Una sonrisa no cuesta nada y produce mucho, enriquece a quienes la reciben sin empobrecer a quienes la dan.
No dura más que un instante pero su recuerdo es a veces eterno.
Nadie es demasiado rico para prescindir de ella, nadie es demasiado pobre para no merecerla.
Da felicidad en el hogar, apoyo en el trabajo, es el símbolo de la amistad.
Una sonrisa da reposo al cansado, anima a los demás si están deprimidos. No puede ni comprarse, ni prestarse, ni robarse, pues es una cosa que no tiene valor hasta el momento en que se da.
Y si alguna vez te tropiezas con alguien que no sabe dar una sonrisa, sé generoso, dale la tuya, porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como el que no se la puede dar a los demás.
Envió: Martha Juliana Rego
Tomado del Portal Católico www.encuentra.com
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