Para leer la Biblia

La Sagrada Escritura es Palabra de Dios
La Sagrada Biblia debe leerse en comunión de fe con la Iglesia...
Entre los servicios que la Iglesia presta a la Palabra de Dios, está también el de explicar el sentido auténtico que ella tiene, para lo cual Dios le prometió asistirla con el Espíritu de la verdad.

La Sagrada Biblia -tan amplia y compleja con sus 73 libros escritos en épocas distintas y en diversos géneros literarios- desarrolla, con todo, un solo argumento : la gesta salvadora de Dios con Cristo en el centro. 
El Antiguo Testamento es un anuncio profético y una preparación histórica del Mesías, quien se presenta, al término, como clave del designio salvador de Dios y como punto de convergencia de todos los hechos de la historia santa.
La Sagrada Biblia debe leerse, pues, con la intención puesta en esa idea central.

La Sagrada Biblia debe leerse en perspectiva, es decir, teniendo en cuenta el desarrollo gradual del mensaje de Dios. Los libros sagrados, escalonados sobre la marcha de un largo período histórico ( año 1.000 AC / año 100 DC ) incluyen contenidos más o menos perfectos, de acuerdo con las distintas edades de fe que el hombre fue viviendo. En las etapas incipientes o intermedias de la historia de la revelación salvadora de Dios, la Biblia no entrega una verdad plena y definitiva, sino parcial, preparatoria, proporcionada al nivel espiritual del destinatario, y orientada a la revelación plena del Nuevo Testamento.
Cristo, Palabra personal y viva de Dios, dio el sentido final y definitivo a la Biblia y es con Él como ésta se integra y queda iluminada en toda su verdad.

La Biblia, aunque fue inspirada por Dios y contiene su Palabra, acusa, con todo, la imperfección del pensamiento y de la palabra con que el hombre captó y expresó el mensaje recibido de lo alto.
...Por eso, es necesario distinguir cuidadosamente entre mensaje y ropaje de la Biblia, es decir, entre lo que es, en rigor, revelación salvadora de Dios, y formas de pensamiento y lenguaje con que el autor sagrado la expresó.

La Palabra de Dios, consignada en la Biblia, no está muerta en las páginas de un libro o estratificada en el depósito de la revelación, sino que está viva y activa en la Iglesia. Cristo, presente por su espíritu, la sigue pronunciando permanentemente, como un llamado que nos dirige, aquí y ahora, a comprometernos en una gesta salvadora que actúa aún en la historia de hoy y que pasa por cada creyente. 
Frente a esa Palabra que nos interpela, es preciso que nos abramos plenamente a ella, que la re-leamos traduciéndola al contexto nuevo y personal que nos toca vivir, a fin de darle una respuesta de fe, activa y actualizada.

Extraído de un texto aportado por Ana Etchepareborda de Teste

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Publicado por

Javier Serrano

Arquitecto, Productor de Seguros y Agente Inmobiliario apasionado por los deportes y Cronista, Camarógrafo y Fotógrafo Amateur

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