Mensajes de San Nicolás

Entre el primer mensaje del 13 de Octubre de 1983 hasta el último del 11 de Febrero de 1990, se cuenta un total de 1.800. Entre los temas sobresalientes, Dios –se nos dice- quiere renovar la Alianza de amor con su pueblo, por medio de María. Ella es el Arca de la Nueva Alianza.

…De pronto la Virgen se hace manifiestamente accesible a todos.”No soy inalcanzable como muchos creen. Que extiendan su mano y me alcanzarán. Basta desearlo.” Ella viene a hablar a todos los hijos, a los más perjudicados e indefensos ante este mundo desacralizado, dividido, degradado, gobernado por el espíritu de Satanás. Ella habla a los niños, a los jóvenes…La preocupación de la Virgen y del Señor es, sobre todo, por la juventud, que es víctima de las tentaciones del mundo, de la vida fácil, del hedonismo, de la moda blasfema e impúdica, de la música satánica, del sexo, el alcohol y la drogadicción. Es, como lo expresa la Virgen en sus mensajes, toda la humanidad la que está contaminada. Pero Dios quiere que todos los hombres se salven. “El Señor quiere que todos gocen de su Reino.” Estas manifestaciones, entonces, como las otras apariciones también, son un camino para la venida del Señor. El hombre, con su pecado e infidelidad, ha quebrado –nuevamente- la Alianza con Dios. María es enviada para reestablecer aquella Alianza. Es la misión, la obra, la tarea evangelizadora de la Virgen.

…Un lugar importante entre los mensajes lo ocupa, además, el tema del Santuario. El Santuario es querido por la Santísima Virgen para reunir a su hijos, para consolarlos, guiarlos, protegerlos. Es lugar de purificación y sede de su presencia.”Esa casa que será de paz y sosiego, lugar donde acunaré a millares de mis hijos, que vendrán en busca de amor. Asistiré a los enfermos, a los caídos, a todo hijo perteneciente a la gran familia de Dios. Porque mi misión es atender al rebaño del Señor.”( 2-2-1985 )

Otro signo visible pedido por la Virgen es la medalla que hizo acuñar. Es un recuerdo y un vínculo con María y la Santísima Trinidad, fuente de gracias según Ella ha prometido. La Virgen ha venido a restaurar la fe, a curar a su hijos enfermos en el espíritu y en el cuerpo. A enseñarnos y decirnos que la restauración de la fe pasa por una lucha. El combate contra el mal, contra el demonio. No es suficiente odiar el mal, es necesario amar el bien. Y sólo se ama el bien amando a Dios y al hermano. Ella nos ofrece los medios para combatir: el rosario y la oración en general.”¡Qué importante es la oración para el Señor!…El Señor escucha el santo rosario como si fuera mi voz…” Nos pide la conversión, la penitencia que está íntimamente vinculada a la conversión, la Palabra de Dios, la eucaristía. “La eucaristía es para ti –le dice a Gladis- el amor, la fuerza y la vida…Te ha alimentado el alimento más preciado.” Pide que adoremos el misterio de Amor y nos invita a la comunión diaria.

Los mensajes de San Nicolás, como los de otras apariciones, son llamados, para todos, a caminar hacia Dios, a ser Iglesia, a seguirlo a Jesús. “No volváis al camino de donde os he sacado, seguid al Señor.” Pero seguirlo a Jesús es hacer lo que Él hizo, ser uno con el Padre, ser uno con Él, vivir en estrecha, íntima, indisoluble comunión. Seguirlo a Jesús es llevar la Buena Noticia del Reino, que Dios ama al hombre, que sólo Dios perdona y salva. “Id y evangelizad, no os fijéis donde – le dice el Señor a Gladis el 30 de Diciembre del 89 – en el lugar donde estéis. Evangelizad a vuestros hermanos, que nada conocen de la Palabra de Dios. Evangelizad.” Nos llama al amor fraterno y activo. “Hijos míos, acercaos al Señor socorriendo al humilde, al pobre, porque Cristo Jesús también os hará conocer la riqueza por medio de la humildad y la pobreza. El que ame el bien que se aparte del mal, aquel que desee la felicidad, que dé felicidad. Obrando de esta manera sois fieles al Señor.”

Nos pide la consagración a Dios a través de su Inmaculado Corazón. El corazón humano de Jesús fue engendrado en el cuerpo de maría, pero el Corazón de María fue formado espiritualmente por Jesús…Consagrarse es vivir el misterio del amor, es vivir en Dios, es aceptar su misericordia que nos salva.

Los mensajes son, en definitiva, mensajes de amor y esperanza. Sin embargo no falta la dimensión de la urgencia de la conversión ante las amenazas que el pecado hace pesar sobre la humanidad. “No perdáis tiempo porque llega la noche. Sabed aprovechar de vuestro tiempo cuando aún es de día. Deseo veros trabajando para mi causa…Son muy pocos aquellos que distinguen la importancia de este momento para la humanidad…Vivid este tiempo de gracia, vividlo plenamente y así no temeréis la noche…Oración, ayuno, penitencia y sobre todo conversión. Eso pido de mis hijos.”

Si pensáis que en el llamado hay urgencia, os digo, es verdad. Hay urgencia. Convenceos que es así, porque vendrán los días en que el culpable cargará con su culpa y el inocente verá la gloria de Dios.”

Pero fundamentalmente, la Virgen en San Nicolás viene para prepararnos para la segunda venida de Jesús, la Parusía. “La venida del Señor es inminente y aunque no conozcamos ni el día ni la hora, debemos estar igualmente preparados.” En los mensajes de la Navidad del 88 y del 28 de Abril de 1989, nos dice María: “Vino Jesús al mundo por amor y su segunda venida será también por amor, para gloria suya. Abrid vuestros corazones y dejadlo entrar. Acompañad a Jesucristo a beber de su cáliz. Abrid las puertas de vuestro corazón; preparad vuestro espíritu para que podáis recibir un día la gloriosa venida de mi hijo.

Los mensajes están penetrados de profunda esperanza y de un horizonte de paz en el futuro… La Virgen nos recuerda que Dios nos hizo libres y que la Salvación depende de nuestra elección. “Digo a mis hijos; alejaos de la noche sombría, pronto despuntará la aurora. Dejaos preparar en este tiempo por vuestra madre. Introducid vuestros corazones en esta arca enviada por Jesús.”

Extraído del libro “María nos está llamando – Un mensaje para estos tiempos”

escrito por Justo Antonio Lofeudo y publicado por Editorial Lumen.

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Hechos de San Nicolás

El 25 de Septiembre de 1983 se le aparece la Virgen a la Sra. Gladys Motta, por primera vez. Ello ocurre a más de doscientos kilómetros de Buenos Aires, en la ciudad de San Nicolás, a la ribera del Paraná, en un lugar humilde de la periferia llamado El Campito. La vidente en esa época tiene 46 años y es de vida discreta. Es una persona reservada, normal, sencilla. Cursó la escuela primaria hasta cuarto grado. Tiene dos hijas, es abuela. Su esposo es jubilado y trabajó como obrero metalúrgico. La vida actual de Gladys es de discreción y de oración.

Nunca antes de entonces, tuvo experiencias de fenómenos extraordinarios. No las tuvo hasta el día anterior, el 24, en que se ilumina el rosario de su habitación.

La Virgen se aparece como Nuestra Señora del Rosario, y lo hace justamente en el momento que Gladys está rezándolo. Entre los brazos lleva al Niño. Se ve su rostro por momentos alegre, por momentos triste.

El 7 de Octubre pide que allí se erija un Santuario como signo de su presencia. Este Santuario ha de ser fuente de gracias, desde donde la Madre ha de bendecir a sus hijos.

El 15 de Noviembre la Virgen da el primer mensaje, no personal, para que se difunda a todos sus hijos.

El día 17 la señora Gladys echa agua bendita sobre la Aparición. La Santísima Virgen sonríe y le da palabras de esperanza.

El 27 de Noviembre, fiesta de la Medalla Milagrosa y primer día de la novena a San Nicolás, Gladys encuentra una imagen de la Virgen, de idéntica advocación que la aparición, en el campanario de la Catedral. La Virgen le dice: “Quiero estar en la ribera del Paraná”. Esa imagen había sido bendecida en 1884, por el papa León XIII.

La Virgen también dice a la Vidente que la tenían olvidada, pero que ahí –mediante el hallazgo- se reencuentra con los suyos. El hecho en sí representaba no sólo la realidad de su reaparición y su deseo de permanecer en esa tierra, a orillas del Paraná, sino el de recuperar sus derechos de patronazgo de la región. Así lo confirma en los mensajes del 27 de Noviembre y del 4 de Diciembre de 1983. “Me instalaré en medio de vosotros.” “Éste es mi lugar.” De ese modo la imagen olvidada reconquista su lugar y su devoción.

Pero la serie de mensajes – que al inicio parecen seguir una frecuencia irregular y que luego serán dados los días 25 – ( igual que en Medjugorje ) comienzan con el de Nuestro Señor Jesucristo, el día 17 de Noviembre de 1983, en el que expresa! “¡Regocijaos en mí, queridos hijos míos, os esperan días gloriosos!

En la Semana Santa, Gladys recibe los estigmas de la pasión del Señor.

En Noviembre de 1984, la vidente escribe cómo ve a la Virgen: “Es de una belleza nada fácil de describir. Pero es hermosa y en Ella van juntas la Humildad, la Fuerza, la Pureza y el Amor. Así con mayúsculas. Porque todo el amor del mundo, creo, no cubre el amor que Ella siente por sus hijos.

Cuando ordena siento la fuerza que hay en Ella. Cuando da consejos, siento su amor maternal. Y cuando me dice que sufre, por esos hijos alejados del Señor, me trasmite su tristeza. Todo esto deja en mí esta maravillosa Madre, a quien venero y a quien he consagrado mi vida.”

Desde el inicio el párroco de la Catedral – y actual guía espiritual de la vidente -, el Padre Pérez conoce el hecho. Y actúa con prudencia. Con la llegada como obispo del lugar de Mons. Domingo S. Castagna, la iglesia asume el culto que nació en torno a la aparición, y lo guía, El Obispo antes hubo de formar una comisión teologal, la que determinó que no había ningún error de doctrina; así también como una comisión de médicos, psicólogos y psiquiatras quienes también verificaron que no habían manifestaciones patológicas ni alucinaciones de parte de la vidente. Antes bien, constataban que se trataba de una persona sincera, realista, discreta.

El santuario pedido por la Virgen –y señalado el lugar exacto donde debía erigirse desde el cielo- está actualmente en vías de construcción. Se está levantando con el aporte de los fieles y seguramente llevará aún varios años antes de su conclusión. La disposición del mismo y la capacidad es de acuerdo con los pedidos de la misma Virgen.

Extraído del libro “María nos está llamando – Un mensaje para estos tiempos”

escrito por Justo Antonio Lofeudo y publicado por Editorial Lumen.

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Jesús nos espera en el Cielo

La Ascensión

I. Los discípulos al ver al Resucitado, le adoraron (Mateo 18, 17). Son profundamente conscientes, de lo que ya, mucho tiempo antes, tenían en el corazón y habían confesado: que su Maestro es el Mesías. Jesús confirma la fe de los que le adoran, y les enseña que el poder que van a recibir deriva del propio poder divino….es el poder del mismo Cristo que se prolonga en la Iglesia. Ésta es la misión de la Iglesia: continuar por siempre la obra de Cristo, enseñar a los hombres las verdades acerca de Dios y las exigencias que llevan consigo esas verdades, ayudarles con la gracia de los sacramentos….

Les dice Jesús: recibiréis al Espíritu Santo que descenderá sobre nosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. Y después de decir esto, mientras miraban, se elevó, y una nube los ocultó a sus ojos. (Hechos 1, 7).

La Ascensión del Señor a los cielos es un misterio redentor, que constituye, con la Pasión, la Muerte y la Resurrección, el misterio pascual.

II. La Ascensión fortalece y alienta nuestra esperanza de alcanzar el Cielo y nos impulsa constantemente a levantar el corazón con el fin de buscar las cosas de arriba. Ahora nuestra esperanza es muy grande, pues el mismo Cristo ha ido a prepararnos una morada (Juan 14, 2). El Señor se encuentra en el Cielo con su Cuerpo glorificado, con las huellas de la Pasión que pudo contemplar Tomás. La Humanidad Santísima del Señor tiene ya en el Cielo su lugar natural, pero Él, que dio su vida por cada uno, nos espera allí. Vivimos ya como ciudadanos del cielo (Felipe 3, 20), siendo plenamente ciudadanos de la tierra, en medio de dificultades, de injusticias, de incomprensiones, pero también de la alegría y serenidad que da el saberse hijos de Dios.

III. El Señor en un alarde de amor se ha ido y se ha quedado; se ha ido al Cielo y se nos entrega como alimento en la Hostia Santa (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER. Es Cristo que pasa ). Los ángeles dicen a los Apóstoles que es hora de comenzar la inmensa tarea que les espera, que no se debe perder un instante. Con la Ascensión termina la misión terrena de Cristo y comienza la de sus discípulos, la nuestra. El Señor quiere que cada uno en su lugar continúe la tarea de santificar al mundo, para mejorarlo y ponerlo a sus pies: las almas, las instituciones, las familias, la vida pública. Los que se relacionan con nosotros nos han de ver leales, sinceros, alegres, trabajadores, cumpliendo con rectitud nuestros deberes y actuando como hijos de Dios. Los Apóstoles marcharon a Jerusalén en compañía de Santa María. Junto a Ella esperan la llegada del Espíritu Santo. Nosotros nos preparamos para la fiesta de Pentecostés muy cerca de Nuestra Señora

Extraído de Meditar ( Mayo 2001 ) del Portal Católico www.encuentra.com

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El Papa habla de los atentados

En sus 23 años de pontificado, Juan Pablo II nunca había presidido una audiencia general como la de este miércoles 12 de septiembre, en la que quiso recordar a los muertos y heridos de los atentados contra Nueva York y Washington del martes pasado, afirma la agencia ZENIT desde Roma.

Con voz conmovida, el Pontífice exclamó ante los más de quince mil peregrinos: “Ayer fue un día oscuro en la historia de la humanidad, una terrible afrenta contra la dignidad del hombre”. Y pidió a los presentes que evitaran los aplausos. Se le veía turbado y así lo confesó: “Nada más recibir la noticia, seguí con participación intensa el desarrollo de la situación, elevando al Señor mi intensa oración”.

“¿Cómo pueden verificarse episodios de tan salvaje crueldad?”, se preguntó. “El corazón del hombre es un abismo del que emergen en ocasiones designios de inaudita ferocidad -respondió-, capaces en un momento de trastornar la vida serena y laboriosa de un pueblo”.

Pero la fe nos sale al paso en estos momentos -afirmó- en los que todo comentario parece inadecuado. La palabra de Cristo es la única que puede dar respuesta a los interrogantes que desasosiegan nuestro espíritu”.

Por eso, continuó diciendo, “aunque la fuerza de las tinieblas parezca prevalecer, el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen la última palabra. Aquí encuentra su fundamento la esperanza cristiana; aquí se alimenta, en este momento, nuestra confianza orante”.

Es conmovedora la fe y, en consecuencia, la oración de Juan Pablo II:

“Que Dios infunda valor a los supervivientes, sostenga con su ayuda la obra benemérita de los cuerpos de auxilio y de tantos voluntarios que en estos momentos están entregando todas sus energías para afrontar una emergencia tan dramática. Los invito también a ustedes, hermanos y hermanas, a unirse a mi oración”.

Y añadió: “Imploremos al Señor para que no prevalezca el torbellino del odio y de la violencia. Que la Virgen Santísima, Madre de Misericordia, suscite en los corazones de todos pensamientos de sabiduría y propósitos de paz”.

La confianza de Juan Pablo II se transformó en una emocionada plegaria. Desde la plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, todos los presentes se unieron en una especial Oración de los Fieles por las víctimas del atentado, por los heridos y por sus familiares, y por los líderes del mundo.

Todos los presentes junto al Papa elevaron su súplica: “Por aquellos que lloran la pérdida violenta de parientes y amigos, para que en esta hora de sufrimiento no se dejen poseer por el dolor, por la desesperación y la venganza, sino que más bien sigan manteniendo la fe en la victoria del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte, y se comprometan en la construcción de un mundo mejor”.

La audiencia concluyó con las notas del salmo 130, “De Profundis”

-“Desde lo más profundo, te invoco, Señor. Señor, escucha mi clamor; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica”- y una nueva oración:

“Dios omnipotente y misericordioso: No te puede comprender quien siembra discordia, no te puede acoger quien ama la violencia -rezaba con voz entrecortada-mira nuestra dolorosa condición humana, probada por crueles actos de terror y de muerte, consuela a tus hijos y abre nuestros corazones a la esperanza para que nuestra época pueda conocer días de serenidad y paz”.

Emilio Palafox Marqués

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com en el año 2001

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Celebrar la Santa Misa

Celebrar la Santa Misa, participar en el sacrificio eucarístico, no significa otra cosa sino encontrarse en la más bella escuela de vida. Ahí se aprende que la amistad y que el amor dan al hombre la fuerza para querer el bien, sin preocuparse de la respuesta de los semejantes; se aprende a perdonar aún cuando los otros no perdonen. Se aprende a ser misericordioso en medio de este mundo inconmovible e insaciable, a dar amor a los enemigos, tal y como lo hacemos con los amigos.

Participando en la Santa Misa, el hombre renace a una vida nueva, se convierte en pan de vida, en luz y camino para este mundo lleno de contactos malignos, de oscuridad y caminos intransitables. Participando en la Santa Misa, el hombre sana para poder sanar, se santifica para ser él mismo un llamado a la santificación. Ahí recibe el encargo de ir y llevar la paz. Es por eso que se dice : ¡Podemos ir en paz, la Misa ha terminado!

Participando en la Santa Misa, el hombre rompe con el mal y con el pecado, encadena a la muerte, renace a una nueva vida de gozo, en comunión con Dios y con los demás. Llega a ella fatigado y sale reposado, viene con lo que es y se va con aquello que puede llegar a ser y recibe la fortaleza para perseverar. Participando en la Santa Misa, el individuo se convierte en hombre eucarístico, preparado y dispuesto – sencillamente por amor – a colaborar con Dios y con los hombres en la creación de un mundo nuevo.

Por eso, la Santa Misa, el sacrificio eucarístico, es el centro de la vida cristiana, del crecimiento cristiano y de la disponibilidad para esforzarse por la vida. Sin la participación en la Misa, el cristianismo no sería siquiera posible, tampoco los frutos de la fe cristiana. ¡Sin la participación en la Misa, la fe cristiana no sería posible!¡Sin ella, la vida cristiana se vería privada de su fuerza vital!

La Madre Teresa de Calcuta dijo una vez : “La “Cruz” es el símbolo de cuánto nos amó Jesús, la “Eucaristía” es el símbolo de cuánto nos ama Jesús.”

…La Virgen María en el mensaje del 16 de Mayo de 1985 en Medjugorje dice :

“¡Queridos hijos! Os invito a una oración más activa en la Santa Misa: Deseo que vuestra Misa sea una experiencia real de Dios. Deseo que experimentéis a Dios en vuestros corazones durante la Santa Misa. Quiero decir en particular a los jóvenes: Estad abiertos al Espíritu Santo, ya que Dios os quiere atraer a Él en estos tiempos, en los que Satanás está obrando fuertemente.¡Gracias por haber respondido a Mi llamado!”

Extraído del libro “Celebra la Misa con el corazón”

Fra Slavko Barbaric ( fallecido en Medjugorje en el año 2001)

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El don de Entendimiento

I. Jesús promete el Espíritu de verdad, que tendrá la misión de iluminar la Iglesia entera (Juan 16,13). Con el envío del Paráclito “completa la revelación, la culmina y la confirma con testimonio divino” (CONCILIO VATICANO II. Constitución Dei Verbum ). El Espíritu Santo ilumina la inteligencia con una luz poderosísima y le da a conocer con una claridad desconocida hasta entonces el sentido profundo de los misterios de la fe.

“Conocemos ese misterio desde hace tiempo; esa palabra la hemos oído y hasta la hemos meditado muchas veces; pero, en un momento dado, sacude nuestro espíritu de una manera nueva; parece como si hasta entonces lo hubiésemos comprendido de verdad”(A. RIAUD. La acción del Espíritu Santo en las almas” ).

El don de entendimiento permite que el alma, con facilidad, participe de esa mirada de Dios que todo lo penetra, empuja a reverenciar la grandeza de Dios , a rendirle afecto filial, a juzgar adecuadamente de las cosas creadas.

II. El don de entendimiento es como un instinto divino, para aquello de sobrenatural hay en el mundo. Y lleva a captar el sentido más hondo de la Sagrada Escritura, la presencia de Cristo en cada sacramento, y de una manera real y substancial en la Sagrada Eucaristía.

Quienes son dóciles al Espíritu Santo purifican su alma, mantienen la fe despierta, descubren a Dios a través de todas las cosas creada y de los sucesos de la vida ordinaria. El que vive en la tibieza no percibe ya estas llamadas de la gracia, tiene embotada su alma para lo divino, y ha perdido el sentido de la fe, de sus exigencias y delicadezas.

III. Es preciso purificar el corazón, pues sólo los limpios de corazón tienen la capacidad para ver a Dios. La impureza, el apegamiento de los bienes de la tierra, el conceder al cuerpo todos los caprichos embotan el alma para las cosas de Dios. El hombre de vida limpia, sobria y mortificada es digna morada del Espíritu Santo, que habitará en él con todos sus dones.

Hoy podemos preguntarnos sobre el deseo de purificar nuestra alma y el aprovechar muy bien las gracias de cada Confesión. Acudamos a la Virgen, que tuvo la plenitud de la fe y de los dones del Espíritu Santo, y le pedimos que nos enseñe a tratarlo y a amarlo.

Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com en el año 2001

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En bicicleta con Dios

Al principio veía a Dios como el que me observaba, como un juez que llevaba cuenta de lo que hacía mal, como para ver si merecía el cielo o el infierno cuando muriera.
Era como un presidente, reconocía su foto cuando la veía, pero realmente no lo conocía. Pero luego reconocí a mi Poder Superior; parecía como si la vida fuera un viaje en bicicleta, pero era una bici de dos, y noté que Dios viajaba atrás y me ayudaba a pedalear.
No sé cuando sucedió, no me di cuenta cuando fue, que Él sugirió que cambiáramos lugares, lo que sí se es que mi vida no ha sido la misma desde entonces.
Mi vida con Dios es muy emocionante.  Cuando yo tenía el control, yo sabía a donde iba.  Era un tanto aburrido, pero predecible.  Era la distancia más corta entre dos puntos.  Pero cuando Él tomó el liderazgo, Él conocía otros caminos, caminos diferentes, hermosos, por las montañas, a través de lugares con paisajes, velocidades increíbles.  Lo único que podía hacer era sostenerme; aunque pareciera una locura, Él sólo me decía:  "¡Pedalea!"
Me preocupaba y ansiosamente le preguntaba, "¿A dónde me llevas?" Él sólo sonreía y no me contestaba, así que comencé a confiar en Él. Me olvidé de mi aburrida vida y comencé una aventura, y cuando yo decía "estoy asustado", Él se inclinaba un poco para atrás y tocaba mi mano.
Él me llevó a conocer gente con dones, dones de sanidad y aceptación, de gozo. Ellos me dieron esos dones para llevarlos en mi viaje; nuestro viaje, de Dios y mío. Y allá íbamos otra vez.  Él me dijo: "Comparte estos dones, dalos a la gente, son sobrepeso, mucho peso extra".  Y así lo hice... a la gente que conocimos, encontré que en el dar yo recibía y mi carga era ligera.
No confié mucho en Él al principio, en darle el control de mi vida.  Pensé que la echaría a perder, pero Él conocía cosas que yo no sabía acerca de andar en bici... secretos.
Él sabía como doblar para dar vueltas cerradas, brincar para librar obstáculos llenos de piedras, inclusive volar para evitar horribles caminos.
Y ahora estoy aprendiendo a callar y pedalear por los más extraños lugares. Estoy aprendiendo a disfrutar de la vista y de la suave brisa en mi cara y sobre todo de la increíble y deliciosa compañía de mi Dios.
Y cuando estoy seguro que ya no puedo más, Él sólo sonríe y me dice: "¡Pedalea!"
 
Envió: Jenny Gaytán
 
 
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com en el año 2001
 

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Dame tus manos, Jesús

Dame tus manos Jesús y guíame por los caminos que tú quieres que yo recorra.

Dame tus manos para no desviarme del objetivo que tú tienes para mí.

Dame tus manos Jesús porque tú eres la fuente de vida y gozo eterno.

Dame tus manos para que ayudes a levantarme cada vez que caigo.

Dame tus manos para no sentirme solo en el camino.

Dame tus manos para no perderme en la oscuridad de éste mundo.

Dame tus manos porque si tengo tus manos,

ya no tengo más miedo, pues tú estás conmigo.

Dame tus manos Jesús porque en ti encuentro

mi gran apoyo, mi desahogo y mi descanso.

Dame tus manos y permite que yo pueda seguir paso a paso tus enseñanzas.

Dame tus manos Jesús para formar entre tú y yo

una alianza de amor inmenso que pueda llegar a los demás.

Dame tus manos porque tú me amas, porque tú eres mí verdadero amigo,

porque tú eres ese ser que todo lo da por mí, que espera en mí

y cree en mí siempre, no importa lo que pase.

Dame tus manos Jesús para formar junto a mis hermano

una cadena de amor, paz y fraternidad.

Jesús, ayúdame a alcanzar tus manos, pues cuando yo tenga tus manos, 
en esos mismos momentos tendré la vida eterna. 
Colaboración de Clementina Uncal
 
 

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Mensajes de Medjugorje

El núcleo de los mensajes que la Santísima Madre da en Medjugorje es de paz, conversión, abandono totalmente confiado en Dios, oración, ayuno, fe viva, vida sacramental.
La verdadera paz, la que viene de Dios, es producto, es gracia de conversión. Convertirse significa regresar a Dios. Es ponerlo a Él como meta de nuestra existencia. Es cambiar radicalmente de vida para centrarla en Jesús, que es el único Camino. Y la Virgen viene precisamente para eso. A enseñarnos, a ayudarnos, a darnos fuerzas para que el Espíritu Santo produzca el cambio en nosotros, la conversión del corazón. Por eso es Ella la Reina de la Paz.
En todos sus mensajes nos está invitando a que nos hagamos disponibles a esta gracia, a que aprovechemos este tiempo que la Misericordia de Dios nos dio. Éste en efecto, es tiempo de misericordia, es decir tiempo de María. Tiempo de llamado al retorno a la casa del Padre. María es la pedagoga sublime que nos lleva al maestro, que es el Señor.
Es así que Ella, incansablemente, nos invita a la oración. Sin oración no hay conversión. En todos sus mensajes nos pide oración. Pero no cualquier oración sino la del corazón, porque esa nos irá transformando. Es la oración de quien confiadamente se abandona a la Fidelidad, Bondad y Misericordia de su Creador. Orar, orar y orar, repite en uno y otro mensaje. Que significa no sólo estar en oración permanente sino orar con mayor profundidad. Orar hasta que la oración deje de ser monólogo; orar hasta que también sea escucha y revelación; orar hasta que se vuelva alegría.
Como lo hace en todas sus otras apariciones insiste en el rezo diario –solos, en grupos, en familia- del Santo Rosario, y prefiere que sea completo, los quince misterios... Meditando los misterios del Rosario –nos  dice a todos – iremos descubriendo la historia de la salvación.
...Nos enseña que la mejor oración de petición es la de pedir el Espíritu Santo: “...¡Pedid el don del Espíritu Santo y lo tendréis todo!”.
También pide el ayuno –según la tradición de la Iglesia, los miércoles y viernes- a pan y agua, y del corazón. Varias veces dijo que con la oración y el ayuno es posible evitar las guerras o detener a las ya iniciadas, y suspender las leyes naturales.
Nos pide que vivamos la Santa Misa, no hay nada más importante que la Misa. Allí es el mismo Jesús el Señor Dios, que se hizo hombre por nosotros, quien se está inmolando al Padre por nuestra salvación. En la Eucaristía está verdaderamente Jesús presente, en alma, cuerpo, sangre y divinidad. Nos llama a la adoración eucarística y a adorar a la cruz.
La comunión, o sea el Sacramento Eucarístico, está indisolublemente ligada al Sacramento Penitencial o de Reconciliación, la confesión. La Virgen, por ello, nos invita a que tengamos al menos una confesión mensual, a los consagrados les pide que sea semanal. La confesión no debe ser un mero recitado de faltas sino la consecuencia del arrepentimiento del pecado.
Así como el Señor ponía de manifiesto el valor de la fe, así también lo hace la Virgen. Relatan los videntes que la oración que pone más feliz a la Madre es el Credo. Solicita el rezo diario del Credo. También ella ha dicho a los sacerdotes y a la gente que deben “creer firmemente”. Y los enfermos o quienes los llevan e interceden por ellos tienen que tener fe, no vacilar. Tal la condición para sanarse.
...Si osáramos resumir a su esencia los mensajes, notaríamos que como verdadero llamado a la salvación, son apelación a la cooperación en el plan de Dios, que partiendo de lo individual abarca a todos los hijos. Diríamos entonces, que en sustancia nos está invitando a que nos convirtamos para convertir. “¡Queridos hijos! En vuestras vidas todos habéis experimentado la luz y las tinieblas. Dios concede a cada hombre conocer el bien y el mal. Os invito a la luz que debéis vosotros llevar a los hombres que están en tinieblas. Todos los días llegan hasta vuestras puertas hombres que viven en las tinieblas. Queridos hijos, ¡Dadles la luz!”
Igualmente, nos exhorta a vivir sus mensajes con humildad y a dar testimonio con nuestras vidas. Nos enseña que no se trata de ir pregonando las apariciones o simplemente hablar de los mensajes sino, antes bien, de hacerlos vida para que fructifiquen en nosotros y sirvamos de testimonio para los demás. De nada vale creer en las apariciones o enterarse de los mensajes si  no se los practica.
Por otra parte, nos recuerda la Virgen que las pruebas deben servirnos para crecer en el amor y en la fe y para acercarnos a Dios en el amor.
María es la Madre que, incansablemente, nos llama para llevarnos a Dios, que sigue cooperando en manera sublime, y desde la Gloria, a la Redención que su hijo obtuvo para nosotros en el Gólgota.

Extraído del libro Hechos y Mensajes de Medjugorje  -  Mensajeros de la Reina de la Paz - 1995
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Breve vistazo sobre el acontecimiento de Medjugorje

En el corazón de Herzegovina, en la ex Yugoslavia, se encuentra este pueblo croata de mil almas situado al pie de dos colinas, Krizevac y Podbrdo. De ahí el nombre de Medjugorje, que significa “entre las montañas”.

Estamos en los años 80. La población, exclusivamente campesina, logra a duras penas sobrevivir con el arduo trabajo del tabaco y de la vid. La situación política es altamente opresiva, la milicia comunista omnipresente. La parroquia franciscana está animada por un “cura de fuego”, el padre Jozo Zovko.

El 24 de Junio de 1981, día de la fiesta de San Juan Bautista, el Precursor, sucede el acontecimiento que logrará dar un vuelco a la vida de la aldea: algunos adolescentes ven una silueta femenina luminosa en el caminito que bordea el Podbrdo. La señora lleva a un niño en sus brazos. El 25 de Junio ella vuelve y revela su identidad : Soy la Bienaventurada Virgen María. El grupo de los seis videntes se forma definitivamente con Marija Pavlovic, Vicka Ivankovic, Mirjana Dragicevic, Ivanka Ivankovic, Ivan Dragicevic y Jacob Colo.

La Gospa (nombre croata de Nuestra Señora) volverá cada día para dar a los niños mensajes destinados a ellos mismos, a la parroquia y al mundo : mensajes de paz, de conversión, de amor, para hacer volver al Corazón de Dios a la humanidad que camina lejos de él, en las tinieblas. A partir de 1987, estos mensajes son mensuales. La Gospa, además, da a cada vidente algunos secretos que serán revelados a la hora fijada por ella, por intermedio de un sacerdote elegido por cada uno de ellos.

Muy pronto el padre Jozo cree en las visitas de la Virgen, ya que él mismo la ve un día en la iglesia. Pero el obispo de Mostar, monseñor Zanic, quien en el inicio había creído en las apariciones, declara que se trata de un engaño de los franciscanos. Se inicia entonces una división que aún perdura (1996). En 1986, monseñor Zanic entrega al cardenal Ratzinger un informe negativo sobre las apariciones, pero este le retira el expediente y confía la investigación a una nueva comisión formada por obispos yugoslavos, bajo la presidencia de monseñor Komarica. Esta comisión permanece activa; sus trabajos aún no han terminado. En abril de 1991, acepta oficialmente a Medjugorje como lugar de oración y aprueba el culto: las peregrinaciones privadas están autorizadas. El 21 de agosto de 1996, el Dr. Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede, aclara la posición de Roma : “Todos pueden ir a Medjugorje si lo desean, y los sacerdotes pueden acompañarlos”.

Desde el 25 de Junio de 1981, más de veinte millones de peregrinos han ido a Medjugorje para orar y convertirse, transformando este lugar en uno de los santuarios más visitados del mundo.

Extraído del libro Medjugorje, el triunfo del corazón Edit. Paulinas.

Escrito por Sor Emmanuel. Edición original en francés del año 1996.



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El valor de la amistad

I. Jesús buscó y facilitó la amistad a todos aquellos que encontró por los caminos de Palestina. Aprovechaba siempre el diálogo para llegar al fondo de las almas y llenarlas de amor.
Jesucristo es el amigo que nunca traiciona, está siempre disponible, Él ayuda, anima y consuela en toda ocasión. La amistad con el Señor, que nace y se acrecienta en la oración y en la digna recepción de los sacramentos, nos hace entender mejor el significado de la amistad humana que la Sagrada Escritura califica como un tesoro: Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable. (Eclesiastés 6, 14).
 
II. El trato diario y la amistad con Jesucristo nos llevan a una actitud abierta, comprensiva, que aumenta la capacidad de tener amigos. La amistad verdadera es desinteresada, no busca el propio provecho, sino el del amigo. Para que haya amistad es necesario que exista correspondencia, es preciso que el afecto y la benevolencia sean mutuos. (SANTO TOMÁS, Suma Teológica )
El buen amigo no abandona en las dificultades, no traiciona; nunca habla mal del amigo, ni permite que, ausente, sea criticado, porque sale en su defensa. Amistad es sinceridad, confianza, compartir penas y alegrías, animar, consolar, ayudar con el ejemplo.
 
III. El Señor, con frecuencia, tiene en cuenta la amistad como medio para darse a conocer. Los primeros que le conocieron fueron a comunicar esta buena nueva a quienes amaban; Andrés trajo a Pedro, su hermano; Felipe, a su amigo Natanael.....Es propio de la amistad dar al amigo lo mejor que se posee. El Señor espera a nuestros amigos. Con paciencia y constancia, sin prisa, sin pausa, por medio de nuestra amistad, se irán acercando a El. La amistad todo lo puede con la ayuda de la gracia. Hoy es un buen día para preguntarnos si nuestros amigos se sienten movidos por nuestro ejemplo y nuestra palabra a estar más cerca del Señor.
 
 
Extraído de Meditar ( mayo 2001 ) del Portal Católico www.encuentra.com
 

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Leer y meditar el Evangelio

I. Quien conoce a Jesucristo sabe la razón de su vida y de todas las cosas; nuestra existencia es un constante caminar hacia Él. Y es en el Santo Evangelio donde debemos aprender el modo de imitarle y de seguir sus pasos. Debemos leer el Evangelio con un deseo grande de conocer para amar. Nuestra lectura debe ir acompañada de oración, con fe, y también con piedad y santidad de vida.
“Nosotros –escribe San Agustín- debemos oír el Evangelio como si el Señor
estuviera presente y nos hablase. No debemos decir: “felices aquellos que
pudieron verle”. Porque muchos de los que le vieron, le crucificaron; y muchos de los que no lo vieron, creyeron en Él. Las mismas palabras que salían de la boca del Señor se escribieron, se guardaron y se conservan para nosotros”. (SAN AGUSTÍN, Comentarios al Evangelio de San Juan, 30).
 
II. No se ama sino aquello que se conoce bien. Nos acercamos al Evangelio para querer más al Señor, para conocer su Santísima Humanidad, con el deseo grande de contemplarlo tal como sus discípulos lo vieron, observar sus reacciones, su modo de comportarse, sus palabras...; verlo lleno de compasión ante tanta gente necesitada, admirado ante la fe de su madre o del centurión, paciente ante los defectos de sus fieles seguidores. También le contemplamos en el trato habitual con su Padre, en sus noches de oración, en su amor constante por todos.
 
III. Jesucristo nos sigue hablando. Sus palabras, por ser divinas y eternas, son siempre actuales . En cierto modo, lo que narra el Evangelio está ocurriendo ahora, en nuestros días, en nuestra vida. El Evangelio nos revela lo que es y lo que vale nuestra vida, y nos traza el camino que debemos seguir. Es conveniente, en muchas ocasiones, hacer la lectura cotidiana a primera hora del día, procurando sacar de esa lectura una enseñanza concreta y sencilla que nos ayuden la presencia de Dios durante la jornada o a imitar al Maestro en algún aspecto de nuestro comportamiento: estar más alegres, tratar mejor a los demás, estar más atentos hacia aquellas personas que sufren, ofrecer el cansancio.
 
 
Extraído de Meditar ( Mayo 2001 ) del Portal Católico www.encuentra.com
 
 
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