Aprender a disculpar

I. El Señor nos quiere como somos, también con nuestros defectos cuando luchamos por superarlos, y, para cambiarnos, cuenta con la gracia y con el tiempo.
Las personas pueden cambiar, y, cuando tenemos que juzgar su actuación externa –las intenciones sólo Dios las conoce-, nunca debemos hacer juicios inamovibles sobre ellas. Ante los defectos de quienes nos rodean –a veces evidentes, innegables- no debe faltar nunca la caridad que mueve a la comprensión y ayuda. “Llegará un momento en que las heridas serán olvidadas.

Tenemos defectos, ¡pero podemos querernos! Porque somos hermanos, porque Cristo nos quiere de verdad…como somos” (M.G. DORRONSORO, Dios y la gente, Rialp, 2ª ed., Madrid 1974, p.150)

II. “La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los “constantes y necesarios” servicios que presta, tampoco anota, “omnia suffert” –soporta todo-, los desplantes que padece” J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Surco, n. 738).

Si no somos humildes tendemos a fabricar nuestra lista de pequeños agravios que, aunque sean pequeños, nos robarán la paz con Dios, perderemos muchas energías y nos incapacitaremos para los grandes proyectos que cada día tiene el Señor para quienes permanecen unidos a Él. La persona humilde tiene el corazón puesto en Dios, y así se llena de gozo y se hace menos vulnerable.

III. La caridad puede más que los defectos de las personas, de la diversidad de caracteres, que todo aquello que se pueda interponer en el trato con los demás. La caridad vence todas las resistencias.

Pidámosle hoy a la Virgen, Nuestra Madre, que nunca guardemos pequeñas o grandes ofensas, que causarían un enorme daño en nuestro corazón, en nuestro amor al Señor y en la caridad con el prójimo.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( año 2.005 )
Extraído de Meditar, del portla Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

El perdón de nuestras ofensas

I. Padre, perdónanos nuestras ofensas, pedimos todos los días en el Padrenuestro. Cada día tenemos necesidad de pedir perdón al Señor por nuestras faltas y pecados. Hoy podemos hacer nuestra aquella jaculatoria del publicano: ¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador! El Señor puso estas palabras en boca del publicano para que las repitiéramos nosotros.

¡Cuánto bien nos puede hacer esta oración, repetida con un corazón humilde! Debemos recordar que, aunque el pecado tenga en nosotros, en los demás, y en la sociedad nefastas consecuencias, es esencialmente, una ofensa a Dios. ¡He pecado contra el Cielo y contra Ti (Lucas 15, 18), proclamará el hijo pródigo cuando vuelve arrepentido a la casa paterna. ¡Qué don tan grande es reconocer nuestros pecados, sin excusas ni mentiras, y acercarnos hasta la fuente inagotable de la misericordia divina y poder decir: Padre, perdónanos nuestras ofensas!

¡Qué paz tan grande da el Señor!

II. Enseña Santo Tomás, que la Omnipotencia de Dios se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de misericordia, porque la manera que Dios tiene de mostrar que posee el supremo poder es perdonar libremente (Suma Teológica) El Señor está dispuesto a perdonarlo todo de todos con infinita misericordia en el sacramento de la Confesión. Es verdad que pecamos contra Dios, pero también es verdad que pedimos perdón a un Padre que nos ama, y hasta nos enseña con qué palabras hemos de pedir.

III. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, rezamos todos los días. El Señor espera esta generosidad que nos asemeja al mismo Dios. Dios nos ha perdonado mucho, y no debemos guardar rencor a nadie. Hemos de aprender a disculpar con más generosidad, a perdonar con más prontitud. Perdón sincero, profundo, de corazón. A veces nos sentimos ofendidos por una exagerada susceptibilidad o por amor propio lastimado por pequeñeces. Y si alguna vez se tratara de una ofensa real y de importancia, ¿no hemos ofendido nosotros mucho más a Dios? Seguir a Cristo en la vida corriente es encontrar, también en este punto, el camino de la paz y la serenidad. Jesús pide perdón para los que lo crucifican: imitarlo, nos hará saborear el amor de Dios, y nos conseguirá que la misericordia divina perdone nuestras flaquezas.

Pidamos a la Virgen que nos ayude a perdonar, como Ella perdonó a los que crucificaron a su Hijo.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( 2.005 )
Extraído de Meditar, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Perdón – Textos en el Evangelio

Mateo 6. 14 al 15

El padrenuestro

….Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Mateo 18. 21 al 22

El perdón de las ofensas

Entonces se adelantó Pedro y le dijo: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.

Lucas 7. 36 al 50

La pecadora perdonada

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.

Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”. Pero Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Di, Maestro”, respondió él. “Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Pienso que aquel a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado bien”.

Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies, en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. Después dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Los invitados pensaron: “¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.

Lucas 17. 3 al 4

La corrección fraterna

Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo”.

Lucas 23. 33 al 34

La crucifixión de Jesús

Mt. 27.33 al 38 Mc. 15. 22 al 27 Jn. 19. 17 al 24

Cuando llegaron al lugar llamado “del Cráneo”, lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.

Hechos 13. 38 al 39

Discurso de Pablo

….Ustedes deben saber que la remisión de los pecados les ha sido anunciada por él. Y la justificación que ustedes no podían alcanzar por la Ley de Moisés, gracias a él, la alcanza todo el que cree.

2 Corintios 2. 5 al 11

El perdón al ofensor

Si alguien me entristeció, no me entristeció a mí solamente sino también, en cierta medida –lo digo sin exagerar- a todos ustedes. Pienso que es suficiente el castigo que la mayoría ha impuesto al ofensor. Conviene ahora perdonarlo y animarlo para que el pobre no quede agobiado por una pena excesiva. Por eso, les ruego que en este caso hagan prevalecer el amor. Antes les escribí para ponerlos a prueba y ver si son capaces de obedecer en todo. Pero ahora, yo también perdono al que ustedes perdonaron, y lo hago en la presencia de Cristo por amor de ustedes, para que Satanás no saque ventaja de nosotros, ya que conocemos bien sus intenciones.

Colosenses 3. 12 al 15

Exhortación al amor

Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias.

Paz y Perdón

La verdadera reconciliación entre hombres enfrentados y enemistados sólo es posible si se dejan reconciliar al mismo tiempo por Dios
 
No seremos capaces de perdonar, si antes no nos hemos dejado perdonar por Dios, reconociéndonos objeto de su misericordia.
...Acerca de la importancia del perdón, conocéis igualmente la respuesta de Jesús que aparece con tanta frecuencia en el Evangelio : antes de presentar la ofrenda en el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano; ponte de acuerdo con él, mientras que vais de camino; pasa más allá de la estricta justicia. Es bueno ver también en nosotros mismos lo que, con razón, pueda alejar al otro. Es preciso hacer en nosotros mismos la renovación necesaria.
 
Pero a pesar de todo esto, sucede que el otro rechaza el perdón, la propuesta de paz. Pues bien, según el Evangelio no debemos esperar a que los otros vengan a reconciliarse con nosotros. Hemos de ir a su encuentro.
Hagamos lo que nos dice el viejo libro de los Proverbios, en un texto utilizado por San Pablo : “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; obrando así derramarás carbones encendidos sobre su cabeza.”
 
En resumen, que si el otro adopta una actitud de rechazo, es asunto suyo; puede ser también que nosotros ignoremos los obstáculos interiores que tiene. Nosotros hagamos, con la paz, lo que está de nuestra parte. Y, sobre todo, continuemos rezando por él y amándole, para ser dignos hijos del Padre que está en el cielo.
Éste es el riesgo que afrontan los discípulos de Cristo; y cuando Dios quiera, este riesgo contribuirá a cambiar el mundo, a semejanza de la actitud de Jesús.
 
¿No es precisamente así como vosotros buscáis ser artífices de paz, viviendo la reconciliación con vosotros mismos, con vuestros semejantes, en el seno de vuestras familias, de las Iglesias de las que sois miembros, de las comunidades a las que pertenecéis?
 
 
Extraído del capítulo Paz del libro ORAR de Juan Pablo II   Edit. Planeta
 
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Perdonar …deja limpia toda herida

Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida.
Si te sientes así te darás cuenta que has perdonado.

En una parte del Padre Nuestro Dios nos dice : “perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
En muchas ocasiones nosotros condicionamos a Cristo; Dios dijo : “yo soy la vid y ustedes la rama, ustedes lejos de mí no pueden hacer nada” y nada incluye todo, incluye perdonar.

Dejemos que Dios nos ayude con nuestra decisión de perdonar; nosotros no fuimos hechos para odiar, sino para amar...cuando Dios dijo que había que perdonar 70 veces 7, Él quiso decir perdona todas las veces que sea necesario.

Dios, cuando lo crucificaron dijo : “Padre perdónalos, no saben lo que hacen” y así sucede con la gente que nos hace daño. Ellos aunque creen que saben lo que hacen, no lo saben, porque no saben con quién se están enfrentando, porque tú tienes un abogado, que es Cristo; llámalo cuando lo necesites.

Perdonar es una decisión que deja en libertad tu corazón,  deja limpia toda herida y la amargura en ti ya no reinará.
Si tú quieres que el Señor te perdone, debes primero perdonar.

Actualidad Catequística ( Roman Catholic Archdiocese of Newark )
Volumen 11  No. 52     Publicación Trimestral   Enero / Marzo 1998

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com





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