Reacciones

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego.

Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su hija le dijo: «Querida ¿qué ves?». «Zanahorias, huevos y café» fue su respuesta.

Entonces, la hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó: «¿Que significa esto, padre?»

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.

La zanahoria llegó al agua fuerte, dura, soberbia; pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer.

El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.

Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua.

«¿Cuál eres tu hija?» Le dijo. «Cuando la adversidad llama a tu puerta; ¿cómo respondes?”

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?

¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable y un espíritu fluido, pero que después de una muerte, una separación, un despido, una piedra en el camino se vuelve duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido?

¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer y haces que las cosas a tu alrededor mejoren, que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu camino y el de la gente que te rodea.

Por eso no dejes jamás de esparcir con tu fuerza y positivismo el «dulce aroma del café.»

Recordemos: No somos responsables de las eventualidades que la vida nos presenta, pero sí somos responsables de nuestra actitud y reacción ante ellas.

Envía: María Escamilla (Colombia) ( año 2.005 )

Extraído de Valores, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Aprender a disculpar

I. El Señor nos quiere como somos, también con nuestros defectos cuando luchamos por superarlos, y, para cambiarnos, cuenta con la gracia y con el tiempo.
Las personas pueden cambiar, y, cuando tenemos que juzgar su actuación externa –las intenciones sólo Dios las conoce-, nunca debemos hacer juicios inamovibles sobre ellas. Ante los defectos de quienes nos rodean –a veces evidentes, innegables- no debe faltar nunca la caridad que mueve a la comprensión y ayuda. “Llegará un momento en que las heridas serán olvidadas.

Tenemos defectos, ¡pero podemos querernos! Porque somos hermanos, porque Cristo nos quiere de verdad…como somos” (M.G. DORRONSORO, Dios y la gente, Rialp, 2ª ed., Madrid 1974, p.150)

II. “La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los “constantes y necesarios” servicios que presta, tampoco anota, “omnia suffert” –soporta todo-, los desplantes que padece” J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Surco, n. 738).

Si no somos humildes tendemos a fabricar nuestra lista de pequeños agravios que, aunque sean pequeños, nos robarán la paz con Dios, perderemos muchas energías y nos incapacitaremos para los grandes proyectos que cada día tiene el Señor para quienes permanecen unidos a Él. La persona humilde tiene el corazón puesto en Dios, y así se llena de gozo y se hace menos vulnerable.

III. La caridad puede más que los defectos de las personas, de la diversidad de caracteres, que todo aquello que se pueda interponer en el trato con los demás. La caridad vence todas las resistencias.

Pidámosle hoy a la Virgen, Nuestra Madre, que nunca guardemos pequeñas o grandes ofensas, que causarían un enorme daño en nuestro corazón, en nuestro amor al Señor y en la caridad con el prójimo.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( año 2.005 )
Extraído de Meditar, del portla Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Los enfermos, predilectos del Señor

I. Nuestro Señor mostró siempre su infinita compasión por los enfermos.
Son innumerables los pasajes del Evangelio en los que Jesús se movió de compasión al contemplar el dolor y la enfermedad, y sanó a muchos como signo de la curación espiritual que obraba en las almas. El Señor ha querido que sus discípulos le imiten en una compasión eficaz hacia quienes sufren en la enfermedad y en todo dolor. En los enfermos vemos al mismo Señor, que nos dice: lo que hicisteis por uno de éstos, por mi lo hicisteis (Mateo 25, 40).

Entre las atenciones que podemos tener con los enfermos están: acompañarles, visitarles con la frecuencia oportuna, procurar que la enfermedad no los intranquilice, facilitarles el descanso y el cumplimiento de las prescripciones del médico, hacerles grato el momento que estemos con ellos, sin que nunca se sientan solos, y ayudarles a santificar el dolor.

II. Debemos preocuparnos por la salud física de quienes están enfermos, y también de su alma. Podemos hacerles ver que su dolor, si lo unen a los padecimientos de Cristo, se convierte en un bien de valor incalculable: ayuda eficaz a toda la Iglesia, purificación de sus faltas pasadas, y una oportunidad que Dios les da para adelantar en su santidad personal, porque Cristo bendice en ocasiones con la Cruz.

El sacramento de la Unción de enfermos es uno de los cuidados que la Iglesia reserva para sus hijos enfermos. Este sacramento es un gran don de Jesucristo, y trae consigo abundantísimos bienes; por tanto hemos de desearlo y pedirlo cuando nos encontremos en enfermedad grave. Este sacramento infunde una gran paz y alegría al alma del enfermo consciente, le mueve a unirse a Cristo, corredimiendo con Él: llevarlo a nuestros enfermos es un deber de caridad y, en muchos casos de justicia.

III. Cuando el Señor nos haga gustar su Cruz a través del dolor y de la enfermedad, debemos considerarnos como hijos predilectos. Por muy poca cosa que podamos ser, nos convertimos en corredentores con Él, y el dolor -que era inútil y dañoso- se convierte en alegría y en un tesoro. El dolor, que ha separado a muchos de Dios porque no lo han visto a la luz de la fe, debe unirnos más a Él. Pidámosle a nuestra Madre Santa María que el dolor y las penas –inevitables en la vida- nos ayuden a unirnos más a su Hijo, y que sepamos entenderlos, cuando lleguen, como una bendición para nosotros mismos y para toda la Iglesia.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( año 2.005 )
Extraído de Meditar, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

El círculo del enojo

El dueño de una empresa gritó al administrador, porque estaba enojado en ese momento.

El administrador llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de gastar demasiado, al verla con un vestido nuevo.

La esposa gritó a la empleada porque rompió un plato.

La empleada dio un puntapié al perro porque la hizo tropezar.

El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la vereda, porque obstaculizaba su salida por la puerta.

Esa señora fue al hospital a vacunarse contra la rabia y gritó al joven médico porque le dolió cuando le aplicó la vacuna.

El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado.

La madre le acarició los cabellos diciéndole: -«Hijo querido, mañana te haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho. Estás cansado y necesitas de una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas para que descanses con tranquilidad. Mañana te sentirás mejor…”.
Luego lo bendijo y abandonó la habitación, dejándolo sólo con sus pensamientos…

En ese momento, se interrumpió el CÍRCULO DEL ENOJO, porque chocó con la TOLERANCIA, con el RESPETO, con el PERDÓN y con el AMOR.

Así que si has ingresado en un CÍRCULO DEL ENOJO, acuérdate que con tolerancia, respeto, disposición al perdón y sobre todo con amor… puedes romperlo.

¡Inténtalo!

Envió: Margarita Farfán (México) ( año 2.005 )
Extraído de Valores, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

No tengan miedo

I. La historia de la Encarnación se abre con estas palabras: No temas, María (Lucas 1, 30). Y a San José le dirá también el Ángel del Señor: José, hijo de David, no temas (Mateo 1, 20). A los pastores les repetirá de nuevo el Ángel: No tengáis miedo (Lucas 2, 10). Más tarde, cuando atravesaba el pequeño mar de Galilea ya acompañado por sus discípulos, se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las olas cubrían la barca (Mateo 8, 24) mientras el Señor dormía rendido por el cansancio. Los discípulos lo despertaron diciendo: ¡Maestro, que perecemos! Jesús les respondió: ¿Porqué teméis, hombres de poca fe? (Mateo 8, 25-26).
¡Qué poca fe también la nuestra cuando dudamos porque arrecia la tempestad! Nos dejamos impresionar demasiado por las circunstancias: enfermedad, trabajo, reveses de fortuna, contradicciones del ambiente.

Olvidamos que Jesucristo es, siempre, nuestra seguridad. Debemos aumentar nuestra confianza en Él y poner los medios humanos que están a nuestro alcance. Jesús no se olvida de nosotros: “nunca falló a sus amigos”(SANTA TERESA, Vida), nunca.

II. Dios nunca llega tarde para socorrer a sus hijos; siempre llega, aunque sea de modo misterioso y oculto, en el momento oportuno. La plena confianza en Dios, da al cristiano una singular fortaleza y una especial serenidad en todas las circunstancias. “Si no le dejas, Él no te dejará” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino). Y nosotros le decimos que no queremos dejarle. “ Cuando imaginamos que todo se hunde ante nuestros ojos, no se hunde nada, porque Tú eres, Señor, mi fortaleza (Salmos 42, 2). Si Dios habita en nuestra alma, todo lo demás, por importante que parezca, es accidental, transitorio. En cambio, nosotros, en Dios, somos lo permanente” (IDEM, Amigos de Dios) Esta es la medicina para barrer, de nuestras vidas, miedos, tensiones y ansiedades.

III. En toda nuestra vida, en lo humano y en lo sobrenatural, nuestro “descanso” nuestra seguridad, no tiene otro fundamento firme que nuestra filiación divina. Esta realidad es tan profunda que afecta al mismo hombre, hasta tal punto de que Santo Tomás afirma que por ella el hombre es constituido en un nuevo ser (Suma Teológica). Dios es un Padre que está pendiente de cada uno de nosotros y ha puesto un Ángel para que nos guarde en todos los caminos. En la tribulación acudamos siempre al Sagrario, y no perderemos la serenidad.

Nuestra Madre nos enseñará a comportarnos como hijos de Dios; también en las circunstancias más adversas.
Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( año 2.005 )
Extraído de Meditar, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

La cosecha

En un oasis escondido en medio del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.

Su vecino Hakim se detuvo a abrevar sus camellos y lo vio transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

– Que tal anciano? le dijo:

– Muy bien-contestó Eliahu sin dejar su tarea.

– ¿Qué haces aquí, con este calor, y esa pala en las manos?

– Siembro dátiles-contestó el viejo.

– ¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez- . El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Dime, ¿cuántos años tienes?

– Ochenta, … pero eso, ¿qué importa?

– Mira, amigo, las palmas datileras tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos.

Aunque vivas hasta los cien años, difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que siembras.

Deja eso y ven conmigo.

– Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles.

Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto… y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

Envió: Violeta Castañeda ( año 2.005 )

Extraído de Valores, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Volver a empezar

¡Levántate!

No te dejes vencer ante las adversidades de la vida, no te dejes arrastrar por la corriente que parece inefable, ineludible, fatal.

Aférrate a tus raíces, arremángate y ponte a remar. Sabrás que el mundo no se ha hecho por sí mismo si la conciencia no lo hubiera moldeado. El mundo es contenido por el pensamiento, así, de tal manera construirás tu mundo, tus sueños, tus ilusiones.

No te dejes arrastrar por la corriente que parece terrible porque mientras más pienses en ella, más fuerza le darás. Tu pensamiento ha obrado siempre a lo largo de tu vida. ¿Es que no lo sabes?. ¿Quién te ha hecho creer que no eres lo que eres?. ¿Alguien te ha moldeado a su gusto?. Es hora de sacarte cosas viejas, cosas que no funcionan ya. Es hora del cambio y la renovación, es la hora de tu vida, es el momento de tus sueños, es el tiempo de tu tiempo, porque no tienes más que una vida. ¡Vívela como tú quisieras!. Vive tu vida porque es el cuaderno en el que quedan muchas hojas en blanco por escribir, colores a inventar en la paleta de tu alma.

¡Recréate!

Vístete nuevamente de felicidad y camina con la frente en alto. Tú no eres menos que nadie. Nadie puede darte lo que tú no te das.

Búscate en el rostro de un niño, mírate jugando como cuando apenas mirabas al mundo renacer en cada ilusión de tu infancia. Vuelve a creer en los reyes magos, en los ángeles, en los duendes del jardín.

Vuelve a tu divina raíz y nútrela otra vez con la ilusión. No permitas que alguien quiera vivir la vida por ti, porque sabes que no podrá hacerlo, nunca nadie podrá vivir la vida por ti. Nunca dos personas podrán ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. Tú eres un precioso instante en la historia del universo, y un espacio que éste te ha dedicado para que brilles como una estrella y colmes de luz a las vidas que a ti se acerquen.

Levántate y no te dejes vencer, ni por la lucha diaria, ni por un amor fallido, no te entregues al sopor de una cama a mirar el techo o cerrar los ojos voluntariamente en la oscuridad de una habitación. Levántate y anda. Anda lejos, anda cerca, sonríe con la gente que pasa, acaricia a un niño, date el gusto de saborear aquello que tanto te gustaba en otros tiempos. Cómprate algo lindo y disfrútalo.

¡Ámate!

No permitas que nada ni nadie destruya ese don precioso que brilla dentro de ti. No permitas que se termine el brillo del amor en tu alma, porque quienes te han amado tanto, aún, con el paso del tiempo te siguen amando y deseándote el bien. Hazles el homenaje de no permitir que nadie quiera doblegarte y someterte a su voluntad.

Ámate como ellos te han amado y respétate tú también.

Reconoce en cada buen recuerdo el germen de tu vida y corrige los errores del hoy, podando las hojas muertas del árbol que sostiene tu historia. Rodéate de luz y sé luz, descansa pero no te dejes caer. No te dejes vencer por las corrientes que parecen tan terribles, tan inefables, no les des mayor atención de la que debes darle, porque si todo el tiempo piensas en las contrariedades de la vida, terminarás confundiéndote con lo mismo que no deseas.

¡Libérate!

Saca tus nudos corporales y muévete. Baila, camina, corre, mueve tu cuerpo hasta darle mayor fluidez. A veces las zonas más duras del cuerpo son la materialización de muchas horas de pensamiento negativo o trabajo sin placer, rutinas que habrás debido cumplir, pero que se pueden demoler, ablandar y restaurar.

Libérate de tus miedos ocultos. Piensa en ellos y destrábalos hablándoles como si fueran personas con las que tienes problemas y que son difíciles de abordar. Sácalos de tu interior con paciencia, razón y voluntad. Háblales y diles que se retiren, que desde ahora en adelante vas a manejar tus sueños, tus ilusiones, tus planes directamente, sin intermediarios fantasmas. Libérate y confía, en Dios y en ti. Libérate y empieza a ser un poquito más feliz.

¡Perdónate!

Tal vez algún error pasado no te deje en paz por momentos, tal vez alguna falta cometida haya sido motivo suficiente para que te impongas un castigo por el sólo proceso conciente de saber que has cometido un error. Pero siempre hay una oportunidad de cambiar, corregir y mejorar. Solo piensa en cómo enmendarlo, en cómo modificar una situación pasada.

Pídele a Dios el sano consejo para corregir una situación. Dile que ya no quieres seguir con un sentimiento que se arrastra dentro de ti silenciosamente y te hace cada día más presa de sus tormentos. Decídete a perdonar y a perdonarte, de esa forma encontrarás el recto camino a la liberación del alma y la felicidad entrará por tu puerta como un pájaro en un día soleado.

¡Renuévate!

No guardes cosas viejas si no las vas a usar nunca. Haz un regalo a alguien que le gusten esas cosas, o véndelas y cómprate algo mejor y si no sirven, tíralas, porque de nada sirve quedarse atrapado en objetos del ayer. Tu mayor tesoro es el buen recuerdo, eso nadie te lo podrá quitar, ni se podrá oxidar. Esa es la joya de tu alma, la luz que te hace cada día mejorar desde la experiencia y la plenitud de saber que bien has vivido la vida.

Y no te olvides de sonreírle a la imagen del espejo, porque de tal manera aprenderás a desplegar el buen humor, las buenas formas y la simpatía. Después de todo, el sujeto que llevas dentro de vez en cuando necesita de tu sonrisa y saber que desde tu conciencia irradias una buena onda hacia afuera tanto como la que envías a tu alma. Y así cuando pase el tiempo, verás que todo es un continuo movimiento y un eterno retorno siempre desde una dimensión superior.

¡Siempre mejorando y liberándote!

¡Ámate y déjate amar!

Aunque parezca difícil emprender el camino y avanzar, cuando hayas dado varios pasos, estarás nuevamente andando el sendero de la felicidad. Recuérdalo siempre: nunca es tarde para… volver a empezar.

Envió: Luis Canales Maldonado ( 2.011 )

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La tentación y el mal

I. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal, rogamos al Señor en la última petición del Padrenuestro. El diablo, que existe, no deja de rondar alrededor de cada criatura para sembrar la inquietud, la ineficacia, la separación de Dios. “El hombre actual no quiere ver este problema. Hace todo lo posible por eliminar de la conciencia general la existencia de esos “dominadores de este mundo tenebroso”, de esos “astutos ataques del diablo” de los que habla la Carta a los Efesios” (JUAN PABLO II, Homilía).

Jesús, nuestro Modelo, quiso ser tentado para enseñarnos a vencer y para que nos llenemos de ánimo y de confianza en todas las pruebas. Seremos tentados de una forma u otra a lo largo de la vida. Quizá más cuanto mayor sea nuestro deseo de seguir a Cristo de cerca. Hemos de estar alerta, con la vigilia del soldado en el campamento, y de tener presente que nunca seremos tentados más allá de nuestras fuerzas. Podemos vencer en toda circunstancia si huimos de las ocasiones y pedimos los auxilios oportunos.

II. La tentación es todo aquello –bueno o malo en sí mismo- que tiende a separarnos del cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios. Él permite que seamos tentados porque persigue un bien superior, y ha dispuesto que también de las pruebas saquemos provecho. A veces son un medio insustituible para acercarnos filialmente a nuestro Padre. Nos hacen ver lo débiles que somos y lo cerca que estaríamos del pecado si el Señor no nos ayudara, y nos enseñan a disculpar con más facilidad los defectos de los demás. La tentación será una ocasión excelente para aumentar la devoción a la Virgen, para crecer en humildad, para ser dóciles en la dirección espiritual. No debemos asustarnos ni desanimarnos. Nada nos separa de Dios si la voluntad no lo permite.

III. Para vencer, hemos de pedir ayuda a Nuestro Señor, que está siempre de nuestra parte en la pelea. Todo lo puedo en Aquel que me confortará (Juan 16,23). Contamos con el auxilio de nuestro Ángel Custodio, puesto por nuestro Padre Dios para que nos proteja siempre que lo necesitamos. La oración personal, la mortificación, la Confesión frecuente, el trabajo intenso evitando la ociosidad y la pereza, nos ayudarán a combatir la tentación. Y si acudimos a la Virgen, siempre saldremos vencedores, aun de las pruebas en que nos sentíamos más perdidos.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( año 2.005 )
Extraído de Meditar, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Volveré más fuerte que antes

Esta es una historia de brutales accidentes, de insobornable fe y, fundamentalmente, de entusiasmo por la vida y pasión por el deporte. Una historia que, para quien conlleva una profunda convicción religiosa, también es de milagros. Robert Kubica, su protagonista, tiene 26 años. Es el primero y hasta ahora único piloto polaco que llegó a la Fórmula 1, en la que compite desde 2006. Su compatriota, el papa Juan Pablo II, había fallecido el año anterior. Robert lo veneraba y la muerte del pontífice sólo engrandeció la adoración que siente por él. Por ello, suele participar de las carreras con una estampita adjunta a su casco. En el GP de Canadá de 2007, su BMW salió despedido contra las protecciones después de perder el control en el trazado de Montreal, impactó con una violencia descomunal contra las protecciones del circuito y quedó tumbado. Su piloto, inerte en el habitáculo, hizo callar las transmisiones deportivas. Semejante golpe a más de 250 km/h hizo temer lo peor, aunque nadie se arriesgaba a decirlo.

Apenas dos días después, con sólo un leve esguince en el tobillo izquierdo, Kubica saludaba sonriente desde la puerta del hospital. ¿Un milagro? El Vaticano, en plena recopilación de pruebas como parte del proceso de beatificación del extinto papa, no desestimó el desenlace de ese golpe de Kubica como una gracia celestial. Un año después, en el mismo circuito, el polaco ganaba su primer Gran Premio. La coincidencia, para muchos, conllevaba un halo divino.

El domingo pasado, cuando despuntaba el vicio en el rally Ronde di Andora, en Génova, de nuevo la tragedia sobrevoló en la vida de Kubica. Su Skoda se salió de la ruta en un tramo resbaladizo y rompió una baranda de hierro que atravesó longitudinalmente el coche. Las primeras noticias fueron alarmantes: era inminente la amputación de una mano y hasta se dijo que la vida del competidor corría peligro. Ni una cosa ni la otra. Rompiendo otra vez los parámetros de la lógica, Robert mostró una inusual recuperación.

El plazo de regreso se lo estimaron en un año. Kubica, respetuosamente, lo descartó. «Volveré antes de que termine esta temporada y estaré más fuerte que antes. Sólo tienen que operarme y luego veremos», le dijo el piloto de Lotus-Renault a La Gazzetta dello Sport, como si cargara con la obligación de estar siempre en un frente de batalla, listo y dispuesto. «En mi mente sólo está empezar la preparación. Quiero volver a las pistas. Ni siquiera sé cómo es un hueso, pero si me lo arreglan, me toca a mí hacerlo funcionar», agregó con su parsimonioso modo de decir.

Después, recibió del cardenal Stanislaw Dziwis, arzobispo de Cracovia, un relicario con un trozo de túnica y una gota de sangre del papa Juan Pablo II, el mismo que desde una foto protege su sueño en la mesa de luz del hospital de Pietra Ligure. Allí espera Kubica su regreso, para volver a acelerar y de paso, a refrendar sin temores que siempre es posible creer en nuevos milagros.

Por Daniel Meissner LA NACION

Elegidos desde la eternidad

I. Cada uno de nosotros ha sido llamado desde la eternidad a la más alta vocación divina. Dios Padre quiso llamarnos a la vida (ningún hombre ha nacido por azar), creó directamente nuestra alma única e irrepetible, y nos hizo participar de su vida íntima mediante el Bautismo. Nos ha designado en la vida un cometido propio, y nos ha preparado amorosamente un lugar en el Cielo, donde nos espera como un padre aguarda a su hijo después de un largo viaje.

Supuesta esta llamada radical a la santidad, Dios hace a cada uno un llamamiento particular. El Señor de un modo misterioso y delicado, nos va dando a conocer lo que quiere de nosotros. Así en el transcurso del tiempo. El Señor nos lleva de la mano a metas de santidad cada vez más altas, para lo cuál debemos tener el oído atento a las mociones del Espíritu Santo, que nos conduce a través de los acontecimientos normales de la vida.

II. La vocación es un don inmenso, del que hemos de dar continuas gracias a Dios. Es la luz que ilumina el camino; el trabajo, las personas, los acontecimientos; de lo contrario nos encontraríamos con el débil candil de la voluntad propia, y tropezaríamos a cada momento. Conocer cada vez más profundamente ese querer divino particular, es siempre motivo de esperanza y de alegría. El querer divino se nos puede presentar de golpe, como una luz deslumbrante que lo llena todo, como fue el caso de San Pablo, o bien se puede revelar poco a poco, en una variedad de pequeños sucesos, como Dios hizo con San José. Escuchamos la voz de María que nos dice como a los sirvientes de las bodas de Caná: Haced lo que Él os diga.

III. Eligit nos in ipso ante mundi constitutionem…, nos eligió antes de la constitución del mundo. Y Dios no se arrepiente de las elecciones que hace.
Ésta es la esperanza y la seguridad de nuestra perseverancia a lo largo del camino, en medio de las tentaciones o dificultades que hayamos de padecer. El Señor es siempre fiel y tendremos cada día la gracia necesaria para mantener nuestra fidelidad. Junto a esta confianza en la gracia divina, es necesario el esfuerzo personal por corresponder a las sucesivas llamadas del Señor a lo largo de una vida. Nunca nos pedirá más de lo que podamos dar. Él conoce bien y cuenta con la flaqueza humana y, los defectos y las equivocaciones. En la Virgen, Nuestra Madre, está puesta nuestra esperanza para salir adelante en los momentos difíciles y siempre. En Ella encontraremos la fortaleza que nosotros no tenemos. Digamos con Ella: Serviam, te serviré, Señor.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
Extraído de Meditar, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Las ejecutivas del hogar

En cierta ocasión, un grupo de mujeres reunidas una tarde tomando café, presumían un poco de sus logros profesionales.

Una hablaba de la maestría que estaba sacando, otra del puesto en una compañía importante, otra de su propio negocio y así todas fueron hablando de sus ascensos y logros.

Entre el grupo había una señora muy callada a la que le preguntaron a que se dedicaba; ella con un tono de vergüenza respondió que se dedicaba al hogar, era Ama de Casa.

Una psicóloga que estaba presente salió inmediatamente en su defensa y le dijo:
«¿Qué sería de este mundo si se hubieran extinguido esas valientes «Madres de Familia?» y le recordó que la empresa de la que ella era presidenta, gerente y operaria jamás se podría igualar.

Una madre en el único lugar que es insustituible es en su propio hogar.

Cualquier mujer puede ser sustituida en cualquier cargo laboral, menos en su propio hogar.

La sociedad consumista ha hecho que se menosprecie su labor porque aparentemente no produce ingresos a la familia. No hay nada más equivocado, pues una madre es la cabeza de la institución que representa la base de la sociedad. La Empresa que dirige se llama FAMILIA y su producción es nada menos que todos los hombres y mujeres profesionales del futuro.

Cuando una madre cura las raspaduras de su hijo en las rodillas o es chofer de ellos en las tardes o va al supermercado para que todos tengan algo que comer, es en ese momento que ocupa el cargo de «GERENTE DE SERVICIOS GENERALES».

Cuando la vemos explicando difíciles divisiones con decimales a sus hijos o enseñándoles educación y respeto ocupa el cargo de «GERENTE DE RECURSOS HUMANOS»

Cuando se le oye hablar de todas las cualidades de sus hijos, es una «GERENTE DE MERCADEO», pues nadie cree tanto en su producto como una madre de sus hijos.

Su Horario: ILIMITADO

Su turno laboral puede empezar en la madrugada con el llanto del bebe con hambre, puede seguir el resto del día encargándose de que todo en la casa funcione bien.

Por la tarde es chofer, la profesora de sus hijos. Por la noche, la esposa amorosa que escucha y atiende a su esposo y ella puede seguir levantada esperando a que su hijo adolescente llegue de la fiesta.

Cuando tiene un rato de descanso, no deja de pensar en sus funciones.

No puede delegar su trabajo porque al imprimirle tanto cariño es casi imposible encontrar personal capacitado para igualarla.

Ella no puede encargarle a la secretaria la transmisión de valores, de moral, de principios, ni mandar por fax el beso de las buenas noches.

Su Salario: INALCANZABLE

De hecho, ella misma no concibe la idea de recibir nada a cambio porque lo hace por amor. Algún día de las madres recibe una flor, un dibujo con brillantes crayolas o la estrellita en la frente de su hijo? con esto siente que le han dado el mejor de los ascensos.

Pensión de Jubilación: Nada de esto recibirá, más bien después de 14 o 18 años de inalcanzable trabajo será aparentemente despedida sin prestaciones cuando le dicen, «Por favor mamá, no te metas? es mi vida».

El médico, empresario, artista, sacerdote, ingeniero, abogado, doctora,licenciada, arquitecto, etc., que entregan sus vidas a otros han salido de esas empresas llamadas «FAMILIAS».

Esos grandes profesionistas son sus logros, honores, trofeos y diplomas.
Envió: Rosy Pérez de Ayala – (México)

La fe y su acción

Creer no es concebir algo fijo y acabado, que se muestra ante nosotros, sino llevar a cabo la experiencia de una existencia viviente. Al creer, el hombre, que gracias a Dios ha nacido a una nueva existencia, adquiere conciencia de sí mismo, y conciencia de Dios como de aquel que dispensa, guarda y guía su existencia hacia la perfección. (…) Cuando digo : “Creo en Dios, que es a la vez el Santo, el Todopoderoso y la infinita Bondad”, si no hago nada más que eso, todo queda reducido a pura palabrería.

Para probar la verdad contenida allí, es necesario que yo la “realice”, es decir, es necesario que me una a Dios. Es necesario que yo le busque; que le dé cabida en mi alma a fin de que pueda penetrar en mí. En ese encuentro que viene desde lo más íntimo de mi ser, llego hasta Él y Él me deja percibir su fuerza y su dulzura.

Lo mismo sucede con la Providencia, la sabiduría amante por medio de la cual Dios dirige todo. Lo que Dios dirige son hombres dotados de vida interior. Más aún; soy yo mismo. No hay Providencia en general : hay – puesto que Dios quiso llamarme un día a la existencia y me creó – una Providencia en la cual me encuentro situado, donde actúo y a la que no puedo imaginar independientemente de mí, pues entonces me colocaría fuera de su alcance. Para hacerme una idea justa de esa Providencia es indispensable que la considere en su continuo devenir, es decir, que coopere yo mismo con ella.

Otro ejemplo más : el amor que Dios me profesa. Debería poder olvidar por un momento estas palabras, que expresan lo indecible, a fin de volverlas a encontrar inéditas y auténticas; porque, ¿cómo es posible creer en ese amor si me deja indiferente? Yo no puedo creer realmente, con todas las fuerzas vivas de mi alma, que Dios me ama, sino amándolo a mi vez o rebelándome contra su amor.

Para poder creer con fe viva que soy amado por Dios, es necesario que yo también lo ame a Él o que al menos sienta un comienzo de amor o el deseo de gozar de la gracia de poder amarlo. Y creo realmente ser amado por Dios en la misma medida en que yo mismo lo amo.

Ahora comprendemos mejor lo que es la fe : la conciencia de una realidad santa, origen y último fin de mi existencia. Conciencia de una realidad y de una existencia, pero en la experiencia viviente de esa existencia.

Sólo si existo como cristiano, puedo decir que creo. Y existo como cristiano en la medida en que mi vida es cristiana, puesto que en gran parte esa vida consiste en la fe, ya que la fe es la conciencia viviente de esa existencia.

Yo vivo, pues, con tanta mayor intensidad cuanto más profunda es mi fe…Y de nuevo el círculo se cierra.
Así, pues, creer no es un sentimiento pasivo, estático, sino de acción; no está acabado, sino en continuo devenir, en continua realización. Requiere un gran esfuerzo, y en eso consiste su grandeza.

Extraído del libro Sobre la vida de la fe
Escrito por Romano Guardini (1955) editado por Patmos – libros de espiritualidad

Las manos de Dios

Cuando observo el campo sin arar, cuando los aperos de labranza están olvidados, cuando la tierra está quebrada y abandonada me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil; cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero, del campesino carente de recursos para defender sus derechos, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

Cuando contemplo a esa anciana olvidada; cuando su mirada es nostalgia y balbucea todavía algunas palabras de amor por el hijo que la abandonó, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

Cuando veo al moribundo en su agonía llena de dolor; cuando observo a su pareja deseando no verle sufrir; cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte en un grito de súplica de paz, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

Cuando miro a ese joven antes fuerte y decidido, ahora embrutecido por la droga y el alcohol; cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia brillante y ahora harapos sin rumbo ni destino, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

Cuando a esa chiquilla que debería soñar en fantasías, la veo arrastrar su existencia y en su rostro se refleja ya el hastío de vivir, y buscando sobrevivir se pinta la boca, se ciñe el vestido y sale a vender su cuerpo, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

Cuando aquel pequeño a las tres de la madrugada me ofrece su periódico, su miserable cajita de dulces sin vender; cuando lo veo dormir en una puerta titiritando de frío; cuando su mirada me reclama una caricia; cuando lo veo sin esperanzas vagar con la única compañía de un perro callejero, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

Y me enfrento a Él y le pregunto: ¿Dónde están tus manos, Señor? Para luchar por la justicia, para dar una caricia, un consuelo al abandonado, rescatar a la juventud de las drogas, dar amor y ternura a los olvidados.

Después de un largo silencio, escucho su voz que me reclama: No te das cuenta que tú eres mis manos, atrévete a usarlas para lo que fueron hechas, para dar amor y alcanzar estrellas. Y comprendí que las manos de Dios somos «TU y YO», los que tenemos la voluntad, el conocimiento y el coraje de luchar por un mundo más humano y justo, aquellos cuyos ideales sean tan altos que no puedan dejar de acudir a la llamada del destino, aquellos que desafiando el dolor, la crítica y la blasfemia se retienen a si mismos para ser las manos de Dios.

Señor ahora me doy cuenta que mis manos están sin llenar, que no han dado lo que deberían de dar, te pido ahora perdón por el amor que me diste y no he sabido compartir, las debo usar para amar y conquistar la grandeza de la creación.

El mundo necesita de esas manos llenas de ideales, cuya obra magna sea contribuir día a día a forjar una nueva civilización que busque valores superiores, que compartan generosamente lo que Dios nos ha dado y puedan llegar al final habiendo entregado todo con amor. Y Dios seguramente dirá: ¡ESAS SON MIS MANOS!

Fray José Luis Goñi (Orden de Agustinos Recoletos)Envió: Mabicha ( año 2.005 )
Extraído de Valores, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

La fe y su contenido

El nacimiento de la fe varía de acuerdo con el temperamento y la condición de cada persona. Hay hombres que no van al encuentro de Cristo sino cuando ya han avanzado bastante en el camino de su vida; hay otros que educados en la tradición cristiana, deben asumir solos la responsabilidad de su fe; y finalmente hay hombres que criados en una atmósfera hostil o indiferente, sin ideas religiosas o con ideas referidas a imágenes estereotipadas, deben realizar una renovación para llegar a poseer una creencia digna de este nombre.

En el corazón de esa diversidad, la pluralidad de los dones y de los destinos juega su función, por lo tanto concluimos que hay tantas maneras de llegar a la fe como hombres llamados por Dios.

¿Se puede hablar de la fe sin hablar del objeto de la fe ?

Algunos pretenden que lo que en definitiva interesa no es tanto qué se cree como el hecho de creer, y la seriedad y la intensidad que en ello se pone.(…) En el sentido cristiano, la fe tiene un carácter único y exclusivo. La “fe” no es una noción global que podría convenir a numerosas modalidades, a los cristianos o a los musulmanes, al antiguo paganismo de los griegos o al budismo. No; ese vocablo designa un hecho único : la respuesta del hombre a Dios, que vino al mundo con Cristo.

La fe está en su contenido. Está determinada por lo que ella cree. Es la marcha viviente hacia Aquel en quien se cree, es la respuesta viva a la llamada de Aquel que se anuncia en la revelación y atrae al hombre por la obra de la gracia.

¿Adónde conduce, entonces, la fe cristiana? Hacia el Dios vivo revelado en la persona de Cristo. No hacia un “Dios” indeterminado, objeto de un vago presentimiento, de una experiencia cualquiera, sino hacia “el que es Dios y Padre de Jesucristo.” Pero ¿cómo es Dios?

(…)La imagen de Dios que se muestra ante nosotros no es simple, sino llena de contrastes y de misterios. Igualmente, nuestra fe en Él es, al mismo tiempo que una pertenencia íntima, un esfuerzo para vencer nuestro aislamiento; deseo nostálgico y resistencia, aproximación y alejamiento, conocimiento e ignorancia a la vez. La fe está hecha de antinomias y cargada de riesgos; no puede transportarse a un concepto.

Ella es lo que Dios representa para nosotros. Solamente en la medida en que la imagen de Dios se simplifica y se precisa, lo hace igualmente nuestra fe. La fe de aquellos que se han aproximado, que han madurado en Dios, que están en el camino de la santidad, es completamente simple.

Creer, es creer en Dios. La fe cristiana se dirige al rostro de Dios, pero a ese rostro tal cual es. La fe es como aquel a quien ella se dirige. Por medio de ella nos unimos a Dios uno y trino. Ella es, pues, un reflejo de la naturaleza de Dios.

¿Cómo se llama en las Sagradas Escrituras el proceso que organiza la relación de la fe y que crea una nueva vida? El nuevo nacimiento.

No hay que tomar esta expresión como una metáfora poética, vaga, sino en el sentido propio. La génesis de la fe consiste en ser transportado al seno creador de Dios. En cierto sentido, muere aquí la antigua existencia y otra comienza. Esa vida recientemente recibida procede de Dios mismo, y significa que el creyente es “de la misma sangre de Dios”, si se puede emplear esta expresión. Este parentesco divino se extiende a las Tres Personas de la Santa Trinidad.

Por la fe, el cristiano entra en comunidad con el Padre como su hijo o su hija; por la fe se inclina ante la majestad del Padre, confía todo lo que tiene a la custodia del Padre, acepta la voluntad del Padre para hacerla suya. Tal es el espíritu del Pater noster…( Padre nuestro )

Pero todo eso pasa por el Hijo. Tomado en sí mismo, el Padre permanece oculto. No se revela sino en el Hijo del cual es Padre. Cuando nosotros estamos “en Cristo”, cuando miramos al Padre con Él, cuando obedecemos y amamos con Él, sólo entonces estamos “frente al Padre” y lo “vemos.” La fe que nos une al Cristo en persona tiene su forma propia, crea un nuevo parentesco con Dios.

Cristo es nuestro hermano, como “el primer nacido entre muchos otros”, hermanos y hermanas. Él es nuestro maestro, el que nos muestra “el camino, la verdad y la vida.” Es Aquel que murió por nosotros y que resucitó; que nos penetra con su ser transformado e impone en nosotros la imagen del hombre nuevo, introduciéndonos en la unidad de la nueva creación.

También la fe que nos une al Espíritu santo es diferente. Él es quien nos consuela, quien ilumina nuestro espíritu y nuestro corazón. Él pone a Cristo en nosotros; Él nos enseña a hablar, a orar, a confesar nuestra fe y a luchar. Es la llama, la tempestad, la luz, el vínculo de amor.

En cada uno de estos casos hay fe, pero bajo una forma diferente. En cada caso se establece un vínculo de parentesco, pero con una persona divina diferente. Una es la fe con relación al Padre, otra la fe con relación al Hijo y otra más la fe con relación al Espíritu. Pero no es posible separar la una de las otras. Se sostienen, se iluminan y se impregnan mutuamente. Porque esas formas de la fe no constituyen, sin embargo, más que una sola fe, como las tres Personas divinas no forman sino un solo Dios.

Todas éstas son cosas profundas que se vuelven para nosotros cada vez más familiares a medida que nos desentendemos de las ideas generales imprecisas para volvernos hacia la revelación, decididos a tomarla tal como es, no tal como la modelamos según nuestra sapiencia y nuestra locura humanas.

Cuanto más se fortifica nuestra fe, más claros, más luminosos se nos aparecen los rostros de Dios que marcan los aspectos diferentes, las relaciones recíprocas y la unidad de esa vida de fe.

Pero también aquí todo varía según los hombres. El uno comienza a creer en el Padre, sin saber tal vez que sólo gracias al Hijo posee a ese Padre. Para él, la fe consiste, simplemente, en estar bajo la salvaguardia del Padre. A partir de allí, su fe se irá desenvolviendo y poco a poco descubrirá los otros rostros de Dios.

En cambio, otro encuentra primero a Cristo, su figura en la historia, su palabra en las Escrituras, y Cristo lo conducirá hacia el Padre y el Espíritu.

Un tercero, en fin, empieza sintiéndose atraído por las obras del espíritu, por la fisonomía de los santos, por la Virgen María, por la voz de la Iglesia. Es así como por primera vez siente el poder de lo divino y, en medio de la contingencia general, la garantía de lo eterno, que lo prepara para ligarse definitivamente por medio de la fe. El Hijo y el Padre se le revelarán después.

Para todo esto no hay leyes. Dios le ha dado a cada uno una naturaleza y un destino particulares, y llama a cada uno como Él quiere.

Extraído del libro Sobre la vida de la fe

Escrito por Romano Guardini (1955) editado por Patmos – libros de espiritualidad

Vive alegremente

La música es alimento para el espíritu.
Canta cualquier cosa, canta desafinando, pero canta.
Si insistes en no cantar, por lo menos escucha mucha música
y déjate llevar por ella.

Ríete de la vida, ríete de los problemas, ríete de ti mismo.
Vivamos nuestro proyecto de vida como una gran oportunidad.
La gente comienza a ser feliz cuando es capaz de reírse de sí misma.
Ríete de las cosas buenas que te suceden.
Ríete abiertamente para que todos se puedan contagiar de tu alegría.
No te dejes abatir por los problemas.

Las cosas en la vida no son ni fáciles ni difíciles, simplemente son,
todo varía, depende de la forma como lo enfrentes.
Nuestro proyecto no es para gente perfecta,
lo importante es detectar los errores y corregirlos a tiempo… aprender en equipo.
Si estás de buen humor, las personas a tu alrededor también lo estarán
y eso te dará mas fuerza.

Encuentra en lo que estás haciendo las cosas positivas.
Lee buenos libros, lee poesía, porque la poesía es el arte de aceitar el alma.
Practica algún deporte.
El peso de la cabeza es muy grande y tiene que ser contrabalanceado con algo!
Disfruta las pausas activas .
Además te vas a sentir bien dispuesto, más animado, más joven.

Encara tus responsabilidades con satisfacción.
Es maravilloso disfrutar lo que se hace.
Pon amor en todo lo que está a tu alcance.
Cuando te propongas hacer algo, ¡métete de cabeza!

No dejes escapar las oportunidades que la vida te ofrece, no vuelven.
Si tus propósitos son positivos, nada podrá detenerlos.
No dejes que tus problemas se acumulen, resuélvelos lo antes posible.
Habla, conversa, explica, discute y perdona: el silencio mata. Exterioriza todo,
deja que las personas sepan que las estimas, que las amas, que las necesitas.
¡AMAR NO ES VERGÜENZA, por el contrario, ES LINDO!

Dios nos mantiene con esperanza y sueños,
entre todos los podremos conseguir.
Cultiva tu interior y ella hará que brote belleza de todos tus poros.
!Tú puedes ! Todos podemos. Entonces … ¡¡¡Vamos!!!
«Vive Mejor ,Vive Feliz y Disfruta la Vida»

Colaboración de Cristina Vaioli ( 2.002 )

El perdón de nuestras ofensas

I. Padre, perdónanos nuestras ofensas, pedimos todos los días en el Padrenuestro. Cada día tenemos necesidad de pedir perdón al Señor por nuestras faltas y pecados. Hoy podemos hacer nuestra aquella jaculatoria del publicano: ¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador! El Señor puso estas palabras en boca del publicano para que las repitiéramos nosotros.

¡Cuánto bien nos puede hacer esta oración, repetida con un corazón humilde! Debemos recordar que, aunque el pecado tenga en nosotros, en los demás, y en la sociedad nefastas consecuencias, es esencialmente, una ofensa a Dios. ¡He pecado contra el Cielo y contra Ti (Lucas 15, 18), proclamará el hijo pródigo cuando vuelve arrepentido a la casa paterna. ¡Qué don tan grande es reconocer nuestros pecados, sin excusas ni mentiras, y acercarnos hasta la fuente inagotable de la misericordia divina y poder decir: Padre, perdónanos nuestras ofensas!

¡Qué paz tan grande da el Señor!

II. Enseña Santo Tomás, que la Omnipotencia de Dios se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de misericordia, porque la manera que Dios tiene de mostrar que posee el supremo poder es perdonar libremente (Suma Teológica) El Señor está dispuesto a perdonarlo todo de todos con infinita misericordia en el sacramento de la Confesión. Es verdad que pecamos contra Dios, pero también es verdad que pedimos perdón a un Padre que nos ama, y hasta nos enseña con qué palabras hemos de pedir.

III. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, rezamos todos los días. El Señor espera esta generosidad que nos asemeja al mismo Dios. Dios nos ha perdonado mucho, y no debemos guardar rencor a nadie. Hemos de aprender a disculpar con más generosidad, a perdonar con más prontitud. Perdón sincero, profundo, de corazón. A veces nos sentimos ofendidos por una exagerada susceptibilidad o por amor propio lastimado por pequeñeces. Y si alguna vez se tratara de una ofensa real y de importancia, ¿no hemos ofendido nosotros mucho más a Dios? Seguir a Cristo en la vida corriente es encontrar, también en este punto, el camino de la paz y la serenidad. Jesús pide perdón para los que lo crucifican: imitarlo, nos hará saborear el amor de Dios, y nos conseguirá que la misericordia divina perdone nuestras flaquezas.

Pidamos a la Virgen que nos ayude a perdonar, como Ella perdonó a los que crucificaron a su Hijo.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre ( 2.005 )
Extraído de Meditar, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com