Receta para el triunfo

¿Qué habrá sentido Lance Armstrong al ganar por quinta vez consecutiva la Tour de Francia? ¿Qué habrá significado conquistar la carrera deportiva más extenuante que hay sobre la tierra, después de sobrevivir un cáncer en los testículos con metástasis en el cerebro y en los pulmones? No sé.

De hecho, su triunfo nos involucra, nos maravilla y nos inspira porque sabemos que en él hay algo que hace eco en nosotros, en esa parte profunda que dice que hay algo más allá, algo mejor, algo que podemos lograr.

Desde mi punto de vista, Armstrong nos da varias lecciones con su determinación para mostrar que hay vida después del cáncer.

La principal es que el dolor es inevitable y que darnos por vencidos es opcional. Después de su diagnóstico, con 50% de probabilidades de salir adelante, decide encarar su realidad y sobreponerse.

Benjamín Franklin escribió, «Aquello que duele, instruye». Quizá es por eso que superar los obstáculos nos proporciona las lecciones más valiosas de la vida.
La enfermedad, el dolor y la caída siempre nos enfrentan con nuestra fortaleza, el reto es estar dispuestos a obtener un aprendizaje que nos permita ser mejores. Yo creo que, por eso, Armstrong ha podido resurgir en cada ocasión, más fuerte, más decidido y más maduro.

Sin duda, el valor es lo que nos puede sacar adelante y nuestro éxito depende del coraje que empleemos en enfrentar la adversidad.

Otra cualidad que separa a un campeón del resto de la gente, es persistencia que no es otra cosa que la expresión de nuestra fuerza mental.

En esta ocasión, Armstrong, con 31 años, gana la carrera de 23 días y 3,427 kilómetros. Fueron tantos los imprevistos que tuvo que sortear que, en una entrevista, Lance declaró: «Si en la carrera hubiera aterrizado un avión, no me habría sorprendido».

A pesar de que chocó el segundo día y sufrió una lesión, de que perdió 5 kilos por deshidratación durante una onda de calor, de haber luchado en una de las subidas más arduas con un freno que tallaba constantemente la llanta trasera, de que sufrió una caída cuando se le atoró el manubrio de la bicicleta con la visera de un niño, a pesar de una enfermedad del estómago, de las fuertes lluvias y los potentes rivales, Armstrong ha brindado con champagne en la etapa final.

Como él, miles de hombres y mujeres exitosas, son persistentes.

Otra de las lecciones de Armstrong es que siempre hay una recompensa para el trabajo duro. La motivación es importante y las metas imprescindibles pero nada sucede si no le agregamos mucho esfuerzo. Los premios vienen a través del tiempo, de la dedicación, del sacrificio y aun del fracaso.

El triunfo requiere de una gran dosis de terquedad, sin embargo, a diario nos bombardean con mensajes totalmente opuestos: Hay muchas maneras fáciles y rápidas para obtener lo que deseamos. Todo es fácil y rápido. ¿Ha escuchado cómo, con unas pastillas, podemos bajar 10 kilos de peso, en dos semanas?

También podemos tener un cuerpo atlético, mientras vemos la tele, sentados con un cinturón que hace el ejercicio por nosotros. De igual forma, podemos aprender a hablar inglés, casi por hipnosis. Y estos mensajes siempre van acompañados de frases del tipo: «Porque te lo mereces», «¡Tú puedes tenerlo!», «¡Consíguelo ahora!»

No dudo que alguien lo pueda lograr, lo malo es que, al cabo de un rato de escuchar este tipo de mensajes, comenzamos a creerlo. Y muchas personas, especialmente jóvenes, pueden creer que la fórmula del éxito radica en presionar un botón mágico que evita todo esfuerzo y compromiso.

No hay trucos, atajos ni secretos para obtener el éxito, aunque no nos vendría mal observar que Armstrong comienza su arduo entrenamiento prácticamente al día siguiente de la celebración de la victoria. Con una preparación meticulosa, una disciplina férrea, durante horas, sin importar el clima, ni el estado de ánimo, a diario, trabaja para cumplir su sueño. Y claro, su esfuerzo lo hace pasar a la historia como uno de los más grandes atletas de nuestro tiempo.
No hay otra. El triunfo requiere, disciplina, coraje, entrega, pasión y mucho trabajo.

El triunfo implica una elección. Cada vez que decimos sí, tenemos que decirle no a muchas otras cosas. La verdadera receta para el triunfo surge cuando nos aventuramos a responder a la pregunta: ¿Estamos dispuestos a alcanzarlo?

Autor: Gaby Vargas
Envió: Ricardo Renan Raigoza Gutiérrez ( año 2.005 )
Extraído de Valores, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

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