¿Qué es tener éxito?

· Es comenzar por tener un sueño.
                        · Es estar comprometido con tus sueños.
                        · Es tener confianza en ti mismo.
                        · Es algo que no aparece por casualidad.
                        · Es aceptar lo que no se puede cambiar.
                        · Es saber cambiar a tiempo.
                        · Es saber que lo único permanente es el cambio.
                        · Es saber y poder delegar en los demás parte de tu tarea.
                        · Es volver a empezar.
                        · Es reconocerte en tus logros y saber disfrutarlos.
                        · Es reconocer que te equivocaste y pedir perdón.
· Es reconocer que detrás de cada acierto,
puede haber varios fracasos.
                        · Es enamorarte de lo que haces.
                        · Es no postergar y hacer algo ahora.
                        · Es darse cuenta que estás eligiendo a cada momento.
                        · Es reconocer tus propias debilidades y fortalezas.
                        · Es no parar jamás hasta conseguir tus sueños.
                        · Es saber con qué fin hacemos las cosas.
                        · Es no mirar hacia atrás.
                        · Es actuar con entusiasmo.
                        · Es transitar caminos desconocidos.
                        · Es probar hacer algo que nunca hicimos.
                        · Es saber que no estamos solos.
                        · Es no rendirse jamás.
                        · Es disfrutar de cada momento.
                        · Es tener tiempo libre y saber disfrutarlo.
                        · Es pensar en positivo.
                        · Es tener metas claras.
                        · Es tener perseverancia en la búsqueda de los sueños.
                        · Es estar preparado para ver la oportunidad.
                        · Es tener una actitud positiva.
                        · Es desarrollar la creatividad.
                        · Es utilizar la imaginación.
                        · Es volver a comenzar con el mismo entusiasmo,
                        sin darse por vencido.
                        · Es hacer las cosas lo mejor posible, pero hacerlas.
                        · Es actuar como si ya hubieras logrado tus metas.
                        · Es tener claridad en el propósito.
                        · Es no hacerse problema por las cosas pequeñas.
                        · Es dejar una huella para que otro pueda seguir.
                        · Es jugar a ganar por disfrutar.
                        · Es tener conciencia de lo que uno quiere.
                        · Es arriesgar.
 
                        Envió:  Yali  ( 2001 )
 

Extraído del portal Católico www.encuentra .com ( 2001 )

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Arriesgarse

Reír, es arriesgarse a parecer un tonto.

Llorar es arriesgarse a parecer un sentimental.

Hacer algo por alguien, es arriesgarse a involucrarse.

Expresar sentimientos, es arriesgarse a mostrar tu verdadero yo.

Exponer tus ideas y tus sueños, es arriesgarse a perderlos.

Amar, es arriesgarse a no ser correspondido.

Vivir, es arriesgarse a morir.

Esperar, es arriesgarse a la desesperanza.

Lanzarte, es arriesgarse a fallar.

Pero los riesgos deben ser tomados,

porque el peligro más grande en la vida es no arriesgarse.

La persona que no arriesga, no hace, ni tiene nada.

Se pueden evitar sufrimientos y preocupaciones, pero simplemente

no se puede aprender, sentir, cambiar, crecer, amar y vivir …

Sólo una persona que se arriesga es libre.

Colaboración de Esperanza de la Garza ( 2001 )

Extraído del portal Católico www.encuentra .com ( 2001 )

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Dios y nuestros padres

POR UN TIEMPO

Te prestaré por un tiempo a unos padres para que los ames mientras vivan.

Podrán ser 10, 20, 30 años o más, hasta que los llame.

Te pregunto: ¿podrás cuidarlos?

Quiero que aprendas a vivir con ellos, les he buscado unos hijos y te he elegido a ti. No te ofrezco que se quedarán contigo para siempre, sólo te los presto.

Ellos te darán ternura y te darán alegría por tenerte.

El día que los llame no llorarás ni me odiarás porque los regresé a Mí.

Su ausencia corporal quedará compensada por el amor y por los muchos y agradables recuerdos.

Ten presente que si algo te entristece, que si el golpe del dolor te hiere algún día, tu pena es mía y así, con todo esto, tu luto será más llevadero y habrás de decir con agradecida humildad: ¡Hágase Señor tu voluntad!

Envió: R. Falcón

Micro-reflexión :

«Es el amor, y no el tiempo, el que cura las heridas».

Envió: Silvia Garza

Extraídos del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Los frutos del Espíritu Santo

I. Cuando el alma es dócil al Espíritu Santo se convierte en árbol bueno que se da a conocer por sus frutos. Aunque estos frutos son incontables, San Pablo nos señala doce frutos resultado de sus dones: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (Gálatas 5, 22-23.)

Tres de ellos son en especial, manifestación de la gloria de Dios: el amor, el gozo y la paz. La caridad es el más sabroso de los frutos porque es la primera manifestación de nuestra unión con Cristo, nos hace experimentar que Dios está cerca y tiende a aligerar la carga a los otros. Le sigue el gozo porque la alegría es consecuencia del amor; por eso el cristiano se distingue por su alegría, que permanece por arriba del dolor y del fracaso.

El amor y la alegría dejan en el alma la paz de Dios; es ausencia de agitación y el descanso de la voluntad en la posesión estable del bien.

II. Ante los obstáculos, las almas dóciles al Espíritu Santo producen el fruto de la paciencia, que es en muchas ocasiones el soporte del amor; no pierden la paz ante la enfermedad, la contradicción, los defectos ajenos, las calumnias, y ante los propios fracasos espirituales. La paciencia, así como la longanimidad son muy importantes en el apostolado; ésta última es una disposición estable por la que esperamos todo el tiempo que Dios quiera las dilaciones queridas o permitidas por Él, antes de alcanzar las metas ascéticas o apostólicas que nos proponemos, y se propone metas altas, según el querer de Dios, aunque los resultados parezcan pequeños. “Sabe que mis elegidos no trabajarán en vano” (Isaías 45, 23.)

III. Los demás frutos miran en primer lugar al prójimo, como San Pablo dice: revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, soportándoos y perdonándoos mutuamente (Colosenses 3, 12-13.) La bondad nos inclina a querer toda clase de bienes para otros sin distinción alguna.

La benignidad traduce la caridad en hechos, nos inclina a hacer el bien a los demás(1 Corintios 13, 4.) y se manifiesta en obras de misericordia, en indulgencia y afabilidad. La mansedumbre es un acabamiento de la bondad y benignidad,y se opone a las estériles manifestaciones de ira. Nada hay comparable a un amigo fiel; su precio es incalculable ( Eclo 6, 1.) La fidelidad es una forma de vivir la justicia y la caridad. Por la modestia el hombre a sabe que sus talentos son regalo de Dios y los pone al servicio de los demás, refleja sencillez y orden.

Por la continencia y la castidad el alma está vigilante para evitar lo que pueda dañar la pureza interior y exterior.

Extraído de “Meditar” del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Yo soy la verdadera vid

Evangelio de San Juan Jn 15, l-8

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos».

Reflexión de Ernesto María, Sac.:

En nuestro mundo tecnificado y autosuficiente, en donde las computadoras y la ciencia moderna a veces nos hacen creer que somos autosuficientes, las palabras del evangelio de hoy nos recuerdan una de las verdades que JAMAS debemos de olvidar: «Sin Jesús no podemos hacer nada». Todo intento de progreso al margen de Dios siempre termina en retroceso, en esterilidad, en desgaste inútil.

Jesús es nuestra fuerza, nuestra creatividad, nuestra sabiduría, nuestro poder. En él todo es posible. Por la acción del Espíritu Santo, circula en nosotros la corriente vital del amor, constructor y vivificador del mundo. En la mediada en que nuestra vida se une e identifica más con Jesús, nuestros frutos son los frutos de nuestro tronco, de nuestra vida y por ello es fácil reconocer quien está unido a esta «Vid», pues los frutos lo descubren.

San Pablo en su carta a los Gálatas dice que, la paciencia, la tolerancia, la alegría, la profunda paz interior son los frutos del amor de Dios que circula en nosotros.

Valdría pues la pena revisar si los frutos de nuestra vida dan testimonio de nuestra «permanencia» en Cristo.

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Procuraré Señor

Procuraré Señor, en mis momentos de angustia y amargura, recordar tu nombre y alabarlo por ponerme a prueba.

Procuraré Señor, a la hora de pedirte, tener más fe que el día anterior.

Procuraré Señor, al encontrarme en crisis, pedirte de la mejor forma la luz para encontrar la solución.

Procuraré Señor, recordar que en el desaliento, tú eres el consuelo y el impulso para seguir viviendo en medio de injusticias y sinsabores.

Procuraré Señor, la relación en comunidad con mis semejantes.

Procuraré Señor, dar amor en vez de odio, ayudar y no hundir, tender la mano y no empujar.

Procuraré Señor, perdonar y no juzgar, la caridad y no la avaricia.

Procuraré Señor, la amistad a la enemistad, la unión y no la desunión.

Procuraré Señor, la paz y no la guerra.

Procuraré Señor, en los momentos más controversiales, tener paciencia y esperanza.

Procuraré Señor, alentar a los demás y no desalentarlos.

Procuraré Señor, ser humilde como tu hijo y aceptar con fortaleza tu voluntad.

Envió: Luis R. Charpentier Soto

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Oración y reflexión

Dialogando con el Señor :

Realiza una oración personal… con tus propias palabras…que salgan de tu corazón. Puedes dar pie al diálogo con el Señor apoyándote en las siguientes reflexiones del Santo Padre Juan Pablo II:

Una palabra buena se dice pronto; sin embargo, a veces se nos hace difícil pronunciarla. Nos detiene el cansancio, nos distraen las preocupaciones, nos frena un sentimiento de frialdad o de indiferencia egoísta. Así sucede que pasamos al lado de personas a las cuales, aun conociéndolas, apenas les miramos el rostro y no nos damos cuenta de lo que frecuentemente están sufriendo por esa sutil, agotadora pena, que proviene de sentirse ignoradas. Bastaría una palabra cordial, un gesto afectuoso e inmediatamente algo se despertaría en ellas: una señal de atención y de cortesía puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una existencia, oprimida por la tristeza y por el desaliento.

/// Reflexiona el párrafo anterior y dialoga con el Señor ///

El amor a Jesús se convierte en acogida al hermano. El testimonio de fe se transforma al mismo tiempo en testimonio de caridad.

Dos virtudes inseparables, pues caminan por el único riel de las dos dimensiones: Dios y el hombre. Quien ama a Dios, ama al hombre: «Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve.»

/// Reflexiona el párrafo anterior y dialoga con el Señor ///

Acercaos a Él y descubridlo en el pobre y en el que tiene soledad, en el enfermo y en el afligido, en el incapacitado, en el anciano, en el marginado, en todos aquellos que esperan vuestra sonrisa, que necesitan vuestra ayuda, y que desean vuestra comprensión, vuestra compasión y vuestro amor. Y cuando hayáis conocido y abrazado a Jesús en todos éstos, entonces -y sólo entonces- participaréis profundamente de la paz de su Sagrado Corazón.

/// Reflexiona el párrafo anterior y dialoga con el Señor ///

Extraído de Oraciones, del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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La paz les dejo, mi paz les doy

Evangelio de San Juan – Jn 14, 27-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «La paz les dejo, mi paz les doy. No se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón, ni tengan miedo. Han oído que les dije: «Me voy pero volveré a su lado.» Si me amaran, se alegrarían de que voy al Padre, porque el Padre es más que yo. Se los he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando suceda, crean. Ya no hablaré mucho con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo conozca que yo amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado».

Reflexión de Ernesto María, Sac. :

Quizás uno de los regalos más grandes que Jesús nos ha dejado, sea la paz. La paz profunda en el corazón que hace que el hombre, aún en medio da las más duras pruebas, no se sienta turbado ni con miedo. La paz de Dios es una paz diferente a la que de ordinario se busca. Es un don divino que produce en el cristiano la certeza de la presencia de Dios y de la ayuda divina. No es una paz artificial producto del no afrontar nuestras responsabilidades y compromisos, paz que muchas veces es cobardía o evasión. Un rostro sereno en medio de una tormenta, de una crisis, es la mejor señal de la presencia de Dios en él. Algo que ha asombrado a los hombres de ciencia que han estudiado la «Sábana de Turín» o «Sábana Santa», es la enorme paz que refleja el rostro del hombre «retratado» en este lienzo. Un hombre que al parecer fue martirizado de una manera atroz y que sin embargo muere con un rostro sereno.

Es una paz que se consigue haciendo la guerra a nuestro egoísmo a fin de dar espacio al Espíritu, para que éste crezca en nosotros y nos pacifique interiormente. Te invito a que le pidas al Señor esta paz, la paz que hace de nuestra vida, preámbulo del cielo.

Que Dios llene tu corazón con alegría y con paz durante todo tu día.

Extraído de Evangelio, del Portal Católico www.encuentra.com ( 2001 )

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Buscar y promover la paz

El desear la paz a los demás, el promoverla en nuestro alrededor es un gran bien humano, y cuando está animado por la caridad es también un gran bien sobrenatural. Una condición para comunicar la paz es tenerla en nuestra alma, es señal cierta de que Dios está cerca de nosotros. Es un fruto del Espíritu Santo.

El Señor nos ha dejado la misión de pacificar la tierra, comenzando por poner paz en nuestra alma, en nuestra familia, en el lugar donde trabajamos, y consiste, no en la ausencia de riñas, sino en la armonía que lleva a colaborar en proyectos y en intereses comunes.

El sabernos hijos de Dios nos dará paz firme, no sujeta a los vaivenes del sentimiento o de los incidentes de cada día. El deseo sincero de paz que el Señor pone en nuestro corazón nos debe llevar a evitar absolutamente todo aquello que causa división y desasosiego.

Acudamos a la Virgen nuestra Madre, la Reina de la paz, para no perder nunca la alegría y la serenidad. Reina de la paz, ¡ruega por nosotros!

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com

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Somos Templo de Dios

I. En el momento del Bautismo vinieron a nuestra alma las tres personas de la Beatísima Trinidad con el deseo de permanecer unidas a nuestra existencia.
Esta presencia, del todo singular, sólo se pierde por el pecado mortal.
San Agustín, al considerar esta inefable cercanía de Dios, exclamaba: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva!; he aquí que Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba (...) Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me tenían lejos de Ti las cosas que, si no estuviesen en Ti, no serían.
Tú me llamaste claramente y rompiste mi sordera; brillaste, resplandeciste, y curaste mi ceguedad”. (Confesiones, 10, 27, 38).
 
II. Los cristianos no debemos contentarnos con no perder a Dios: debemos buscarle en nosotros mismos procurando el recogimiento de los sentidos que tienden a desparramarse y quedarse apegados a las cosas. Para lograr este recogimiento, a algunos el Señor les pide que se retiren del mundo, pero Dios  quiere que la mayoría de los cristianos (madres, estudiantes, trabajadores...)         le encontremos en medio de nuestros quehaceres. Mediante la mortificación habitual durante el día –con la que tan relacionado está el gozo interior- guardamos para Dios los sentidos. Mortificamos la imaginación, librándola de pensamientos inútiles; la memoria, echando a un lado recuerdos que no nos acercan al Señor; la voluntad, cumpliendo con el deber concreto. Porque el trabajo intenso, si está dirigido a Dios, lejos de impedir el diálogo con El, lo facilita.
 
III. La liturgia nos invita a tratar con más intimidad al Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, en este tiempo en que nos encaminamos hacia la fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo está en el alma del cristiano en gracia, para configurarlo con Cristo, para que cada vez se parezca más a El, para moverlo al cumplimiento de la voluntad de Dios, y ayudarle en esa tarea.
¿Porqué sentirnos solos, si el Espíritu Santo nos acompaña? Pidamos a la Virgen que nos enseñe a comprender esta dichosísima realidad. ¡Qué distinto sería nuestro porte en algunas circunstancias, la conversación, si fuéramos conscientes de que somos templos de Dios, templos del Espíritu Santo! 
 
 
Extraído de meditar ( mayo 2001 ) del Portal Católico www.encuentra.com
 
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El corazón perfecto

Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.

Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños.

Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto. Al verse admirado el joven se sintió más orgulloso aún, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar.

De pronto un anciano se acercó y dijo: «¿Porqué dices eso, si tu corazón no es ni aproximadamente, tan hermoso como el mío?

Sorprendidos la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encastraban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.

La mirada de la gente se sobrecogió – «¿Cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?», pensaron …

El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado desgarbado, se echó a reír. «Debes estar bromeando,» dijo. «Compara tu corazón con el mío… El mío es perfecto. En cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.»

«Es cierto,» dijo el anciano, «tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo… Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido.»

«Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí quedaron los huecos – dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día -tal vez- regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón.»

«¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?»

El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció.

El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez arrancó un trozo del suyo ya viejo y maltrecho y con él tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes.

El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.

Envió: Sergio Oyervides Parra

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com

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Una historia de milagros

Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque; un Sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante alumno del Sabio.

Fue entonces cuando el poderoso dirigiéndose al Sabio dijo :

– Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa y que inclusive puedes hacer milagros.

– Soy una persona vieja y cansada… ¿Como crees que yo podría hacer milagros?. Respondió.

– Me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos… esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso.

– ¿Te referías a eso?… Tu lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso… no un viejo como yo. Esos milagros los hace Dios, yo solo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo.

– Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tu haces… muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios.

Ante la insistencia de aquel hombre poderoso, el Sabio aceptó mostrarle tres milagros. Y así, con la mirada serena y sin hacer ningún movimiento le preguntó:

– ¿Esta mañana volvió a salir el sol?.

– Sí, claro que si.

– Pues ahí tienes un milagro….. el milagro de la luz.

– No, yo quiero ver un verdadero milagro; oculta el sol, saca agua de una piedra…. mira, hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas.

– ¿Quieres un verdadero milagro? No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?.

– ¡Si! Fue varón y es mi primogénito.

– Ahí tienes el segundo milagro…. el milagro de la vida.

– Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro…

– ¿Acaso no estamos en época de cosecha?¿No hay trigo y sorgo donde hace unos meses solo había tierra?.

– Si, igual que todos los años.

– Pues ahí tienes el tercer milagro…

– Creo que no me he explicado. Lo que yo quiero…

Sus palabras fueron cortadas por el Sabio, quien convencido de la obstinación de aquel hombre y seguro de no poder hacerle comprender la maravilla que existe en todo aquello que le había mostrado señaló :

– Te has explicado bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por ti…Si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer.

Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El Sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían el Sabio y su alumno, el Sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomo al conejo, sopló sobre él y sus heridas quedaron curadas; el joven estaba algo desconcertado:

– Maestro te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿Por qué te negaste a mostrarle uno al caballero?, ¿Por que lo haces ahora que no puede verlo?».

– Lo que él buscaba no era un milagro, sino un espectáculo. Le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey primero hay que ser príncipe; para ser maestro primero hay que ser alumno… no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día.

El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tú se los hayas pedido.

Agradecemos esta aportación a Marisol Cruz

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com

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Por qué vuelan en «V»

El próximo otoño, cuando veas los gansos dirigiéndose hacia el sur para el invierno, fíjate que vuelan formando una «V». Tal vez te interese saber lo que la ciencia ha descubierto acerca del porque vuelan en esa forma.

Se ha comprobado que cuando el pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va de tras de él. Volando en «V» la bandada completa aumenta por lo menos un 71% más de su poder que si cada pájaro volara solo. Las personas que comparten una dirección común y tienen sentido de comunidad pueden llegar a donde deseen más fácil y rápidamente porque van apoyándose mutuamente.

Cada vez que un ganso se sale de la formación siente inmediatamente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a su formación para beneficiarse de poder del compañero que va adelante. Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos con aquellos que se dirigen en nuestra misma dirección.

Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar. Obtenemos mejores resultados si tomamos turnos haciendo los trabajos difíciles.

Los gansos que van atrás graznan para alentar a los que van adelante y mantener la velocidad. Una palabra de aliento produce grandes beneficios.

Finalmente, cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos gansos se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo.

Se quedan acompañándolo hasta que está nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere, y sólo entonces los dos acompañantes vuelven a su bandada o se unen a otro grupo. Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos uno al lado del otro apoyándonos y acompañándonos.

Envió: Jorge Guzmán B.

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com

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Aprendí y decidí

Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar...
decidí no esperar a las oportunidades sino yo mismo buscarlas,
decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución,
decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis,
decidí ver cada noche como un misterio a resolver,
decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.
Aquel día descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades,
 y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos,
aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar,
descubrí que no era yo el mejor y que quizás nunca lo fui,
me dejó de importar quién ganara o perdiera,
ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.
Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.
Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener,
es tener el derecho de llamar a alguien "Amigo".
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento,
"el amor es una filosofía de vida".
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados
y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente;
aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas...
aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad,
desde aquel día ya no duermo para descansar...
ahora simplemente duermo para soñar.
 
Walt Disney
 
 
 
Envió:  Hope de la Garza
 
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com

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Jesús nos espera en el Cielo

La Ascensión

I. Los discípulos al ver al Resucitado, le adoraron (Mateo 18, 17). Son profundamente conscientes, de lo que ya, mucho tiempo antes, tenían en el corazón y habían confesado: que su Maestro es el Mesías. Jesús confirma la fe de los que le adoran, y les enseña que el poder que van a recibir deriva del propio poder divino….es el poder del mismo Cristo que se prolonga en la Iglesia. Ésta es la misión de la Iglesia: continuar por siempre la obra de Cristo, enseñar a los hombres las verdades acerca de Dios y las exigencias que llevan consigo esas verdades, ayudarles con la gracia de los sacramentos….

Les dice Jesús: recibiréis al Espíritu Santo que descenderá sobre nosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. Y después de decir esto, mientras miraban, se elevó, y una nube los ocultó a sus ojos. (Hechos 1, 7).

La Ascensión del Señor a los cielos es un misterio redentor, que constituye, con la Pasión, la Muerte y la Resurrección, el misterio pascual.

II. La Ascensión fortalece y alienta nuestra esperanza de alcanzar el Cielo y nos impulsa constantemente a levantar el corazón con el fin de buscar las cosas de arriba. Ahora nuestra esperanza es muy grande, pues el mismo Cristo ha ido a prepararnos una morada (Juan 14, 2). El Señor se encuentra en el Cielo con su Cuerpo glorificado, con las huellas de la Pasión que pudo contemplar Tomás. La Humanidad Santísima del Señor tiene ya en el Cielo su lugar natural, pero Él, que dio su vida por cada uno, nos espera allí. Vivimos ya como ciudadanos del cielo (Felipe 3, 20), siendo plenamente ciudadanos de la tierra, en medio de dificultades, de injusticias, de incomprensiones, pero también de la alegría y serenidad que da el saberse hijos de Dios.

III. El Señor en un alarde de amor se ha ido y se ha quedado; se ha ido al Cielo y se nos entrega como alimento en la Hostia Santa (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER. Es Cristo que pasa ). Los ángeles dicen a los Apóstoles que es hora de comenzar la inmensa tarea que les espera, que no se debe perder un instante. Con la Ascensión termina la misión terrena de Cristo y comienza la de sus discípulos, la nuestra. El Señor quiere que cada uno en su lugar continúe la tarea de santificar al mundo, para mejorarlo y ponerlo a sus pies: las almas, las instituciones, las familias, la vida pública. Los que se relacionan con nosotros nos han de ver leales, sinceros, alegres, trabajadores, cumpliendo con rectitud nuestros deberes y actuando como hijos de Dios. Los Apóstoles marcharon a Jerusalén en compañía de Santa María. Junto a Ella esperan la llegada del Espíritu Santo. Nosotros nos preparamos para la fiesta de Pentecostés muy cerca de Nuestra Señora

Extraído de Meditar ( Mayo 2001 ) del Portal Católico www.encuentra.com

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El Papa habla de los atentados

En sus 23 años de pontificado, Juan Pablo II nunca había presidido una audiencia general como la de este miércoles 12 de septiembre, en la que quiso recordar a los muertos y heridos de los atentados contra Nueva York y Washington del martes pasado, afirma la agencia ZENIT desde Roma.

Con voz conmovida, el Pontífice exclamó ante los más de quince mil peregrinos: “Ayer fue un día oscuro en la historia de la humanidad, una terrible afrenta contra la dignidad del hombre”. Y pidió a los presentes que evitaran los aplausos. Se le veía turbado y así lo confesó: “Nada más recibir la noticia, seguí con participación intensa el desarrollo de la situación, elevando al Señor mi intensa oración”.

“¿Cómo pueden verificarse episodios de tan salvaje crueldad?”, se preguntó. “El corazón del hombre es un abismo del que emergen en ocasiones designios de inaudita ferocidad -respondió-, capaces en un momento de trastornar la vida serena y laboriosa de un pueblo”.

Pero la fe nos sale al paso en estos momentos -afirmó- en los que todo comentario parece inadecuado. La palabra de Cristo es la única que puede dar respuesta a los interrogantes que desasosiegan nuestro espíritu”.

Por eso, continuó diciendo, “aunque la fuerza de las tinieblas parezca prevalecer, el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen la última palabra. Aquí encuentra su fundamento la esperanza cristiana; aquí se alimenta, en este momento, nuestra confianza orante”.

Es conmovedora la fe y, en consecuencia, la oración de Juan Pablo II:

“Que Dios infunda valor a los supervivientes, sostenga con su ayuda la obra benemérita de los cuerpos de auxilio y de tantos voluntarios que en estos momentos están entregando todas sus energías para afrontar una emergencia tan dramática. Los invito también a ustedes, hermanos y hermanas, a unirse a mi oración”.

Y añadió: “Imploremos al Señor para que no prevalezca el torbellino del odio y de la violencia. Que la Virgen Santísima, Madre de Misericordia, suscite en los corazones de todos pensamientos de sabiduría y propósitos de paz”.

La confianza de Juan Pablo II se transformó en una emocionada plegaria. Desde la plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, todos los presentes se unieron en una especial Oración de los Fieles por las víctimas del atentado, por los heridos y por sus familiares, y por los líderes del mundo.

Todos los presentes junto al Papa elevaron su súplica: “Por aquellos que lloran la pérdida violenta de parientes y amigos, para que en esta hora de sufrimiento no se dejen poseer por el dolor, por la desesperación y la venganza, sino que más bien sigan manteniendo la fe en la victoria del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte, y se comprometan en la construcción de un mundo mejor”.

La audiencia concluyó con las notas del salmo 130, “De Profundis”

-“Desde lo más profundo, te invoco, Señor. Señor, escucha mi clamor; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica”- y una nueva oración:

“Dios omnipotente y misericordioso: No te puede comprender quien siembra discordia, no te puede acoger quien ama la violencia -rezaba con voz entrecortada-mira nuestra dolorosa condición humana, probada por crueles actos de terror y de muerte, consuela a tus hijos y abre nuestros corazones a la esperanza para que nuestra época pueda conocer días de serenidad y paz”.

Emilio Palafox Marqués

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com en el año 2001

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El don de Entendimiento

I. Jesús promete el Espíritu de verdad, que tendrá la misión de iluminar la Iglesia entera (Juan 16,13). Con el envío del Paráclito “completa la revelación, la culmina y la confirma con testimonio divino” (CONCILIO VATICANO II. Constitución Dei Verbum ). El Espíritu Santo ilumina la inteligencia con una luz poderosísima y le da a conocer con una claridad desconocida hasta entonces el sentido profundo de los misterios de la fe.

“Conocemos ese misterio desde hace tiempo; esa palabra la hemos oído y hasta la hemos meditado muchas veces; pero, en un momento dado, sacude nuestro espíritu de una manera nueva; parece como si hasta entonces lo hubiésemos comprendido de verdad”(A. RIAUD. La acción del Espíritu Santo en las almas” ).

El don de entendimiento permite que el alma, con facilidad, participe de esa mirada de Dios que todo lo penetra, empuja a reverenciar la grandeza de Dios , a rendirle afecto filial, a juzgar adecuadamente de las cosas creadas.

II. El don de entendimiento es como un instinto divino, para aquello de sobrenatural hay en el mundo. Y lleva a captar el sentido más hondo de la Sagrada Escritura, la presencia de Cristo en cada sacramento, y de una manera real y substancial en la Sagrada Eucaristía.

Quienes son dóciles al Espíritu Santo purifican su alma, mantienen la fe despierta, descubren a Dios a través de todas las cosas creada y de los sucesos de la vida ordinaria. El que vive en la tibieza no percibe ya estas llamadas de la gracia, tiene embotada su alma para lo divino, y ha perdido el sentido de la fe, de sus exigencias y delicadezas.

III. Es preciso purificar el corazón, pues sólo los limpios de corazón tienen la capacidad para ver a Dios. La impureza, el apegamiento de los bienes de la tierra, el conceder al cuerpo todos los caprichos embotan el alma para las cosas de Dios. El hombre de vida limpia, sobria y mortificada es digna morada del Espíritu Santo, que habitará en él con todos sus dones.

Hoy podemos preguntarnos sobre el deseo de purificar nuestra alma y el aprovechar muy bien las gracias de cada Confesión. Acudamos a la Virgen, que tuvo la plenitud de la fe y de los dones del Espíritu Santo, y le pedimos que nos enseñe a tratarlo y a amarlo.

Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com en el año 2001

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En bicicleta con Dios

Al principio veía a Dios como el que me observaba, como un juez que llevaba cuenta de lo que hacía mal, como para ver si merecía el cielo o el infierno cuando muriera.
Era como un presidente, reconocía su foto cuando la veía, pero realmente no lo conocía. Pero luego reconocí a mi Poder Superior; parecía como si la vida fuera un viaje en bicicleta, pero era una bici de dos, y noté que Dios viajaba atrás y me ayudaba a pedalear.
No sé cuando sucedió, no me di cuenta cuando fue, que Él sugirió que cambiáramos lugares, lo que sí se es que mi vida no ha sido la misma desde entonces.
Mi vida con Dios es muy emocionante.  Cuando yo tenía el control, yo sabía a donde iba.  Era un tanto aburrido, pero predecible.  Era la distancia más corta entre dos puntos.  Pero cuando Él tomó el liderazgo, Él conocía otros caminos, caminos diferentes, hermosos, por las montañas, a través de lugares con paisajes, velocidades increíbles.  Lo único que podía hacer era sostenerme; aunque pareciera una locura, Él sólo me decía:  "¡Pedalea!"
Me preocupaba y ansiosamente le preguntaba, "¿A dónde me llevas?" Él sólo sonreía y no me contestaba, así que comencé a confiar en Él. Me olvidé de mi aburrida vida y comencé una aventura, y cuando yo decía "estoy asustado", Él se inclinaba un poco para atrás y tocaba mi mano.
Él me llevó a conocer gente con dones, dones de sanidad y aceptación, de gozo. Ellos me dieron esos dones para llevarlos en mi viaje; nuestro viaje, de Dios y mío. Y allá íbamos otra vez.  Él me dijo: "Comparte estos dones, dalos a la gente, son sobrepeso, mucho peso extra".  Y así lo hice... a la gente que conocimos, encontré que en el dar yo recibía y mi carga era ligera.
No confié mucho en Él al principio, en darle el control de mi vida.  Pensé que la echaría a perder, pero Él conocía cosas que yo no sabía acerca de andar en bici... secretos.
Él sabía como doblar para dar vueltas cerradas, brincar para librar obstáculos llenos de piedras, inclusive volar para evitar horribles caminos.
Y ahora estoy aprendiendo a callar y pedalear por los más extraños lugares. Estoy aprendiendo a disfrutar de la vista y de la suave brisa en mi cara y sobre todo de la increíble y deliciosa compañía de mi Dios.
Y cuando estoy seguro que ya no puedo más, Él sólo sonríe y me dice: "¡Pedalea!"
 
Envió: Jenny Gaytán
 
 
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com en el año 2001
 

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Perdonar …deja limpia toda herida

Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida.
Si te sientes así te darás cuenta que has perdonado.

En una parte del Padre Nuestro Dios nos dice : “perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
En muchas ocasiones nosotros condicionamos a Cristo; Dios dijo : “yo soy la vid y ustedes la rama, ustedes lejos de mí no pueden hacer nada” y nada incluye todo, incluye perdonar.

Dejemos que Dios nos ayude con nuestra decisión de perdonar; nosotros no fuimos hechos para odiar, sino para amar...cuando Dios dijo que había que perdonar 70 veces 7, Él quiso decir perdona todas las veces que sea necesario.

Dios, cuando lo crucificaron dijo : “Padre perdónalos, no saben lo que hacen” y así sucede con la gente que nos hace daño. Ellos aunque creen que saben lo que hacen, no lo saben, porque no saben con quién se están enfrentando, porque tú tienes un abogado, que es Cristo; llámalo cuando lo necesites.

Perdonar es una decisión que deja en libertad tu corazón,  deja limpia toda herida y la amargura en ti ya no reinará.
Si tú quieres que el Señor te perdone, debes primero perdonar.

Actualidad Catequística ( Roman Catholic Archdiocese of Newark )
Volumen 11  No. 52     Publicación Trimestral   Enero / Marzo 1998

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com





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Una sonrisa

Una sonrisa no cuesta nada y produce mucho, enriquece a quienes la reciben sin empobrecer a quienes la dan.
No dura más que un instante pero su recuerdo es a veces eterno.
Nadie es demasiado rico para prescindir de ella, nadie es demasiado pobre para no merecerla.
 
Da felicidad en el hogar, apoyo en el trabajo, es el símbolo de la amistad.
Una sonrisa da reposo al cansado, anima a los demás si están deprimidos.           No puede ni comprarse, ni prestarse, ni robarse, pues es una cosa que no tiene valor hasta el momento en que se da.
 
Y si alguna vez te tropiezas con alguien que no sabe dar una sonrisa, sé generoso, dale la tuya, porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como el que no se la puede dar a los demás.
 
Envió: Martha Juliana Rego
 
Tomado del Portal Católico www.encuentra.com
 

Que estas palabras te acompañen y te sirvan de guía hoy y siempre.

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