Celebrar la Santa Misa

Celebrar la Santa Misa, participar en el sacrificio eucarístico, no significa otra cosa sino encontrarse en la más bella escuela de vida. Ahí se aprende que la amistad y que el amor dan al hombre la fuerza para querer el bien, sin preocuparse de la respuesta de los semejantes; se aprende a perdonar aún cuando los otros no perdonen. Se aprende a ser misericordioso en medio de este mundo inconmovible e insaciable, a dar amor a los enemigos, tal y como lo hacemos con los amigos.

Participando en la Santa Misa, el hombre renace a una vida nueva, se convierte en pan de vida, en luz y camino para este mundo lleno de contactos malignos, de oscuridad y caminos intransitables. Participando en la Santa Misa, el hombre sana para poder sanar, se santifica para ser él mismo un llamado a la santificación. Ahí recibe el encargo de ir y llevar la paz. Es por eso que se dice : ¡Podemos ir en paz, la Misa ha terminado!

Participando en la Santa Misa, el hombre rompe con el mal y con el pecado, encadena a la muerte, renace a una nueva vida de gozo, en comunión con Dios y con los demás. Llega a ella fatigado y sale reposado, viene con lo que es y se va con aquello que puede llegar a ser y recibe la fortaleza para perseverar. Participando en la Santa Misa, el individuo se convierte en hombre eucarístico, preparado y dispuesto – sencillamente por amor – a colaborar con Dios y con los hombres en la creación de un mundo nuevo.

Por eso, la Santa Misa, el sacrificio eucarístico, es el centro de la vida cristiana, del crecimiento cristiano y de la disponibilidad para esforzarse por la vida. Sin la participación en la Misa, el cristianismo no sería siquiera posible, tampoco los frutos de la fe cristiana. ¡Sin la participación en la Misa, la fe cristiana no sería posible!¡Sin ella, la vida cristiana se vería privada de su fuerza vital!

La Madre Teresa de Calcuta dijo una vez : “La “Cruz” es el símbolo de cuánto nos amó Jesús, la “Eucaristía” es el símbolo de cuánto nos ama Jesús.”

…La Virgen María en el mensaje del 16 de Mayo de 1985 en Medjugorje dice :

“¡Queridos hijos! Os invito a una oración más activa en la Santa Misa: Deseo que vuestra Misa sea una experiencia real de Dios. Deseo que experimentéis a Dios en vuestros corazones durante la Santa Misa. Quiero decir en particular a los jóvenes: Estad abiertos al Espíritu Santo, ya que Dios os quiere atraer a Él en estos tiempos, en los que Satanás está obrando fuertemente.¡Gracias por haber respondido a Mi llamado!”

Extraído del libro “Celebra la Misa con el corazón”

Fra Slavko Barbaric ( fallecido en Medjugorje en el año 2001)

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El don de Entendimiento

I. Jesús promete el Espíritu de verdad, que tendrá la misión de iluminar la Iglesia entera (Juan 16,13). Con el envío del Paráclito “completa la revelación, la culmina y la confirma con testimonio divino” (CONCILIO VATICANO II. Constitución Dei Verbum ). El Espíritu Santo ilumina la inteligencia con una luz poderosísima y le da a conocer con una claridad desconocida hasta entonces el sentido profundo de los misterios de la fe.

“Conocemos ese misterio desde hace tiempo; esa palabra la hemos oído y hasta la hemos meditado muchas veces; pero, en un momento dado, sacude nuestro espíritu de una manera nueva; parece como si hasta entonces lo hubiésemos comprendido de verdad”(A. RIAUD. La acción del Espíritu Santo en las almas” ).

El don de entendimiento permite que el alma, con facilidad, participe de esa mirada de Dios que todo lo penetra, empuja a reverenciar la grandeza de Dios , a rendirle afecto filial, a juzgar adecuadamente de las cosas creadas.

II. El don de entendimiento es como un instinto divino, para aquello de sobrenatural hay en el mundo. Y lleva a captar el sentido más hondo de la Sagrada Escritura, la presencia de Cristo en cada sacramento, y de una manera real y substancial en la Sagrada Eucaristía.

Quienes son dóciles al Espíritu Santo purifican su alma, mantienen la fe despierta, descubren a Dios a través de todas las cosas creada y de los sucesos de la vida ordinaria. El que vive en la tibieza no percibe ya estas llamadas de la gracia, tiene embotada su alma para lo divino, y ha perdido el sentido de la fe, de sus exigencias y delicadezas.

III. Es preciso purificar el corazón, pues sólo los limpios de corazón tienen la capacidad para ver a Dios. La impureza, el apegamiento de los bienes de la tierra, el conceder al cuerpo todos los caprichos embotan el alma para las cosas de Dios. El hombre de vida limpia, sobria y mortificada es digna morada del Espíritu Santo, que habitará en él con todos sus dones.

Hoy podemos preguntarnos sobre el deseo de purificar nuestra alma y el aprovechar muy bien las gracias de cada Confesión. Acudamos a la Virgen, que tuvo la plenitud de la fe y de los dones del Espíritu Santo, y le pedimos que nos enseñe a tratarlo y a amarlo.

Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com en el año 2001

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En bicicleta con Dios

Al principio veía a Dios como el que me observaba, como un juez que llevaba cuenta de lo que hacía mal, como para ver si merecía el cielo o el infierno cuando muriera.
Era como un presidente, reconocía su foto cuando la veía, pero realmente no lo conocía. Pero luego reconocí a mi Poder Superior; parecía como si la vida fuera un viaje en bicicleta, pero era una bici de dos, y noté que Dios viajaba atrás y me ayudaba a pedalear.
No sé cuando sucedió, no me di cuenta cuando fue, que Él sugirió que cambiáramos lugares, lo que sí se es que mi vida no ha sido la misma desde entonces.
Mi vida con Dios es muy emocionante.  Cuando yo tenía el control, yo sabía a donde iba.  Era un tanto aburrido, pero predecible.  Era la distancia más corta entre dos puntos.  Pero cuando Él tomó el liderazgo, Él conocía otros caminos, caminos diferentes, hermosos, por las montañas, a través de lugares con paisajes, velocidades increíbles.  Lo único que podía hacer era sostenerme; aunque pareciera una locura, Él sólo me decía:  "¡Pedalea!"
Me preocupaba y ansiosamente le preguntaba, "¿A dónde me llevas?" Él sólo sonreía y no me contestaba, así que comencé a confiar en Él. Me olvidé de mi aburrida vida y comencé una aventura, y cuando yo decía "estoy asustado", Él se inclinaba un poco para atrás y tocaba mi mano.
Él me llevó a conocer gente con dones, dones de sanidad y aceptación, de gozo. Ellos me dieron esos dones para llevarlos en mi viaje; nuestro viaje, de Dios y mío. Y allá íbamos otra vez.  Él me dijo: "Comparte estos dones, dalos a la gente, son sobrepeso, mucho peso extra".  Y así lo hice... a la gente que conocimos, encontré que en el dar yo recibía y mi carga era ligera.
No confié mucho en Él al principio, en darle el control de mi vida.  Pensé que la echaría a perder, pero Él conocía cosas que yo no sabía acerca de andar en bici... secretos.
Él sabía como doblar para dar vueltas cerradas, brincar para librar obstáculos llenos de piedras, inclusive volar para evitar horribles caminos.
Y ahora estoy aprendiendo a callar y pedalear por los más extraños lugares. Estoy aprendiendo a disfrutar de la vista y de la suave brisa en mi cara y sobre todo de la increíble y deliciosa compañía de mi Dios.
Y cuando estoy seguro que ya no puedo más, Él sólo sonríe y me dice: "¡Pedalea!"
 
Envió: Jenny Gaytán
 
 
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com en el año 2001
 

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Dame tus manos, Jesús

Dame tus manos Jesús y guíame por los caminos que tú quieres que yo recorra.

Dame tus manos para no desviarme del objetivo que tú tienes para mí.

Dame tus manos Jesús porque tú eres la fuente de vida y gozo eterno.

Dame tus manos para que ayudes a levantarme cada vez que caigo.

Dame tus manos para no sentirme solo en el camino.

Dame tus manos para no perderme en la oscuridad de éste mundo.

Dame tus manos porque si tengo tus manos,

ya no tengo más miedo, pues tú estás conmigo.

Dame tus manos Jesús porque en ti encuentro

mi gran apoyo, mi desahogo y mi descanso.

Dame tus manos y permite que yo pueda seguir paso a paso tus enseñanzas.

Dame tus manos Jesús para formar entre tú y yo

una alianza de amor inmenso que pueda llegar a los demás.

Dame tus manos porque tú me amas, porque tú eres mí verdadero amigo,

porque tú eres ese ser que todo lo da por mí, que espera en mí

y cree en mí siempre, no importa lo que pase.

Dame tus manos Jesús para formar junto a mis hermano

una cadena de amor, paz y fraternidad.

Jesús, ayúdame a alcanzar tus manos, pues cuando yo tenga tus manos, 
en esos mismos momentos tendré la vida eterna. 
Colaboración de Clementina Uncal
 
 

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Mensajes de Medjugorje

El núcleo de los mensajes que la Santísima Madre da en Medjugorje es de paz, conversión, abandono totalmente confiado en Dios, oración, ayuno, fe viva, vida sacramental.
La verdadera paz, la que viene de Dios, es producto, es gracia de conversión. Convertirse significa regresar a Dios. Es ponerlo a Él como meta de nuestra existencia. Es cambiar radicalmente de vida para centrarla en Jesús, que es el único Camino. Y la Virgen viene precisamente para eso. A enseñarnos, a ayudarnos, a darnos fuerzas para que el Espíritu Santo produzca el cambio en nosotros, la conversión del corazón. Por eso es Ella la Reina de la Paz.
En todos sus mensajes nos está invitando a que nos hagamos disponibles a esta gracia, a que aprovechemos este tiempo que la Misericordia de Dios nos dio. Éste en efecto, es tiempo de misericordia, es decir tiempo de María. Tiempo de llamado al retorno a la casa del Padre. María es la pedagoga sublime que nos lleva al maestro, que es el Señor.
Es así que Ella, incansablemente, nos invita a la oración. Sin oración no hay conversión. En todos sus mensajes nos pide oración. Pero no cualquier oración sino la del corazón, porque esa nos irá transformando. Es la oración de quien confiadamente se abandona a la Fidelidad, Bondad y Misericordia de su Creador. Orar, orar y orar, repite en uno y otro mensaje. Que significa no sólo estar en oración permanente sino orar con mayor profundidad. Orar hasta que la oración deje de ser monólogo; orar hasta que también sea escucha y revelación; orar hasta que se vuelva alegría.
Como lo hace en todas sus otras apariciones insiste en el rezo diario –solos, en grupos, en familia- del Santo Rosario, y prefiere que sea completo, los quince misterios... Meditando los misterios del Rosario –nos  dice a todos – iremos descubriendo la historia de la salvación.
...Nos enseña que la mejor oración de petición es la de pedir el Espíritu Santo: “...¡Pedid el don del Espíritu Santo y lo tendréis todo!”.
También pide el ayuno –según la tradición de la Iglesia, los miércoles y viernes- a pan y agua, y del corazón. Varias veces dijo que con la oración y el ayuno es posible evitar las guerras o detener a las ya iniciadas, y suspender las leyes naturales.
Nos pide que vivamos la Santa Misa, no hay nada más importante que la Misa. Allí es el mismo Jesús el Señor Dios, que se hizo hombre por nosotros, quien se está inmolando al Padre por nuestra salvación. En la Eucaristía está verdaderamente Jesús presente, en alma, cuerpo, sangre y divinidad. Nos llama a la adoración eucarística y a adorar a la cruz.
La comunión, o sea el Sacramento Eucarístico, está indisolublemente ligada al Sacramento Penitencial o de Reconciliación, la confesión. La Virgen, por ello, nos invita a que tengamos al menos una confesión mensual, a los consagrados les pide que sea semanal. La confesión no debe ser un mero recitado de faltas sino la consecuencia del arrepentimiento del pecado.
Así como el Señor ponía de manifiesto el valor de la fe, así también lo hace la Virgen. Relatan los videntes que la oración que pone más feliz a la Madre es el Credo. Solicita el rezo diario del Credo. También ella ha dicho a los sacerdotes y a la gente que deben “creer firmemente”. Y los enfermos o quienes los llevan e interceden por ellos tienen que tener fe, no vacilar. Tal la condición para sanarse.
...Si osáramos resumir a su esencia los mensajes, notaríamos que como verdadero llamado a la salvación, son apelación a la cooperación en el plan de Dios, que partiendo de lo individual abarca a todos los hijos. Diríamos entonces, que en sustancia nos está invitando a que nos convirtamos para convertir. “¡Queridos hijos! En vuestras vidas todos habéis experimentado la luz y las tinieblas. Dios concede a cada hombre conocer el bien y el mal. Os invito a la luz que debéis vosotros llevar a los hombres que están en tinieblas. Todos los días llegan hasta vuestras puertas hombres que viven en las tinieblas. Queridos hijos, ¡Dadles la luz!”
Igualmente, nos exhorta a vivir sus mensajes con humildad y a dar testimonio con nuestras vidas. Nos enseña que no se trata de ir pregonando las apariciones o simplemente hablar de los mensajes sino, antes bien, de hacerlos vida para que fructifiquen en nosotros y sirvamos de testimonio para los demás. De nada vale creer en las apariciones o enterarse de los mensajes si  no se los practica.
Por otra parte, nos recuerda la Virgen que las pruebas deben servirnos para crecer en el amor y en la fe y para acercarnos a Dios en el amor.
María es la Madre que, incansablemente, nos llama para llevarnos a Dios, que sigue cooperando en manera sublime, y desde la Gloria, a la Redención que su hijo obtuvo para nosotros en el Gólgota.

Extraído del libro Hechos y Mensajes de Medjugorje  -  Mensajeros de la Reina de la Paz - 1995
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Breve vistazo sobre el acontecimiento de Medjugorje

En el corazón de Herzegovina, en la ex Yugoslavia, se encuentra este pueblo croata de mil almas situado al pie de dos colinas, Krizevac y Podbrdo. De ahí el nombre de Medjugorje, que significa “entre las montañas”.

Estamos en los años 80. La población, exclusivamente campesina, logra a duras penas sobrevivir con el arduo trabajo del tabaco y de la vid. La situación política es altamente opresiva, la milicia comunista omnipresente. La parroquia franciscana está animada por un “cura de fuego”, el padre Jozo Zovko.

El 24 de Junio de 1981, día de la fiesta de San Juan Bautista, el Precursor, sucede el acontecimiento que logrará dar un vuelco a la vida de la aldea: algunos adolescentes ven una silueta femenina luminosa en el caminito que bordea el Podbrdo. La señora lleva a un niño en sus brazos. El 25 de Junio ella vuelve y revela su identidad : Soy la Bienaventurada Virgen María. El grupo de los seis videntes se forma definitivamente con Marija Pavlovic, Vicka Ivankovic, Mirjana Dragicevic, Ivanka Ivankovic, Ivan Dragicevic y Jacob Colo.

La Gospa (nombre croata de Nuestra Señora) volverá cada día para dar a los niños mensajes destinados a ellos mismos, a la parroquia y al mundo : mensajes de paz, de conversión, de amor, para hacer volver al Corazón de Dios a la humanidad que camina lejos de él, en las tinieblas. A partir de 1987, estos mensajes son mensuales. La Gospa, además, da a cada vidente algunos secretos que serán revelados a la hora fijada por ella, por intermedio de un sacerdote elegido por cada uno de ellos.

Muy pronto el padre Jozo cree en las visitas de la Virgen, ya que él mismo la ve un día en la iglesia. Pero el obispo de Mostar, monseñor Zanic, quien en el inicio había creído en las apariciones, declara que se trata de un engaño de los franciscanos. Se inicia entonces una división que aún perdura (1996). En 1986, monseñor Zanic entrega al cardenal Ratzinger un informe negativo sobre las apariciones, pero este le retira el expediente y confía la investigación a una nueva comisión formada por obispos yugoslavos, bajo la presidencia de monseñor Komarica. Esta comisión permanece activa; sus trabajos aún no han terminado. En abril de 1991, acepta oficialmente a Medjugorje como lugar de oración y aprueba el culto: las peregrinaciones privadas están autorizadas. El 21 de agosto de 1996, el Dr. Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede, aclara la posición de Roma : “Todos pueden ir a Medjugorje si lo desean, y los sacerdotes pueden acompañarlos”.

Desde el 25 de Junio de 1981, más de veinte millones de peregrinos han ido a Medjugorje para orar y convertirse, transformando este lugar en uno de los santuarios más visitados del mundo.

Extraído del libro Medjugorje, el triunfo del corazón Edit. Paulinas.

Escrito por Sor Emmanuel. Edición original en francés del año 1996.



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El valor de la amistad

I. Jesús buscó y facilitó la amistad a todos aquellos que encontró por los caminos de Palestina. Aprovechaba siempre el diálogo para llegar al fondo de las almas y llenarlas de amor.
Jesucristo es el amigo que nunca traiciona, está siempre disponible, Él ayuda, anima y consuela en toda ocasión. La amistad con el Señor, que nace y se acrecienta en la oración y en la digna recepción de los sacramentos, nos hace entender mejor el significado de la amistad humana que la Sagrada Escritura califica como un tesoro: Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable. (Eclesiastés 6, 14).
 
II. El trato diario y la amistad con Jesucristo nos llevan a una actitud abierta, comprensiva, que aumenta la capacidad de tener amigos. La amistad verdadera es desinteresada, no busca el propio provecho, sino el del amigo. Para que haya amistad es necesario que exista correspondencia, es preciso que el afecto y la benevolencia sean mutuos. (SANTO TOMÁS, Suma Teológica )
El buen amigo no abandona en las dificultades, no traiciona; nunca habla mal del amigo, ni permite que, ausente, sea criticado, porque sale en su defensa. Amistad es sinceridad, confianza, compartir penas y alegrías, animar, consolar, ayudar con el ejemplo.
 
III. El Señor, con frecuencia, tiene en cuenta la amistad como medio para darse a conocer. Los primeros que le conocieron fueron a comunicar esta buena nueva a quienes amaban; Andrés trajo a Pedro, su hermano; Felipe, a su amigo Natanael.....Es propio de la amistad dar al amigo lo mejor que se posee. El Señor espera a nuestros amigos. Con paciencia y constancia, sin prisa, sin pausa, por medio de nuestra amistad, se irán acercando a El. La amistad todo lo puede con la ayuda de la gracia. Hoy es un buen día para preguntarnos si nuestros amigos se sienten movidos por nuestro ejemplo y nuestra palabra a estar más cerca del Señor.
 
 
Extraído de Meditar ( mayo 2001 ) del Portal Católico www.encuentra.com
 

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Leer y meditar el Evangelio

I. Quien conoce a Jesucristo sabe la razón de su vida y de todas las cosas; nuestra existencia es un constante caminar hacia Él. Y es en el Santo Evangelio donde debemos aprender el modo de imitarle y de seguir sus pasos. Debemos leer el Evangelio con un deseo grande de conocer para amar. Nuestra lectura debe ir acompañada de oración, con fe, y también con piedad y santidad de vida.
“Nosotros –escribe San Agustín- debemos oír el Evangelio como si el Señor
estuviera presente y nos hablase. No debemos decir: “felices aquellos que
pudieron verle”. Porque muchos de los que le vieron, le crucificaron; y muchos de los que no lo vieron, creyeron en Él. Las mismas palabras que salían de la boca del Señor se escribieron, se guardaron y se conservan para nosotros”. (SAN AGUSTÍN, Comentarios al Evangelio de San Juan, 30).
 
II. No se ama sino aquello que se conoce bien. Nos acercamos al Evangelio para querer más al Señor, para conocer su Santísima Humanidad, con el deseo grande de contemplarlo tal como sus discípulos lo vieron, observar sus reacciones, su modo de comportarse, sus palabras...; verlo lleno de compasión ante tanta gente necesitada, admirado ante la fe de su madre o del centurión, paciente ante los defectos de sus fieles seguidores. También le contemplamos en el trato habitual con su Padre, en sus noches de oración, en su amor constante por todos.
 
III. Jesucristo nos sigue hablando. Sus palabras, por ser divinas y eternas, son siempre actuales . En cierto modo, lo que narra el Evangelio está ocurriendo ahora, en nuestros días, en nuestra vida. El Evangelio nos revela lo que es y lo que vale nuestra vida, y nos traza el camino que debemos seguir. Es conveniente, en muchas ocasiones, hacer la lectura cotidiana a primera hora del día, procurando sacar de esa lectura una enseñanza concreta y sencilla que nos ayuden la presencia de Dios durante la jornada o a imitar al Maestro en algún aspecto de nuestro comportamiento: estar más alegres, tratar mejor a los demás, estar más atentos hacia aquellas personas que sufren, ofrecer el cansancio.
 
 
Extraído de Meditar ( Mayo 2001 ) del Portal Católico www.encuentra.com
 
 
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Paz y Perdón

La verdadera reconciliación entre hombres enfrentados y enemistados sólo es posible si se dejan reconciliar al mismo tiempo por Dios
 
No seremos capaces de perdonar, si antes no nos hemos dejado perdonar por Dios, reconociéndonos objeto de su misericordia.
...Acerca de la importancia del perdón, conocéis igualmente la respuesta de Jesús que aparece con tanta frecuencia en el Evangelio : antes de presentar la ofrenda en el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano; ponte de acuerdo con él, mientras que vais de camino; pasa más allá de la estricta justicia. Es bueno ver también en nosotros mismos lo que, con razón, pueda alejar al otro. Es preciso hacer en nosotros mismos la renovación necesaria.
 
Pero a pesar de todo esto, sucede que el otro rechaza el perdón, la propuesta de paz. Pues bien, según el Evangelio no debemos esperar a que los otros vengan a reconciliarse con nosotros. Hemos de ir a su encuentro.
Hagamos lo que nos dice el viejo libro de los Proverbios, en un texto utilizado por San Pablo : “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; obrando así derramarás carbones encendidos sobre su cabeza.”
 
En resumen, que si el otro adopta una actitud de rechazo, es asunto suyo; puede ser también que nosotros ignoremos los obstáculos interiores que tiene. Nosotros hagamos, con la paz, lo que está de nuestra parte. Y, sobre todo, continuemos rezando por él y amándole, para ser dignos hijos del Padre que está en el cielo.
Éste es el riesgo que afrontan los discípulos de Cristo; y cuando Dios quiera, este riesgo contribuirá a cambiar el mundo, a semejanza de la actitud de Jesús.
 
¿No es precisamente así como vosotros buscáis ser artífices de paz, viviendo la reconciliación con vosotros mismos, con vuestros semejantes, en el seno de vuestras familias, de las Iglesias de las que sois miembros, de las comunidades a las que pertenecéis?
 
 
Extraído del capítulo Paz del libro ORAR de Juan Pablo II   Edit. Planeta
 
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Para leer la Biblia

La Sagrada Escritura es Palabra de Dios
La Sagrada Biblia debe leerse en comunión de fe con la Iglesia...
Entre los servicios que la Iglesia presta a la Palabra de Dios, está también el de explicar el sentido auténtico que ella tiene, para lo cual Dios le prometió asistirla con el Espíritu de la verdad.

La Sagrada Biblia -tan amplia y compleja con sus 73 libros escritos en épocas distintas y en diversos géneros literarios- desarrolla, con todo, un solo argumento : la gesta salvadora de Dios con Cristo en el centro. 
El Antiguo Testamento es un anuncio profético y una preparación histórica del Mesías, quien se presenta, al término, como clave del designio salvador de Dios y como punto de convergencia de todos los hechos de la historia santa.
La Sagrada Biblia debe leerse, pues, con la intención puesta en esa idea central.

La Sagrada Biblia debe leerse en perspectiva, es decir, teniendo en cuenta el desarrollo gradual del mensaje de Dios. Los libros sagrados, escalonados sobre la marcha de un largo período histórico ( año 1.000 AC / año 100 DC ) incluyen contenidos más o menos perfectos, de acuerdo con las distintas edades de fe que el hombre fue viviendo. En las etapas incipientes o intermedias de la historia de la revelación salvadora de Dios, la Biblia no entrega una verdad plena y definitiva, sino parcial, preparatoria, proporcionada al nivel espiritual del destinatario, y orientada a la revelación plena del Nuevo Testamento.
Cristo, Palabra personal y viva de Dios, dio el sentido final y definitivo a la Biblia y es con Él como ésta se integra y queda iluminada en toda su verdad.

La Biblia, aunque fue inspirada por Dios y contiene su Palabra, acusa, con todo, la imperfección del pensamiento y de la palabra con que el hombre captó y expresó el mensaje recibido de lo alto.
...Por eso, es necesario distinguir cuidadosamente entre mensaje y ropaje de la Biblia, es decir, entre lo que es, en rigor, revelación salvadora de Dios, y formas de pensamiento y lenguaje con que el autor sagrado la expresó.

La Palabra de Dios, consignada en la Biblia, no está muerta en las páginas de un libro o estratificada en el depósito de la revelación, sino que está viva y activa en la Iglesia. Cristo, presente por su espíritu, la sigue pronunciando permanentemente, como un llamado que nos dirige, aquí y ahora, a comprometernos en una gesta salvadora que actúa aún en la historia de hoy y que pasa por cada creyente. 
Frente a esa Palabra que nos interpela, es preciso que nos abramos plenamente a ella, que la re-leamos traduciéndola al contexto nuevo y personal que nos toca vivir, a fin de darle una respuesta de fe, activa y actualizada.

Extraído de un texto aportado por Ana Etchepareborda de Teste

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Yo soy el camino

                                     Yo soy la luz del mundo,
                                     no hay tinieblas junto a Mí.
                                     Tendrán la luz de la vida
                                     por la palabra que les di.
                                     Yo soy el Camino firme
 yo soy la Vida y la Verdad
 por mí llegarán al Padre
 y al Santo Espíritu tendrán.
                                     Yo soy el Pan de vida
                                     y con ustedes me quedé.
                                     Me entrego como alimento,
                                     soy el misterio de la Fe.
                                     Estribillo
                                     Yo soy el Buen Pastor,
                                     y por amor mi vida doy;
                                     yo quiero un solo rebaño,
                                     soy para todos Salvador.
                                     Estribillo
                                     Yo soy la Vid verdadera,
                                     mi Padre, Dios, el Viñador;
                                     produzcan fruto abundante,
                                     permaneciendo en mi amor.
                                     Estribillo
                                     Yo soy Señor y Maestro
                                     y un mandamiento nuevo doy :
                                     que se amen unos a otros
                                     como los he amado yo
                                     Estribillo
 
                                     Tomado del Cancionero Parroquial
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Dios te ama

Ser cristianos no es, primariamente, asumir una infinidad de compromisos y obligaciones, sino dejarse amar por Dios.
Gracias al amor y misericordia de Cristo, no hay pecado, por grande que sea, que no pueda ser perdonado, no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepienta será recibido por Jesucristo con perdón y amor inmenso.
 
El hombre tiene íntima necesidad de encontrarse con la misericordia de Dios hoy más que nunca...sobre todo para hacer la experiencia espiritual de ese amor que acoge, vivifica y resucita a la vida nueva.
 
En vuestras dificultades, en los momentos de prueba y desaliento, cuando parece que toda dedicación está como vacía de interés y de valor, ¡ tened presente que Dios conoce vuestros afanes ! ¡ Dios os ama uno por uno, está cercano a vosotros, os comprende ! Confiad en Él, y en esta certeza encontrad el coraje y la alegría para cumplir con amor y con gozo vuestro deber.
Volved a encontrar el camino que lleva a Dios. No a un Dios cualquiera, sino al Dios que se ha manifestado Padre en el rostro amabilísimo de Jesús de Nazaret. Recordad ciertamente el abrazo tierno y afectuoso del Padre cuando vuelve a encontrar al hijo “pródigo”. Dios ama Él primero. Si os dejáis encontrar por Él, vuestro corazón hallará la paz. Será fácil responder a su amor con amor.
 
No olvidéis que el Señor escucha vuestra oración...aún cuando os invade la melancolía y os sentís oprimidos por la amargura de la incomprensión y el abandono, nada puede impediros que abráis el corazón a la oración y al diálogo con Dios, que conoce la verdad de la vida de cada uno.
 
Dios ama a todos sin distinción y sin límites, con un amor incondicional y eterno...
El amor de Dios es tierno y misericordioso, paciente y lleno de comprensión...
La paz viene cuando aprendemos a descansar en la providencia amorosa de Dios, sabiendo que el deseo de este mundo pasa, y que solamente su reino perdura. Poner nuestro corazón en las cosas que duran es estar en paz con nosotros mismos.
 
Juan Pablo II
 
Extraído del capítulo Dios te ama, del libro  ORAR   Su pensamiento espiritual
 
 

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Orar

No le reces a Dios mirando el cielo ¡ mira hacia adentro !
no lo busques a Dios lejos de ti, sino en ti mismo;
y descubrirás que tú eres templo, sacerdote y altar, culto y ofrenda...
No le pidas a Dios lo que te falta ¡ búscalo tú mismo !
y Dios lo buscará contigo, porque ya te lo dio como promesa
y como meta, para que tú lo alcances...
No reproches a Dios por tu desgracia ¡ súfrela con Él !
y Él sufrirá contigo; que si hay dos para un dolor, se sufre menos...
No le exijas a Dios que te gobierne a golpe de milagros, desde afuera;
¡ gobiérnate tú mismo ! con responsable libertad, amando,
y Dios te estará guiando ¡ desde adentro y sin que sepas cómo !
No le pidas a Dios que te responda cuando tú le hablas
¡ respóndete tú ! porque Él te habló primero;
y si quieres seguir oyendo lo que falta, escucha lo que ya te dijo.
No le pidas a Dios que te libere, desconociendo la libertad que ya te dio
¡ anímate tú a vivir tu libertad ! y sabrás que sólo fue posible
porque tu Dios te quiere libre.
No le pidas a Dios que te ame, mientras tengas miedo
de amar y de saberte amado ¡ámalo tú!
y sabrás que si hay calor es porque hubo fuego,
y que si tú puedes amar es porque Él te amo primero.
 
Autor desconocido
 
 
Colaboración de Claudia Deluca
 
 

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La silla de Jesús

La hija de un hombre le pidió al sacerdote que fuera a su casa a hacer una oración para su padre, que estaba muy enfermo. Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo, encontró a este hombre en su cama con la cabeza calzada por un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote pensó que el hombre sabía que vendría a verlo.
“Supongo que me estaba esperando”, le dijo. “No,  ¿quién es usted? ”, le dijo el hombre. “Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con usted; cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo.”
“Oh, sí, la silla...”, dijo el hombre enfermo, “¿le importa cerrar la puerta?...”
El sacerdote sorprendido la cerró. “Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar. Cuando he estado en la Iglesia he escuchado siempre, al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae..., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y me salió por el otro, pues no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces, por mucho tiempo abandoné por completo la oración.
Esto ha sido así en mí hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo: “José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas:
Te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente de ti; luego con fe mira a Jesús sentado delante de ti. No es algo alocado, pues Él nos dijo: Yo estaré siempre con ustedes. Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la   misma   manera   como lo estás haciendo conmigo ahora.”
Es así que lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija...pues me internaría de inmediato en el manicomio.”
El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que estaba haciendo, y que no cesara de hacerlo. Luego hizo una oración con él, le extendió una bendición y se fue a su parroquia.
Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó: “Falleció en paz?.” “Sí, cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo en su cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras, una hora más tarde, ya lo encontré muerto.
Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar esto?.”
El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió: “Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera.”
 
El cuento fue leído por Monseñor Joaquín Sol en la última Misa de las 11 del pasado domingo.
El e-mail que él recibió en la Asociación Eclesiástica San Pedro continúa así:
"Es curioso como podemos enviar cuentos y bromas a través del correo electrónico... las cuales se esparcen como un fuego voraz, pero cuando envías mensajes de Dios, lo pensamos dos veces antes de compartirlo con otros.
Es curioso como la lujuria, cruda, vulgar y obscena pasa libremente a través del ciberespacio, pero la discusión pública de Jesús es suprimida en las escuelas y en los lugares de trabajo.
¿Es curioso, verdad?. Más curioso es todavía cómo alguien pueda estar tan encendido por Cristo el domingo, pero ser un cristiano invisible el resto de la semana.
Es curioso si cuando terminas de leer este mensaje, no se lo envías a muchos de los que están en tu lista de direcciones, porque no estás seguro de lo que ellos piensan al respecto, de lo que ellos vayan a pensar de ti.
No te detengas, envíaselos. Es curioso como nos preocupamos más por lo que la gente piensa de nosotros, que por lo que Dios pueda pensar de nosotros.
 
Colaboración de Cristina Minolli
 
 

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Perdonar …deja limpia toda herida

Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida.
Si te sientes así te darás cuenta que has perdonado.

En una parte del Padre Nuestro Dios nos dice : “perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
En muchas ocasiones nosotros condicionamos a Cristo; Dios dijo : “yo soy la vid y ustedes la rama, ustedes lejos de mí no pueden hacer nada” y nada incluye todo, incluye perdonar.

Dejemos que Dios nos ayude con nuestra decisión de perdonar; nosotros no fuimos hechos para odiar, sino para amar...cuando Dios dijo que había que perdonar 70 veces 7, Él quiso decir perdona todas las veces que sea necesario.

Dios, cuando lo crucificaron dijo : “Padre perdónalos, no saben lo que hacen” y así sucede con la gente que nos hace daño. Ellos aunque creen que saben lo que hacen, no lo saben, porque no saben con quién se están enfrentando, porque tú tienes un abogado, que es Cristo; llámalo cuando lo necesites.

Perdonar es una decisión que deja en libertad tu corazón,  deja limpia toda herida y la amargura en ti ya no reinará.
Si tú quieres que el Señor te perdone, debes primero perdonar.

Actualidad Catequística ( Roman Catholic Archdiocese of Newark )
Volumen 11  No. 52     Publicación Trimestral   Enero / Marzo 1998

Extraído del Portal Católico www.encuentra.com





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El “Padre Nuestro” de Dios

Un autor lo pensó así :
 
Hijo mío que estás en la Tierra preocupado, solitario, tentado,
Yo conozco perfectamente tu nombre
y lo pronuncio como santificándolo, porque te amo.
No, no estás solo, sino habitado por mí,
y juntos construiremos este Reino del que tú vas a ser el heredero.
Me gusta que hagas mi voluntad,
porque mi voluntad es que tú seas feliz.
Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan para hoy, no te preocupes.
Sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos.
Sabes que te perdono todas tus ofensas - antes incluso que las cometas -
porque te pido que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden.
Para que nunca caigas en la tentación, tómate fuerte de mi mano
y Yo te libraré del mal, querido hijo mío.
 
 
 
 
 
 

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Buenos días…, buenas tardes…, buenas noches

Cuando te levantaste en la mañana, yo ya había preparado el sol para empezar tu día y el alimento para tu desayuno. Sí, preví todo eso, mientras vigilaba y guardaba tu sueño, tu familia, tu casa.
Esperé por tus “buenos días”, pero te olvidaste...
Bueno pensé, parecías tener tanta prisa, que te perdoné.
El sol apareció, las flores entregaron su perfume, la brisa de la mañana te acompañó, y tú no pensaste que yo había preparado todo eso para ti.
Tus familiares sonríen, tus colegas te saludan, trabajaste, viajaste, realizaste negocios, lograste victorias, pero...
No percibiste que yo estaba cooperando contigo, y más logros tendrías si me dieras una oportunidad... yo sé... corres tanto... te perdono.
Lees bastante, oyes muchas cosas, pero así y todo no tienes tiempo de leer o de oír mi palabra. Quise hablarte, pero no me diste tiempo, incluso quise aconsejarte, pero no pensaste en esa posibilidad.
Tu visión, tus pensamientos, tu hablar, serían mejores. Las cosas malas serían menores, y las buenas serían mucho mejores en tu vida.
La lluvia que cayó en la tarde fueron lágrimas por tu ingratitud, y también fueron mi bendición sobre la tierra, para que no te falte pan y agua.
Trabajaste, ganaste dinero, que no fue más porque no me dejas ayudarte.             Te olvidas que mi deseo es que participes en mi Reino, con tu vida, tu tiempo, tu trabajo y tu dinero.
Terminó tu día, vuelves a casa, mandé la luna y las estrellas para que la noche luciera más bonita y recordaras mi amor por ti.
Ciertamente ahora me vas a decir : “Buenas noches, gracias”... pero te dormiste... ¡¡¡ Qué pena !!!  Buenas noches, que duermas bien. Yo sigo velando por ti.
 
                                                 Jesús
 
 
Colaboración de Pablo Deluca, gran amigo y compañero de camino.
 
 

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Alma Misionera

Señor, toma mi vida nueva,
antes de que la espera desgaste años en mí.
Estoy dispuesto a lo que quieras,
no importa lo que sea, Tú llámame a servir.
Llévame donde los hombres necesiten tus palabras,
necesiten mis ganas de vivir,
donde falte la esperanza, donde todo sea triste,
simplemente por no saber de Tí.
Te doy, mi corazón sincero
para gritar sin miedo lo hermoso que es tu amor.
Señor, tengo alma misionera,
condúceme a la tierra que tenga sed de vos.
Estribillo
Y así, en marcha iré cantando,
por pueblo predicando tu grandeza Señor.
Tendré, mis manos sin cansancio,
tu historia entre mis labios,
la fuerza en la oración.
Estribillo
 
Tomado del Cancionero Parroquial
 
 

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La plegaria de San Francisco

Señor, hazme un instrumento de tu paz.

Donde haya odio, déjame sembrar amor ;

donde haya perjuicio, perdón ;

donde haya duda, paz ;

donde haya desesperación, esperanza ;

donde haya oscuridad, luz ;

donde haya tristeza, júbilo.

Oh, divino Maestro, concédeme que no busque tanto

ser consolado como consolar,

ser comprendido como comprender,

ser amado como amar.

Porque es en el dar que recibimos ;

es en perdonar que somos perdonados ;

es en morirnos que nacemos a la vida eterna.

Que esta oración te acompañe y te sirva de guía hoy y siempre.