No ocultó ni escondió su sufrimiento; por el contrario, cuando era más atroz, pidió al Padre que le apartase el cáliz. Pero una palabra revelaba el fondo de su corazón : “ ¡No se haga mi voluntad, sino la tuya! ”. El Evangelio y todo el Nuevo Testamento nos dicen que la cruz, así acogida y vivida, se hizo redentora.

Dejad que vuestro dolor, soportado por amor a Cristo, desarrolle en vosotros un corazón compasivo y misericordioso.

No dudéis jamás de que la aceptación gustosa de vuestro sufrimiento en unión con Cristo es de gran valor para la Iglesia. Si se realizó la salvación del mundo por el sufrimiento y muerte de Jesús, entonces sabemos cuán grande es de colaboración, en la misión de la Iglesia, que prestan los enfermos y ancianos, las personas confinadas en las camas de los hospitales, los inválidos en sillas de ruedas y todos los que participan plenamente en la cruz de nuestro Señor salvador.

Ahora sabéis mejor lo que es realmente la vida y ese conocimiento y esa sabiduría de la vida, acrisolada y madurada en vuestro dolor, podéis transmitírnosla a nosotros mediante todo lo que vivís actualmente y el modo en que lo soportáis. El Papa os da las gracias por esta “predicación” que vosotros nos hacéis mediante el dolor que soportáis paciente mente. Esa predicación no la puede sustituir púlpito alguno, ninguna escuela, ninguna lección.

Con vuestro dolor podéis afianzar a las almas vacilantes, volver a llamar al camino recto a las descarriadas, devolver serenidad y confianza a las dudosas y angustiadas. Vuestros sufrimientos, si son aceptados y ofrecidos generosamente en unión de los Crucificados, pueden dar una aportación de primer orden en la lucha por la victoria del bien sobre las fuerzas del mal, que de tantos modos acechan a la humanidad contemporánea.

Dios os ama. Vuestra enfermedad no se opone a su designio de amor. y vosotros no tenéis absolutamente culpa alguna en ella. No la consideréis como una fatalidad. Miradla solamente como una prueba. El Cristo a quien nosotros adoramos, sufrió también Él una prueba, la de la cruz, una prueba que le desfiguró, sin culpa alguna por su parte. Se puso en manos de Dios, su Padre. Y también se dirigió a Él para pedirle que le librara de la prueba. Pero la aceptó e hizo de ella una ofrenda. Y su sufrimiento se convirtió, para innumerables hombres, para vosotros, para mí, en causa de salvación, de perdón, de gracia, de vida. Es un gran misterio que esa solidaridad en el sufrimiento sea el centro de nuestra religión.

Con Él podéis lograr que vuestra enfermedad y vuestro sufrimiento sean más humanos e incluso más alegres y libres. Muchos aprendieron de Él y se han convertido así en fuente de consuelo para otros. Id, pues, también vosotros a la escuela de su sufrimiento redentor y repetid con frecuencia la oración que dirigía siempre a Cristo santa Catalina de Siena en medio de sus múltiples sufrimientos : “Señor, dime la verdad sobre tu cruz; yo quiero escucharte.”
En las profundidades de vuestra propia vida interior podéis morir y resucitar cada día con Cristo. Y en este sentido podéis producir una cosecha de gracia y de bondad, no sólo para vosotros mismos y para los que os rodean, sino también para la Iglesia y para el mundo. Cada vez que superáis las tentaciones de desánimo, cada vez que manifestáis un espíritu alegre, generoso y paciente, dáis testimonio de ese reino – que aún no se ha realizado – en el que seremos curados de toda enfermedad y liberados de toda aflicción.

La enfermedad es realmente una cruz, a veces muy pesada, prueba que Dios permite en la vida de una persona, dentro del misterio insondable de un designio que escapa a nuestra capacidad de comprensión. Pero no debe ser mirada como una ciega fatalidad. Ni es forzosamente y en sí misma un castigo. No es algo que aniquila sin dejar nada de positivo. Por el contrario, aún cuando pesa sobre el cuerpo, la cruz de la enfermedad cargada en comunión con la de Cristo, se vuelve también fuente de salvación, de vida o de resurrección para el propio enfermo y para los demás.

Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento, sino que ante todo dice : “Sígueme”, “Ven”, toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi sufrimiento. Por medio de mi cruz. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvador del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido en lo humano, sino en el sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de Cristo aquel sentido salvador del sufrimiento desciende a lo humano y se hace, en cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual.

Es indispensable avanzar por el camino de la aceptación. Sí, aceptar que así sea, no por resignación más o menos ciega, sino porque la fe nos asegura que el Señor puede y quiere sacar bien del mal. Cuántos de los aquí presentes podrían testimoniar que la prueba, aceptada con fe, ha hecho renacer en ellos la serenidad, la esperanza…Porque el Señor quiere sacar bien del mal, os invita a ser todo lo activos que podáis, no obstante la enfermedad; y si sois minusválidos, os invita a responsabilizaros de vosotros mismos con la fuerza y talentos de que dispongáis a pesar de vuestra situación.

Cristo ha venido como samaritano bueno y compasivo que se inclina amorosamente sobre las llagas del hombre. Es el Médico que ha dado una nueva dignidad y la garantía de una vida perenne también al cuerpo humano, para una existencia sin más lágrimas y sufrimientos.

El cuerpo y espíritu llenos de dolor gritan : ¿ Por qué ? ¿ Cuál es la finalidad de este sufrimiento ? ¿ Por qué tengo que morir ? Y la respuesta que llega, frecuentemente sin palabras pero demostrada en formas de gentileza y compasión, está llena de honestidad y de fe : “ No puedo responder plenamente a todas vuestras preguntas; no puedo quitaros todo vuestro dolor. Pero de esto estoy seguro : Dios os ama con un amor sempiterno. Vosotros sois preciosos a su vista. En Él os amo yo también. Puesto que en Dios somos verdaderamente hermanos y hermanas.”

Extraído de Orar – su pensamiento espiritual del Papa Juan Pablo II Editorial Planeta ( 1998 )

Los frutos de la cruz

I. La Cruz es el símbolo y señal del cristiano porque en ella se consumó la Redención del mundo. El Señor empleó la expresión tomar la cruz en diversas ocasiones para indicar cuál había de ser la actitud de sus discípulos ante el dolor y la contradicción (Lucas 14, 27 y 9, 23). Nadie se escapa al dolor; parece como si éste derivara de la misma naturaleza del hombre. Sin embargo, la fe nos enseña que el sufrimiento penetró en el mundo por el pecado.

Dios había preservado al hombre del dolor por un acto de bondad infinita. El pecado de Adán, transmitido a sus descendientes, alteró los planes divinos, y con el pecado entraron en el mundo el dolor y la muerte. Pero el Señor asumió el sufrimiento humano a través de su Pasión y Muerte en la Cruz, y así convirtió los dolores y penas de esta vida en un bien inmenso.

Si nosotros aceptamos con amor el dolor que el Señor permite para nuestra santificación personal y la de toda su Iglesia, el dolor tiene sentido y nos convertimos en sus verdaderos colaboradores en la obra de la salvación.

II. El árbol de la Cruz está lleno de frutos: nos ayuda a estar más desprendidos de los bienes de la tierra, de la salud…

Las tribulaciones son una gran oportunidad de expiar nuestras faltas y pecados de la vida pasada, y nos mueven a recurrir con más prontitud y constancia a la misericordia divina.

Las contrariedades, la enfermedad, el dolor… nos dan ocasión de practicar muchas virtudes (la fe, la fortaleza, la alegría, la humildad, la identificación con la voluntad divina), y nos dan la posibilidad de ganar muchos méritos. Existen épocas en la vida en las que se presenta abundantemente: no dejemos que pase sin que deje bienes copiosos en el alma.

III. Cuando nos veamos atribulados acudamos a Jesús, en quien encontraremos consuelo y ayuda. En el Corazón misericordioso de Jesús encontramos siempre la paz y el auxilio.

Junto al Señor, todo lo podemos; lejos de Él no resistiremos mucho. Con Él, nos sabremos comportar con alegría, incluso con buen humor, en medio de las dificultades, como hicieron los santos.

El Señor también nos ayudará a ver las pruebas con más objetividad, a no dar importancia a lo que no la tiene, y a no inventarnos penas por falta de humildad, o por exceso de imaginación.

Acudamos a Nuestra Señora para que Ella nos enseñe a sacar fruto de todas las penas que hayamos de padecer, o que estemos pasando en esos días.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( año 2.005 )
Extraído de Meditar del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Los enfermos, predilectos del Señor

I. Nuestro Señor mostró siempre su infinita compasión por los enfermos.
Son innumerables los pasajes del Evangelio en los que Jesús se movió de compasión al contemplar el dolor y la enfermedad, y sanó a muchos como signo de la curación espiritual que obraba en las almas. El Señor ha querido que sus discípulos le imiten en una compasión eficaz hacia quienes sufren en la enfermedad y en todo dolor. En los enfermos vemos al mismo Señor, que nos dice: lo que hicisteis por uno de éstos, por mi lo hicisteis (Mateo 25, 40).

Entre las atenciones que podemos tener con los enfermos están: acompañarles, visitarles con la frecuencia oportuna, procurar que la enfermedad no los intranquilice, facilitarles el descanso y el cumplimiento de las prescripciones del médico, hacerles grato el momento que estemos con ellos, sin que nunca se sientan solos, y ayudarles a santificar el dolor.

II. Debemos preocuparnos por la salud física de quienes están enfermos, y también de su alma. Podemos hacerles ver que su dolor, si lo unen a los padecimientos de Cristo, se convierte en un bien de valor incalculable: ayuda eficaz a toda la Iglesia, purificación de sus faltas pasadas, y una oportunidad que Dios les da para adelantar en su santidad personal, porque Cristo bendice en ocasiones con la Cruz.

El sacramento de la Unción de enfermos es uno de los cuidados que la Iglesia reserva para sus hijos enfermos. Este sacramento es un gran don de Jesucristo, y trae consigo abundantísimos bienes; por tanto hemos de desearlo y pedirlo cuando nos encontremos en enfermedad grave. Este sacramento infunde una gran paz y alegría al alma del enfermo consciente, le mueve a unirse a Cristo, corredimiendo con Él: llevarlo a nuestros enfermos es un deber de caridad y, en muchos casos de justicia.

III. Cuando el Señor nos haga gustar su Cruz a través del dolor y de la enfermedad, debemos considerarnos como hijos predilectos. Por muy poca cosa que podamos ser, nos convertimos en corredentores con Él, y el dolor -que era inútil y dañoso- se convierte en alegría y en un tesoro. El dolor, que ha separado a muchos de Dios porque no lo han visto a la luz de la fe, debe unirnos más a Él. Pidámosle a nuestra Madre Santa María que el dolor y las penas –inevitables en la vida- nos ayuden a unirnos más a su Hijo, y que sepamos entenderlos, cuando lleguen, como una bendición para nosotros mismos y para toda la Iglesia.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( año 2.005 )
Extraído de Meditar, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

No hay respuestas

Hay momentos en la vida que no tienen respuesta ni explicación; sucesos, acontecimientos, experiencias vividas, tantas cosas que no sabemos por qué suceden o por qué las debemos vivir…

Muchas veces nos quedamos estancados buscando las respuestas y no avanzamos, porque nos da miedo continuar en medio de la incertidumbre que nos produce el no entender y no aceptar esas cosas que nos han de pasar…

Amores que llegan y se van sin avisar, heridas, vacíos, enfermedades, caídas, pérdidas, caminos que se abren, puertas que se cierran, circunstancias que afrontar, decisiones que tomar… todo ello invade nuestra mente, llenándola de preguntas inciertas que no encuentran respuestas, nos llenan de angustia, atentan contra nuestra fe, se convierten en la piedra en el zapato que no nos deja seguir.

Muchas de estas preguntas se convierten en cadenas que nos han de esclavizar, nos aferramos a ellas, y aunque quizás respondamos algunas, formulamos otras, porque nos hace falta buscar excusas que nos torturen y nos hagan dudar, fabricando temores que nos arrebatan la paz.

Hay quienes discuten con Dios por la suerte que les ha de tocar, le culpan de todo, le pierden la Fe, se alejan de El, tan solo porque no entienden lo que es vivir y creen que hemos sido creados para sufrir…

No busquemos respuestas que quizás no llegarán, hay cosas que suceden porque así deben ser, aunque no entendamos el porque y sintamos que no tenemos las suficientes fuerzas de asumirlas y continuar.

No hay mas opciones que vivir, seguir, creer, no perder la esperanza de que vendrán tiempos mejores que compensarán las luchas que hemos asumido valientemente, sin renegar por todo, sin rendirnos, sin renunciar…

Alguna vez leí o escuché: Si las cosas tienen solución por qué me preocupo, si se pueden arreglar… y si no la tienen, por qué he de angustiarme, sino hay más nada que hacer ni otra opción que tomar, que seguir, avanzar …

Por eso, más que buscar respuestas, démoslas nosotros mismos con nuestro vivir y actuar, que quien nos encuentre en el camino descubra en nosotros que hay un Dios de amor que existe y que se manifiesta en lo más sencillo y pequeño, aún en todo aquello que no entendemos y que a veces nos hace dudar…

No hay más respuesta que la fe que nos da fuerzas y nos llena de paz…

Autor: Kary Rojas (Colombia) ( 2.005 )

Extraído de Valores, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Resurrección – Textos en el Evangelio

Mateo 22. 23 al 33

Discusión sobre la resurrección de los muertos

Aquel mismo día se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: “Maestro, Moisés dijo: “Si alguien muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda”. Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero se casó y como murió sin tener hijos, dejó su esposa a su hermano. Lo mismo ocurrió con el segundo, después con el tercero, y así sucesivamente hasta el séptimo. Finalmente, murió la mujer. Respóndenos: cuando resuciten los muertos, ¿de cuál de los siete será esposa, ya que lo fue de todos?”. Jesús les dijo: “Están equivocados, porque desconocen las Escrituras y el poder de Dios. En la resurrección ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que todos serán como ángeles en el cielo. Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído la palabra de Dios, que dice: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? ¡El no es un Dios de muertos, sino de vivientes!”. La multitud, que había oído esto, quedó asombrada de su enseñanza.

Mateo 28. 1 al 6

El anuncio de la resurrección

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos:”Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán”. Esto es lo que tenía que decirles”. Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos.

 

 

Marcos 12.18 al 27

Discusión sobre la resurrección de los muertos

Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: “Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: “Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda”. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?. Jesús les dijo: “¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error”.

Marcos 16. 1 al 8

El anuncio de la resurrección de Jesús

Pasado el sábado, María magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”. Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.

Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho”. Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban templando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

Lucas 7.11 al 17

Resurrección del hijo de una viuda

En seguida, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naim, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: “No llores”. Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: “ Joven, yo te lo ordeno, levántate”. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo”. El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

Lucas 20.27 al 39

Discusión sobre la resurrección de los muertos

( Mt 22.23-33 Mc 12.18-27 )

Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?”.

Jesús les respondió: “En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y, al ser hijos de la resurrección, son hijos de Dios. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él”.

Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: “Maestro, has hablado bien”. Y ya no se atrevían a preguntarle nada.

Lucas 24.1 al 8

El anuncio de la resurrección

( Mt 28.1-8 Mc 16.1-8 Jn 20.1-2 )

El primer día de la semana, al amanecer, las mujers fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”. Y las mujeres recordaron sus palabras.

Lucas 24.9 al 12

El testimonio de las mujeres

Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.

Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.

San Juan 5.19 al 26

Discurso sobre la obra del Hijo: el juicio y la resurrección

Entonces Jesús tomó la palabra diciendo:

“Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo.

Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace.

Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.

Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere.

Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre.

El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.

Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.

Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán.

Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella.

1 Tesalonicenses 4. 13 al 18

La Venida del señor y la resurrección final

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él. Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del ciel. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos.

Providencia – Textos en el Evangelio

Mateo 6.25 al 34 ( Lucas 12.22 al 32 )

La confianza en la Providencia

Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos? Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.

Lucas 12.22 al 32 ( Mt. 6.25 al 33 )

La confianza en la Providencia

Después dijo a sus discípulos: “Por eso les digo: No se inquieten por la vida, pensando qué van a comer, ni por el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. Porque la vida vale más que la comida, y el cuerpo más que el vestido. Fíjense en los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que los pájaros! ¿Y quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un instante al tiempo de su vida? Si aún las cosas más pequeñas superan sus fuerzas, ¿por qué se inquietan por las otras? Fíjense en los lirios: no hilan ni tejen; sin embargo, les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! Tampoco tienen que preocuparse por lo que van a comer o beber; no se inquieten, porque son los paganos de este mundo los que van detrás de esas cosas. El Padre sabe que ustedes las necesitan. Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura.

No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.

Consuelo – Textos en el Evangelio

Mateo 5. 1 al 12

Las Bienaventuranzas

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.

Mateo 11. 27 al 30

La revelación del Evangelio a los humildes

En aquel tiempo, Jesús dijo:” ….“Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”.

San Juan 16. 29 al 33

La vuelta de Jesús al Padre

….Sus discípulos le dijeron: “Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios”.

Jesús les respondió: “¿Ahora creen? Se acerca la hora y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”.

Romanos 5. 1 al 5

El fruto de la justificación

Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el espíritu Santo, que nos ha sido dado.

Romanos 8. 18 al 25

La esperanza de la creación

Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros. En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la plena filiación adoptiva, la redención de nuestro cuerpo. Porque solamente en esperanza estamos salvados. Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede esperar lo que se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia.

2 Corintios 1. 3 al 7

Acción de gracias

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo. Si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, también es para consuelo de ustedes, y esto les permite soportar con constancia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. Por eso, tenemos una esperanza bien fundada con respecto a ustedes, sabiendo que si comparten nuestras tribulaciones, también compartirán nuestro consuelo.

1 Tesalonicenses 4. 13 al 18

La Venida del señor y la resurrección final

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él. Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del ciel. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos.

Hebreos 4.14 al 16

Cristo, Sumo Sacerdote

Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.

Sobre el Duelo ( del libro No te mueras con tus muertos )

…andando tu camino…

Tus muertos se van por una puerta, que tú no puedes trasponer, ¡ahora!, porque se cerró tras ellos. ¡No los esperes ahí…! Despídelos, para que puedas correr, y espéralos llegar por otra puerta, ¡al final de tu duelo!

Si buscas un camino para reencontrarte con tus muertos, no lo busques llorando, en tu pasado; búscalo, más bien, esperanzado, andando tu camino, hacia el futuro.

¡acepta la muerte y punto!

¡Deja de culparte! Que si le hubiera dicho…Que si le hubiera hecho…Que si hubiera sabido…Que si…

¡Todas torturas, inútiles para ellos y crueles para contigo! Además, “si hubiera sido así”, “si hubieras hecho eso…”, hoy te reprocharías no haber hecho lo contrario. ¡Acepta la muerte, y punto!

 

…a la hora de cosechar

Tus muertos no están en el cementerio.

Nunca estuvieron ahí, salvo cuando estaban vivos. ¿Me preguntas dónde están…? Y no puedo responder por ti. Yo sé dónde están “ para mí ” los míos; pregúntate tú a ti mismo dónde crees que están “ para ti ” los tuyos.

El cementerio es como un surco donde se arrojan las semillas. Ningún sembrador vuelve a remover la tierra para buscar las semillas ya sembradas; regresa al campo a la hora de cosechar espigas…

No te mueras con tus muertos;

¡diles tu adiós!, esperanzado, como despides el sol en el ocaso, la luna y las estrellas en la aurora, sabiendo que a su turno y a su hora, todos volverán hacia tu encuentro.

Estos días de dolor profundo, grises de tristeza, de soledad y de silencio, son como el tiempo del invierno para las plantas…

Pero confía en la vida, ¡que es siempre más fuerte que la muerte!, para que retoñe tu alegría y florezcan tus ganas de vivir.

Como otro nacimiento…

Tú y yo sólo vemos una cara de la muerte; la del otro lado se nos escapa.

Si desde el seno de tu madre hubieras visto nacer un hermano, creo que lo hubieras llorado como muerto, hasta nacer tú y reencontrarlo.

¿Qué sentirías si miraras la muerte como otro nacimiento…?

No te mueras con tus muertos;

¡déjalos que vayan como esa semilla que se lleva el viento, no por el capricho de llevarla, sino para sembrarla en algún lado, aunque tú no sepas dónde!

No te castigues, encaprichada y resentidamente, prohibiéndote gozar de la vida porque perdiste un ser querido. Tu tristeza te destruye a ti, sin beneficiar a tus muertos. Y, cuando ellos partieron, no se llevaron consigo tu derecho a gozar de la alegría de la vida.

Tus muertos tenían sus falencias; no sigas culpándolos por tantas cosas… ¡Los muertos no pagan deudas! Perdónalos, si es necesario hacerlo, dejándolos en paz a ellos y liberándote tú para vivir tu vida.

( … ) Aprende de tus muertos una lección para la vida : es mejor amar a los tuyos mientras viven, que quitarte culpas por no haberlos amado, cuando ya se fueron.

 
 
Extraído del libro No te mueras con tus muertos  ( en el año 2001 )

de René Juan Trossero – editorial Bonum

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Me encantaría recibir alguna reflexión, texto u oración que quieras compartir.

Pacientes en las dificultades

El Señor nos anuncia : en el mundo tendréis grandes tribulaciones; pero tened confianza, Yo he vencido al mundo.

En este caminar en que consiste la vida vamos a sufrir pruebas diversas, unas que parecen grandes, otras de poco relieve, en las cuales el alma debe salir fortalecida, con la ayuda de la gracia. Estas contradicciones vendrán de fuera, con ataques directos o velados, de quienes no comprenden la vocación cristiana…Pueden venir dificultades económicas, familiares…Pueden llagar la enfermedad, el desaliento, el cansancio…La paciencia es necesaria para perseverar, para estar alegres por encima de cualquier circunstancia; esto será posible porque tenemos la mirada puesta en Cristo, que nos alienta a seguir adelante, sin fijarnos demasiado en lo que querría quitarnos la paz. Sabemos que, en todas las situaciones, la victoria está de nuestra parte.

La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse : es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas, como venidos del amor de Dios. Entonces identificamos nuestra voluntad con la del Señor, y eso nos permite mantener la fidelidad y la alegría en medio de las pruebas. Son diversos los campos en los que debemos ejercitar la paciencia. En primer lugar con nosotros mismos, puesto que es fácil desalentarse ante los propios defectos. Paciencia con quienes nos relacionamos, sobre todo si hemos de ayudarles en su formación o en su enfermedad : la caridad nos ayudará a ser pacientes. Y paciencia con aquellos acontecimientos que nos son contrarios porque ahí nos espera el Señor.

Para el apostolado, la paciencia es absolutamente imprescindible. El Señor quiere que tengamos la calma del sembrador que echa la semilla sobre el terreno que ha preparado previamente y sigue los ritmos de las estaciones. El Señor nos da ejemplo de una paciencia indecible. La paciencia va de la mano de la humildad y de la caridad, y cuenta con las limitaciones propias y las de los demás. Las almas tienen sus ritmos de tiempo, su hora. La caridad a todo se acomoda, cree todo, todo lo espera y todo lo soporta, enseña San Pablo ( 1 Corintios 13, 7 ).

Si tenemos paciencia, seremos fieles, salvaremos nuestra alma y también la de muchos que la Virgen pone constantemente en nuestro camino.

Extraído de “meditar” del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Resucitarán para ti

Tus muertos resucitarán “para ti”, cuando hayas aceptado que “murieron para ti”; sólo los recuperas en su regreso, cuando aceptaste su partida.

¡No es posible la alegría del reencuentro, sin sufrir el dolor de la despedida!

No te mueras con tus muertos;

¡llora la siembra de ayer con la esperanza puesta en la cosecha de mañana!

Acepta que la muerte de tus seres queridos te despierta mucha rabia, aunque no sepas por qué y aunque no quieras sentirla.

Tu resistencia ante la muerte te hace rebelarte, aunque no sepas del todo contra quién hacerlo…¿Contra Dios…? ¿Contra tus muertos…porque te abandonaron? ¿Contra…?

No te mueras con tus muertos; ¡déjalos dormir su tiempo como duerme la oruga en la crisálida, esperando la primavera para hacerse mariposa!

Dios no es menos Dios, más justo o más injusto, más bueno o más malo, cuando naces que cuando mueres. O crees en Él siempre, o no crees nunca; pero una cosa es creer en Él y otra es creer en tus explicaciones.

¡Ante la muerte se acaban tus explicaciones!

No te tortures sintiéndote culpable ante tus muertos. ¡Los muertos no cobran deudas! ¡Además, si hoy resucitaran, volverías a ser con ellos como fuiste! ¿O no sabías con certeza que un día iban a morir?

No te mueras con tus muertos; ¡muéstrales más bien, que como el árbol podado en el invierno, lejos de morirte, retoñas vistiendo tu desnudez, devolviendo frutos por heridas!

Acepta y date cuenta, de que tus muertos te plantean un serio desafío : el de tener una respuesta para el sentido de tu vida. Porque mientras no sabes para qué murieron ellos, tampoco sabes para qué vives tú. ¿O no piensas morir?

 

…la vida y la esperanza

Ante tus muertos queridos tu corazón tiene mil interrogantes y tu razón, ninguna respuesta. Resolverás mejor la cosa, cuando preguntes menos y aceptes más.

Las flores que regalas a tus muertos hablan de la vida y la esperanza. También en tu corazón duermen la vida y la esperanza, esperando que tú las despiertes para seguir viviendo esperanzado.

No te mueras con tus muertos;

¡míralos marchar por su camino, hacia su meta, y aprende la lección que ellos te dejan, diciendo que tu andar de peregrino, también tiene un final, al que te acercas…!

Más que con la frialdad de los mármoles, más que con suntuosos monumentos y grandilocuentes discursos, honra a tus muertos con una vida digna. ¡Piensa qué esperas para ti cuando hayas muerto!

Aprende de tus muertos una lección para la vida : es mejor amar a los tuyos mientras viven, que quitarte culpas por no haberlos amado, cuando ya se fueron.

No te mueras con tus muertos;

¡despídelos, como despides las aguas del río que van al mar, sabiendo que volverán mañana nubes, y serán lluvias sobre tu rostro!

Así como los cirios encendidos se queman y derriten dando luz y calor en la despedida de tus muertos, que tu corazón no se derrita en vano, quemándose en el fuego del dolor sino que arda en las llamas del amor y en la luz de la esperanza.

No te mueras con tus muertos;

¡vive este invierno de dolor, que te desnuda como quitándote la vida; pero, recuerda que la savia duerme para retoñar y florecer en primavera!

Parte del dolor que te golpea, cuando despides a tus muertos, se debe a una pregunta que golpea en tu interior, interrogando por el sentido de la vida.

Si respondes de verdad, sincera y frontalmente, gracias a la muerte de tus muertos tú vivirás más plena y auténticamente.

 

 

Extraído del libro No te mueras con tus muertos

de René Juan Trossero – Editorial Bonum

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Día de la madre

“…hoy es un día muy especial para todos aquellos que hemos recordado a nuestra madre. Nosotros lo hicimos con una oración y con mucha alegría en nuestro corazón ya que sabemos que desde el lugar donde se encuentre nos ayudará a resolver los problemas cotidianos.

Cuando estaba físicamente conmigo siempre le decía : “ yo tengo dos madres, tú eres la que me distes la vida, y mi otra MADRE es la mamá espiritual que me acompaña siempre.”

Si bien la presencia física es importante, les aseguro para todos aquellos que hoy no la tienen, que no sólo derramen lágrimas de tristeza. Para poder aceptar éstas pérdidas es saludable y beneficioso ofrecer nuestra pena a nuestra madre espiritual, para que ella con su gran sabiduría la transforme en amor y aceptación por lo que estamos pasando y así el camino será menos dificultoso hasta que la volvamos a encontrar. Que así sea .”

 

Atte. Maria Inés

Colaboración de María Inés Pérez ( 2001 )

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Quisiera compartir contigo…

Amigo :

tu propia muerte te asusta, y la muerte de tus seres queridos te duele.

No voy a escribir una sola palabra para superar tu miedo o suprimir tu dolor,

porque no tengo esa palabra mágica. Tu verás cómo enfrentar tu propia muerte.

Yo sólo quisiera compartir contigo algunas cosas simples,

para que te duelas sanamente y hagas tu dolor más llevadero,

ante la muerte de los tuyos. Y eso es todo.

Que te duelas, dije, sanamente, a causa de tus muertos,

que te deprimas un tanto y un tiempo, pero no que no puedas vivir,

que te dejes morir porque murió tu madre, tu padre o tu hermano,

tu esposo o tu esposa, tu hijo o tu amigo…

Yo quisiera ayudarte, si me es posible y si tú quieres,

a que sufras sanamente, para seguir viviendo;

porque he visto a muchos MORIRSE CON SUS MUERTOS.

Tus muertos ya murieron, y en tu mente ya lo sabes.

Pero tu corazón necesita tiempo para saber y aceptar que ya partieron.

Por eso tu dolor resurge como nuevo, ante esa mesa familiar

donde un lugar quedó vacío, en esa Navidad donde alguien falta,

en ese nacimiento sin abuelo, en ese año nuevo en que se brinda

y alguien ya no levanta la copa…

Así es el corazón humano:

siempre vive de a poco lo que la razón sabe de golpe.

¡Para la mente los muertos mueren una vez; para el corazón mueren muchas veces!

Extraído del libro No te mueras con tus muertos

de René Juan Trossero – Editorial Bonum

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Me acerco a ti, hermano…

Con el religioso respeto con que se ingresa a un templo;

con la cálida ternura con que se acaricia a un niño;

y con la cuidadosa delicadeza con que se cura una herida,

me acerco a ti, hermano que estás de duelo y sufres el desgarrón de la despedida,

provocado por la muerte, para entregarte estas simples palabras.

Algunas te servirán de alivio y de consuelo, otras te irritarán, ¡seguramente!,

porque no dicen lo que tú sientes ahora. No te impacientes;

acéptalas como indicadoras de un camino, que hay que recorrer con tiempo,

y no como preceptoras de un deber que ya debieras haber cumplido.

Si algo te choca hoy, déjalo, y tal vez lo leas mejor mañana.

Éstas palabras mías no te dirán lo mismo en los comienzos, en el medio

o al final del largo camino de tu duelo.

Tu tienes por delante un camino largo y doloroso, y al presentarte la meta

no es para impacientarte, ni para reprocharte por no haber llegado,

sino para alentarte a seguir andando.

Tú caminas por tu desierto y el sol y las arenas enardecen tu sed;

si yo te hablo de un oasis no es para culparte por no haberlo alcanzado,

sino para alentar tus pasos. ¡Tal vez concluyas tu duelo

cuando estemos de acuerdo, y hayas encontrado el oasis…!

Extraído del libro No te mueras con tus muertos

de René Juan Trossero – Editorial Bonum

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Señor, Dios mío

Señor, Dios mío
no tengo idea hacia adonde voy,
no veo el camino que hay ante mí,
no tengo la seguridad de donde termina.
No te conozco realmente,
y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad
no significa que realmente lo haga.
Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente
y espero tener ese deseo en todo lo que estoy haciendo.
Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo.
Y sé que si hago esto Tú me llevarás por el camino recto,
aunque yo no te conozca.
Por lo tanto, siempre confiaré en Ti,
aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte,
no temeré pues estás siempre conmigo,
y no dejarás que haga frente solo a mis peligros.
 
Thomas Merton
 
 
Colaboración de Claudia Deluca, con quien soñamos juntos compartir mensajes de amor, fe y esperanza para enriquecer el espíritu y reflexionar.
 

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No llores si me amas

¡Si conocieras el Don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oir el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver con tus ojos los horizontes, los campos eternos
y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si pudieras por un instante, contemplar como yo
la belleza ante la cual los astros palidecen!
Créeme : cuando la muerte venga a romper tus ligaduras
como ha roto las mías y cuando un día que Dios ha fijado y conoce,
tu alma venga a este cielo en que te he precedido,
ese día volverás a verme y encontrarás mi corazón que te amó
y te sigue amando, con todas las ternuras purificadas.
Volverás a verme pero transfigurado y feliz,
avanzando contigo por los senderos nuevos de la luz y de la vida,
bebiendo a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Por eso, no llores si me amas.
 
San Agustín
 
 
 

Que estas palabras te acompañen y te sirvan de guía hoy y siempre.

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