Con el religioso respeto con que se ingresa a un templo;
con la cálida ternura con que se acaricia a un niño;
y con la cuidadosa delicadeza con que se cura una herida,
me acerco a ti, hermano que estás de duelo y sufres el desgarrón de la despedida,
provocado por la muerte, para entregarte estas simples palabras.
Algunas te servirán de alivio y de consuelo, otras te irritarán, ¡seguramente!,
porque no dicen lo que tú sientes ahora. No te impacientes;
acéptalas como indicadoras de un camino, que hay que recorrer con tiempo,
y no como preceptoras de un deber que ya debieras haber cumplido.
Si algo te choca hoy, déjalo, y tal vez lo leas mejor mañana.
Éstas palabras mías no te dirán lo mismo en los comienzos, en el medio
o al final del largo camino de tu duelo.
Tu tienes por delante un camino largo y doloroso, y al presentarte la meta
no es para impacientarte, ni para reprocharte por no haber llegado,
sino para alentarte a seguir andando.
Tú caminas por tu desierto y el sol y las arenas enardecen tu sed;
si yo te hablo de un oasis no es para culparte por no haberlo alcanzado,
sino para alentar tus pasos. ¡Tal vez concluyas tu duelo
cuando estemos de acuerdo, y hayas encontrado el oasis…!
Extraído del libro No te mueras con tus muertos
de René Juan Trossero – Editorial Bonum
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