Hacerse amigo de la soledad, hacerse amigo de uno mismo

¿Por qué muchas veces uno le huye a la soledad ? ¿Cuál es el temor: encontrarse con uno mismo ? ¿sentirse solo ? ¿aburrirse ?
Para no generalizar voy a hablar de mi experiencia personal, que es a partir de la cual uno puede afirmar las cosas con cierta autoridad, porque se las ha vivido, sin pretender por ello ser ecuánime y símil con la experiencia de los demás. Pero puede pasar...
Si hay algo que he sufrido de chico fue la soledad y digamos que fui aprendiendo a convivir con ella, y hasta por momentos a hacerme muy amigo. Claro que de tanto en tanto me vuelvo a pelear y busco por todos los medios escaparme de ella.
Mirando para atrás, puedo decir que he aceptado y querido la soledad en la medida en que me he aceptado y querido a mi mismo, y a mi vida tal cual era.
Creo que la particularidad más grande que tiene la soledad es la de presentarnos sin anestesia la Verdad de nuestra propia vida, y de acuerdo a lo sano que uno pueda tener las raíces de su historia es que uno reacciona calmadamente o huye “como quien le escapa continuamente al dentista” (¡acá también puedo hablar de sufrimiento!) por temor al dolor. Así como muy pocos van al dentista por prevención, muy pocos también buscan con el mismo sentido la soledad.                ¡ Digamos que para enfrentar ambos casos se necesita de mucho valor !
Me imagino que si uno se hiciera más amigo de la soledad, de estar un rato a diario consigo mismo, sin música, sin televisión, sin distracciones, y enfrentara diariamente la “inquietud” que nuestro corazón tiene para anunciarnos cuando nos desconectamos de todo, creo que saldríamos con un buen diagnóstico de lo que necesitamos hacer, o mejor dicho, de lo que necesitamos ser, para incrementar nuestra paz interior y nuestro amor.
No digo que sea fácil, como dije antes creo que se requiere de mucho valor para enfrentar esas verdades ocultas, se necesita paciencia para buscar sus raíces, se necesita hombría y sabiduría para no culpar a nadie y saberse siempre crecientemente responsable de los sucesos de su vida, se necesita de mucha humildad y amor para aceptar las limitaciones propias y ajenas, para saber perdonar y perdonarse.
Se necesita hacerse muy amigo de sí mismo, porque en la medida en que uno se ame, es que podrá amar a los demás; en la medida en que uno se acepte limitado es que podrá aceptar las limitaciones de los demás; en la medida en que uno se perdone es que podrá perdonar a los demás; en la medida en que uno se comprenda y se respete es que podrá hacerlo con los demás; ... la medida que usemos para nosotros, será la que usaremos para los demás.
Me imagino la soledad como el instrumento a través del cual uno puede “aquietar y purificar las aguas” de su corazón, donde va amansando la marea hasta la quietud total.
Anhelo esa quietud y esa transparencia, y estoy dispuesto a transitar las tormentas que deba transitar porque sé que son necesarias para que sobrevenga la calma.
Lo paradójico de todo este tema de la soledad, de su vivencia, es que una vez superado ese momento, se da cuenta de que en realidad nunca ha estado solo: había Alguien que nos acompañaba y nos escuchaba, que nos daba suavemente su mano y su abrazo, que se quedaba a nuestro lado hasta que juntáramos la fuerza necesaria para seguir caminando, para seguir creyendo, para seguir amando. Es justamente Aquel a quien estamos llamados a reflejar, a partir de la quietud y pureza de nuestro corazón.
 

Colaboración de Matías Deluca ( 2001 )

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Publicado por

Javier Serrano

Arquitecto, Productor de Seguros y Agente Inmobiliario apasionado por los deportes y Cronista, Camarógrafo y Fotógrafo Amateur

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