La verdad llega con su luz

Les preguntó Hu-Ssong a sus discípulos:
-¿Que opinión debe importarle más a un hombre?
-La de los otros hombres -respondió uno.
-La de su familia -opinó otro.
-La de sus amigos -aventuró un tercero.
Dijo Hu-Ssong:
-Todas esas opiniones son muy importantes, pero ninguna más que la propia opinión. A los demás los podemos engañar, a nosotros mismos no.
Tarde o temprano la verdad llega con su luz.
Entonces nos vemos como somos y nos juzgamos sin error. Tal es el juicio final.
No importa nada que todos los hombres digan bien de mí si de mí mismo pienso mal .Y nada importa que todo el mundo piense mal de mí si yo aprobé mi examen de conciencia.
Los estudiantes quedaron en silencio. Entendieron que el tribunal superior lo lleva cada quien dentro de sí.
 
Armando Fuentes Aguirre.
 
Envió: L.S.
 

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( año 2.002 )

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Círculo del 99

Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente que era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey, cantando y tarareando alegres canciones de juglares.  Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día el rey lo mandó a llamar. - Paje, le dijo - ¿Cuál es el secreto?
- ¿Qué secreto, Majestad? - ¿Cuál es el secreto de tu alegría?
- No hay ningún secreto, Alteza. - No me mientas, paje.  He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
- No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto. - ¿Porqué esta siempre alegre y feliz?  Eh, ¿porqué?
- Majestad, no tengo razones para estar triste.  Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo.  Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además, su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿Cómo no estar feliz?
- Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar - dijo el rey.  Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
- Pero, Majestad, no hay secreto.  Nada me gustaría mas que complacerlo, pero no hay nada que yo este ocultando... - ¡Vete, vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco.  No consiguió explicarse como el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.- ¿Porqué él es feliz?
- Ah, Majestad, lo que sucede es que él esta fuera del círculo. - ¿Fuera del círculo?
- Así es. - ¿Y eso es lo que lo hace feliz?
- No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
- A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.- Así es.
- ¿Y cómo salió? - Nunca entró - ¿Qué círculo es ese? - El círculo del 99.
- Verdaderamente, no te entiendo nada.
- La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.
- ¿Cómo? - Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
- Eso, obliguémoslo a entrar.
- No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
- Entonces habrá que engañarlo.
- No hace falta, Su Majestad.  Si le damos la oportunidad, él entrará solito.
- ¿Solito? ¿Pero el no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
- Si se dará cuenta. - ¡Entonces no entrará! - No lo podrá evitar.
- ¿Dices que el se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
- Tal cual Majestad; ¿está dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo? - Sí.
- Bien, esta noche te pasaré a buscar.  Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una mas ni una menos.
- ¡99! ¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso?
- Nada mas que la bolsa de cuero.  Majestad, hasta la noche.
Así fue.  Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey.  Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron, junto a la casa del paje.
Allí esperaron el alba.  Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
"Este tesoro es tuyo.  Es el premio por ser un buen hombre.  Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste."
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban, para ver lo que sucedía.
El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta. El rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela.  Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa.  Sus ojos no podían creer lo que veían.  ¡Era una montaña de monedas de oro!  El, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él.
El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacia brillar la luz de la vela sobre ellas.  Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.
Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas.  Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco... y mientras sumaba 10, 20,30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: ¡¡99 monedas!!. Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más; luego en el piso y finalmente en la bolsa.
"No puede ser", pensó.  Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era mas baja. - Me robaron -gritó- ¡¡me robaron, malditos!!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.  Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro...  sólo 99.
- "99 monedas. Es mucho dinero", pensó.  - "Pero me falta una moneda.
Noventa y nueve no es un número completo" -pensaba- "Cien es un número completo pero noventa y nueve, no."
El rey y su asesor miraban por la ventana.  La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus.  El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Tomo papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?.  Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta.  Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.  Después, quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar.  Con cien monedas de oro un hombre es rico.  Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero. ¡Era demasiado tiempo!  Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas.
De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender.
Vender... Vender... Estaba haciendo calor.  ¿Para qué tanta ropa de invierno, para qué mas de un par de zapatos?  Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio volvieron al palacio.  El paje había entrado en el círculo del 99.
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche.  Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando de pocas pulgas.
- ¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo. - Nada me pasa, nada me pasa.
- Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
- Hago mi trabajo, ¿no?  ¿Que querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente.  No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
 
Envió:  Silvana Gonzabay
 

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com ( año 2.002 )

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La mano

Un día de Acción de Gracias, el editorial de un diario hablaba de una profesora de escuela, que pidió a los alumnos de su clase de primer grado que hicieran un dibujo de algo de lo que estuvieran agradecidos.  Pensó en cuán poco estos niños de un vecindario pobre podrían estar agradecidos. Pero sabía que la mayoría de ellos harían dibujos de pavos o de mesas  con comida. La profesora se sorprendió del dibujo que le entregó Douglas.... una sencilla mano dibujada de manera infantil.
 
¿Pero la mano de quién? La clase se sintió atraída por esa imagen abstracta. "Pienso que debe ser la mano de Dios que nos da alimento", dijo uno de los niños. "Un granjero" dijo otro, "porque cría los pavos". Finalmente cuando los demás continuaron en sus labores, la profesora se inclinó en el pupitre de Douglas y le preguntó de quién era esa mano. " Es la suya profesora", murmuró.
 
Ella recordó que, frecuentemente, en el momento del recreo había tomado la mano de Douglas, un andrajoso y desamparado muchacho. A menudo hacía esto con los niños. Sin embargo, para Douglas significaba mucho.
 
Quizás eso era todo en lo que podía pensar en el día de Acción de Gracias, no por lo material, que se nos da, sino por la oportunidad, en cualquier medida pequeña, de dar a los demás......
 

 

Colaboración de Ana María Zacagnino  ( año 2.002 )

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Las mujeres….

Las mujeres tienen fuerzas que asombran a los hombres.
Ellas cargan niños, penas y cosas pesadas...
Las mujeres esperan una llamada por teléfono  de su hombre  avisando que llegó sano y diciéndole que la extraña...
Ellas trabajan como niñeras, amas de casa, abogadas, maestras, ingenieras y solucionan disputas entre niños y vecinos..
Usan trajes, vaqueros, uniformes y minifaldas.
Las mujeres recorren largos caminos para conseguir la mejor escuela para sus hijos, la mejor atención para la salud de su familia...
Ellas no aceptan un "NO" como respuestas cuando están convencidas que hay una solución....
Las mujeres escriben una carta de amor a su hombre y saben pedir perdón y perdonar...
Son inteligentes y saben de su poder...
Saben que un abrazo, un beso y un te amo pueden sanar un corazón roto.
Una mujer puede lograr, que una mañana, una tarde o una noche romántica sean inolvidables...
Las mujeres vienen en todos los tamaños, colores y formas; viven en casas, cuartos, cabañas...
Ellas corren, manejan, caminan o usan e-mail...
El corazón de una mujer es lo que hace girar el mundo...
Todo lo que ellas quieren es un abrazo, un beso, una caricia, una llamada...
Las mujeres tienen mucho que decir y mucho que dar...
La belleza de la mujer no está en la ropa que lleve, la figura que tenga  o la forma en que se peine.
La belleza de una mujer debe verse en sus ojos, a través de ellos, porque es la puerta del corazón, el lugar donde el amor reside también se refleja su alma...
Es el cuidado que ella le da a la pasión para estar con el hombre  que  ama a quien se entrega inocentemente...
Es el cuidado que ella le da a su amado cuando está enfermo o cuando le prepara una taza de té en las noches de invierno...
La belleza de una mujer con el paso de los años crece hasta el  infinito, porque está en su esencia cada día, el florecer más hermosa que cualquier rosa.
 
Envíale esto a otras mujeres maravillosas, levantarás la autoestima de muchas más.
Haz lo mismo enviándoselo a hombres para que sepan reconocer una verdadera mujer cuando toque a su puerta, y no la dejen ir.
 

 

Colaboración de Ana María Zacagnino  ( año 2.002 )

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Necesito de alguien

Necesito de alguien

que me mire a los ojos cuando hablo.

Que escuche mis tristezas y neurosis con paciencia

y aún cuando no comprenda,

respete mis sentimientos.

Necesito de alguien

que venga a luchar a mi lado sin ser llamado.

Alguien lo suficientemente amigo

para decirme las verdades que no quiero oír,

aún sabiendo que puedo irritarme.

Por eso, en este mundo de indiferentes,

necesito de alguien que crea

en esa cosa misteriosa, desacreditada, casi imposible:

la amistad.

Que se obstine en ser leal, simple y justo.

Que no se vaya si algún día pierdo mi oro

y no pueda ser más la sensación de la fiesta.

Necesito de un amigo

que reciba con gratitud mi auxilio, mi mano extendida,

aún cuando eso sea muy poco para sus necesidades.

No pude elegir a quienes me trajeron al mundo,

pero puedo elegir a mi amigo.

En esta búsqueda empeño mi propia alma,

pues con una amistad verdadera,

la vida se torna más simple, más rica y más bella…

 

Charlie Chaplin

Colaboración de Ana María Zacagnino  ( 2.002 )

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No temas

Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mi mismo.
Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.
Temía lo que la gente opinara de mí,
hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mi.
Temía que me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mi mismo y en Dios.
Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.
Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mi mismo.
Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.
Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.
Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa
necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.
Hagamos que nuestras vidas cada día tengan mas vida
y si nos sentimos desfallecer no olvidemos que al final siempre hay algo más.
 
Envió:  Jenny Gaytán
 

Busca reflexiones anteriores en: http://busca.valores.org

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