Dichosos los que no ven y creen

La Cruz de Jesucristo, fue un verdadero “escándalo” para los discípulos; la Cruz no tenía nada de glorioso, al contrario: un tormento en el cual el Señor sufrió una pasión dolorosísima, una muerte humillante… y la sepultura pareció ser un verdadero fin a todo esto…

Tomás, el apóstol, no estaba cuando Jesús se apareció por primera vez y los apóstoles le anuncian la feliz noticia; hemos visto al Señor; pero Tomás duda de sus condiscípulos y del mismo Señor y se empecina en esta postura tan común entre nosotros: “si no veo, no creo”.

No miremos a Tomás como un “extraño”: muchas actitudes nuestras nos hacen parecidos a él: nuestras incredulidades, desconfianzas, temores, dudas, nuestros “peros” ante Dios… ya que somos muchas veces cristianos con peros (“soy cristiano pero… y el pero introduce una cláusula incompatible con una fe auténtica: con lo cual, en el fondo es como si se dijese “creo, pero no mucho”…); o tenemos miedo al testimonio, pensando que el error y/o la mentira tienen derechos, cuando en realidad la mentira no tiene derechos… aunque cada uno tenga derecho a expresar su propia opinión, ni la mentira ni el error, de por sí, tienen derechos…); estas actitudes entre otras que podríamos resumir como nuestras negativas frente a ciertas exigencias de la fe, le quitan a la misma pureza, fuerza y alegría; inmersos en muchos problemas, más de una vez corremos el riesgo de pensar que viendo a Jesús como lo vieron sus contemporáneos sería más fácil para nosotros creer, tener fe; nuestras actitudes en los momentos de prueba “destapan” muchas veces nuestra falta de fe; exigimos de Dios respuesta inmediata y solución a nuestros problemas: y le preguntamos y lo acosamos: ¿porqué el hambre? ¿por qué la guerra, la violencia, el aborto, la injusticia, el negociado? ¿por qué al malo parece que todo le va bien y al que quiere hacer las cosas bien parece que todo se le hace más difícil? ¿por qué a veces las cosas parecen complicarse sin remedio, por qué aparece el cáncer, la enfermedad, el dolor, la tristeza, la soledad, la muerte, POR QUÉ?

¿Es posible vivir esto, y seguir creyendo que Cristo resucitó?…

¿Que la muerte está vencida? Que hay Vida Nueva, un Nueva Creación?

Las acusaciones son duras, son crueles, con la dureza de la afirmación de Tomás, Si no veo…” y la invitación de Jesús recuerda el tono de dureza de Tomás “Trae tu dedo; ¡aquí están mis manos! ¡Trae tu mano! ¡Aquí está mi costado!… Tomás se humilla, y Jesús proclama la Bienaventuranza Dichosos los que creen sin ver…”

Decíamos que:

– A veces pensamos que a nuestra fe le falta algo”: si pudiéramos ver a Jesús como los hombres y mujeres que vivieron en su época, si tuviésemos alguna visión, alguna revelación especial, algún “milagrito”; pero Judas, Pilato, Barrabás y muchos Judíos conocieron a Cristo… ¿Y?… Muchos vieron sus milagros, y ¿cómo reaccionaron? No creyeron en Él; incluso tuvieron que ver con su condenación, o simplemente se lavaron las manos…

Para conocer a Jesús lo que hace falta es la fe y por la fe y los sacramentos conocemos a Cristo de otra forma: el Espíritu Santo nos guía para que seamos amigos de Dios; no es lo mismo estar en presencia de un desconocido que estar en presencia de un amigo; por eso cuando estamos en plena amistad con Dios no necesitamos verlo porque lo sabemos presente, lo experimentamos, lo vivimos y lo celebramos cada día y en cada momento y de una manera especialísima en la Misa; percibimos a Jesús mucho mejor que Judas, Pilato, Barrabás y muchos Judíos, sabemos como nos fortalece, ilumina, conseja,… nos hace partícipes de su vida.

La fe es entonces un conocimiento mucho más profundo que sensible; Jesús ha resucitado y vive entre nosotros, pero sólo la fe puede percibirlo, y los que lo ven con la fe deben ser sus testigos en el mundo. Los hombres y mujeres de hoy sólo creerán en Cristo si ven que los cristianos lo testimonian con su vida ejemplar; viendo a los cristianos se convencerán y creerán en Cristo… Una comunidad que vive unida dando ejemplo de alegría, de amor, de solidaridad es la gran prueba de que Cristo ha resucitado, porque esa alegría, solidaridad y amor no son las de simples hombres porque la fuerza y el heroísmo de los Santos no es puramente humano; porque la fuerza, santidad, sabiduría y luminosidad de la Iglesia que se levanta en medio de los pueblos como columna de verdad no tiene otra explicación que el espíritu de Cristo Resucitado; los hombres por su sola fuerza no pueden hacer esto.

La fe encuentra su flor más preciosa en la CONFIANZA… Por eso hoy, II Domingo de Pascua, día en que por gracia de Dios y por sabia disposición de Juan Pablo II celebramos la fiesta de la DIVINA MISERICORDIA, con plena convicción de que la humanidad no encontrará ni tranquilidad ni paz hasta que se vuelva con plena confianza a la Divina Misericordia, quisiera poner una vez más, delante de sus corazones, esta devoción tan hermosa, tan profunda, tan sencillamente completa, a la que considero como una reposición de la del Sagrado Corazón de Jesús, que el mismo Cristo hace para nuestro tiempo…

En la era de la imagen Jesús nos ha regalado una imagen de su Corazón Misericordioso: Jesús amable y sonriente, con el brazo levantado no para amenazar ni castigar, sino para bendecir y perdonar, con el perdón que brota de ese corazón lleno de amor que su otra mano señala, Corazón del cual brotan la Sangre y el agua que claman al Padre, para todo el mundo, piedad y compasión…

Y Cristo nos enseño una palabra, corta y llena de fe, para que sepamos cómo invocarlo: “JESÚS, EN VOS CONFÍO”, síntesis maravillosa de Fe, Esperanza y Amor, virtudes específicas del cristiano, que el Catecismo de la Iglesia Católica coloca en directa relación con el primer mandamiento, fuente y síntesis de toda la vida moral del cristiano…

¡Felices entonces los que por la misericordia que viven y testimonian se transforman en la prueba viviente de Jesús viviente!; ¡Felices los que creen sin exigir más prueba que la que nos dio el Padre, entregando a su Hijo único a la Cruz por nosotros! ¡Felices los que tienen la mirada de la fe y confianza, que es mucho más penetrante que la de Tomás, porque ya gozan de la presencia del Señor que ahora vive entre nosotros renovando su victoria sobre la muerte y preparándonos para la resurrección.

Amén

P. Juan Pablo Esquivel ( año 2.002 )

Parroquia San Miguel Arcángel

C. Gardel, 80

E 3100 FWB Paraná (Entre Ríos)

 

Argentina

Tel/Fax: 0054 – 343 – 4230469

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Publicado por

Javier Serrano

Arquitecto, Productor de Seguros y Agente Inmobiliario apasionado por los deportes y Cronista, Camarógrafo y Fotógrafo Amateur

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