Miedo vs Seguridad

Cada vez que pienso y me pregunto cuál es el mayor obstáculo que le impide al ser humano avanzar, sentir, experimentar, vivir. redescubro una misma respuesta:¡EL MIEDO!.

Los miedos, se convierten en una gran piedra pesada, amarrada a nuestro pie, que no nos deja crecer, continuar. Surgen por experiencias vividas, situaciones desconocidas, imaginación, predisposición voluntaria u ocasionada por otros.

Hay quienes después de haber amado y sufrido por amor, se niegan la oportunidad de vivirlo de nuevo, dejan de creer en ese sentimiento, le cierran las puertas por miedo.

Otros que quizás han sido traicionados o les han fallado, temen volver a confiar, viven prevenidos a todo, expresan cosas así como: no confío en nada ni en nadie, ya me han hecho mucho daño, no quiero que me vuelvan a traicionar.

El miedo los hace sumergirse en la soledad, renegar de la Amistad, sentir que los amigos verdaderos no existen, son tan solo poesía y fantasía, nada real.

Los fracasos y caídas, crean el miedo de volverlo a intentar; en muchos casos, derrumban los sueños, acaba con las ilusiones, llenan la mente y el corazón de temor a empezar de nuevo o a luchar.

El miedo lo ha inventado el ser humano en su fragilidad, en esos momentos en los que le cuesta creer que hay un Dios que todo lo puede y que nos ama tanto, que a nuestro lado siempre está.

El miedo obstruye nuestros sentidos, nos impide ver más allá. limita nuestras fuerzas, no nos deja soñar; nos adormece el corazón, le niega la oportunidad de sentir, encontrar el amor, la amistad, creer, confiar.

Existe el miedo al futuro, por el pasado vivido. Miedo a intentar de nuevo, por las veces que se ha caído o perdido; miedo a soñar por creer quizás que no se pueda realizar; miedo a abrir el corazón, porque alguna vez fue traicionado y herido.

El que busca seguridad encuentra miedos; y el enfrentar esos miedos, lo lleva a encontrar la seguridad que anhelaba hallar.

Es emocionante a veces experimentar miedo y a la vez sentir el reto de enfrentarlo, haciendo de nuestra vida una aventura, donde se viven mil sensaciones que nos hace redescubrir nuestra humanidad, aprendiendo a vivir cada momento con el corazón lleno de paz, aunque nos toque de vez en cuando reír o llorar, perder o ganar, caerse o volver a levantar; eh ahí lo que realmente nos hace fuerte, nos ayuda a crecer y hacer nuestros sueños realidad.¿ Y tu a qué le tienes miedo?

Autor: Kary Rojas

Extraído de Valores del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com ( 2005 )

Jesús en sus ojos

Era un domingo más en Bella Vista de tardecita, momento de comulgar, misa de siete y media en Ntra. Sra. del Valle.

Por lo general cuando uno se acerca a recibir la comunión se siente conectado con Jesús, que sabe presente en la Eucaristía bajo la apariencia de pan. El milagro lo entiende la Fe y forma parte de la más linda costumbre de la familia cristiana.

Pero este domingo fue diferente. Mientras me acercaba en la fila presté atención por un momento a quien era ministro de la eucaristía que daba el Sacramento y, a partir de allí, no pude desviar más la mirada.

Era una chica muy jovencita, pero eso no llamaba tanto la atención como su forma de administrar el Sacramento. El proceso no duraba más de lo normal. Pero todo era diferente. Tomaba con su delicada mano la hostia consagrada, la levantaba, fijando su mirada en ella con un brillo tan especial que, para describirlo, no podría encontrar una comparación válida. Podría decir fascinación pero no era simplemente eso. Era admiración y ternura a la vez; respeto pero también familiaridad. Luego la daba a cada uno de los que se iban presentando con tierno cuidado, con la clara señal de alegría por el tesoro que compartía.

Una vez que se retiraba uno y venía el siguiente, el ciclo comenzaba de nuevo; sin omitir nada, sin hacer nunca de este momento tan especial, un trámite. Su rostro, iluminado, no reía, pero transmitía esa sonrisa del corazón de quien mira a su amado sabiéndose correspondida.

Con el tiempo no me extrañó saber que ella se preparaba para consagrar su vida al Señor. Ese día especial pude ver con claridad a Jesús en sus ojos.

Cuántas cosas se comprendían en un instante tan breve. Libros enteros de catequesis no podrían haber sido más convincentes. No había dudas de que sus ojos miraban a Jesús, y que admiraban tanto su poder para estar presente allí como su entrega de amor hacia quien quisiera recibirlo.

Estar ese día allí fue una bendición inesperada.

Texto y colaboración de Santiago Videla

Apuntes enviados por el Padre Ignacio Larrañaga al Paraguay al Padre José Isidro Salgado

Amarás tú esa frágil vasija que es tu persona, precisamente por lo que y en lo que tiene de quebradiza, y la envolverás con un abrazo de piedad y ternura.

Las cosas son como son y tú eres lo que eres. ¿Por qué lastimarte? Despierta! Los sueños, arrójalos a la basura; las llamas, apágalas y toma serenamente y sabiamente en tus manos la fría realidad; eres como eres. Y de todas maneras, a pesar de tus reticencias y repugnancias, eres una maravilla. Acéptate a ti mismo, no como te gustaría ser, sino como realmente eres.

Deja que las cosas sean como son. La gente sufre demasiado ansiando ser de otra manera, y se desespera al comprobar que no lo puede conseguir… Se han convertido en enemigos de sí mismos.

Hay una planta que debes cuidar o cultivar diariamente con especial cuidado y mimo: la alegría

Cuando sientas nubes negras sobre tu alma, defiéndete contra ellas. No te dejes atrapar por la angustia, todo pasará. No debes “echarte a morir”, no te dejes llevar. Tu interior está lleno de energías, pero ellas están dormidas. Debes despertarlas y ponerlas en pie.

Debes echar mano de técnicas de autosugestión: al despertar dirás “hoy será un día maravilloso” – Saldrás a pasear y sonreirás a la naturaleza diciendo, todo es hermoso, mi vida es hermosa, gozaré de una inmensa felicidad, yo venceré la enfermedad y estoy bien, soy feliz. Convéncete: te salvarás de la melancolía y otra cosa: solo tú puedes salvarte. Di a tu alma: Yo quiero vencer y venceré. No te olvides de que puedes mucho más de lo que imaginas.

Quien se ha vaciado de sí mismo es un sabio. Si lográramos vaciarnos por completo, volveríamos a la infancia de la humanidad.

Para el desposeído, el ridículo no existe; nunca el temor llamará a su puerta, las emergencias no lo asustan; Le tienen sin cuidado las opiniones sobre su persona, la tristeza no pisa sus fronteras.

El que ha visto como el temor surge de la pasión, sabe que la tranquilidad de su mente se adquiere apagando la pasión. Basta despertar, abrir los ojos. El vacío de la mente instala al hombre en un mundo nuevo, en el mundo de la realidad última. Una vez que ha conseguido experimentar el vacío mental, el sabio llega a vivir libre de todo temor y permanece en la estabilidad de quien está más allá de todo cambio.

El hombre artificial: hombre vuelto hacia fuera

El hombre sabio: vuelto hacia adentro (que ya se liberó de la obsesión de la imagen).

No maltrates a las piedras que encuentres en tu camino. No las resistas. No te enojes con ellas ni las trates a puntapiés. Sé delicado con las piedras. Acéptalas como son.

Tus cóleras no las pueden atemperar. Sé cariñoso y dulce con ellas. Esa es la única manera de que ellas no te hieran.

…He aquí, la puerta ancha de la liberación: los imposibles, dejarlos.

Despierta y las cosas que no tienen remedio, relégalas al olvido (al recordarlas, les vuelves a dar vida, es una locura). Basta de sufrir.

Graba bien, esto en tu mente: las furias de tu corazón nada podrán hacer para que lo que sucedió no hubiera sucedido. Ten piedad de ti mismo, y no seas tu propio verdugo.

Suelta todo, respira y sé feliz.

Tres ejercicios que necesitamos para recuperar la unidad perdida, la sensación de bienestar y el poder sobre sí mismo: La relajación, la concentración y el silenciamiento.

Colaboración de Gabriela Serrano Agüero

Que estas palabras te acompañen y te sirvan de guía hoy y siempre.

Crecer en vida interior

I. La vida interior, como el amor, está destinada a crecer: “Si dices basta, ya has muerto” (SAN AGUSTÍN, Sermón); exige siempre un progreso, corresponder, estar abierto a nuevas gracias. Cuando no se avanza, se retrocede. El Señor nos ha prometido que siempre tendremos las gracias necesarias. Las dificultades, las tentaciones, los obstáculos internos o externos son motivo para crecer; y si éstas fueran muy grandes, más serían las ayudas del Señor para convertir lo que parecía obstáculo, en motivo de progreso espiritual y de eficacia en el apostolado. Sólo el desamor o la tibieza hace enfermar o morir el alma.

Sólo la mala voluntad, la falta de generosidad con Dios, retrasa o impide la unión con Él.

II. Todo lo que podemos ofrecer al Señor son cosas pequeñas; muchas cosas pequeñas hechas con amor y por amor constituyen nuestro tesoro de ese día, que llevaremos a la eternidad.

La vida interior se alimenta normalmente de lo pequeño realizado con atención, con amor. Pretender otra cosa sería equivocar el camino, no encontrar nada o muy poco para ofrecer al Señor. Como las gotas de agua sumadas unas a otras fecundan la tierra sedienta, así nuestras pequeñas obras, como una mirada a la Virgen, o una palabra de aliento a un amigo, hacen progresar la vida del alma y la conservan. Recordemos las palabras de Jesús: El que es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho (Lucas 16, 10)

Otra causa de retroceso en la vida del alma es “negarse a aceptar los sacrificios que pide el Señor”. No existe amor ni humano ni divino, sin este sacrificio gustoso.

La gracia de Dios nunca nos faltará, sólo depende de nuestra correspondencia, de nuestro empeño, del recomenzar una y otra vez, sin desánimos.

III. Los actos de contrición son un medio eficaz de progreso espiritual. Pedir perdón es amar, contemplar a Cristo cada vez más dispuesto a la comprensión y a la misericordia. Y como somos pecadores (1 Juan 1, 17-18), nuestro camino estará lleno de actos de dolor, de amor, que invaden el alma de esperanza y de nuevos deseos de reemprender el camino de la santidad. Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. La Virgen, que es Madre de gracia, de misericordia y de perdón, avivará siempre en nosotros la esperanza de alcanzar la santidad; pongamos en sus manos el fruto de este rato de oración, convencidos de que a quien corresponde a la gracia, se le dará más gracia todavía.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.

Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

Extraído de Meditar, del Portal Católico El que busca, encuentra www.encuentra.com

Que estas palabras te acompañen y te sirvan de guía hoy y siempre.