El núcleo de los mensajes que la Santísima Madre da en Medjugorje es de paz, conversión, abandono totalmente confiado en Dios, oración, ayuno, fe viva, vida sacramental.
La verdadera paz, la que viene de Dios, es producto, es gracia de conversión. Convertirse significa regresar a Dios. Es ponerlo a Él como meta de nuestra existencia. Es cambiar radicalmente de vida para centrarla en Jesús, que es el único Camino. Y la Virgen viene precisamente para eso. A enseñarnos, a ayudarnos, a darnos fuerzas para que el Espíritu Santo produzca el cambio en nosotros, la conversión del corazón. Por eso es Ella la Reina de la Paz.
En todos sus mensajes nos está invitando a que nos hagamos disponibles a esta gracia, a que aprovechemos este tiempo que la Misericordia de Dios nos dio. Éste en efecto, es tiempo de misericordia, es decir tiempo de María. Tiempo de llamado al retorno a la casa del Padre. María es la pedagoga sublime que nos lleva al maestro, que es el Señor.
Es así que Ella, incansablemente, nos invita a la oración. Sin oración no hay conversión. En todos sus mensajes nos pide oración. Pero no cualquier oración sino la del corazón, porque esa nos irá transformando. Es la oración de quien confiadamente se abandona a la Fidelidad, Bondad y Misericordia de su Creador. Orar, orar y orar, repite en uno y otro mensaje. Que significa no sólo estar en oración permanente sino orar con mayor profundidad. Orar hasta que la oración deje de ser monólogo; orar hasta que también sea escucha y revelación; orar hasta que se vuelva alegría.
Como lo hace en todas sus otras apariciones insiste en el rezo diario –solos, en grupos, en familia- del Santo Rosario, y prefiere que sea completo, los quince misterios... Meditando los misterios del Rosario –nos dice a todos – iremos descubriendo la historia de la salvación.
...Nos enseña que la mejor oración de petición es la de pedir el Espíritu Santo: “...¡Pedid el don del Espíritu Santo y lo tendréis todo!”.
También pide el ayuno –según la tradición de la Iglesia, los miércoles y viernes- a pan y agua, y del corazón. Varias veces dijo que con la oración y el ayuno es posible evitar las guerras o detener a las ya iniciadas, y suspender las leyes naturales.
Nos pide que vivamos la Santa Misa, no hay nada más importante que la Misa. Allí es el mismo Jesús el Señor Dios, que se hizo hombre por nosotros, quien se está inmolando al Padre por nuestra salvación. En la Eucaristía está verdaderamente Jesús presente, en alma, cuerpo, sangre y divinidad. Nos llama a la adoración eucarística y a adorar a la cruz.
La comunión, o sea el Sacramento Eucarístico, está indisolublemente ligada al Sacramento Penitencial o de Reconciliación, la confesión. La Virgen, por ello, nos invita a que tengamos al menos una confesión mensual, a los consagrados les pide que sea semanal. La confesión no debe ser un mero recitado de faltas sino la consecuencia del arrepentimiento del pecado.
Así como el Señor ponía de manifiesto el valor de la fe, así también lo hace la Virgen. Relatan los videntes que la oración que pone más feliz a la Madre es el Credo. Solicita el rezo diario del Credo. También ella ha dicho a los sacerdotes y a la gente que deben “creer firmemente”. Y los enfermos o quienes los llevan e interceden por ellos tienen que tener fe, no vacilar. Tal la condición para sanarse.
...Si osáramos resumir a su esencia los mensajes, notaríamos que como verdadero llamado a la salvación, son apelación a la cooperación en el plan de Dios, que partiendo de lo individual abarca a todos los hijos. Diríamos entonces, que en sustancia nos está invitando a que nos convirtamos para convertir. “¡Queridos hijos! En vuestras vidas todos habéis experimentado la luz y las tinieblas. Dios concede a cada hombre conocer el bien y el mal. Os invito a la luz que debéis vosotros llevar a los hombres que están en tinieblas. Todos los días llegan hasta vuestras puertas hombres que viven en las tinieblas. Queridos hijos, ¡Dadles la luz!”
Igualmente, nos exhorta a vivir sus mensajes con humildad y a dar testimonio con nuestras vidas. Nos enseña que no se trata de ir pregonando las apariciones o simplemente hablar de los mensajes sino, antes bien, de hacerlos vida para que fructifiquen en nosotros y sirvamos de testimonio para los demás. De nada vale creer en las apariciones o enterarse de los mensajes si no se los practica.
Por otra parte, nos recuerda la Virgen que las pruebas deben servirnos para crecer en el amor y en la fe y para acercarnos a Dios en el amor.
María es la Madre que, incansablemente, nos llama para llevarnos a Dios, que sigue cooperando en manera sublime, y desde la Gloria, a la Redención que su hijo obtuvo para nosotros en el Gólgota.
Extraído del libro Hechos y Mensajes de Medjugorje - Mensajeros de la Reina de la Paz - 1995
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