El ayuno y las tentaciones de Jesús

Reflexión sobre la lectura del Santo Evangelio según San Mateo ( 4, 1-11 )
En la narración de las tentaciones son utilizados dos símbolos muy importantes para los judíos: el desierto, camino de discernimiento y encuentro con uno mismo y con Dios; y los cuarenta días, tiempo de purificación. Así, pudiéramos decir que este caminar de Jesús a través del desierto le sirvió para enfrentar las tentaciones que pudieran haberle estorbado para cumplir su vocación como hijo de Dios y salvador de los hombres. En este caminar, Jesús busca responder con las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad a las tentaciones que el demonio le fue  planteando en su discernimiento personal. De esta manera pudiéramos explicar la aplicación que Jesús hizo de sus virtudes:
 
Caridad No Sólo De Pan Vive El Hombre
La caridad o mejor conocido como el amor, es la capacidad de vivir para los demás y amar a Dios en los demás. Cuando Jesús no transforma esas piedras en panes, estaba dejando claro que él no quería usar los dones que Dios le había dado para sí mismo. Que él sólo podía vivir para los demás. Más tarde sí multiplicará los panes, pero no sería para él mismo sino para toda esa multitud que lo rodeaba y estaba hambrienta.
Cada uno de nosotros tiene diferentes dones y virtudes que Dios le ha dado. Sin embargo, hoy la sociedad nos invita a que nos sirvamos de ellos para beneficiarnos sólo nosotros. De esta manera, estamos convirtiendo todas las oportunidades que tenemos para vivir mejor nosotros pero pocas veces para que los demás vivan mejor. Como jóvenes estamos llamados a compartir nuestros dones y virtudes, y no quedarnos encerrados en nuestros propios círculos sin ayudar a aquellos que más lo necesitan.
 
Fe Adorarás Al Señor Tu Dios Y Sólo A Él Darás Culto
Jesús defiende la fe en su Padre y no se deja llevar por falsos dioses que le prometen cosas que pronto terminarán por robarle su libertad. Una fe firme le ayuda a Jesús a decidirse con claridad sobre sus convicciones para no dejarse llevar por las ofertas que le hacía el demonio.
¿Cuántas invitaciones recibimos los jóvenes, que nos invitan a dejarlo todo por seguirlas? El consumismo es el principal de todos, pero también está el indiferentismo, la flojera, el alcohol, la droga, el sexo como “falsos dioses” que ponen a prueba nuestra fe y que exigen de nosotros una convicción firme en Dios, única persona que ha dado su vida por nosotros.
 
 
 
Esperanza No Tentarás Al Señor Tu Dios.
El demonio le pide a Jesús poner sus esperanzas en falsas interpretaciones de la Sagrada Escritura. Sin embargo, Jesús sabe que nuestra esperanza en Dios tiene que ir acompañada de nuestra responsabilidad. Es decir, Dios nos ayuda con su gracia, pero nosotros tenemos que poner nuestra voluntad para alcanzar la felicidad que Dios nos ofrece.
El demonio le estaba pidiendo a Jesús que no fuera responsable y le dejara todo a Dios. Hoy nos invitan constantemente a dejar a un lado nuestra responsabilidad y poner nuestras esperanzas en falsas realidades que no nos llevarán a la verdadera felicidad.
Así, en la sexualidad nos dicen que no importa cómo la vivamos, lo importante es protegernos. Nos piden que pongamos nuestra esperanza en lo que tenemos, pero nos damos cuenta que eso tampoco nos hace felices. Nos dicen que el placer egoísta esta bien, que Dios lo creó, pero no se nos dice que lo creó como fruto del amor y de la donación de uno mismo.
 
Propósito
En este inicio de la cuaresma, podríamos comenzar por “ponerle nombre” a las tentaciones que más nos acechan en nuestra vida y nos alejan del camino que Jesús nos ha marcado hacia el encuentro con su Padre. Esto es muy importante, pues así sabremos que no luchamos contra algunas ideas abstractas o “falsos demonios” sino contra actitudes concretas que nos impiden vivir plenamente como cristianos.
 
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )
 

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La cruz de cada día

Cuaresma - Jueves después de Ceniza ( 14 de febrero 2002 ) 
I. En el Evangelio de la Misa, Cristo nos habla: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame (Lucas 9, 23). El Señor se dirige a todos y habla de la Cruz de cada día.
Son palabras dichas a todos los hombres que quieren seguirle, pues no existe un Cristianismo sin Cruz, para cristianos flojos y blandos, sin sentido del sacrificio. Uno de los síntomas más claros de que la tibieza ha entrado en el alma es precisamente el abandono de la Cruz.. Por otra parte, huir de la cruz es alejarse de la santidad y de la alegría; porque uno de sus frutos es precisamente la capacidad de relacionarse con Dios y con los demás, y también una profunda paz, aún en medio de la tribulación y de dificultades externas. No olvidemos pues, que la mortificación está muy relacionada con la alegría, y que cuando el corazón se purifica se torna más humilde para tratar a Dios y a los demás.
 
II. La Cruz del Señor, con la que hemos de cargar cada día, no es ciertamente la que producen nuestros egoísmos, envidias o pereza. Esto no es del Señor, no santifica. En alguna ocasión encontraremos la Cruz en una gran dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en un desastre económico, en la muerte de un ser querido. Sin embargo, lo normal será que encontremos la cruz de cada día en pequeñas contrariedades en el trabajo, en la convivencia; en un imprevisto que no contábamos, planes que debemos cambiar, instrumentos de trabajo que se estropean, molestias por el frío o calor, o el carácter difícil de una persona con la que convivimos. Hemos de recibir estas contrariedades con ánimo grande, ofreciéndolas al Señor con espíritu de reparación, sin quejarnos: nos ayudará a mejorar en la virtud de la paciencia, en caridad, en comprensión: es decir, en santidad. Además experimentaremos una profunda paz y gozo.
 
III. Además de aceptar la cruz que sale a nuestro encuentro, muchas veces sin esperarla, debemos buscar otras pequeñas mortificaciones para mantener vivo el espíritu de penitencia que nos pide el Señor. Unas nos facilitarán el trabajo, otras nos ayudarán a vivir la caridad. No es preciso que sean cosas más grandes, sino que se adquiera el hábito de hacerlas con constancia y por amor de Dios.
Digámosle a Jesús que estamos dispuestos a seguirle cargando con la Cruz, hoy y todos los días.
 
Extraído de Meditar del portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )
 

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Conversión y penitencia

Miércoles de Ceniza ( 13 de Febrero 2002 )
El camino al que nos invita la Cuaresma se realiza, ante todo, con la oración:  en estas semanas, las comunidades cristianas deben transformarse en auténticas "escuelas de oración". Otro objetivo privilegiado es acercar a los fieles al sacramento de la reconciliación, para que cada uno pueda "redescubrir a Cristo como mysterium pietatis, en el que Dios nos muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia plenamente consigo" (Novo millennio ineunte, 37).
 
Juan Pablo II. Homilía del Miércoles de Ceniza (28 de febrero de 2001)
 
I. Comienza la Cuaresma, tiempo de penitencia y de renovación interior para preparar la Pascua del Señor (CONCILIO VATICANO II, Sacrosantum Concilium). La liturgia de la Iglesia nos invita sin cesar a purificar nuestra alma y a recomenzar de nuevo.
En el momento de la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: Acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir (Génesis 3, 19). Y sin embargo, a veces olvidamos que sin el Señor no somos nada. Quiere el Señor que nos despeguemos de las cosas de la tierra para volvernos a Él.
Jesús busca en nosotros un corazón contrito, conocedor de sus faltas y pecados y dispuesto a eliminarlos. También desea un dolor sincero de los pecados que se manifestará ante todo en la Confesión sacramental.
El Señor nos atenderá si en el día de hoy le repetimos de corazón: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
 
II. La verdadera conversión se manifiesta en la conducta: en el trabajo, hecho con orden, puntualidad e intensidad; en la familia, mortificando nuestro egoísmo y creando un ambiente más grato en nuestro entorno; y en la preparación y cuidado de la Confesión frecuente.
El Señor también nos pide hoy una mortificación más especial, que ofrecemos con alegría: la abstinencia y el ayuno; también la limosna que, ofrecida con un corazón misericordioso, desea llevar consuelo a quien pasa necesidad. Cada uno debe hacerse un plan concreto de mortificaciones para ofrecer al Señor diariamente esta Cuaresma. Para hacerlo, tengamos en cuenta que deben ser “mortificaciones que no mortifiquen a los demás, que nos vuelvan más delicados, más comprensivos, más abierto a todos” (J, ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa)
 
III. San Pablo (2 Corintios, 5) nos dice que éste es un tiempo excelente que debemos aprovechar para una profunda conversión. Podemos estar seguros que vamos a estar sostenidos por una particular gracia de Dios, propia del tiempo litúrgico que hemos comenzado. “Tiempo para que cada uno se sienta urgido por
Jesucristo. Para que los que alguna vez nos sentimos inclinados a aplazar esta decisión sepamos que ha llegado el momento. Para que los que tengan pesimismo, pensando que sus defectos no tienen remedio, sepan que ha llegado el momento. Comienza la Cuaresma; mirémosla como un tiempo de cambio y de esperanza” (A.Mª. GARCÍA DORRONSORO, Tiempo para creer)
 
Extraído de Meditar del portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )
 

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Palabra eterna

Una palabra eterna

Comentario de Encuentra
I. Leemos en el Evangelio de la Misa esta expresión del Señor: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lucas 21, 33).
Permanecerán porque fueron pronunciadas por Dios para cada hombre, para cada mujer que viene a este mundo. Jesucristo sigue hablando, y sus palabras, por ser divinas, son siempre actuales. Toda la Escritura anterior a Cristo adquiere su sentido exacto a la luz de la figura y de la predicación del Señor. Él es quien descubre el profundo sentido que se contiene en la revelación anterior. Los judíos que se negaron a aceptar el Evangelio se quedaron como con un cofre con un gran tesoro adentro, pero sin la llave para abrirlo. Desde siempre la Iglesia ha recomendado su lectura y meditación, principalmente del Nuevo Testamento, en el que siempre encontramos a Cristo que sale a nuestro encuentro. Unos pocos minutos diariamente nos ayudan a conocer mejor a Jesucristo, a amarle más, pues sólo se ama lo que se conoce bien.
II. Cuando en el Evangelio de la Misa leemos hoy que el cielo y la tierra pasarán, pero no sus palabras, nos señala de algún modo que en ellas se contiene toda la revelación de Dios a los hombres: la anterior a su venida, porque tiene valor en cuanto hace referencia a Él, que la cumple y clarifica; y la novedad que Él trae a los hombres, indicándoles con claridad el camino que han de seguir. Jesucristo es la plenitud de la revelación de Dios a los hombres.
Cuántas veces hemos pedido a Jesús luz para nuestra vida con las palabras –Ut videam!, Que vea, Señor- de Bartimeo: o hemos acudido a su misericordia con las del publicano: ¡Oh Dios, apiádate de mí que soy un pecador! ¡Cómo salimos confortados después de ese encuentro diario con Jesús en el Evangelio!
III. Cuando la vida cristiana comienza a languidecer, es necesario un diapasón que nos ayude a vibrar de nuevo. ¡Cuántas veces la meditación de la Pasión de Nuestro Señor, ha sido como una enérgica llamada a huir de esa vida menos vibrante, menos heroica! No podemos pasar las páginas del Evangelio como si fuera un libro cualquiera. Su lectura, dice San Cipriano, es cimiento para edificar la esperanza, medio para consolidar la fe, alimento de la caridad, guía que indica el camino... (Tratado sobre la oración). Acudamos amorosamente a sus páginas, y podremos decir con el Salmista: Tu palabra es para mis pies una lámpara, la luz de mi sendero (Salmo 118, 105).
Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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Naturalidad y sencillez

Comentario de Encuentra
 
I. Toda la vida de María está penetrada de una profunda sencillez. Su vocación de Madre del Redentor se realizó siempre con naturalidad. En ningún momento de su vida buscó privilegios especiales: “María Santísima, Madre de Dios, pasa inadvertida, como una más entre las mujeres de su pueblo. Aprende de Ella a vivir con naturalidad” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino).
La sencillez y naturalidad hicieron de la Virgen, en lo humano, una mujer especialmente atrayente y acogedora. Su Hijo, Jesús, es el modelo de la sencillez perfecta, durante los treinta años de vida oculta, y en todo momento. El Salvador huye del espectáculo y de la vanagloria, de los gestos falsos y teatrales; se hace asequible a todos: a los enfermos y a los desamparados, a los Apóstoles y a los niños. La humildad es una virtud necesaria para el trato con Dios, para la dirección espiritual, para el apostolado y la convivencia.
 
II. La sencillez exige claridad, transparencia y rectitud de intención, que nos preserva de tener una doble vida, de servir a dos señores: a Dios, y a uno mismo. Requiere de una voluntad fuerte, que nos lleve a escoger el bien. El alma sencilla juzga de las cosas, de las personas y los acontecimientos según un juicio recto iluminado por la fe, y no por las impresiones del momento (I. CELAYA, Sencillez). En la lucha ascética hemos de reconocernos como en realidad somos y aceptar las propias limitaciones, comprender que Dios las abarca con su mirada y cuenta con ellas. En la convivencia diaria, toda complicación pone obstáculos entre nosotros y los demás, y nos aleja de Dios. La sencillez es consecuencia de la “infancia espiritual”, a la que nos invita el Señor especialmente en estos días que contemplamos el Nacimiento. En verdad os digo que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos (Mateo 18, 2-3).
 
III. La sencillez y naturalidad son virtudes extraordinariamente atrayente, pero difíciles a causa de la soberbia, que nos lleva a tener una idea desmesurada de nosotros mismos, y a querer aparentar ante los demás por encima de los que somos y tenemos. La pedantería, la afectación, la jactancia, la hipocresía y la mentira se oponen a la sencillez, y por tanto, a la amistad; son un verdadero obstáculo para la vida de familia. Para ser sencillos es preciso cuidar la rectitud de intención en nuestras acciones, que deben estar dirigidas a Dios. Lo aprenderemos si contemplamos a la Sagrada Familia, en medio de su vida corriente. Pidámosles que nos haga como niños delante de Dios.
 Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com   ( año 2.002 )
 

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Jesús, nuestro maestro

Comentario de Encuentra
 
I. El Señor nunca se opuso a que el pueblo le llamase profeta y maestro (Mateo 21, 11), y a sus discípulos les decía: Vosotros me llamáis maestro y señor, y hacéis bien, porque lo soy (Juan 13, 13).
Con frecuencia Jesús utiliza la expresión: Yo os digo: es el Hijo de Dios quien habla. Jesús habla en nombre propio, (cosa que jamás había hecho ningún profeta), e imparte una enseñanza divina.
Nadie como Él ha señalado la verdad fundamental del hombre: su libertad interior y su intocable dignidad. Su doctrina nos ha sido transmitida, fidelísima y substancialmente completa, a través de los Evangelios.
Jesús es nuestro único Maestro: Junto a Él nos sentimos seguros. Siempre dice a cada uno lo que necesita oír. Leyendo el Evangelio unos minutos todos los días, con corazón leal, meditándolo despacio, uno se siente empujado a decir: Señor, sólo Tú tienes palabras de vida eterna (Juan 6, 68). Sólo Tú, Señor.
Examinemos cómo y con qué atención leemos el Evangelio.
 
II. Si después ha habido maestros y doctores en la Iglesia (Hechos 13, 1; Corintios 12, 28-29) ha sido porque Él los constituyó, subordinándolos a Él, repetidores y testigos de lo que han visto y oído (Hechos 10, 39). A través del Evangelio, tal como se lee en la Iglesia, nos llega como por un canal la Buena Nueva de Cristo. Tomar a Jesús como Maestro es tomarlo por guía, andar sobre sus huellas, buscar con afán su voluntad sobre nosotros, sin desalentarnos jamás por nuestras derrotas, de las que Él nos levanta y las convierte en victorias una y otra vez. Tomarle como Maestro es querer parecernos a Él: que los demás, al ver nuestro trabajo, nuestro comportamiento con la familia y con los extraños, puedan reconocer a Jesús.
Si meditamos el santo Evangelio, si le tratamos diariamente en la oración, nos pareceremos a Jesús, casi sin darnos cuenta.
 
III. Cristo tiene siempre algo que decirnos, a cada uno en particular, personalmente. Para oírle hemos de tener un corazón que sepa escuchar, un corazón atento a las cosas de Dios.
Nosotros hemos de pedirle ese corazón capaz de escuchar y entender las mociones del Espíritu Santo en nuestra alma, lo que nos dice a través del Magisterio de la Iglesia, esa doctrina que nos llega a través del Papa y de los obispos unidos a él, que requiere una respuesta práctica.
Dios también nos habla por medio de los acontecimientos, de las personas que nos rodean y de la dirección espiritual. Le pedimos a la Virgen un oído atento a la voz de Dios, aunque a veces use intermediarios.
Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )
 

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Vocación

Comentario de Encuentra sobre el Evangelio de Jn 1, 35-42
I. Cristo elige a los suyos, y este llamamiento es su único título.
Jesús llama con imperio y ternura. Nunca los llamados merecieron en modo alguno la vocación para la que fueron elegidos, ni por su buena conducta, ni por sus condiciones personales. Es más, Dios suele llamar a su servicio y para sus obras, a personas con virtudes y cualidades desproporcionadamente pequeñas para lo que realizarán con la ayuda divina.
El Señor nos llama también a nosotros para que continuemos su obra redentora en el mundo, y no nos pueden sorprender y mucho menos desanimar nuestras flaquezas ni la desproporción entre nuestras condiciones y la tarea que Dios nos pone delante. Él da siempre el incremento; nos pide nuestra buena voluntad y la pequeña ayuda que pueden darle nuestras manos.
II. La vocación es siempre, y en primer lugar, una elección divina, cualesquiera que fueran las circunstancias que acompañaron el momento en que se aceptó esa elección. Por eso, una vez recibida no se debe someter a revisión, ni discutirla con razonamientos humanos, siempre pobres y cortos. La fidelidad a la vocación es fidelidad a Dios, a la misión que nos encarga, para lo que hemos sido creados:     el modo concreto y personal de dar gloria a Dios.
El Señor nos quiere santos, en el sentido estricto de la palabra, en medio de nuestras ocupaciones, con una santidad alegre, atractiva, que arrastra a otros al encuentro con Cristo. Él nos da las fuerzas y las ayudas necesarias.
Que sepamos decirle muchas veces a Jesús que cuenta con nosotros, con nuestra buena voluntad de seguirle, allí donde nos encontramos;sin límites, ni condiciones.
III. El descubrimiento de la personal vocación es el momento más importante de toda la existencia. De la respuesta fiel a esta llamada depende la propia felicidad y la de otros muchos, y constituye el fundamento de otras muchas respuestas a lo largo de la vida. Esforzarse para crecer en la santidad, en el amor a Cristo y a todos los hombres por Cristo es asegurar la fidelidad y, por tanto, la alegría, el amor, una vida llena de sentido.
Hemos de hacer como San Pablo cuando Cristo se metió en su vida: se entregó con todas sus fuerzas a buscarle, a amarle y a servirle.
Extraído de evangelio del Portal Católico www.encuentra.com  ( 2.002 )
 

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Navidad solidaria

Jóvenes misioneros salieron a la calle

Acompañaron a quienes estuvieron solos en la Nochebuena

Recorrieron los barrios porteños repartiendo pan dulce entre médicos, guardias o policías. El objetivo fue brindar una alegría a quienes estuvieran solos en la noche del 24

Son las dos de la mañana. Un auto repleto de jóvenes se detiene en la estación de servicio situada en la Avenida del Libertador y Salguero. «Uf, otro grupo de borrachos», piensa una de las empleadas, resignada sin embargo a llenar el tanque con nafta.

Pero no es el caso. El auto frena y bajan dos jóvenes que en lugar de pedirle gasolina le ofrecen un pan dulce y una oración.

«La mujer se emocionó hasta las lágrimas. Verdaderamente, le alegramos la noche por las innumerables gracias que nos dijo al despedirnos», comentó satisfecha a LA NACION Mariana Cremona, que pertenece al grupo misionero Pura Vida.

Durante la Nochebuena -en rigor ayer, a partir de las 2 de la madrugada- un grupo de 150 jóvenes católicos de entre 18 y 25 años recorrió las calles de Buenos Aires ofreciendo pan dulce y esperanza a personas que estaban pasando la Navidad en soledad.

El objetivo fue acompañarlos y darles una alegría.

El grupo de misioneros Pura Vida, con el apoyo del Movimiento de Schoenstatt, fue el que organizó esta pequeña misión que bautizó «Una Navidad para todos».

A las 2 de la mañana, los jóvenes se juntaron en la sede de Confidentia (Schoenstatt), en Riobamba y avenida Santa Fe. Luego salieron en grupo de cuatro o cinco -a pie o en auto- y se dividieron la ciudad por zonas.

Repartieron saludos, turrones y pan dulce por las estaciones de Retiro, Once y Constitución. Recorrieron hospitales, plazas y comisarías de Recoleta, Retiro, Palermo, Belgrano y Montserrat. Luego, a las 5, se agruparon nuevamente en Confidentia para celebrar una misa.

Alegría de dar

Los jóvenes transmitieron convicción al compartir lo que vivieron.

«La experiencia es increíble. La gente se sorprende. Para mí es una manera original y nueva de vivir la Navidad», expresó Cremona.

«Me gusta alegrar la noche a otros. Y pienso que si todos nos acostumbrásemos a hacer pequeños gestos de entrega con más frecuencia, las cosas podrían andar mucho mejor», explicó Sara Brugnoli.

Pero por supuesto que no todo fue fácil. Clara Juliano, otra de las participantes, comentó que un hombre de la calle fue muy agresivo con ella. «Te exponés a reacciones de ese tipo», confesó.

Familia ampliada

Estos jóvenes están convencidos de que la Navidad en familia no se acaba con la cena compartida con sus padres, hermanos y esposos.

También existe una familia más amplia con la que es importante compartir el saludo de paz: la gente de la calle, los enfermos, los policías, los bomberos, los guardias de edificios o los médicos que trabajaron en soledad el 24 a la noche.

«Este es el segundo año que lo hacemos. Me sorprendió cuánta más gente se sumó este año (de 100 que convocaron en el 2000, se presentaron 150, esta vez). Además hubo mayor predisposición de las empresas para donar pan dulce», concluyó, visiblemente contenta, Cremona.

Agustina Lanusse

Nota publicada en La Nación del 26 de Diciembre de 2001

 

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Gracias Dios mío

Porque en este año me diste la oportunidad de tener las puertas de mi alma abiertas para que entrara el amor…

Porque las ventanas de mi mente estuvieron abiertas para recibir a la sabiduría…

Porque las paredes de mi corazón las envolviste con esa alegría que se necesita para poder vivir…

VIVIR…EXISTIR…SENTIR…el amor en cada resquicio de mi SER…

Por eso elevo mi pensamiento hacia ti Señor y te digo: «Gracias Dios Mío».

Por la oportunidad que me diste de varias veces renacer… Ojalá un día, Señor, podré, de corazón, retribuir y merecer la confianza que me tienes.

Gracias Dios Mío por la bendición de poder existir.

Y en este nuevo año con tus bendiciones humildemente pido …

Que mis verdaderas amistades continúen eternas

y siempre tengan un lugar especial en mi corazón.

Que mis lágrimas sean pocas y compartidas.

Que mis alegrías estén siempre presentes y sean festejadas por todos.

Que el cariño este presente con un simple hola! o en cualquier frase.

Que los corazones estén siempre abiertos

para nuevas amistades, nuevos amores, nuevas conquistas.

Que las cosas pequeñas como la envidia o el desamor,

sean extinguidas de nuestras vidas.

Que aquel que necesite ayuda encuentre en mi

la reconfortante palabra amiga.

Que la verdad este siempre por encima de todo.

Que el perdón y la comprensión

superen las amarguras y desavenencias.

Que este, nuestro pequeño mundo virtual sea cada vez más humano.

Que todo lo que soñamos se transforme en realidad.

Que el amor por el prójimo sea una de nuestras metas.

Que la larga jornada de los próximos 365 días

este saturada de buenas obras.

Gracias por otorgarme el maravilloso privilegio de contar con tu amor, tu cariño y tu amistad, ojalá y la vida continúe regalándome estos momentos que a tu lado son tan bellos.

Un abrazo, un besito y un recordatorio de que siempre cuentas conmigo.

Besos y Abrazos

Ana María

 
Colaboración de Ana María Zacagnino
Enero 2.002

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Confía en mí

Yo hago milagros en la medida en que tú te abandonas a mí
y de acuerdo a la fe que me tienes.
Así que no te preocupes, dame tus frustraciones y duerme en paz,
y siempre dime : “ Jesús, yo confío en ti ”
y verás grandes milagros.
Te lo prometo con todo mi amor.
 
Jesús
 
 
Ahora que has leído este mensaje,
envíalo a todas las personas que consideres tus amigos.
Si no lo haces, simplemente ellos se perderán la bendición
de que les recuerden algo tan importante.
No tendrás mala suerte, porque la suerte no es algo ordenado por Dios; simplemente habrás dejado de compartir algo “realmente importante” con los demás.
 
Colaboración de Ana María Zacagnino  ( 2.002 )

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Llega la Navidad, recibamos a Jesús

Gracias a Dios, llegó un poco de calma a nuestros corazones después de tantas emociones traumáticas. Aprovechemos esta tranquilidad para acercar nuestro espíritu a Jesús, para estar mejor preparados para darle nuevamente la bienvenida a nuestras almas. Que el señor nos ayude a purificar nuestros pensamientos y nuestras acciones. Que nos permita ver las situaciones a través de los anteojos del amor, el respeto, la tolerancia, el perdón, la humildad y el afecto.

Si tuviéramos que recomponer una relación con alguien, este es un buen momento para hacerlo. Si podemos acercarnos a alguien que necesite afecto, no dudemos en brindarlo. Si queremos sentirnos cerca de nuestros amigos, un mail o un llamado nos darán esa oportunidad.

Que lindo sería si todos pudiésemos abrir nuestros corazones y dejásemos que se bañen de amor a nuestros prójimos. Ojalá que podamos ser capaces de expresar ese amor. Que podamos pedir perdón o aceptar un pedido de disculpas. La decisión es nuestra. Podemos recibirlo a Jesús sintiendo su presencia en nuestros espíritus. Podemos darle gracias por acompañarnos y guiarnos. Podemos encomendarle que acompañe a nuestros seres queridos que ya han partido, y podemos decirle que nos gustaría recibir su paz, para que como él, podamos iluminar las vidas de quienes nos rodean.

Agradezco muchísimo los mensajes que me enviaron en estos días con sus mejores deseos para estas fiestas. Hoy quiero compartir esos buenos deseos con todos Uds. Les deseo a todos una Feliz Navidad.

Con mucho amor, Javier

24 de Diciembre 2001