Navidad solidaria

Jóvenes misioneros salieron a la calle

Acompañaron a quienes estuvieron solos en la Nochebuena

Recorrieron los barrios porteños repartiendo pan dulce entre médicos, guardias o policías. El objetivo fue brindar una alegría a quienes estuvieran solos en la noche del 24

Son las dos de la mañana. Un auto repleto de jóvenes se detiene en la estación de servicio situada en la Avenida del Libertador y Salguero. «Uf, otro grupo de borrachos», piensa una de las empleadas, resignada sin embargo a llenar el tanque con nafta.

Pero no es el caso. El auto frena y bajan dos jóvenes que en lugar de pedirle gasolina le ofrecen un pan dulce y una oración.

«La mujer se emocionó hasta las lágrimas. Verdaderamente, le alegramos la noche por las innumerables gracias que nos dijo al despedirnos», comentó satisfecha a LA NACION Mariana Cremona, que pertenece al grupo misionero Pura Vida.

Durante la Nochebuena -en rigor ayer, a partir de las 2 de la madrugada- un grupo de 150 jóvenes católicos de entre 18 y 25 años recorrió las calles de Buenos Aires ofreciendo pan dulce y esperanza a personas que estaban pasando la Navidad en soledad.

El objetivo fue acompañarlos y darles una alegría.

El grupo de misioneros Pura Vida, con el apoyo del Movimiento de Schoenstatt, fue el que organizó esta pequeña misión que bautizó «Una Navidad para todos».

A las 2 de la mañana, los jóvenes se juntaron en la sede de Confidentia (Schoenstatt), en Riobamba y avenida Santa Fe. Luego salieron en grupo de cuatro o cinco -a pie o en auto- y se dividieron la ciudad por zonas.

Repartieron saludos, turrones y pan dulce por las estaciones de Retiro, Once y Constitución. Recorrieron hospitales, plazas y comisarías de Recoleta, Retiro, Palermo, Belgrano y Montserrat. Luego, a las 5, se agruparon nuevamente en Confidentia para celebrar una misa.

Alegría de dar

Los jóvenes transmitieron convicción al compartir lo que vivieron.

«La experiencia es increíble. La gente se sorprende. Para mí es una manera original y nueva de vivir la Navidad», expresó Cremona.

«Me gusta alegrar la noche a otros. Y pienso que si todos nos acostumbrásemos a hacer pequeños gestos de entrega con más frecuencia, las cosas podrían andar mucho mejor», explicó Sara Brugnoli.

Pero por supuesto que no todo fue fácil. Clara Juliano, otra de las participantes, comentó que un hombre de la calle fue muy agresivo con ella. «Te exponés a reacciones de ese tipo», confesó.

Familia ampliada

Estos jóvenes están convencidos de que la Navidad en familia no se acaba con la cena compartida con sus padres, hermanos y esposos.

También existe una familia más amplia con la que es importante compartir el saludo de paz: la gente de la calle, los enfermos, los policías, los bomberos, los guardias de edificios o los médicos que trabajaron en soledad el 24 a la noche.

«Este es el segundo año que lo hacemos. Me sorprendió cuánta más gente se sumó este año (de 100 que convocaron en el 2000, se presentaron 150, esta vez). Además hubo mayor predisposición de las empresas para donar pan dulce», concluyó, visiblemente contenta, Cremona.

Agustina Lanusse

Nota publicada en La Nación del 26 de Diciembre de 2001

 

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Publicado por

Javier Serrano

Arquitecto, Productor de Seguros y Agente Inmobiliario apasionado por los deportes y Cronista, Camarógrafo y Fotógrafo Amateur

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