Paz y Perdón

La verdadera reconciliación entre hombres enfrentados y enemistados sólo es posible si se dejan reconciliar al mismo tiempo por Dios
 
No seremos capaces de perdonar, si antes no nos hemos dejado perdonar por Dios, reconociéndonos objeto de su misericordia.
...Acerca de la importancia del perdón, conocéis igualmente la respuesta de Jesús que aparece con tanta frecuencia en el Evangelio : antes de presentar la ofrenda en el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano; ponte de acuerdo con él, mientras que vais de camino; pasa más allá de la estricta justicia. Es bueno ver también en nosotros mismos lo que, con razón, pueda alejar al otro. Es preciso hacer en nosotros mismos la renovación necesaria.
 
Pero a pesar de todo esto, sucede que el otro rechaza el perdón, la propuesta de paz. Pues bien, según el Evangelio no debemos esperar a que los otros vengan a reconciliarse con nosotros. Hemos de ir a su encuentro.
Hagamos lo que nos dice el viejo libro de los Proverbios, en un texto utilizado por San Pablo : “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; obrando así derramarás carbones encendidos sobre su cabeza.”
 
En resumen, que si el otro adopta una actitud de rechazo, es asunto suyo; puede ser también que nosotros ignoremos los obstáculos interiores que tiene. Nosotros hagamos, con la paz, lo que está de nuestra parte. Y, sobre todo, continuemos rezando por él y amándole, para ser dignos hijos del Padre que está en el cielo.
Éste es el riesgo que afrontan los discípulos de Cristo; y cuando Dios quiera, este riesgo contribuirá a cambiar el mundo, a semejanza de la actitud de Jesús.
 
¿No es precisamente así como vosotros buscáis ser artífices de paz, viviendo la reconciliación con vosotros mismos, con vuestros semejantes, en el seno de vuestras familias, de las Iglesias de las que sois miembros, de las comunidades a las que pertenecéis?
 
 
Extraído del capítulo Paz del libro ORAR de Juan Pablo II   Edit. Planeta
 
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Para leer la Biblia

La Sagrada Escritura es Palabra de Dios
La Sagrada Biblia debe leerse en comunión de fe con la Iglesia...
Entre los servicios que la Iglesia presta a la Palabra de Dios, está también el de explicar el sentido auténtico que ella tiene, para lo cual Dios le prometió asistirla con el Espíritu de la verdad.

La Sagrada Biblia -tan amplia y compleja con sus 73 libros escritos en épocas distintas y en diversos géneros literarios- desarrolla, con todo, un solo argumento : la gesta salvadora de Dios con Cristo en el centro. 
El Antiguo Testamento es un anuncio profético y una preparación histórica del Mesías, quien se presenta, al término, como clave del designio salvador de Dios y como punto de convergencia de todos los hechos de la historia santa.
La Sagrada Biblia debe leerse, pues, con la intención puesta en esa idea central.

La Sagrada Biblia debe leerse en perspectiva, es decir, teniendo en cuenta el desarrollo gradual del mensaje de Dios. Los libros sagrados, escalonados sobre la marcha de un largo período histórico ( año 1.000 AC / año 100 DC ) incluyen contenidos más o menos perfectos, de acuerdo con las distintas edades de fe que el hombre fue viviendo. En las etapas incipientes o intermedias de la historia de la revelación salvadora de Dios, la Biblia no entrega una verdad plena y definitiva, sino parcial, preparatoria, proporcionada al nivel espiritual del destinatario, y orientada a la revelación plena del Nuevo Testamento.
Cristo, Palabra personal y viva de Dios, dio el sentido final y definitivo a la Biblia y es con Él como ésta se integra y queda iluminada en toda su verdad.

La Biblia, aunque fue inspirada por Dios y contiene su Palabra, acusa, con todo, la imperfección del pensamiento y de la palabra con que el hombre captó y expresó el mensaje recibido de lo alto.
...Por eso, es necesario distinguir cuidadosamente entre mensaje y ropaje de la Biblia, es decir, entre lo que es, en rigor, revelación salvadora de Dios, y formas de pensamiento y lenguaje con que el autor sagrado la expresó.

La Palabra de Dios, consignada en la Biblia, no está muerta en las páginas de un libro o estratificada en el depósito de la revelación, sino que está viva y activa en la Iglesia. Cristo, presente por su espíritu, la sigue pronunciando permanentemente, como un llamado que nos dirige, aquí y ahora, a comprometernos en una gesta salvadora que actúa aún en la historia de hoy y que pasa por cada creyente. 
Frente a esa Palabra que nos interpela, es preciso que nos abramos plenamente a ella, que la re-leamos traduciéndola al contexto nuevo y personal que nos toca vivir, a fin de darle una respuesta de fe, activa y actualizada.

Extraído de un texto aportado por Ana Etchepareborda de Teste

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Yo soy el camino

                                     Yo soy la luz del mundo,
                                     no hay tinieblas junto a Mí.
                                     Tendrán la luz de la vida
                                     por la palabra que les di.
                                     Yo soy el Camino firme
 yo soy la Vida y la Verdad
 por mí llegarán al Padre
 y al Santo Espíritu tendrán.
                                     Yo soy el Pan de vida
                                     y con ustedes me quedé.
                                     Me entrego como alimento,
                                     soy el misterio de la Fe.
                                     Estribillo
                                     Yo soy el Buen Pastor,
                                     y por amor mi vida doy;
                                     yo quiero un solo rebaño,
                                     soy para todos Salvador.
                                     Estribillo
                                     Yo soy la Vid verdadera,
                                     mi Padre, Dios, el Viñador;
                                     produzcan fruto abundante,
                                     permaneciendo en mi amor.
                                     Estribillo
                                     Yo soy Señor y Maestro
                                     y un mandamiento nuevo doy :
                                     que se amen unos a otros
                                     como los he amado yo
                                     Estribillo
 
                                     Tomado del Cancionero Parroquial
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Dios te ama

Ser cristianos no es, primariamente, asumir una infinidad de compromisos y obligaciones, sino dejarse amar por Dios.
Gracias al amor y misericordia de Cristo, no hay pecado, por grande que sea, que no pueda ser perdonado, no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepienta será recibido por Jesucristo con perdón y amor inmenso.
 
El hombre tiene íntima necesidad de encontrarse con la misericordia de Dios hoy más que nunca...sobre todo para hacer la experiencia espiritual de ese amor que acoge, vivifica y resucita a la vida nueva.
 
En vuestras dificultades, en los momentos de prueba y desaliento, cuando parece que toda dedicación está como vacía de interés y de valor, ¡ tened presente que Dios conoce vuestros afanes ! ¡ Dios os ama uno por uno, está cercano a vosotros, os comprende ! Confiad en Él, y en esta certeza encontrad el coraje y la alegría para cumplir con amor y con gozo vuestro deber.
Volved a encontrar el camino que lleva a Dios. No a un Dios cualquiera, sino al Dios que se ha manifestado Padre en el rostro amabilísimo de Jesús de Nazaret. Recordad ciertamente el abrazo tierno y afectuoso del Padre cuando vuelve a encontrar al hijo “pródigo”. Dios ama Él primero. Si os dejáis encontrar por Él, vuestro corazón hallará la paz. Será fácil responder a su amor con amor.
 
No olvidéis que el Señor escucha vuestra oración...aún cuando os invade la melancolía y os sentís oprimidos por la amargura de la incomprensión y el abandono, nada puede impediros que abráis el corazón a la oración y al diálogo con Dios, que conoce la verdad de la vida de cada uno.
 
Dios ama a todos sin distinción y sin límites, con un amor incondicional y eterno...
El amor de Dios es tierno y misericordioso, paciente y lleno de comprensión...
La paz viene cuando aprendemos a descansar en la providencia amorosa de Dios, sabiendo que el deseo de este mundo pasa, y que solamente su reino perdura. Poner nuestro corazón en las cosas que duran es estar en paz con nosotros mismos.
 
Juan Pablo II
 
Extraído del capítulo Dios te ama, del libro  ORAR   Su pensamiento espiritual
 
 

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Orar

No le reces a Dios mirando el cielo ¡ mira hacia adentro !
no lo busques a Dios lejos de ti, sino en ti mismo;
y descubrirás que tú eres templo, sacerdote y altar, culto y ofrenda...
No le pidas a Dios lo que te falta ¡ búscalo tú mismo !
y Dios lo buscará contigo, porque ya te lo dio como promesa
y como meta, para que tú lo alcances...
No reproches a Dios por tu desgracia ¡ súfrela con Él !
y Él sufrirá contigo; que si hay dos para un dolor, se sufre menos...
No le exijas a Dios que te gobierne a golpe de milagros, desde afuera;
¡ gobiérnate tú mismo ! con responsable libertad, amando,
y Dios te estará guiando ¡ desde adentro y sin que sepas cómo !
No le pidas a Dios que te responda cuando tú le hablas
¡ respóndete tú ! porque Él te habló primero;
y si quieres seguir oyendo lo que falta, escucha lo que ya te dijo.
No le pidas a Dios que te libere, desconociendo la libertad que ya te dio
¡ anímate tú a vivir tu libertad ! y sabrás que sólo fue posible
porque tu Dios te quiere libre.
No le pidas a Dios que te ame, mientras tengas miedo
de amar y de saberte amado ¡ámalo tú!
y sabrás que si hay calor es porque hubo fuego,
y que si tú puedes amar es porque Él te amo primero.
 
Autor desconocido
 
 
Colaboración de Claudia Deluca
 
 

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La silla de Jesús

La hija de un hombre le pidió al sacerdote que fuera a su casa a hacer una oración para su padre, que estaba muy enfermo. Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo, encontró a este hombre en su cama con la cabeza calzada por un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote pensó que el hombre sabía que vendría a verlo.
“Supongo que me estaba esperando”, le dijo. “No,  ¿quién es usted? ”, le dijo el hombre. “Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con usted; cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo.”
“Oh, sí, la silla...”, dijo el hombre enfermo, “¿le importa cerrar la puerta?...”
El sacerdote sorprendido la cerró. “Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar. Cuando he estado en la Iglesia he escuchado siempre, al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae..., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y me salió por el otro, pues no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces, por mucho tiempo abandoné por completo la oración.
Esto ha sido así en mí hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo: “José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas:
Te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente de ti; luego con fe mira a Jesús sentado delante de ti. No es algo alocado, pues Él nos dijo: Yo estaré siempre con ustedes. Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la   misma   manera   como lo estás haciendo conmigo ahora.”
Es así que lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija...pues me internaría de inmediato en el manicomio.”
El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que estaba haciendo, y que no cesara de hacerlo. Luego hizo una oración con él, le extendió una bendición y se fue a su parroquia.
Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó: “Falleció en paz?.” “Sí, cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo en su cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras, una hora más tarde, ya lo encontré muerto.
Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar esto?.”
El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió: “Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera.”
 
El cuento fue leído por Monseñor Joaquín Sol en la última Misa de las 11 del pasado domingo.
El e-mail que él recibió en la Asociación Eclesiástica San Pedro continúa así:
"Es curioso como podemos enviar cuentos y bromas a través del correo electrónico... las cuales se esparcen como un fuego voraz, pero cuando envías mensajes de Dios, lo pensamos dos veces antes de compartirlo con otros.
Es curioso como la lujuria, cruda, vulgar y obscena pasa libremente a través del ciberespacio, pero la discusión pública de Jesús es suprimida en las escuelas y en los lugares de trabajo.
¿Es curioso, verdad?. Más curioso es todavía cómo alguien pueda estar tan encendido por Cristo el domingo, pero ser un cristiano invisible el resto de la semana.
Es curioso si cuando terminas de leer este mensaje, no se lo envías a muchos de los que están en tu lista de direcciones, porque no estás seguro de lo que ellos piensan al respecto, de lo que ellos vayan a pensar de ti.
No te detengas, envíaselos. Es curioso como nos preocupamos más por lo que la gente piensa de nosotros, que por lo que Dios pueda pensar de nosotros.
 
Colaboración de Cristina Minolli
 
 

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