Celebrar la Santa Misa

Celebrar la Santa Misa, participar en el sacrificio eucarístico, no significa otra cosa sino encontrarse en la más bella escuela de vida. Ahí se aprende que la amistad y que el amor dan al hombre la fuerza para querer el bien, sin preocuparse de la respuesta de los semejantes; se aprende a perdonar aún cuando los otros no perdonen. Se aprende a ser misericordioso en medio de este mundo inconmovible e insaciable, a dar amor a los enemigos, tal y como lo hacemos con los amigos.

Participando en la Santa Misa, el hombre renace a una vida nueva, se convierte en pan de vida, en luz y camino para este mundo lleno de contactos malignos, de oscuridad y caminos intransitables. Participando en la Santa Misa, el hombre sana para poder sanar, se santifica para ser él mismo un llamado a la santificación. Ahí recibe el encargo de ir y llevar la paz. Es por eso que se dice : ¡Podemos ir en paz, la Misa ha terminado!

Participando en la Santa Misa, el hombre rompe con el mal y con el pecado, encadena a la muerte, renace a una nueva vida de gozo, en comunión con Dios y con los demás. Llega a ella fatigado y sale reposado, viene con lo que es y se va con aquello que puede llegar a ser y recibe la fortaleza para perseverar. Participando en la Santa Misa, el individuo se convierte en hombre eucarístico, preparado y dispuesto – sencillamente por amor – a colaborar con Dios y con los hombres en la creación de un mundo nuevo.

Por eso, la Santa Misa, el sacrificio eucarístico, es el centro de la vida cristiana, del crecimiento cristiano y de la disponibilidad para esforzarse por la vida. Sin la participación en la Misa, el cristianismo no sería siquiera posible, tampoco los frutos de la fe cristiana. ¡Sin la participación en la Misa, la fe cristiana no sería posible!¡Sin ella, la vida cristiana se vería privada de su fuerza vital!

La Madre Teresa de Calcuta dijo una vez : “La “Cruz” es el símbolo de cuánto nos amó Jesús, la “Eucaristía” es el símbolo de cuánto nos ama Jesús.”

…La Virgen María en el mensaje del 16 de Mayo de 1985 en Medjugorje dice :

“¡Queridos hijos! Os invito a una oración más activa en la Santa Misa: Deseo que vuestra Misa sea una experiencia real de Dios. Deseo que experimentéis a Dios en vuestros corazones durante la Santa Misa. Quiero decir en particular a los jóvenes: Estad abiertos al Espíritu Santo, ya que Dios os quiere atraer a Él en estos tiempos, en los que Satanás está obrando fuertemente.¡Gracias por haber respondido a Mi llamado!”

Extraído del libro “Celebra la Misa con el corazón”

Fra Slavko Barbaric ( fallecido en Medjugorje en el año 2001)

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Mensajes de Medjugorje

El núcleo de los mensajes que la Santísima Madre da en Medjugorje es de paz, conversión, abandono totalmente confiado en Dios, oración, ayuno, fe viva, vida sacramental.
La verdadera paz, la que viene de Dios, es producto, es gracia de conversión. Convertirse significa regresar a Dios. Es ponerlo a Él como meta de nuestra existencia. Es cambiar radicalmente de vida para centrarla en Jesús, que es el único Camino. Y la Virgen viene precisamente para eso. A enseñarnos, a ayudarnos, a darnos fuerzas para que el Espíritu Santo produzca el cambio en nosotros, la conversión del corazón. Por eso es Ella la Reina de la Paz.
En todos sus mensajes nos está invitando a que nos hagamos disponibles a esta gracia, a que aprovechemos este tiempo que la Misericordia de Dios nos dio. Éste en efecto, es tiempo de misericordia, es decir tiempo de María. Tiempo de llamado al retorno a la casa del Padre. María es la pedagoga sublime que nos lleva al maestro, que es el Señor.
Es así que Ella, incansablemente, nos invita a la oración. Sin oración no hay conversión. En todos sus mensajes nos pide oración. Pero no cualquier oración sino la del corazón, porque esa nos irá transformando. Es la oración de quien confiadamente se abandona a la Fidelidad, Bondad y Misericordia de su Creador. Orar, orar y orar, repite en uno y otro mensaje. Que significa no sólo estar en oración permanente sino orar con mayor profundidad. Orar hasta que la oración deje de ser monólogo; orar hasta que también sea escucha y revelación; orar hasta que se vuelva alegría.
Como lo hace en todas sus otras apariciones insiste en el rezo diario –solos, en grupos, en familia- del Santo Rosario, y prefiere que sea completo, los quince misterios... Meditando los misterios del Rosario –nos  dice a todos – iremos descubriendo la historia de la salvación.
...Nos enseña que la mejor oración de petición es la de pedir el Espíritu Santo: “...¡Pedid el don del Espíritu Santo y lo tendréis todo!”.
También pide el ayuno –según la tradición de la Iglesia, los miércoles y viernes- a pan y agua, y del corazón. Varias veces dijo que con la oración y el ayuno es posible evitar las guerras o detener a las ya iniciadas, y suspender las leyes naturales.
Nos pide que vivamos la Santa Misa, no hay nada más importante que la Misa. Allí es el mismo Jesús el Señor Dios, que se hizo hombre por nosotros, quien se está inmolando al Padre por nuestra salvación. En la Eucaristía está verdaderamente Jesús presente, en alma, cuerpo, sangre y divinidad. Nos llama a la adoración eucarística y a adorar a la cruz.
La comunión, o sea el Sacramento Eucarístico, está indisolublemente ligada al Sacramento Penitencial o de Reconciliación, la confesión. La Virgen, por ello, nos invita a que tengamos al menos una confesión mensual, a los consagrados les pide que sea semanal. La confesión no debe ser un mero recitado de faltas sino la consecuencia del arrepentimiento del pecado.
Así como el Señor ponía de manifiesto el valor de la fe, así también lo hace la Virgen. Relatan los videntes que la oración que pone más feliz a la Madre es el Credo. Solicita el rezo diario del Credo. También ella ha dicho a los sacerdotes y a la gente que deben “creer firmemente”. Y los enfermos o quienes los llevan e interceden por ellos tienen que tener fe, no vacilar. Tal la condición para sanarse.
...Si osáramos resumir a su esencia los mensajes, notaríamos que como verdadero llamado a la salvación, son apelación a la cooperación en el plan de Dios, que partiendo de lo individual abarca a todos los hijos. Diríamos entonces, que en sustancia nos está invitando a que nos convirtamos para convertir. “¡Queridos hijos! En vuestras vidas todos habéis experimentado la luz y las tinieblas. Dios concede a cada hombre conocer el bien y el mal. Os invito a la luz que debéis vosotros llevar a los hombres que están en tinieblas. Todos los días llegan hasta vuestras puertas hombres que viven en las tinieblas. Queridos hijos, ¡Dadles la luz!”
Igualmente, nos exhorta a vivir sus mensajes con humildad y a dar testimonio con nuestras vidas. Nos enseña que no se trata de ir pregonando las apariciones o simplemente hablar de los mensajes sino, antes bien, de hacerlos vida para que fructifiquen en nosotros y sirvamos de testimonio para los demás. De nada vale creer en las apariciones o enterarse de los mensajes si  no se los practica.
Por otra parte, nos recuerda la Virgen que las pruebas deben servirnos para crecer en el amor y en la fe y para acercarnos a Dios en el amor.
María es la Madre que, incansablemente, nos llama para llevarnos a Dios, que sigue cooperando en manera sublime, y desde la Gloria, a la Redención que su hijo obtuvo para nosotros en el Gólgota.

Extraído del libro Hechos y Mensajes de Medjugorje  -  Mensajeros de la Reina de la Paz - 1995
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Breve vistazo sobre el acontecimiento de Medjugorje

En el corazón de Herzegovina, en la ex Yugoslavia, se encuentra este pueblo croata de mil almas situado al pie de dos colinas, Krizevac y Podbrdo. De ahí el nombre de Medjugorje, que significa “entre las montañas”.

Estamos en los años 80. La población, exclusivamente campesina, logra a duras penas sobrevivir con el arduo trabajo del tabaco y de la vid. La situación política es altamente opresiva, la milicia comunista omnipresente. La parroquia franciscana está animada por un “cura de fuego”, el padre Jozo Zovko.

El 24 de Junio de 1981, día de la fiesta de San Juan Bautista, el Precursor, sucede el acontecimiento que logrará dar un vuelco a la vida de la aldea: algunos adolescentes ven una silueta femenina luminosa en el caminito que bordea el Podbrdo. La señora lleva a un niño en sus brazos. El 25 de Junio ella vuelve y revela su identidad : Soy la Bienaventurada Virgen María. El grupo de los seis videntes se forma definitivamente con Marija Pavlovic, Vicka Ivankovic, Mirjana Dragicevic, Ivanka Ivankovic, Ivan Dragicevic y Jacob Colo.

La Gospa (nombre croata de Nuestra Señora) volverá cada día para dar a los niños mensajes destinados a ellos mismos, a la parroquia y al mundo : mensajes de paz, de conversión, de amor, para hacer volver al Corazón de Dios a la humanidad que camina lejos de él, en las tinieblas. A partir de 1987, estos mensajes son mensuales. La Gospa, además, da a cada vidente algunos secretos que serán revelados a la hora fijada por ella, por intermedio de un sacerdote elegido por cada uno de ellos.

Muy pronto el padre Jozo cree en las visitas de la Virgen, ya que él mismo la ve un día en la iglesia. Pero el obispo de Mostar, monseñor Zanic, quien en el inicio había creído en las apariciones, declara que se trata de un engaño de los franciscanos. Se inicia entonces una división que aún perdura (1996). En 1986, monseñor Zanic entrega al cardenal Ratzinger un informe negativo sobre las apariciones, pero este le retira el expediente y confía la investigación a una nueva comisión formada por obispos yugoslavos, bajo la presidencia de monseñor Komarica. Esta comisión permanece activa; sus trabajos aún no han terminado. En abril de 1991, acepta oficialmente a Medjugorje como lugar de oración y aprueba el culto: las peregrinaciones privadas están autorizadas. El 21 de agosto de 1996, el Dr. Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede, aclara la posición de Roma : “Todos pueden ir a Medjugorje si lo desean, y los sacerdotes pueden acompañarlos”.

Desde el 25 de Junio de 1981, más de veinte millones de peregrinos han ido a Medjugorje para orar y convertirse, transformando este lugar en uno de los santuarios más visitados del mundo.

Extraído del libro Medjugorje, el triunfo del corazón Edit. Paulinas.

Escrito por Sor Emmanuel. Edición original en francés del año 1996.



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