Mensaje en los tristes días de fines de Diciembre 2001

Éste texto lo escribí después de los cacerolazos, saqueos, violencia y muertes, y la renuncia del presidente De La Rúa.

Lo envié a toda mi cadena de mails de F.E. y FE como un mensaje para recuperar la esperanza, y para encontrar paz de espíritu.

Javier Serrano Agüero

24 de Abril 2010

«Deseo que hoy sea un buen día para todos. Que podamos sentir paz de espíritu y que tengamos esperanza, amor, tolerancia, aceptación y que seamos conscientes de que nuestros prójimos son nuestros hermanos; todos ellos, los que hacen el bien, los que hacen lo que pueden y también los que son desbordados por una errónea percepción de la convivencia. Pidamos a Dios que en estos días de grandes cambios y decisiones, tanto nuestros dirigentes como toda la población, tengamos madurez y aprendamos de una vez por todas a CONvivir, a solidarizarnos, a ayudarnos y a hacer lo mejor para todos, no sólo para unos pocos o para nosotros mismos.

Espero que todo lo sucedido en estos días despierte con más fuerza el espíritu de Jesús, y encontremos en Él la fortaleza y la esperanza que necesitamos, y que aprendamos de sus enseñanzas. Hoy más que nunca nos hacen muchísima falta. De nosotros depende buscar la paz en nuestros corazones. Nunca olvidemos que el espíritu de Dios Padre e Hijo está dentro nuestro. Oigamos su voz y nos acercaremos a la paz, al amor y a la vida eterna.

Que tengan un buen día

Javier

Testimonio de la viuda de un bombero

La viuda de un bombero de Nueva York perdona a sus asesinos

Jean Palombo se queda con diez hijos, el mayor tiene quince años

NUEVA YORK, 9 noviembre 2001 (ZENIT.org).- «Perdónales, porque no saben lo que han hecho». Estas son las palabras que pronuncia Jean, de 41 años, la esposa de Frank Palombo, de 46 años, uno de los heroicos bomberos de Nueva York que falleció en el atentado a las Torres Gemelas.

Jean, que se casó con Frank en 1982, se queda ahora sola con diez hijos. El mayor tiene quince años, la menor, Margaret, uno. Frank pertenecía a la parroquia de San Columbano, en Nueva York, y formaba parte del Movimiento Neocatecumenal.

«La mañana del 11 de septiembre me desperté totalmente alterada pues creía que estaba encinta –revela Jean en una entrevista concedida al semanario italiano «Tempi»–. Le dije a Frank: «No puedo otra vez, tan pronto, me volveré loca». Frank me respondió: «No te preocupes por eso…, por cierto, ¿cómo le vamos a llamar?». Me eché a reír. Siempre sabía cómo hacerme reír…».

Después de dejar a los niños en el colegio, Jean oyó un estruendo y pronto escuchó rumores sobre el primer avión estrellado contra una de las Torres.

«Pronto aprendí en mi matrimonio que la mujer de un bombero no tiene que ver nunca el telediario cuando su marido está trabajando durante una desgracia, y es lo que hice –sigue contando Jean–. En la noche comprendí que algo no había salido bien, pues no había llamado y nadie sabía dónde estaba su equipo».

«A medianoche supimos que estaban dispersos –añade–. Algunos días después, supe que no estaba encinta. El 2 de octubre volví al «Ground Zero» (la zona de las Torres Gemelas) con mis catequistas, y entonces fui capaz de volver a casa y de decir a mis hijos que su padre había muerto».

La vida de Jean y Frank no siempre fue un idilio, confiesa la esposa. «Hace diecisiete años había dejado la Iglesia, no quería hijos, mi matrimonio se estaba rompiendo poco a poco en pedazos. Frank me invitó un día a escuchar algunas catequesis. Le dije: «Es lo último que haré en la Iglesia católica»».

«Aquella noche pude ver el cristianismo en una pareja itinerante que esperaba a su cuarto hijo –confiesa–. Lo habían dejado todo: casa, carrera, su país, para anunciar el Evangelio. Pensé: «Dios me ama tanto que ha suscitado en alguien este deseo para que yo pudiera escuchar la Buena Nueva»».

«Al ver ese amor, comprendí inmediatamente que no tenía ese amor ni siquiera por mi marido –añade–. Inmediatamente después, en una catequesis, escuché decir a Giuseppe (el catequista):

«Crees quizá que Dios es un monstruo para no dejarle hacer su voluntad en tu vida…». Me abrió la vida y hoy, con diez hijos, puedo decir que Dios conocía los deseos de mi corazón».

Ante la pregunta por lo que ahora experimenta Jean, tras la pérdida de Frank, responde: «El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Bendito sea el Señor. Creo que Dios trabaja por el bien de quienes le aman. Este acontecimiento ha sido un gran mal. De todos modos, el amor de Dios ha sobrepasado este mal.

Al pensar en los terroristas, sólo puedo decir: «Padre, perdónales, porque no saben lo que han hecho»».

«Echo de menos de manera terrible a Frank y lloro mucho –confiesa Jean–, pero sé que seguirá ayudándonos desde el Cielo. Estoy pidiendo una intimidad más profunda con Cristo, pues estoy segura de que traerá frutos tan bellos como los que han surgido de mi intimidad con Frank».

«Frank –concluye– ha transmitido la fe a los niños y con frecuencia me consuelan con una palabra. Los niños son felices por el papá que tienen, pero echan de menos el no poder jugar con él, el no poder rezar con él, el no poder aprender con él, o no poder estar con él. Yo tengo miedo, pero me agarro al Señor. Ahora continuaremos, en la Iglesia, haciendo la voluntad de Dios».
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Extraído del Portal Católico www.ZENIT.org

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Aumentar nuestra fe

Éste texto lo envié a mi cadena de mails de F.E. y FE el 9 de Noviembre del año 2.001 en vísperas de mi Confirmación a los 41 años de edad.

Javier Serrano Agüero

24 de Abril 2.010

«Quiero compartir con todos una gran alegría que estoy viviendo. El próximo domingo, junto a un grupo de adultos, voy a confirmar mi compromiso cristiano por medio del sacramento de la Confirmación.

Para los que no conocen mucho de mí, les cuento que tengo 41 años y que recién en los últimos cinco años he reincorporado a Jesús en mi vida. Sucedió a partir de un par de fuertes sacudones. Mi gran amigo Pablo me acercó a la Virgen María, y ella sintiendo que mi alma se entregaba, me abrió el corazón a Jesús una mañana en la Iglesia de Flores antes de iniciar la peregrinación a Luján.

Desde esos días de 1996 mi vida ha cambiado y no tengo más que dar gracias a Dios por convertir mi corazón. A principios de este año decidí iniciar mi preparación en la Iglesia del Socorro para encarar y cumplir este compromiso que sentía pendiente en mi interior. Como agradecimiento y para unir aún más nuestros vínculos en la fe compartida, he elegido a Pablo Deluca como padrino.

Todo empezó a partir de que este gran amigo estuvo cerca de mí en momentos difíciles para toda mi familia y me hizo ver una luz; desde el momento que empecé a hablarle a Dios en la oración y a prestarle más atención, todo cambió. Poco a poco fui creciendo en la fe, la cual hoy me brinda una gran paz de espíritu.

Hoy quiero compartir mi felicidad para alentar a los que aún se encuentran un poco fríos en su acercamiento a Dios. Los invito a jugarse, a comprometerse en la relación con Jesús, a abrirse e interesarse más plenamente en sus enseñanzas, sus promesas y en su ejemplo. De la mano de la Virgen María todo es más fácil. Pidan su ayuda en sus oraciones.»

El siguiente texto extraído del Portal católico www.encuentra.com ( 2001 )complementa mi testimonio de hoy :

…Los apóstoles se manifiestan al Señor con toda sencillez. Conocen su fe insuficiente en muchos casos ante lo que ven y lo que oyen, y un día le piden a Jesús : ¡ Auméntanos la fe ! También nosotros nos encontramos como los Apóstoles; nos falta fe ante la carencia de medios, ante las dificultades en el apostolado, ante los acontecimientos que nos cuesta interpretar desde un punto de vista sobrenatural. Pero si vivimos con la mirada puesta en Dios no hemos de temer nada. Imitemos a los Apóstoles y con ánimo humilde pidamos al Señor : ¡ Auméntanos la fe ! La fe es el tesoro más grande que tenemos, y por eso hemos de poner todos los medios a nuestro alcance para conservarla y acrecentarla

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Hablar con Dios

Muchas veces no hablamos con Dios por el simple hecho de no «sentir» hacerlo, cuando hablar con Dios debiera ser algo como respirar, indispensable, vital y constante en nuestras vidas. El hecho de pensar que no somos «dignos» de Dios, o que no sepamos qué decir es una de las mayores trampas para alejarnos de Dios.

Si no sabes que decir, de qué hablar o cómo comportarte delante de Dios, dile aunque sea «No sé qué decir», pero habla con Él y todo en tu vida mejorará al tener presente a un Dios amigo, todopoderoso y siempre atento…haz la prueba.

Colaboración de Ana Etchepareborda de Teste ( 2001 )

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En el nombre del padre

Javier Saviola

Los chicos crecen. Y Javier lo hizo rápido…Así, como él en la cancha, su carrera tuvo un comienzo explosivo, vertiginoso, imparable. Llegó al título mundial con el seleccionado Sub 20, el pase a Barcelona, los millones, las luces…Ayer, como una continuidad incontenible, el Pibito jugó por primera vez en el Camp Nou y marcó el primer gol en la victoria por 3 a 2 sobre Parma, en la Copa Joan Gamper.

“Para vos Papi”, decía la remera que mostró Javier en la carrera descontrolada tras la anotación….buscó a su madre, Mary, en la platea del estadio. Lloraron juntos a la distancia. Se lo había prometido a su padre, Roberto, antes de su muerte, el 7 del actual. “No voy a bajar los brazos, voy a seguir como siempre”, fue el juramento.

 

Tarde o temprano, la vida da esos cimbronazos que calan hondo, que hacen revisar en lo más profundo de uno mismo recuerdos olvidados, detalles que parecían mínimos, pero que finalmente son la base para salir adelante. Una situación como la que atraviesa Javier hace que esa revisión sea diaria y se ejecute mas allá del dolor.

 

Saviola lo sabe muy bien y lo lleva a cabo desde hace tiempo. Compartió su pena con su gente de confianza y no se guardó lágrimas cuando tuvo ganas de llorar…“Tengo ganas de salir a la cancha y dedicarle un gol a mi padre, recién fallecido, que me esta viendo desde allá arriba”, había dicho Javier, anteayer.

La mejor manera de homenajear a quien ya no está es hacer lo que uno siempre hizo, quizá con más ganas que antes, como para dejar en claro que la lucha constante de un ser querido contra una enfermedad tan terrible como el cáncer no fue en vano y dejó la mejor enseñanza: no bajar nunca los brazos….

Un pibe grande, cuya actuación de ayer va más allá del futbol, de los millones de dólares y de un resultado. Fue la confirmación de un legado, el cumplimiento de una promesa: concretar lo que su papá hubiera querido para él en la noche catalana.

El dolor del consejo ausente, del abrazo perdido y la imagen permanente no se irán nunca.

Sólo queda una alternativa : seguir adelante, en el nombre del padre. A él le toca hacerlo con goles; a otros, de una manera distinta.

Hernan Finessi

La Nación, sección Deportiva 18 de Agosto 2001

Que estas palabras te acompañen y te sirvan de guía hoy y siempre.

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