Círculo del 99

Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente que era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey, cantando y tarareando alegres canciones de juglares.  Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día el rey lo mandó a llamar. - Paje, le dijo - ¿Cuál es el secreto?
- ¿Qué secreto, Majestad? - ¿Cuál es el secreto de tu alegría?
- No hay ningún secreto, Alteza. - No me mientas, paje.  He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
- No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto. - ¿Porqué esta siempre alegre y feliz?  Eh, ¿porqué?
- Majestad, no tengo razones para estar triste.  Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo.  Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además, su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿Cómo no estar feliz?
- Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar - dijo el rey.  Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
- Pero, Majestad, no hay secreto.  Nada me gustaría mas que complacerlo, pero no hay nada que yo este ocultando... - ¡Vete, vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco.  No consiguió explicarse como el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.- ¿Porqué él es feliz?
- Ah, Majestad, lo que sucede es que él esta fuera del círculo. - ¿Fuera del círculo?
- Así es. - ¿Y eso es lo que lo hace feliz?
- No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
- A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.- Así es.
- ¿Y cómo salió? - Nunca entró - ¿Qué círculo es ese? - El círculo del 99.
- Verdaderamente, no te entiendo nada.
- La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.
- ¿Cómo? - Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
- Eso, obliguémoslo a entrar.
- No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
- Entonces habrá que engañarlo.
- No hace falta, Su Majestad.  Si le damos la oportunidad, él entrará solito.
- ¿Solito? ¿Pero el no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
- Si se dará cuenta. - ¡Entonces no entrará! - No lo podrá evitar.
- ¿Dices que el se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
- Tal cual Majestad; ¿está dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo? - Sí.
- Bien, esta noche te pasaré a buscar.  Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una mas ni una menos.
- ¡99! ¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso?
- Nada mas que la bolsa de cuero.  Majestad, hasta la noche.
Así fue.  Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey.  Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron, junto a la casa del paje.
Allí esperaron el alba.  Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
"Este tesoro es tuyo.  Es el premio por ser un buen hombre.  Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste."
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban, para ver lo que sucedía.
El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta. El rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela.  Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa.  Sus ojos no podían creer lo que veían.  ¡Era una montaña de monedas de oro!  El, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él.
El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacia brillar la luz de la vela sobre ellas.  Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.
Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas.  Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco... y mientras sumaba 10, 20,30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: ¡¡99 monedas!!. Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más; luego en el piso y finalmente en la bolsa.
"No puede ser", pensó.  Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era mas baja. - Me robaron -gritó- ¡¡me robaron, malditos!!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.  Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro...  sólo 99.
- "99 monedas. Es mucho dinero", pensó.  - "Pero me falta una moneda.
Noventa y nueve no es un número completo" -pensaba- "Cien es un número completo pero noventa y nueve, no."
El rey y su asesor miraban por la ventana.  La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus.  El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Tomo papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?.  Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta.  Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.  Después, quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar.  Con cien monedas de oro un hombre es rico.  Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero. ¡Era demasiado tiempo!  Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas.
De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender.
Vender... Vender... Estaba haciendo calor.  ¿Para qué tanta ropa de invierno, para qué mas de un par de zapatos?  Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio volvieron al palacio.  El paje había entrado en el círculo del 99.
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche.  Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando de pocas pulgas.
- ¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo. - Nada me pasa, nada me pasa.
- Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
- Hago mi trabajo, ¿no?  ¿Que querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente.  No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
 
Envió:  Silvana Gonzabay
 

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( año 2.002 )

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No temas

Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mi mismo.
Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.
Temía lo que la gente opinara de mí,
hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mi.
Temía que me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mi mismo y en Dios.
Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.
Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mi mismo.
Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.
Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.
Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa
necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.
Hagamos que nuestras vidas cada día tengan mas vida
y si nos sentimos desfallecer no olvidemos que al final siempre hay algo más.
 
Envió:  Jenny Gaytán
 

Busca reflexiones anteriores en: http://busca.valores.org

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com

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El ayuno y las tentaciones de Jesús

Reflexión sobre la lectura del Santo Evangelio según San Mateo ( 4, 1-11 )
En la narración de las tentaciones son utilizados dos símbolos muy importantes para los judíos: el desierto, camino de discernimiento y encuentro con uno mismo y con Dios; y los cuarenta días, tiempo de purificación. Así, pudiéramos decir que este caminar de Jesús a través del desierto le sirvió para enfrentar las tentaciones que pudieran haberle estorbado para cumplir su vocación como hijo de Dios y salvador de los hombres. En este caminar, Jesús busca responder con las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad a las tentaciones que el demonio le fue  planteando en su discernimiento personal. De esta manera pudiéramos explicar la aplicación que Jesús hizo de sus virtudes:
 
Caridad No Sólo De Pan Vive El Hombre
La caridad o mejor conocido como el amor, es la capacidad de vivir para los demás y amar a Dios en los demás. Cuando Jesús no transforma esas piedras en panes, estaba dejando claro que él no quería usar los dones que Dios le había dado para sí mismo. Que él sólo podía vivir para los demás. Más tarde sí multiplicará los panes, pero no sería para él mismo sino para toda esa multitud que lo rodeaba y estaba hambrienta.
Cada uno de nosotros tiene diferentes dones y virtudes que Dios le ha dado. Sin embargo, hoy la sociedad nos invita a que nos sirvamos de ellos para beneficiarnos sólo nosotros. De esta manera, estamos convirtiendo todas las oportunidades que tenemos para vivir mejor nosotros pero pocas veces para que los demás vivan mejor. Como jóvenes estamos llamados a compartir nuestros dones y virtudes, y no quedarnos encerrados en nuestros propios círculos sin ayudar a aquellos que más lo necesitan.
 
Fe Adorarás Al Señor Tu Dios Y Sólo A Él Darás Culto
Jesús defiende la fe en su Padre y no se deja llevar por falsos dioses que le prometen cosas que pronto terminarán por robarle su libertad. Una fe firme le ayuda a Jesús a decidirse con claridad sobre sus convicciones para no dejarse llevar por las ofertas que le hacía el demonio.
¿Cuántas invitaciones recibimos los jóvenes, que nos invitan a dejarlo todo por seguirlas? El consumismo es el principal de todos, pero también está el indiferentismo, la flojera, el alcohol, la droga, el sexo como “falsos dioses” que ponen a prueba nuestra fe y que exigen de nosotros una convicción firme en Dios, única persona que ha dado su vida por nosotros.
 
 
 
Esperanza No Tentarás Al Señor Tu Dios.
El demonio le pide a Jesús poner sus esperanzas en falsas interpretaciones de la Sagrada Escritura. Sin embargo, Jesús sabe que nuestra esperanza en Dios tiene que ir acompañada de nuestra responsabilidad. Es decir, Dios nos ayuda con su gracia, pero nosotros tenemos que poner nuestra voluntad para alcanzar la felicidad que Dios nos ofrece.
El demonio le estaba pidiendo a Jesús que no fuera responsable y le dejara todo a Dios. Hoy nos invitan constantemente a dejar a un lado nuestra responsabilidad y poner nuestras esperanzas en falsas realidades que no nos llevarán a la verdadera felicidad.
Así, en la sexualidad nos dicen que no importa cómo la vivamos, lo importante es protegernos. Nos piden que pongamos nuestra esperanza en lo que tenemos, pero nos damos cuenta que eso tampoco nos hace felices. Nos dicen que el placer egoísta esta bien, que Dios lo creó, pero no se nos dice que lo creó como fruto del amor y de la donación de uno mismo.
 
Propósito
En este inicio de la cuaresma, podríamos comenzar por “ponerle nombre” a las tentaciones que más nos acechan en nuestra vida y nos alejan del camino que Jesús nos ha marcado hacia el encuentro con su Padre. Esto es muy importante, pues así sabremos que no luchamos contra algunas ideas abstractas o “falsos demonios” sino contra actitudes concretas que nos impiden vivir plenamente como cristianos.
 
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )
 

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La cruz de cada día

Cuaresma - Jueves después de Ceniza ( 14 de febrero 2002 ) 
I. En el Evangelio de la Misa, Cristo nos habla: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame (Lucas 9, 23). El Señor se dirige a todos y habla de la Cruz de cada día.
Son palabras dichas a todos los hombres que quieren seguirle, pues no existe un Cristianismo sin Cruz, para cristianos flojos y blandos, sin sentido del sacrificio. Uno de los síntomas más claros de que la tibieza ha entrado en el alma es precisamente el abandono de la Cruz.. Por otra parte, huir de la cruz es alejarse de la santidad y de la alegría; porque uno de sus frutos es precisamente la capacidad de relacionarse con Dios y con los demás, y también una profunda paz, aún en medio de la tribulación y de dificultades externas. No olvidemos pues, que la mortificación está muy relacionada con la alegría, y que cuando el corazón se purifica se torna más humilde para tratar a Dios y a los demás.
 
II. La Cruz del Señor, con la que hemos de cargar cada día, no es ciertamente la que producen nuestros egoísmos, envidias o pereza. Esto no es del Señor, no santifica. En alguna ocasión encontraremos la Cruz en una gran dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en un desastre económico, en la muerte de un ser querido. Sin embargo, lo normal será que encontremos la cruz de cada día en pequeñas contrariedades en el trabajo, en la convivencia; en un imprevisto que no contábamos, planes que debemos cambiar, instrumentos de trabajo que se estropean, molestias por el frío o calor, o el carácter difícil de una persona con la que convivimos. Hemos de recibir estas contrariedades con ánimo grande, ofreciéndolas al Señor con espíritu de reparación, sin quejarnos: nos ayudará a mejorar en la virtud de la paciencia, en caridad, en comprensión: es decir, en santidad. Además experimentaremos una profunda paz y gozo.
 
III. Además de aceptar la cruz que sale a nuestro encuentro, muchas veces sin esperarla, debemos buscar otras pequeñas mortificaciones para mantener vivo el espíritu de penitencia que nos pide el Señor. Unas nos facilitarán el trabajo, otras nos ayudarán a vivir la caridad. No es preciso que sean cosas más grandes, sino que se adquiera el hábito de hacerlas con constancia y por amor de Dios.
Digámosle a Jesús que estamos dispuestos a seguirle cargando con la Cruz, hoy y todos los días.
 
Extraído de Meditar del portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )
 

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Conversión y penitencia

Miércoles de Ceniza ( 13 de Febrero 2002 )
El camino al que nos invita la Cuaresma se realiza, ante todo, con la oración:  en estas semanas, las comunidades cristianas deben transformarse en auténticas "escuelas de oración". Otro objetivo privilegiado es acercar a los fieles al sacramento de la reconciliación, para que cada uno pueda "redescubrir a Cristo como mysterium pietatis, en el que Dios nos muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia plenamente consigo" (Novo millennio ineunte, 37).
 
Juan Pablo II. Homilía del Miércoles de Ceniza (28 de febrero de 2001)
 
I. Comienza la Cuaresma, tiempo de penitencia y de renovación interior para preparar la Pascua del Señor (CONCILIO VATICANO II, Sacrosantum Concilium). La liturgia de la Iglesia nos invita sin cesar a purificar nuestra alma y a recomenzar de nuevo.
En el momento de la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: Acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir (Génesis 3, 19). Y sin embargo, a veces olvidamos que sin el Señor no somos nada. Quiere el Señor que nos despeguemos de las cosas de la tierra para volvernos a Él.
Jesús busca en nosotros un corazón contrito, conocedor de sus faltas y pecados y dispuesto a eliminarlos. También desea un dolor sincero de los pecados que se manifestará ante todo en la Confesión sacramental.
El Señor nos atenderá si en el día de hoy le repetimos de corazón: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
 
II. La verdadera conversión se manifiesta en la conducta: en el trabajo, hecho con orden, puntualidad e intensidad; en la familia, mortificando nuestro egoísmo y creando un ambiente más grato en nuestro entorno; y en la preparación y cuidado de la Confesión frecuente.
El Señor también nos pide hoy una mortificación más especial, que ofrecemos con alegría: la abstinencia y el ayuno; también la limosna que, ofrecida con un corazón misericordioso, desea llevar consuelo a quien pasa necesidad. Cada uno debe hacerse un plan concreto de mortificaciones para ofrecer al Señor diariamente esta Cuaresma. Para hacerlo, tengamos en cuenta que deben ser “mortificaciones que no mortifiquen a los demás, que nos vuelvan más delicados, más comprensivos, más abierto a todos” (J, ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa)
 
III. San Pablo (2 Corintios, 5) nos dice que éste es un tiempo excelente que debemos aprovechar para una profunda conversión. Podemos estar seguros que vamos a estar sostenidos por una particular gracia de Dios, propia del tiempo litúrgico que hemos comenzado. “Tiempo para que cada uno se sienta urgido por
Jesucristo. Para que los que alguna vez nos sentimos inclinados a aplazar esta decisión sepamos que ha llegado el momento. Para que los que tengan pesimismo, pensando que sus defectos no tienen remedio, sepan que ha llegado el momento. Comienza la Cuaresma; mirémosla como un tiempo de cambio y de esperanza” (A.Mª. GARCÍA DORRONSORO, Tiempo para creer)
 
Extraído de Meditar del portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )
 

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Palabra eterna

Una palabra eterna

Comentario de Encuentra
I. Leemos en el Evangelio de la Misa esta expresión del Señor: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lucas 21, 33).
Permanecerán porque fueron pronunciadas por Dios para cada hombre, para cada mujer que viene a este mundo. Jesucristo sigue hablando, y sus palabras, por ser divinas, son siempre actuales. Toda la Escritura anterior a Cristo adquiere su sentido exacto a la luz de la figura y de la predicación del Señor. Él es quien descubre el profundo sentido que se contiene en la revelación anterior. Los judíos que se negaron a aceptar el Evangelio se quedaron como con un cofre con un gran tesoro adentro, pero sin la llave para abrirlo. Desde siempre la Iglesia ha recomendado su lectura y meditación, principalmente del Nuevo Testamento, en el que siempre encontramos a Cristo que sale a nuestro encuentro. Unos pocos minutos diariamente nos ayudan a conocer mejor a Jesucristo, a amarle más, pues sólo se ama lo que se conoce bien.
II. Cuando en el Evangelio de la Misa leemos hoy que el cielo y la tierra pasarán, pero no sus palabras, nos señala de algún modo que en ellas se contiene toda la revelación de Dios a los hombres: la anterior a su venida, porque tiene valor en cuanto hace referencia a Él, que la cumple y clarifica; y la novedad que Él trae a los hombres, indicándoles con claridad el camino que han de seguir. Jesucristo es la plenitud de la revelación de Dios a los hombres.
Cuántas veces hemos pedido a Jesús luz para nuestra vida con las palabras –Ut videam!, Que vea, Señor- de Bartimeo: o hemos acudido a su misericordia con las del publicano: ¡Oh Dios, apiádate de mí que soy un pecador! ¡Cómo salimos confortados después de ese encuentro diario con Jesús en el Evangelio!
III. Cuando la vida cristiana comienza a languidecer, es necesario un diapasón que nos ayude a vibrar de nuevo. ¡Cuántas veces la meditación de la Pasión de Nuestro Señor, ha sido como una enérgica llamada a huir de esa vida menos vibrante, menos heroica! No podemos pasar las páginas del Evangelio como si fuera un libro cualquiera. Su lectura, dice San Cipriano, es cimiento para edificar la esperanza, medio para consolidar la fe, alimento de la caridad, guía que indica el camino... (Tratado sobre la oración). Acudamos amorosamente a sus páginas, y podremos decir con el Salmista: Tu palabra es para mis pies una lámpara, la luz de mi sendero (Salmo 118, 105).
Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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Naturalidad y sencillez

Comentario de Encuentra
 
I. Toda la vida de María está penetrada de una profunda sencillez. Su vocación de Madre del Redentor se realizó siempre con naturalidad. En ningún momento de su vida buscó privilegios especiales: “María Santísima, Madre de Dios, pasa inadvertida, como una más entre las mujeres de su pueblo. Aprende de Ella a vivir con naturalidad” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino).
La sencillez y naturalidad hicieron de la Virgen, en lo humano, una mujer especialmente atrayente y acogedora. Su Hijo, Jesús, es el modelo de la sencillez perfecta, durante los treinta años de vida oculta, y en todo momento. El Salvador huye del espectáculo y de la vanagloria, de los gestos falsos y teatrales; se hace asequible a todos: a los enfermos y a los desamparados, a los Apóstoles y a los niños. La humildad es una virtud necesaria para el trato con Dios, para la dirección espiritual, para el apostolado y la convivencia.
 
II. La sencillez exige claridad, transparencia y rectitud de intención, que nos preserva de tener una doble vida, de servir a dos señores: a Dios, y a uno mismo. Requiere de una voluntad fuerte, que nos lleve a escoger el bien. El alma sencilla juzga de las cosas, de las personas y los acontecimientos según un juicio recto iluminado por la fe, y no por las impresiones del momento (I. CELAYA, Sencillez). En la lucha ascética hemos de reconocernos como en realidad somos y aceptar las propias limitaciones, comprender que Dios las abarca con su mirada y cuenta con ellas. En la convivencia diaria, toda complicación pone obstáculos entre nosotros y los demás, y nos aleja de Dios. La sencillez es consecuencia de la “infancia espiritual”, a la que nos invita el Señor especialmente en estos días que contemplamos el Nacimiento. En verdad os digo que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos (Mateo 18, 2-3).
 
III. La sencillez y naturalidad son virtudes extraordinariamente atrayente, pero difíciles a causa de la soberbia, que nos lleva a tener una idea desmesurada de nosotros mismos, y a querer aparentar ante los demás por encima de los que somos y tenemos. La pedantería, la afectación, la jactancia, la hipocresía y la mentira se oponen a la sencillez, y por tanto, a la amistad; son un verdadero obstáculo para la vida de familia. Para ser sencillos es preciso cuidar la rectitud de intención en nuestras acciones, que deben estar dirigidas a Dios. Lo aprenderemos si contemplamos a la Sagrada Familia, en medio de su vida corriente. Pidámosles que nos haga como niños delante de Dios.
 Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com   ( año 2.002 )
 

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Jesús, nuestro maestro

Comentario de Encuentra
 
I. El Señor nunca se opuso a que el pueblo le llamase profeta y maestro (Mateo 21, 11), y a sus discípulos les decía: Vosotros me llamáis maestro y señor, y hacéis bien, porque lo soy (Juan 13, 13).
Con frecuencia Jesús utiliza la expresión: Yo os digo: es el Hijo de Dios quien habla. Jesús habla en nombre propio, (cosa que jamás había hecho ningún profeta), e imparte una enseñanza divina.
Nadie como Él ha señalado la verdad fundamental del hombre: su libertad interior y su intocable dignidad. Su doctrina nos ha sido transmitida, fidelísima y substancialmente completa, a través de los Evangelios.
Jesús es nuestro único Maestro: Junto a Él nos sentimos seguros. Siempre dice a cada uno lo que necesita oír. Leyendo el Evangelio unos minutos todos los días, con corazón leal, meditándolo despacio, uno se siente empujado a decir: Señor, sólo Tú tienes palabras de vida eterna (Juan 6, 68). Sólo Tú, Señor.
Examinemos cómo y con qué atención leemos el Evangelio.
 
II. Si después ha habido maestros y doctores en la Iglesia (Hechos 13, 1; Corintios 12, 28-29) ha sido porque Él los constituyó, subordinándolos a Él, repetidores y testigos de lo que han visto y oído (Hechos 10, 39). A través del Evangelio, tal como se lee en la Iglesia, nos llega como por un canal la Buena Nueva de Cristo. Tomar a Jesús como Maestro es tomarlo por guía, andar sobre sus huellas, buscar con afán su voluntad sobre nosotros, sin desalentarnos jamás por nuestras derrotas, de las que Él nos levanta y las convierte en victorias una y otra vez. Tomarle como Maestro es querer parecernos a Él: que los demás, al ver nuestro trabajo, nuestro comportamiento con la familia y con los extraños, puedan reconocer a Jesús.
Si meditamos el santo Evangelio, si le tratamos diariamente en la oración, nos pareceremos a Jesús, casi sin darnos cuenta.
 
III. Cristo tiene siempre algo que decirnos, a cada uno en particular, personalmente. Para oírle hemos de tener un corazón que sepa escuchar, un corazón atento a las cosas de Dios.
Nosotros hemos de pedirle ese corazón capaz de escuchar y entender las mociones del Espíritu Santo en nuestra alma, lo que nos dice a través del Magisterio de la Iglesia, esa doctrina que nos llega a través del Papa y de los obispos unidos a él, que requiere una respuesta práctica.
Dios también nos habla por medio de los acontecimientos, de las personas que nos rodean y de la dirección espiritual. Le pedimos a la Virgen un oído atento a la voz de Dios, aunque a veces use intermediarios.
Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )
 

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Vocación

Comentario de Encuentra sobre el Evangelio de Jn 1, 35-42
I. Cristo elige a los suyos, y este llamamiento es su único título.
Jesús llama con imperio y ternura. Nunca los llamados merecieron en modo alguno la vocación para la que fueron elegidos, ni por su buena conducta, ni por sus condiciones personales. Es más, Dios suele llamar a su servicio y para sus obras, a personas con virtudes y cualidades desproporcionadamente pequeñas para lo que realizarán con la ayuda divina.
El Señor nos llama también a nosotros para que continuemos su obra redentora en el mundo, y no nos pueden sorprender y mucho menos desanimar nuestras flaquezas ni la desproporción entre nuestras condiciones y la tarea que Dios nos pone delante. Él da siempre el incremento; nos pide nuestra buena voluntad y la pequeña ayuda que pueden darle nuestras manos.
II. La vocación es siempre, y en primer lugar, una elección divina, cualesquiera que fueran las circunstancias que acompañaron el momento en que se aceptó esa elección. Por eso, una vez recibida no se debe someter a revisión, ni discutirla con razonamientos humanos, siempre pobres y cortos. La fidelidad a la vocación es fidelidad a Dios, a la misión que nos encarga, para lo que hemos sido creados:     el modo concreto y personal de dar gloria a Dios.
El Señor nos quiere santos, en el sentido estricto de la palabra, en medio de nuestras ocupaciones, con una santidad alegre, atractiva, que arrastra a otros al encuentro con Cristo. Él nos da las fuerzas y las ayudas necesarias.
Que sepamos decirle muchas veces a Jesús que cuenta con nosotros, con nuestra buena voluntad de seguirle, allí donde nos encontramos;sin límites, ni condiciones.
III. El descubrimiento de la personal vocación es el momento más importante de toda la existencia. De la respuesta fiel a esta llamada depende la propia felicidad y la de otros muchos, y constituye el fundamento de otras muchas respuestas a lo largo de la vida. Esforzarse para crecer en la santidad, en el amor a Cristo y a todos los hombres por Cristo es asegurar la fidelidad y, por tanto, la alegría, el amor, una vida llena de sentido.
Hemos de hacer como San Pablo cuando Cristo se metió en su vida: se entregó con todas sus fuerzas a buscarle, a amarle y a servirle.
Extraído de evangelio del Portal Católico www.encuentra.com  ( 2.002 )
 

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La felicidad es un trayecto

 La felicidad es un trayecto 
Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de casarnos, después de tener un hijo, y entonces después de tener otro.
Entonces nos sentimos frustrados de que los hijos no son lo suficientemente grandes y que seremos más felices cuando lo sean.
Después de eso nos frustramos por que son adolescentes y difíciles de tratar.
Ciertamente seremos más felices cuando salgan de esta etapa.
Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando a nuestra pareja le vaya mejor, cuando tengamos un mejor auto o una mejor casa, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados.
La verdad es que no hay mejor momento para  ser felices que ahora !
Si no es ahora, ¿cuando? Tu vida siempre estará llena de retos. Es mejor admitirlo y decidir ser felices de todas formas.
Alguien dijo, "Por largo tiempo parecía para mí que la vida estaba a punto de comenzar. La vida de verdad. Pero siempre había algún obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar. Entonces la vida comenzaría. Hasta que me di cuenta que estos obstáculos eran Mi Vida."
Esta perspectiva me ha ayudado a ver que no hay un camino a la felicidad.
La felicidad "es el camino". Así que, atesora cada momento que tienes, y atesóralo más cuando lo compartiste con alguien especial, lo suficientemente especial para compartir tu tiempo, y recuerda que el tiempo no espera a nadie...
Así que deja de esperar hasta que termines la facultad, hasta que vuelvas de la facultad, hasta que bajes los kilos extras que tienes, hasta que tengas hijos, hasta que tus hijos se vayan de casa, hasta que te cases, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno... o hasta que mueras, para decidir que no hay mejor momento que éste para ser feliz...
La felicidad es un trayecto, no un destino.
 
Envió: J. Puello

 

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2.001 )

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Plegaria por la Paz

Al Creador de la naturaleza y del hombre, de la verdad y de la belleza, suplico:
Escucha mi voz, pues es la voz de las víctimas de todas las guerras y de la violencia entre individuos y las naciones.
Escucha mi voz, pues es la voz de todos los niños que sufren y sufrirán cuando la gente ponga su fe en las armas y en la guerra.
Escucha mi voz cuando te ruego que infundas en el corazón de todos los hombres la sabiduría de la paz, la fuerza de la justicia y la alegría de la confraternidad.
Escucha mi voz, pues hablo por las multitudes de todos los países y de todos los períodos de la historia que no quieren la guerra y están preparados a caminar por sendas de paz.
Escucha mi voz y concédenos discernimiento y fortaleza para que podamos responder siempre al odio con amor, a la injusticia con la dedicación total a la justicia, a la necesidad compartiendo de lo propio, a la guerra con la paz.
¡Oh Dios! Escucha mi voz y concede en todo el mundo tu eterna paz.
Amén
“Con la guerra, la humanidad es la que pierde. Sólo desde la paz y con la paz se puede garantizar el respeto de la dignidad de la persona humana y de sus derechos inalienables.”
Su Santidad Juan Pablo II
Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz  (1 Enero 2000)
“Paz en la tierra a los hombres que Dios ama”

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Diálogo entre las religiones

«Durante este mes nosotros, cristianos y musulmanes, recordamos ‘los lazos espirituales que nos unen’, según palabras de Juan Pablo II»

Emilio Palafox Marqués ( 2001 )

Con motivo del Ramadán 2001 el cardenal Francis Arinze, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso envía un mensaje a los guías religiosos de mil millones de musulmanes. Desde 1997 ha sido costumbre de la Iglesia católica dirigir cada año un fraterno mensaje a los musulmanes, llamados a observar un mes de ayuno y oración. Un insólito mensaje, tan oportuno ahora, que suscita gran respeto y admiración.

Queridos amigos musulmanes:

Quisiera, en primer lugar, ofrecerles mis más fervientes felicitaciones con motivo del Îd al-Fitr, con el que concluyen el mes del Ramadán.

El Ramadán es, junto con las otras prácticas religiosas que lo acompañan, como la oración y la limosna, un tiempo para revisar la relación con Dios y con los hombres, para volver a El y a los hermanos.

El ayuno es uno de los modos de los que disponemos para dar culto a Dios, socorrer a los pobres y reforzar los lazos familiares y de amistad. El ayuno constituye una forma de educación, porque nos muestra nuestra debilidad y nos abre a Dios, predisponiéndonos a estar abiertos los unos hacia los otros.

El ayuno de ustedes, con los aspectos y las modalidades que lo caracterizan, participa de una práctica común al cristianismo y a otras religiones.

Por lo tanto, este mes constituye un tiempo propicio durante el cual nosotros, cristianos y musulmanes, recordamos “los lazos espirituales que nos unen”, según palabras de Juan Pablo II.

Las Naciones Unidas han proclamado el 2001 como “Año Internacional del Diálogo entre las Civilizaciones”. Este brindará la ocasión de reflexionar sobre los fundamentos del diálogo, sobre sus consecuencias, sobre los beneficios que de él podrá obtener la humanidad. El diálogo de las religiones, el diálogo de las civilizaciones, el diálogo de las culturas, ¿no son, quizá, encuentros de hombres que edifican una civilización del amor y de la paz? (…).

Todos aquellos que desarrollan un servicio a favor de los jóvenes, a nivel educativo, son conscientes, con seguridad, de la necesidad de educar en el diálogo (…). Es una educación a los valores fundamentales de la dignidad humana, de la paz, de la libertad y de la solidaridad.

Inspira el deseo de conocer a los demás, de ser piadosos con ellos, de comprender los sentimientos más profundos que los animan. Educar en el diálogo significa suscitar la esperanza de que es posible resolver las situaciones de conflicto mediante un compromiso a nivel personal y colectivo.

La educación en el diálogo no se refiere solamente a los niños o a los jóvenes, sino también a los adultos. De hecho, el verdadero diálogo es un continuo ejercicio de aprendizaje. (…)

La oración y el ayuno nos predisponen para desarrollar mejor nuestros deberes, entre los que se encuentra la educación al diálogo entre las civilizaciones y las religiones de las jóvenes generaciones.

Quiera Dios ayudarnos para que realicemos dicho objetivo del mejor modo posible. En esta circunstancia, quiera El conceder a ustedes la gracia de una vida serena y próspera y los colme de abundantes bendiciones.

Estamos seguros de que Dios escucha la oración que se eleva a El con un corazón sincero: tanto para ustedes como para nosotros, El es el Dios generoso.

Cardenal Francis Arinze ( 2001 )

 

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Cristo Rey

¿Dónde está el reinado de Jesús? ¿En qué consiste su propuesta?

Quisiera para esto recordar unas palabras que Jesús dirige a sus discípulos durante la última cena en el evangelio de Lucas: “Los jefes de las naciones ejercen su dominio sobre ellas y los que tienen autoridad reciben el nombre de benefactores. Pero ustedes no procedan de esta manera. Entre ustedes, el más importante sea como el menor, y el que manda como el que sirve… Yo estoy entre ustedes como el que sirve”.

Creo que esto nos podría ayudar a comprender su condición de rey. La victoria de Jesús en la cruz no consiste en vencer militarmente o imponer religiosamente sus ideas, pues esto sólo provocaría otra estructura de poder alterna. Jesús vence asumiendo con radicalidad su mensaje y aceptando hasta su muerte las consecuencias que éste le trajera.

Él anunció la llegada del Reino, y pasó sirviendo a los más necesitados y enfrentando a las autoridades por sus incoherencias. Sin embargo, Él no podía “forzar u obligar” a los demás para que aceptaran este Reino, pero sí podía asumir las consecuencias de este anuncio, las cuales significaron su muerte.

Jesús renuncia a reinar desde el poder, como siempre lo habían hecho tanto judíos como romanos, a pesar de que esto pueda significarle el aparente fracaso de su anuncio. Por esta opción, es que reconocemos que el Padre irrumpe en la historia del hombre; resucitando a Jesús lo proclama verdadero vencedor.

Es decir, la propuesta de Jesús de reinar desde la libertad, desde el respeto, desde el servicio, es coronada por el Padre a través de la Resurrección. Este es el reinado de Jesús, un reinado que se construye con coraje, con entrega, con determinación, pero que renuncia a ser impuesto a los demás por el poder y la violencia, ya sea religioso, cultural, político o militar.

El reino de Jesús es la oferta divina a vivir en libertad y responsabilidad, respondiendo a los más profundos anhelos que posee el hombre: la unidad personal, comunitaria y divina; y encontrando en este proceso a Dios Trino que es el impulsor y modelo de tal unidad.

ACTUALIDAD

¿Cuántas veces como iglesia hemos querido “imponer” nuestro mensaje como “el

verdadero y único”, a partir de las estructuras de poder (moral, político, cultural, ¡militar!)? ¿Será lo más apegado al mensaje de Jesús? Nuestra proclamación de Jesús como nuestro rey, nos debería llevar al respeto del otro, a la tolerancia, a la unidad en las diversidad; aceptando la decisión del otro tal como Jesús lo hizo, aunque esto nos lleve a la cruz, o a un aparente fracaso.

¿Quiénes son nuestros reyes en la actualidad? ¿La eficiencia, la democracia, la estabilidad económica, la tecnología? Ninguna de estas realidades es mala, al revés pueden hacer mucho bien, pero cuando éstas quieren ser impuestas a los demás, o a un pueblo entero, por la vía del poder y la coerción, se están pisando los derechos más elementales del hombre que son los derechos a la libertad y a la autodeterminación.

¿Qué otros reyes tenemos hoy? El placer, lo fácil, la posición económica, la imagen ante los demás, el trabajo? ¿A quién seguimos? ¿Desde dónde situamos nuestra escala de valores? Jesús quiere ser nuestro rey, pero no bajo la amenaza de nuestra condena, o nuestra infelicidad, sino que busca reinar en nosotros cuando aceptemos vivir desde el amor, desde el respeto, desde la libertad asumida y comprometida. Entonces podremos decir que hemos sido salvados por Jesús, tal como Jesús salvó a ese ladrón que se atrevió a no unirse a las críticas generalizadas contra Jesús y lo aceptó como rey y salvador.

PROPÓSITO

Busquemos estas semana cuestionar nuestra escala de valores y revisar si realmente está cimentada en el Evangelio de Jesucristo; si realmente la libertad, el amor, el servicio, el compromiso con nuestra autenticidad, la responsabilidad, el respeto y la aceptación del otro están como fundamento de nuestro proyecto de vida. Sólo desde el intento por vivir esto es que podremos proclamar a Jesús como nuestro rey.

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Pacientes en las dificultades

El Señor nos anuncia : en el mundo tendréis grandes tribulaciones; pero tened confianza, Yo he vencido al mundo.

En este caminar en que consiste la vida vamos a sufrir pruebas diversas, unas que parecen grandes, otras de poco relieve, en las cuales el alma debe salir fortalecida, con la ayuda de la gracia. Estas contradicciones vendrán de fuera, con ataques directos o velados, de quienes no comprenden la vocación cristiana…Pueden venir dificultades económicas, familiares…Pueden llagar la enfermedad, el desaliento, el cansancio…La paciencia es necesaria para perseverar, para estar alegres por encima de cualquier circunstancia; esto será posible porque tenemos la mirada puesta en Cristo, que nos alienta a seguir adelante, sin fijarnos demasiado en lo que querría quitarnos la paz. Sabemos que, en todas las situaciones, la victoria está de nuestra parte.

La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse : es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas, como venidos del amor de Dios. Entonces identificamos nuestra voluntad con la del Señor, y eso nos permite mantener la fidelidad y la alegría en medio de las pruebas. Son diversos los campos en los que debemos ejercitar la paciencia. En primer lugar con nosotros mismos, puesto que es fácil desalentarse ante los propios defectos. Paciencia con quienes nos relacionamos, sobre todo si hemos de ayudarles en su formación o en su enfermedad : la caridad nos ayudará a ser pacientes. Y paciencia con aquellos acontecimientos que nos son contrarios porque ahí nos espera el Señor.

Para el apostolado, la paciencia es absolutamente imprescindible. El Señor quiere que tengamos la calma del sembrador que echa la semilla sobre el terreno que ha preparado previamente y sigue los ritmos de las estaciones. El Señor nos da ejemplo de una paciencia indecible. La paciencia va de la mano de la humildad y de la caridad, y cuenta con las limitaciones propias y las de los demás. Las almas tienen sus ritmos de tiempo, su hora. La caridad a todo se acomoda, cree todo, todo lo espera y todo lo soporta, enseña San Pablo ( 1 Corintios 13, 7 ).

Si tenemos paciencia, seremos fieles, salvaremos nuestra alma y también la de muchos que la Virgen pone constantemente en nuestro camino.

Extraído de “meditar” del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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La piedra angular

I. San Pedro se refiere a veces a Jesús como la piedra que, rechazada por vosotros los constructores, ha llegado a ser piedra angular (Hechos 4,10-11). Jesucristo es la piedra esencial de la iglesia, y de cada cristiano: sin ella el edificio se viene abajo. La piedra angular afecta a toda la construcción, a toda la vida: negocios, intereses, amores, tiempo…; nada queda fuera de las exigencias de la fe en la vida del cristiano. Seguir a Cristo influye en el núcleo más íntimo de la personalidad. Jesucristo es el centro al que hacen referencia nuestro ser y nuestra vida. Con relación a Él queremos construir nuestra existencia.

II. Cristo determina esencialmente el pensamiento y la vida de sus discípulos. Por eso, sería una gran incoherencia dejar nuestra condición de cristianos a un lado a la hora de enjuiciar una obra de arte o un programa político, en el momento de realizar un negocio o de planear las vacaciones. Si en esos planes, en ese acontecimiento o en esa obra no se guarda la debida subordinación a Dios, su calificación no puede ser más que una, negativa, cualquiera que sean sus acertados valores parciales. El error se presenta frecuentemente vestido con nobles ropajes de arte, de ciencia, de libertad… Pero la fuerza de la fe ha de ser mayor: es la poderosa luz que nos hace ver que detrás de algunas apariencias de bien hay en realidad un mal. Cristo ha de ser la piedra angular de todo edificio. Pidamos al Señor su gracia para vivir coherentemente nuestra vocación cristiana; así la fe no será nunca limitación. Para tener un criterio formado, además de poner los medios, es preciso tener una voluntad recta que quiera llevar a cabo, ante todo, el querer de Dios.

III. El cristiano –por haber fundamentado su vida en esa piedra angular que es Cristo- tiene su propia personalidad, su modo de ver el mundo y los acontecimientos, y una escala de valores bien distinta al hombre pagano que no vive la fe y tiene una concepción puramente terrena de las cosas. Por eso, a la vez que está metido en medio de las tareas seculares, necesita estar “metido en Dios”, a través de la oración, de los sacramentos y de la santificación de sus quehaceres. Jesús sigue siendo la piedra angular en todo hombre. El edificio construido a espaldas de Cristo está levantado en falso. Hoy podemos preguntarnos: ¿La fe que profesamos influye cada vez más en nuestra propia existencia?

Extraído de “meditar” del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Virtudes de convivencia

I. El Evangelio de la Misa de hoy (14 de Noviembre ) (Lucas 17, 11-19) muestra la decepción de Jesús ante unos leprosos curados, que no volvieron para dar las gracias. La gratitud es señal de nobleza y constituye un lazo fuerte en la convivencia con los demás, pues son innumerables los beneficios que recibimos y también los que proporcionamos a otros. Jesús no fue indiferente a las muestras de educación y de convivencia normales que expresan la calidad y la finura interior de las personas. Jesús, con su vida y su predicación, reveló el aprecio por la amistad, la afabilidad, la templanza, el amor a la verdad, la comprensión, la lealtad, la laboriosidad, la sencillez. Tan importantes considera las virtudes humanas, que llegará a decir: si no entendéis las cosas de la tierra, ¿cómo entenderéis las celestiales? (Juan 3, 12) Cristo, perfecto Dios y Hombre perfecto, nos da ejemplo de esas cualidades que debe vivir todo hombre: bene omnia fecit (Marcos 7, 37), ¡todo lo hizo bien!. Lo mismo se ha de poder afirmar de cada uno de nosotros, que queremos seguirle en medio del mundo.

II. Las virtudes humanas hacen más grata y fácil la vida cotidiana: familia, trabajo, tráfico… ; disponen el alma para estar más cerca de Dios y vivir las virtudes sobrenaturales. El cristiano sabe convertir los múltiples detalles de estos hábitos humanos en otros tantos actos de la virtud de la caridad, al hacerlos también por amor a Dios. La caridad transforma estas virtudes en hábitos firmes, con un horizonte más elevado. La gratitud, recuerdo afectuoso de un beneficio recibido; en muchas ocasiones sólo podremos decir gracias, o una expresión parecida que comunica ese sentimiento del alma. También la amistad que hacen posible el desinterés, la comprensión, la colaboración, el optimismo, la lealtad. El respeto, que es delicadeza, valorar a otro, es imprescindible para convivir. Hagamos hoy un examen sobre cómo estamos viviendo estas virtudes humanas por amor a Dios.

III. Muchas otras virtudes son necesarias para la convivencia: la afabilidad, la benignidad, la indulgencia ante los pequeños defectos, la educación y urbanidad en palabras y modales, la simpatía, la cordialidad, el elogio oportuno que está lejos de la adulación, la alegría, el optimismo. El saludo de María llenó de alegría el corazón de su anciana prima Isabel. Podríamos empezar por el saludo amable con quienes nos encontramos. El Señor espera que hagamos un apostolado eficaz, que comuniquemos a los demás el don más grande que tenemos: la amistad con Él.

Extraído de “meditar” del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Aumentar nuestra fe

Éste texto lo envié a mi cadena de mails de F.E. y FE el 9 de Noviembre del año 2.001 en vísperas de mi Confirmación a los 41 años de edad.

Javier Serrano Agüero

24 de Abril 2.010

«Quiero compartir con todos una gran alegría que estoy viviendo. El próximo domingo, junto a un grupo de adultos, voy a confirmar mi compromiso cristiano por medio del sacramento de la Confirmación.

Para los que no conocen mucho de mí, les cuento que tengo 41 años y que recién en los últimos cinco años he reincorporado a Jesús en mi vida. Sucedió a partir de un par de fuertes sacudones. Mi gran amigo Pablo me acercó a la Virgen María, y ella sintiendo que mi alma se entregaba, me abrió el corazón a Jesús una mañana en la Iglesia de Flores antes de iniciar la peregrinación a Luján.

Desde esos días de 1996 mi vida ha cambiado y no tengo más que dar gracias a Dios por convertir mi corazón. A principios de este año decidí iniciar mi preparación en la Iglesia del Socorro para encarar y cumplir este compromiso que sentía pendiente en mi interior. Como agradecimiento y para unir aún más nuestros vínculos en la fe compartida, he elegido a Pablo Deluca como padrino.

Todo empezó a partir de que este gran amigo estuvo cerca de mí en momentos difíciles para toda mi familia y me hizo ver una luz; desde el momento que empecé a hablarle a Dios en la oración y a prestarle más atención, todo cambió. Poco a poco fui creciendo en la fe, la cual hoy me brinda una gran paz de espíritu.

Hoy quiero compartir mi felicidad para alentar a los que aún se encuentran un poco fríos en su acercamiento a Dios. Los invito a jugarse, a comprometerse en la relación con Jesús, a abrirse e interesarse más plenamente en sus enseñanzas, sus promesas y en su ejemplo. De la mano de la Virgen María todo es más fácil. Pidan su ayuda en sus oraciones.»

El siguiente texto extraído del Portal católico www.encuentra.com ( 2001 )complementa mi testimonio de hoy :

…Los apóstoles se manifiestan al Señor con toda sencillez. Conocen su fe insuficiente en muchos casos ante lo que ven y lo que oyen, y un día le piden a Jesús : ¡ Auméntanos la fe ! También nosotros nos encontramos como los Apóstoles; nos falta fe ante la carencia de medios, ante las dificultades en el apostolado, ante los acontecimientos que nos cuesta interpretar desde un punto de vista sobrenatural. Pero si vivimos con la mirada puesta en Dios no hemos de temer nada. Imitemos a los Apóstoles y con ánimo humilde pidamos al Señor : ¡ Auméntanos la fe ! La fe es el tesoro más grande que tenemos, y por eso hemos de poner todos los medios a nuestro alcance para conservarla y acrecentarla

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Que se amen los unos a los otros

Evangelio según San Juan. Jn 13, 33-35

Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes… Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos». Palabra del Señor.

Reflexión de Héctor M. Pérez V., Pbro.:

Este es el comienzo del discurso de despedida que Jesús hace a sus discípulos en la última cena. Parecería como un testamento que Jesús quiere dejar a sus discípulos antes de partir. Esto le da una importancia muy especial a las palabras de Jesús. Salta a la vista inmediatamente la característica principal que Jesús hace de sus discípulos: saberse amados y amarse los unos a los otros. Esto no es sólo una característica moral, saberse amados por Dios y amarse unos a otros, es parte constitutiva de nuestro ser cristiano.

Vale la pena preguntarnos hoy ¿en qué fundamentamos nuestro ser cristiano? Es decir, ¿por qué nos decimos discípulos de Cristo? Todos podremos decir,»por que somos bautizados», o tal vez, «porque vamos a misa» o tal vez,»porque estoy en un grupo apostólico» o los más dirán «porque mis padres y mis abuelos lo son… es decir por «tradición»». Al escuchar este evangelio,¿podremos seguir diciendo lo mismo? Ser cristianos significa sabernos amados por un Dios que se encarnó entre nosotros, vivió, murió y resucitó por nosotros; sabernos amados por un Dios al que le importamos tanto que no escatimó ni en su propio Hijo para que nosotros comprendiéramos su amor.

Y en un segundo momento, ser discípulo de Cristo significa amar como somos amados, perdonar como somos perdonados por Dios, ser solidarios como Jesús lo fue con nosotros.

Nadie da lo que no tiene, por eso Dios nos ama primero, para que como cristianos compartamos ese amor que primero recibimos de él.

PROPÓSITO

Acerquémonos a recibir el amor de Dios. Si estás batallando para amar a alguien, para perdonar a tu pareja, a tu padre, a un amigo(a), o a quien sea; acércate primero a Dios, pídele ese amor, esa misericordia para que entonces la puedas dar tu también. ¿Cómo acercarse a Dios? En silencio, búscalo en la Biblia, en el Santísimo Sacramento (en el Templo), en un rato de meditación, rezando el Padre Nuestro. Como tú quieras, pero búscalo y El te encontrará.

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Decálogo del optimista

1 - Los optimistas se aman, procuran un alto nivel de autoestima, se valoran y aprovechan lo mejor posible sus talentos personales innatos.
2 - Los optimistas aceptan a los demás como son, y no malgastan energías queriendo cambiarlos, sólo influyen en ellos con paciencia y tolerancia.
3 - Los optimistas son espirituales, cultivan una excelente relación con Dios y tienen en su fe una viva fuente de luz y de esperanza.
4 - Los optimistas disfrutan del "aquí" y el "ahora", no viajan al pasado con el sentimiento de culpa ni el rencor, ni al futuro con angustia.
Disfrutan con buen humor y con amor.
5 - Los optimistas ven oportunidades en las dificultades, cuentan con la lección que nos ofrecen los errores y tienen habilidad para aprender de los fracasos.
6 - Los optimistas son entusiastas, dan la vida por sus sueños y están convencidos de que la confianza y el compromiso personal obran milagros.
7 - Los optimistas son íntegros y de principios sólidos, por eso disfrutan de paz interior y la irradian y comparten, aún en medio de problemas y crisis.
8 - Los optimistas no se desgastan en la crítica destructiva y ven la envidia como un veneno. No son espectadores de las crisis sino protagonistas del cambio.
9 - Los optimistas cuidan sus relaciones interpersonales con esmero, saben trabajar en equipo y son animosos sembradores de fe, esperanza y alegrías.
10 - Los optimistas también tienen épocas difíciles, pero no se rinden ni se dejan aplastar por su peso, ya que saben que aún la noche más oscura tiene un claro amanecer y que por encima de las nubes más densas sigue brillando el sol; que todo túnel, por más largo y oscuro que sea siempre tendrá otra salida y que todo río siempre tiene dos orillas.
Autor: Gonzalo Gallo G. (Oasis)            Envió: Ramón Mitre  ( 2001 )

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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La sabiduría del águila

El águila es el ave con mayor longevidad de esas especies. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión.
A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas. ¡Volar se hace ya tan difícil!
Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo. Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación y a vivir 30 años más.
En nuestras vidas, muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación; para continuar un vuelo de victoria, debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor.
Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.

Envió: Adriana Llanos de Guerra   ( 2001 )


Micro-Reflexión :
“Para ser exitoso no tienes que hacer cosas extraordinarias. Haz cosas ordinarias, extraordinariamente bien.”

Envió: Carlos Alberto Monrroy R.   ( 2001 )
Extraído del portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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