Decálogo de la serenidad

Sólo por hoy atenderé exclusivamente los afanes que me traiga el día, sin preocuparme por resolver los problemas de mi vida, todos de una sola vez.

Sólo por hoy cuidaré la pulcritud de mi persona, seré cortés en mis maneras, no criticaré a nadie, y no me ocuparé de mejorar ni disciplinar a los demás, sino a mi mismo.

Sólo por hoy seré feliz con la convicción de que el Creador me ha hecho apto para la felicidad, no solamente en el mas allá, sino también aquí en la Tierra.

Sólo por hoy procuraré que mis deseos se adapten a las circunstancias, en vez de pretender que las circunstancias se adapten a mis deseos.

Sólo por hoy dedicaré una parte de mi tiempo a la buena lectura; porque así como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así también la lectura es necesaria para la vida del espíritu.

Sólo por hoy haré una buena acción, y no se lo contaré a nadie.

Sólo por hoy afrontaré una tarea en cuyo cumplimiento estoy demorado. Y si por algo me sintiese herido en mis sentimientos, trataré de no manifestarlo.

Sólo por hoy me haré un programa detallado. Tal vez no lo cumpla enteramente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades : la indecisión y la prisa.

Sólo por hoy creeré firmemente – aunque las circunstancia parezcan demostrar lo contrario – que la providencia de Dios se ocupa de mi, como si nadie más que yo existiera en este mundo.

Sólo por hoy no tendré temores. Creeré en la bondad, disfrutaré de la belleza y haré el bien que pueda en este día, sin que me perturbe el pensamiento de tener que hacerlo durante toda mi vida.

Papa Juan XXIII

Que estas palabras te acompañen y te sirvan de guía hoy y siempre.

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