El ejemplo de Niccolo Paganini

Había una vez un gran violinista llamado Paganini.
Algunos decían que era muy raro.  Otros, que era sobrenatural.
Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, por eso nadie quería perder la oportunidad de ver su espectáculo. Una noche, el escenario de un auditorio repleto de admiradores estaba preparado para recibirlo.
La orquesta entró y fue aplaudida. El director fue ovacionado.
Pero cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró.
Paganini coloca su violín en el hombro y lo que sigue es indescriptible.
Blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecen tener alas y volar con el toque de aquellos dedos encantados.
DE REPENTE, un sonido extraño interrumpe el ensueño de la platea.
Una de las cuerdas del violín de Paganini se rompe.
El director paró. La orquesta paró. El público paró.
Pero Paganini no paró. Mirando su partitura, él continuó extrayendo sonidos  deliciosos de un violín con problemas.
El director y la orquesta, admirados, vuelven a tocar.
El público se calmó, cuando, DE REPENTE,  otro sonido perturbador atrae la atención de los asistentes. Otra cuerda del violín de Paganini se rompe.
El director paró de nuevo. La orquesta paró de nuevo. Paganini no paró.
Como si nada hubiera ocurrido, olvidó las dificultades y  siguió arrancando sonidos imposibles.
El director y la orquesta, impresionados, vuelven a tocar.
Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación.
Todas las personas, asombradas, gritaron un OOHHH! que retumbó por toda aquella sala. Una tercera cuerda del violín de Paganini se rompió.
El director para. La orquesta para. La respiración del público para.
Pero Paganini no para. Como si fuera un contorsionista musical, arranca todos los sonidos posibles de la única cuerda que sobra de aquel violín destruido.
Ninguna nota fue olvidada.  El director, embelesado, se anima.
La orquesta se motiva. El público parte del silencio hacia la euforia, de la inercia para el delirio. Paganini alcanza la gloria. Su nombre corre a través del tiempo.
El no es apenas un violinista genial.
Es el símbolo del profesional que continua adelante aún ante lo imposible.
Cuando todo parece derrumbarse, démonos una chance a nosotros mismos y sigamos adelante. Despertemos al Paganini que existe dentro nuestro: sigamos adelante para vencer !
Victoria es el arte de continuar, donde otros resuelven parar.
Colaboración de María Inés Perez  ( año 2.002 )

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Fácil y difícil

Fácil es ocupar un lugar en la agenda telefónica.

Difícil es ocupar el corazón de alguien…

Fácil es herir a quien nos ama.

Difícil es curar esa herida…

Fácil es dictar reglas.

Difícil es seguirlas…

Fácil es soñar todas las noches.

Difícil es luchar por un sueño…

Fácil es exhibir la victoria.

Difícil es asumir la derrota con dignidad…

Fácil es admirar una luna llena.

Difícil es ver su otra cara…

Fácil es tropezar en una piedra.

Difícil es levantarse…

Fácil es disfrutar la vida todos los días.

Difícil es darle el verdadero valor…

Fácil es orar todas las noches.

Difícil es encontrar a Dios en las cosas pequeñas…

Fácil es prometerle algo a alguien.

Difícil es cumplirle esa promesa…

Fácil es decir que amamos.

Difícil es demostrarlo todos los días…

Fácil es criticar a los demás.

Difícil es mejorar uno mismo…

Fácil es cometer errores.

Difícil es aprender de ellos…

Fácil es llorar por el amor perdido.

Difícil es cuidarlo para no perderlo…

Fácil es pensar en mejorar.

Difícil es dejar de pensarlo y realmente hacerlo…

Qué hermoso día para estar vivo!

Colaboración de Eduardo Gerding ( año 2.002 )

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Veamos lo que trae el tiempo

Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:
-Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre- veremos lo que trae el tiempo...
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
-Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho -Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-Por qué le llamas suerte? - repuso el padre- Veamos que nos trae el tiempo...
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.
-Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho -Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
-Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo...
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey,  buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, lo bueno malo.
Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en DIOS, porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas y para el plan infinito.....
 
Envió: Eric Tejada
 
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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Pan de vida

El Evangelio de hoy                 Jn 6, 30-35
 
En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué señal vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.
Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo.  Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.
Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”.
Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida.  El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.
 
El hombre de hoy está sediento, está hambriento y no sabe de qué. Por ello ha desatado una búsqueda sin tregua tratando de encontrar algo que verdaderamente lo sacie. Lo busca en el placer, en el poder, en la fama, en el dinero, etc....
A final de la búsqueda siempre lo mismo: Vacío y soledad.  Y es que solo Jesús es el pan que sacia. Solo la vida en el amor de Dios puede dar sentido a la vida.
Jesús dijo: “Yo soy el pan de la vida” por ello solo él sacia, solo su amor llena nuestros vacíos y nuestras soledades.  La vida en Cristo se transforma en plenitud. Por ello quien tiene a Cristo lo tiene todo, quien no lo tiene no tiene nada. Esta Pascua es de nuevo la oportunidad para encontrarnos con Jesús resucitado, con el verdadero pan que sacia, con el pan que da la vida, que es paz, alegría y amor. Encuéntrate hoy con Jesús en tu oración personal...Está esperándote para saciarte.
Cristo está vivo...
Déjalo vivir en ti, deja que su amor se trasparente a todos los que te rodean.
Que Dios llene tu corazón con alegría y con paz durante todo tu día.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Ernesto María, Sac.
Evangelización Activa
Acercando La Buena Nueva del Evangelio a tu corazón
 
Extraído de  Evangelio de www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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Ser buen ciudadano

“Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones. Oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna”.  ( 1 Tim. 2, 1-2 ).
 
Todos somos ciudadanos : gobernados y gobernantes. A todos nos corresponde construir una sociedad “mejor”. El Evangelio, y la Biblia en general, no contienen un “programa” de acción política, cultural o económica. Pero sí proponen valores y actitudes absolutamente eficaces para construir una sociedad “mejor”.
El Evangelio es siempre un desafío al corazón del hombre. Respondiéndole con decisión y generosidad, todos hallaremos fuerzas para construir una sociedad que merezca ser llamada “humana”.
 
Decálogo del buen ciudadano
1.- Que crea que la búsqueda del bien común es posible y se embarque en ella.
2.- Que esta búsqueda la realiza primordialmente, por el cumplimiento de los propios deberes sociales, en particular por el ejercicio leal del trabajo ( manual, intelectual, profesional, artístico ) realizado como servicio a la comunidad.
3.- Que en esta búsqueda atiende preferentemente a los más débiles.
4.- Que en el fiel cumplimiento de los propios deberes sociales estriba la justicia para reivindicar los propios derechos.
5.- Que la defensa de los derechos personales, sobre todo en el campo económico (ganancias, dietas, honorarios, sueldos...) debe compatibilizarla con la satisfacción de las necesidades elementales de todos los ciudadanos en el marco de la situación económica de la República.
6.- Que renuncia a la especulación para enriquecerse con ella, y busca en el diálogo político sincero, las coincidencias fundamentales para edificar una patria de hermanos.
7.- Que sabe que esta meta es alcanzable, en buena medida, por las leyes justas, la mayor moralidad social y la participación más activa de todos los ciudadanos en la cosa pública.
8.- Que sabe, a la vez, que este ideal nunca es alcanzable en la tierra, pero permanece como meta a la cual tender sin desfallecer.
9.- Que por lo mismo, para la consecución de dicho ideal, renuncia a la violencia de cualquier signo y forma, de derecha, de izquierda, física, espiritual, o como sea
10.- Que defiende tenazmente el cuerpo jurídico de la democracia y robustece el alma democrática con la participación activa en la consecución del bien común, sobre todo, mediante un altísimo nivel moral en todo lo concerniente a la vida social.
 
Mons. Carmelo Giaquinta en Caritas es Compartir,  Septiembre - Octubre 1992
Extraído de un artículo de Arnaldo en el periódico El Domingo

Colaboración de Nelda Lloyd ( año 2.002 )

Creo que el texto es adecuado para aplicarlo en este momento político y económico de la Argentina, donde reina la incertidumbre, la angustia, la ira, la desazón y la desesperanza. No sólo los malos gobernantes y dirigentes políticos son responsables de lo que nos ocurre. Miremos en nuestro interior, para que podamos darnos cuenta que clase de ciudadanos somos, y comprometernos a mejorar un poco cada día.

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Deseos de santidad

I. ¿De qué le sirve al hombre ganar al mundo, si luego pierde su alma? (Mateo 16, 26) Hemos de fomentar en nuestra alma el deseo de ser santos, diciendo al Señor: “quiero ser santo”, o al menos si me encuentro flojo y débil, “quiero tener deseos de ser santo”.
Los santos fueron hombres y mujeres que tuvieron un gran deseo de saciarse de Dios, aún contando con sus defectos. Alimentemos esos deseos con la virtud de la esperanza que se fundamenta en Dios.
 
II. La fuerza del Espíritu Santo no conoce límites ni barreras. Hemos de desear ser santos viviendo la virtud de la humildad que nos llevará a contar siempre y ante todo con la gracia de Dios. Vendrá luego el esfuerzo por adquirir virtudes, por vivirlas continuamente, preocupándonos por vivir la caridad con los demás, y por último, nuestro deseo de estar con Cristo en la Cruz.
 
III. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.(Salmo 41). Es compatible esa sed de Dios con la experiencia de nuestros defectos e incluso de nuestras caídas, porque santos son, no los que no han pecado nunca, sino los que se han levantado siempre. Dios cuenta con el tiempo y tiene paciencia con nosotros.
¡Mantengamos vivo el deseo de Dios encendiendo cada día la hoguera de nuestra fe y esperanza con el fuego del amor a Dios!.
Pidamos a Nuestra Madre que nos ayude a amar a Su Hijo como Ella Lo amó.
 
Extraído de Meditar del portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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Sobre la Eucaristía

El Evangelio de hoy  ( Viernes 19 de Abril 2002 )         Jn 6,  52-59
En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”
Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes.  El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el ultimo día.  Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.  El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él.  Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron.  El que come de este pan vivirá para siempre”.
Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.
En este pasaje de Juan 6 se encuentra la médula del significado y del valor de la Eucaristía. Jesús dice, que “el que no coma y beba no tendrá vida”, por ello lo primero que surge es que este alimento espiritual no es “optativo”, es algo que se exige si verdaderamente se quiere tener la “Vida” y aspirar a la resurrección eterna. El efecto de este pan de vida, es la unión y permanencia con Jesús. De manera que el pan se convierte en la sabia que da vida a nuestra vida injertada en Cristo. En Jn 15 nos dice Jesús que de la misma manera que el sarmiento lo hace con la vid, nosotros debemos permanecer unidos a él.
Es decir no se trata de estar a ratitos (ser cristiano a ratitos) sino de una permanencia. Aclara para que no haya dudas, que el pedazo de pan que se consagra en la Eucaristía es verdaderamente su cuerpo. Por lo tanto, no es una  presencia “simbólica”, como dicen algunos; o meramente espiritual, sino que es real y substancialmente su cuerpo (lo mismo decimos para la sangre en el cáliz).
Finalmente, y como consecuencia de esto, se trata de comer, de masticar (el verbo griego que usa Juan es “trogon” que significa roer, morder, masticar), de darnos cuenta que estamos “comiendo” a Jesús y que esto es precisamente lo que nos da la vida.
Te invito a que este domingo, en la celebración eucarística tengas la experiencia de “comer”, de “masticar” a Jesús. Que te hagas consciente de lo que comes y que te unas íntimamente, como el sarmiento a la vida, a Jesús. Cristo está vivo...Déjalo vivir en ti, deja que su amor se trasparente a todos los que te rodean.
Ernesto María, Sac.  ( año 2.002 )
Evangelización Activa  -  Acercando La Buena Nueva del Evangelio a tu corazón
Te invitamos a visitar la página electrónica: http://www.evangelizacion.org.mx
didage@evangelizacion.org.mx
Extraído de Evangelio del portal Católico www.encuentra.com

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No pares…continúa tocando

Deseando dar ánimo al progreso de su joven hijo al piano, una madre lleva a su pequeño hijo, a un concierto de Paderewski.

Después de sentarse, la madre vio a una amiga en la platea y fue hacia ella para saludarla. Tomando la oportunidad para explorar las maravillas del teatro, el pequeño niño se levanta y eventualmente sus exploraciones lo llevaron a una puerta donde estaba escrito «PROHIBIDA LA ENTRADA».

Cuando las luces bajaron y el concierto estaba a punto de empezar, la madre regresa a su lugar y descubrió que su hijo no estaba allí.

De repente, las cortinas se abrieron y las luces cayeron sobre un impresionante piano Steinway en el centro del palco. Horrorizada, la madre vio a su hijo sentado al teclado, inocentemente tocando las notas de …. «Mambrú se fue a la guerra».

En aquel momento, el gran maestro de piano hizo su entrada, rápidamente fue al piano y susurró al oído del niño, «no pares, continúa tocando».

Entonces apoyado, Paderewski extendió su mano izquierda y empezó a llenar la parte del bajo, luego, puso su mano derecha alrededor del niño y agregó un bello arreglo de melodía. Juntos, el viejo maestro y el joven aprendiz, transformaron una situación embarazosa, en una situación maravillosamente reactiva. El público estaba perplejo. Así son las cosas con Dios.

Lo que podemos conseguir por cuenta propia, lo hacemos lo mejor posible y los resultados no son exactamente como una música graciosamente fluida. Pero, con las manos del Maestro, las obras de nuestras vidas verdaderamente pueden ser lindas.

La próxima vez que te determines a realizar cualquier hecho, (sin cruzar puertas donde diga: “PROHIBIDA LA ENTRADA”) escucha atentamente. Puedes oír la voz del Maestro, susurrando en tu oído, «no pares, continua tocando».

Siente sus brazos amorosos a tu alrededor. Siente que sus fuertes manos están tocando el concierto de tu vida.

Recuerda, Dios no llama a aquellos que son capacitados. Él capacita a aquellos que son llamados. Y Él siempre está para amarte y guiarte a grandes cosas.

Que alguien como el Maestro toque mi vida, es un privilegio, tocar la vida de alguien es un honor, pero el ayudar a que otros toquen sus propias vidas, es un placer indescriptible!

Algunas veces en la vida, tú encuentras un amigo especial; alguien que cambia tu vida sólo por ser parte de ella, alguien que te hace remar sin parar, alguien que tú piensas que es realmente bueno, alguien que te querrá a pesar de todo, alguien que siempre estará a tu lado a pesar de que ya no exista en tu vida, alguien que te convence que de verdad hay una puerta cerrada esperando que tú la abras; pero casi siempre lo alejas de ti y cuanto te das cuenta de ello, algunas veces ya es demasiado tarde para arrepentirte, así que cuanto encuentres a alguien así, no lo desaproveches.

(Versión retocada en algunos puntos, para mayor comprensión: Fuente modificada de: C.Vaillant-Yanes ROMANS 8:37-39)

 
Colaboración de Pablo Deluca  ( año 2.002 )

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El buzón de Ruth

Ruth miró en su buzón del correo; sólo había una carta.

La tomó y la miró antes de abrirla, pero luego la observó con más cuidado. No había sello ni marcas del correo, solamente su nombre y dirección. Leyó la carta:

Querida Ruth:

Estaré en tu vecindario el sábado en la tarde y pasaré a visitarte.

Con amor,

Jesús

Sus manos temblaban cuando puso la carta sobre la mesa.

«Por qué querrá venir a visitarme el Señor? No soy nadie en especial, no tengo nada que ofrecerle…» Pensando en eso, Ruth recordó el vacío reinante en los estantes de su cocina.

“Ay no! No tengo nada para ofrecerle! Tendré que ir a comprar algo.

Bueno, compraré algo de pan y alguna otra cosa, al menos.”

Se echó un abrigo encima y se apresuró a salir.

Una hogaza de pan francés, media libra de pavo y un cartón de leche… Y Ruth se quedó con solamente doce centavos que le deberían durar hasta el lunes.

Aún así se sintió bien camino a casa, con sus humildes ingredientes bajo el brazo.

«Oiga, señora, nos puede ayudar ?»

Ruth estaba tan absorta pensando en la cena que no vio las dos figuras que estaban de pie en el pasillo. Un hombre y una mujer, los dos vestidos con poco más que harapos.

«Mire, señora, no tengo empleo, usted sabe, y mi mujer y yo hemos estado viviendo allá afuera en la calle, y bueno, está haciendo frío y nos está dando hambre, y bueno, si usted nos puede ayudar, señora, estaríamos muy agradecidos…»

Ruth los miró con más cuidado. Pensó que ellos podrían obtener algún empleo si realmente quisieran….

…»Señor, quisiera ayudar, pero yo misma soy una mujer pobre. Todo lo que tengo es unas rebanadas de pavo y pan, pero tengo un huésped importante para esta noche y planeaba servirle eso a El.»

«Si, bueno, si señora, entiendo. Gracias de todos modos.»

El hombre puso su brazo alrededor de los hombros de la mujer y se dirigieron a la salida. A medida que los veía saliendo, Ruth sintió un latido familiar en su corazón. «Señor, espere!»

La pareja se detuvo y volteó a medida que Ruth corría hacia ellos y los alcanzaba en la calle.

Mire: por que no toma esta comida? Algo se me ocurrirá para servir a mi invitado…», y extendió la mano con la bolsa de víveres.

«Gracias, señora, muchas gracias!» «Si, gracias!», dijo la mujer y Ruth pudo notar que estaba temblando de frío.

«Sabe? tengo otro abrigo en casa. Tome este», Ruth desabotonó su abrigo y lo deslizó sobre los hombros de la mujer. Y sonriendo, volteó y regresó camino a casa… sin su abrigo y sin nada que servir a su invitado.

«Gracias, señora, muchas gracias!»

Ruth estaba tiritando cuando llegó a la entrada. Ahora no tenía nada para ofrecerle al Señor. Buscó rápidamente la llave en la cartera. Mientras lo hacía notó que había otra carta en el buzón.

«Que raro, el cartero no viene dos veces en un día.» Tomó el sobre y lo abrió:

Querida Ruth:

Qué bueno fue volverte a ver.

Gracias por la deliciosa cena, y Gracias también por el hermoso abrigo.

Con amor,

Jesús

 
Colaboración de Norberto Lanata   ( año 2.002 )

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El camino de la desilusión

Los discípulos iban caminando a Emaús. Sentían una gran decepción por el final de Jesús, que había muerto crucificado. Y con esa cruz, habían quedado crucificados también sus ideales, sus esperanzas de algo nuevo, su futuro. Y estaban volviendo a la rutina de todos los días…

Jesús se hizo compañero de viaje. No se presentó de ninguna manera extraordinaria. Simple caminante, que conversaba y compartía. Tan compañero que, llegada la tarde, los discípulos no querían que los dejara solos. Y lo invitaron a quedarse con ellos.

Se sentaron a la mesa para seguir compartiendo las cosas simples de la vida, como son las noticias de lo que pasa, la comida y la bebida. Fue entonces, en los gestos de ese compañero desconocido, que descubrieron al Señor resucitado. Y todo cambió en un instante, tanto que retomaron fuerza para desandar los diez kilómetros hasta Jerusalén para contárselo a los demás. Todo se aclaró, las escrituras, la cruz, el sepulcro vacío, las profecías…La vida recobraba sentido y moría la decepción que había nacido en sus corazones.

No nos faltarán momentos de decepción en nuestra vida cristiana, en nuestra comunidad, en nuestros ideales. Así como los discípulos de Emaús no podían aceptar el escándalo de la cruz, a nosotros nos puede costar aceptar la cruz de cada día. Pero él, el peregrino de Emaús, nos acompaña en nuestras decepciones, fracasos y frustraciones.

No estamos solos, arde nuestro corazón, porque él camina con nosotros y quiere compartir con nosotros el pan, si es que lo invitamos a quedarse en nuestra casa.

P. Aderico Dolzani, SSP.

 
Extraído de el periódico “El Domingo” del Domingo 14 de abril de 2002

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La Santa Misa y la entrega personal

La entrega plena de Cristo por nosotros, que culmina en el Calvario, constituye la llamada más apremiante a corresponder a su gran amor por cada uno de nosotros. En la Cruz, Jesús consumó la entrega plena a la voluntad del Padre y el amor por todos los hombres, por cada uno: me amó y se entregó por mí (Gálatas 2, 20). ¿Cómo correspondo yo a su Amor? En todo verdadero sacrificio se dan cuatro elementos esenciales, y todos ellos se encuentran presentes en el sacrificio de la Cruz: sacerdote, víctima, ofrecimiento interior y manifestación externa del sacrificio, expresión de la actitud interior.
Nosotros, que queremos imitar a Jesús, que sólo deseamos que nuestra vida sea reflejo de la suya, nos preguntamos hoy si sabemos unirnos al ofrecimiento de Jesús al Padre, con la aceptación de la voluntad de Dios, en cada momento, en las alegrías y contrariedades, en el dolor y en el gozo.
La Santa Misa y el Sacrificio de la Cruz son el mismo y único sacrificio, aunque estén separados en el tiempo: se vuelve a hacer presente la total sumisión amorosa de Nuestro Señor a la voluntad del Padre. Cristo se ofrece a Sí mismo a través del sacerdote, que actúa in persona Christi. Su manifestación externa es la separación sacramental, no cruenta, de su Cuerpo y su Sangre, mediante la transustanciación del pan y el vino.
Nuestra oración de hoy es un buen momento para examinar cómo asistimos y participamos en la Santa Misa. Si tenemos amor, identificación plena con la voluntad de Dios, ofrecimiento de nosotros mismos, y afán corredentor.
El Sacrificio de la Misa, al ser esencialmente idéntico al Sacrificio de la Cruz, tiene un valor infinito, independientemente de las disposiciones concretas de quienes asisten y del celebrante, porque Cristo es el Oferente principal y la Víctima que se ofrece. No existe un medio más perfecto de adorar a Dios o de darle gracias por todo lo que es y por sus continuas misericordias con nosotros.
También es la única perfecta y adecuada reparación, a la que debemos unir nuestros actos de desagravio.
La Santa Misa debe ser el punto central de nuestra vida diaria, como lo es en la vida de la Iglesia, ofreciéndonos nosotros mismos por Él, con Él y en Él. Este acto de unión con Cristo debe ser tan profundo y verdadero que penetre todo nuestro día e influya decisivamente en nuestro trabajo, en nuestras relaciones con los demás, en nuestras alegrías y fracasos, en todo.
Acudamos a nuestro Ángel para evitar las distracciones cuando asistimos a la Santa Misa, y esforcémonos en cuidar con más amor este rato único de nuestro día.
 
Extraído de Meditar del Portal Católico  www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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Dichosos los que no ven y creen

La Cruz de Jesucristo, fue un verdadero “escándalo” para los discípulos; la Cruz no tenía nada de glorioso, al contrario: un tormento en el cual el Señor sufrió una pasión dolorosísima, una muerte humillante… y la sepultura pareció ser un verdadero fin a todo esto…

Tomás, el apóstol, no estaba cuando Jesús se apareció por primera vez y los apóstoles le anuncian la feliz noticia; hemos visto al Señor; pero Tomás duda de sus condiscípulos y del mismo Señor y se empecina en esta postura tan común entre nosotros: “si no veo, no creo”.

No miremos a Tomás como un “extraño”: muchas actitudes nuestras nos hacen parecidos a él: nuestras incredulidades, desconfianzas, temores, dudas, nuestros “peros” ante Dios… ya que somos muchas veces cristianos con peros (“soy cristiano pero… y el pero introduce una cláusula incompatible con una fe auténtica: con lo cual, en el fondo es como si se dijese “creo, pero no mucho”…); o tenemos miedo al testimonio, pensando que el error y/o la mentira tienen derechos, cuando en realidad la mentira no tiene derechos… aunque cada uno tenga derecho a expresar su propia opinión, ni la mentira ni el error, de por sí, tienen derechos…); estas actitudes entre otras que podríamos resumir como nuestras negativas frente a ciertas exigencias de la fe, le quitan a la misma pureza, fuerza y alegría; inmersos en muchos problemas, más de una vez corremos el riesgo de pensar que viendo a Jesús como lo vieron sus contemporáneos sería más fácil para nosotros creer, tener fe; nuestras actitudes en los momentos de prueba “destapan” muchas veces nuestra falta de fe; exigimos de Dios respuesta inmediata y solución a nuestros problemas: y le preguntamos y lo acosamos: ¿porqué el hambre? ¿por qué la guerra, la violencia, el aborto, la injusticia, el negociado? ¿por qué al malo parece que todo le va bien y al que quiere hacer las cosas bien parece que todo se le hace más difícil? ¿por qué a veces las cosas parecen complicarse sin remedio, por qué aparece el cáncer, la enfermedad, el dolor, la tristeza, la soledad, la muerte, POR QUÉ?

¿Es posible vivir esto, y seguir creyendo que Cristo resucitó?…

¿Que la muerte está vencida? Que hay Vida Nueva, un Nueva Creación?

Las acusaciones son duras, son crueles, con la dureza de la afirmación de Tomás, Si no veo…” y la invitación de Jesús recuerda el tono de dureza de Tomás “Trae tu dedo; ¡aquí están mis manos! ¡Trae tu mano! ¡Aquí está mi costado!… Tomás se humilla, y Jesús proclama la Bienaventuranza Dichosos los que creen sin ver…”

Decíamos que:

– A veces pensamos que a nuestra fe le falta algo”: si pudiéramos ver a Jesús como los hombres y mujeres que vivieron en su época, si tuviésemos alguna visión, alguna revelación especial, algún “milagrito”; pero Judas, Pilato, Barrabás y muchos Judíos conocieron a Cristo… ¿Y?… Muchos vieron sus milagros, y ¿cómo reaccionaron? No creyeron en Él; incluso tuvieron que ver con su condenación, o simplemente se lavaron las manos…

Para conocer a Jesús lo que hace falta es la fe y por la fe y los sacramentos conocemos a Cristo de otra forma: el Espíritu Santo nos guía para que seamos amigos de Dios; no es lo mismo estar en presencia de un desconocido que estar en presencia de un amigo; por eso cuando estamos en plena amistad con Dios no necesitamos verlo porque lo sabemos presente, lo experimentamos, lo vivimos y lo celebramos cada día y en cada momento y de una manera especialísima en la Misa; percibimos a Jesús mucho mejor que Judas, Pilato, Barrabás y muchos Judíos, sabemos como nos fortalece, ilumina, conseja,… nos hace partícipes de su vida.

La fe es entonces un conocimiento mucho más profundo que sensible; Jesús ha resucitado y vive entre nosotros, pero sólo la fe puede percibirlo, y los que lo ven con la fe deben ser sus testigos en el mundo. Los hombres y mujeres de hoy sólo creerán en Cristo si ven que los cristianos lo testimonian con su vida ejemplar; viendo a los cristianos se convencerán y creerán en Cristo… Una comunidad que vive unida dando ejemplo de alegría, de amor, de solidaridad es la gran prueba de que Cristo ha resucitado, porque esa alegría, solidaridad y amor no son las de simples hombres porque la fuerza y el heroísmo de los Santos no es puramente humano; porque la fuerza, santidad, sabiduría y luminosidad de la Iglesia que se levanta en medio de los pueblos como columna de verdad no tiene otra explicación que el espíritu de Cristo Resucitado; los hombres por su sola fuerza no pueden hacer esto.

La fe encuentra su flor más preciosa en la CONFIANZA… Por eso hoy, II Domingo de Pascua, día en que por gracia de Dios y por sabia disposición de Juan Pablo II celebramos la fiesta de la DIVINA MISERICORDIA, con plena convicción de que la humanidad no encontrará ni tranquilidad ni paz hasta que se vuelva con plena confianza a la Divina Misericordia, quisiera poner una vez más, delante de sus corazones, esta devoción tan hermosa, tan profunda, tan sencillamente completa, a la que considero como una reposición de la del Sagrado Corazón de Jesús, que el mismo Cristo hace para nuestro tiempo…

En la era de la imagen Jesús nos ha regalado una imagen de su Corazón Misericordioso: Jesús amable y sonriente, con el brazo levantado no para amenazar ni castigar, sino para bendecir y perdonar, con el perdón que brota de ese corazón lleno de amor que su otra mano señala, Corazón del cual brotan la Sangre y el agua que claman al Padre, para todo el mundo, piedad y compasión…

Y Cristo nos enseño una palabra, corta y llena de fe, para que sepamos cómo invocarlo: “JESÚS, EN VOS CONFÍO”, síntesis maravillosa de Fe, Esperanza y Amor, virtudes específicas del cristiano, que el Catecismo de la Iglesia Católica coloca en directa relación con el primer mandamiento, fuente y síntesis de toda la vida moral del cristiano…

¡Felices entonces los que por la misericordia que viven y testimonian se transforman en la prueba viviente de Jesús viviente!; ¡Felices los que creen sin exigir más prueba que la que nos dio el Padre, entregando a su Hijo único a la Cruz por nosotros! ¡Felices los que tienen la mirada de la fe y confianza, que es mucho más penetrante que la de Tomás, porque ya gozan de la presencia del Señor que ahora vive entre nosotros renovando su victoria sobre la muerte y preparándonos para la resurrección.

Amén

P. Juan Pablo Esquivel ( año 2.002 )

Parroquia San Miguel Arcángel

C. Gardel, 80

E 3100 FWB Paraná (Entre Ríos)

 

Argentina

Tel/Fax: 0054 – 343 – 4230469

-mail: Juampa@arnet.com.ar

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San Pedro nos habla de la Fe

Primera carta del apóstol San Pedro
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo.
Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final. Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente : así la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor, el día de la revelación de Jesucristo.
Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación.
 

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Dejarse ayudar

I. Dos discípulos se dirigen a su aldea, Emaús, perdida la virtud de la esperanza porque Cristo, en quien habían puesto todo el sentido de su vida, ha muerto.
El Señor, como si también Él fuese de camino, les da alcance y se une a ellos sin ser reconocido (Lucas 24, 13-35). Hablan de lo ocurrido en Jerusalén la tarde del viernes, la muerte de Jesús de Nazaret en quien habían depositado su confianza. Hablan de Jesús como de una realidad pasada: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso...
Fijáos en este contraste. Ellos dicen: “¡Que fue!”... ¡Y lo tienen a su lado, está caminando con ellos, está en su compañía indagando la razón, las raíces íntimas de su tristeza! Jesús les interpreta aquellos acontecimientos a la luz de las Escrituras. Con paciencia, les devuelve la fe y la esperanza. Y aquellos dos recuperan también la alegría y el amor.
Es posible que nosotros también nos encontremos alguna vez con desaliento. En esas ocasiones, si nos dejamos ayudar, Jesús no permitirá que nos alejemos de Él: ¡Abramos el alma con sinceridad en la dirección espiritual! ¡Dejémonos ayudar!
II. La esperanza es la virtud del caminante que, como nosotros, todavía no ha llegado a la meta, pero sabe que siempre tendrá los medios para ser fiel al Señor y perseverar en la propia vocación recibida, en el cumplimiento de los propios deberes. El Señor nos habla con frecuencia de fidelidad en el Evangelio.
Entre los obstáculos que se oponen a la perseverancia fiel está, en primer lugar, la soberbia, que oscurece el fundamento mismo de la fidelidad y debilita la voluntad para luchar contra las dificultades y tentaciones. La fidelidad hasta el final de la vida exige la fidelidad en lo pequeño de cada jornada, y saber recomenzar de nuevo cuando por fragilidad hubo algún descamino.
El llamamiento de Cristo exige una respuesta firme y continuada y, a la vez, penetrar más profundamente en el sentido de la Cruz y en la grandeza y en las exigencias del propio camino.
III. Esta virtud de la fidelidad debe informar todas las manifestaciones de la vida del cristiano: relaciones con Dios, con la Iglesia, con el prójimo, en el trabajo, en sus deberes de estado y consigo mismo. De la fidelidad al Señor se deduce y a lo que se reduce, la fidelidad a todos sus compromisos verdaderos. Dios está dispuesto a darnos las gracias necesarias, como aquellos dos de Emaús, para salir adelante en todo momento, si hay sinceridad de vida y deseos de lucha. Y nosotros le decimos como ellos: ¡Quédate con nosotros, porque se hace de noche!
Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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Mensaje Pascual de Juan Pablo II

CIUDAD DEL VATICANO, 31 marzo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II lanzó en esta Pascua un grito de esperanza en Cristo, desde la plaza de San Pedro, dirigido a todo el mundo y, en especial a Tierra Santa, donde «¡parece como si se hubiese declarado la guerra a la paz!».
«La guerra no resuelve nada», afirmó el Papa antes de impartir su bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad de Roma y al mundo), «¡nadie puede quedar callado e inerte; ningún responsable político o religioso!».
La columnata de Bernini no lograba abrazar en la mañana de este domingo a los más de cien mil peregrinos que vinieron a rezar y a alentar al Santo Padre en la misa de Resurrección. Sus palabras fueron transmitidas en directo por 63 canales de televisión de unos cincuenta países.
El pontífice se encontraba en mejores condiciones de salud que en los días precedentes y, contradiciendo la expectativas, celebró personalmente la eucaristía de la mañana del domingo de Pascua, después de haber presidido la vigilia pascual de la medianoche que había durado tres horas. La plaza se había convertido en un auténtico jardín, adornado por decenas de miles de flores, regaladas por floricultores holandeses.
En su mensaje de Pascua, que leyó en italiano con voz clara y firme, presentó la paz que anunció Cristo con su resurrección. «La paz "a la manera del mundo" --lo demuestra la experiencia de todos los tiempos-- es con frecuencia un precario equilibrio de fuerzas, que antes o después vuelven a hostigarse», constató.
«Sólo la paz, don de Cristo resucitado, es profunda y completa, y puede reconciliar al hombre con Dios, consigo mismo y con la creación», añadió el obispo de Roma. Por eso, invitó a «todos lo creyentes del mundo» a unir «sus esfuerzos para construir una humanidad más justa y fraterna» y a que «sus convicciones religiosas nunca sean causa de división y de odio, sino sólo y siempre fuente de fraternidad, de concordia, de amor».
El Santo Padre pidió a los cristianos dar «testimonio de que Jesús ha resucitado verdaderamente» trabajando «para que su paz frene la dramática espiral de violencia y muerte, que ensangrienta la Tierra Santa, sumida de nuevo, en estos últimos días, en el horror y la desesperación».
«¡Parece como si se hubiese declarado la guerra a la paz! --afirmó-- Pero la guerra no resuelve nada, acarrea solamente mayor sufrimiento y muerte, ni sirven retorsiones o represalias». «¡Nadie puede quedar callado e inerte; ningún responsable político o religioso!», denunció.
«Que a las denuncias sigan hechos concretos de solidaridad que ayuden a todos a encontrar el mutuo respeto y el tratado leal». Karol Wojtyla mencionó también las situaciones de otros países en los que «resuena el grito que implora auxilio, porque se sufre y muere». Ese clamor, recordó, se hace particularmente intenso en «Afganistán, probado duramente en los últimos meses y dañado ahora por un terremoto desastroso». No olvidó tampoco la situación de otros países del planeta, «donde desequilibrios sociales y ambiciones contrapuestas golpean a innumerables hermanas y hermanos nuestros».
El pontífice concluyó el mensaje como había comenzado su pontificado hace más de 23 años, el sexto más largo de la historia: «¡abrid el corazón a Cristo crucificado y resucitado, que viene ofreciendo la paz! Donde entra Cristo resucitado, con Él entra la verdadera paz». Tras su mensaje, pronunció su felicitación pascual en 62 idiomas, en particular en hebreo y árabe.
«Os deseo a todos una buena y feliz fiesta de Pascua, con la paz y la alegría, la esperanza y el amor de Jesucristo resucitado», dijo el Papa en castellano. Sus palabras, fueron acogidas por los típicos gritos de «Juan Pablo II, te quiere todo el mundo», pronunciados por los numerosos españoles y latinoamericanos presentes.
Extraído del Portal Católico www.ZENIT.org  ( año 2.002 )

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La oración de Getsemaní

I. Después de la Última Cena, Jesús siente una inmensa necesidad de orar. En el Huerto de los Olivos cae abatido: se postró rostro en tierra (Mateo 26, 39), precisa San Mateo. Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como quiero, sino como quieres Tú.
Jesús está sufriendo una tristeza capaz de causar la muerte. Él, que es la misma inocencia, carga con todos los pecados de todos los hombres, y se prestó a pagar personalmente todas nuestras deudas. ¡Cuánto hemos de agradecer al Señor su sacrificio voluntario para librarnos del pecado y de la muerte eterna!
En nuestra vida puede haber momentos de profundo dolor, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de Jesús en el Huerto de los Olivos nos enseña a abrazar la Voluntad de Dios, sin poner límite alguno ni condiciones, e identificarnos con el querer de Dios por medio de una oración perseverante.
II. Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en que esa oración se ha de intensificar. Abandonarla sería como dejar abandonado a Cristo y quedar nosotros a merced del enemigo. Nuestra meditación diaria, si es verdadera oración, nos mantendrá vigilantes ante el enemigo que no duerme. Y nos hará fuertes para sobrellevar y vencer tentaciones y dificultades. Si la descuidáramos perderíamos la alegría y nos veríamos sin fuerzas para acompañar a Jesús.
III. Los santos han sacado mucho provecho para su alma de este pasaje de la vida del Señor. Santo Tomás Moro nos muestra cómo la oración del Señor en Getsemaní ha fortalecido a muchos cristianos ante grandes dificultades y tribulaciones. También él fue fortalecido con la contemplación de estas escenas, mientras esperaba el martirio por ser fiel a su fe. Y puede ayudarnos a nosotros a ser fuertes en las dificultades, grandes o pequeñas, de nuestra vida ordinaria.
El primer misterio doloroso del Santo Rosario puede ser tema de nuestra oración cuando nos cueste descubrir la Voluntad de Dios en los acontecimientos que quizá no entendemos. Podemos entonces rezar con frecuencia a modo de jaculatoria: Quiero lo que quieres, quiero porque quieres, quiero como lo quieres, quiero hasta que quieras (MISAL ROMANO, Acción de gracias después de la Misa, oración universal de Clemente XI).
Gracias por suscribirse a meditar de www.encuentra.com
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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Fidelidad a Jesús

Evangelio  Jn 13,21-33, 36-38
En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: “Yo les aseguro que uno de ustedes me va entregar”.
Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha.  Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: “¿De quién lo dice?”
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿quién es?”
Le contestó Jesús: “Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar”.
Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote;  y tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo entonces a Judas: “Lo que tienes que hacer, hazlo pronto”. Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.  Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente.  Era de noche.
Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.  Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Podemos imaginar la situación en la mesa: Uno de ustedes me va a traicionar, dice Jesús… pero ¿quién? Seguramente que todos nosotros de haber estado en la mesa hubiéramos dicho a nosotros mismos ¿Será posible que yo sea el que va traicionar al Maestro? Y la verdad es que la respuesta es “SI”.
Cada vez que, a pesar de que sabemos que lo que vamos a hacer es contra la fe, contra nuestro prójimo, contra Dios mismo, y lo realizamos, estamos actuando de la misma manera que Judas: Estamos traicionando la confianza de Jesús.
El nos llama amigos, nos ha llamado para seguirlo y para ser un instrumento de su amor y de su gracia, y en lugar de ello preferimos nuestros propios caminos, nuestros propios métodos y metas. El mismo Pedro, que amaba con todo su corazón a Jesús, que decía estar dispuesto a morir por él, lo traicionará no una, sino tres veces. Y es que no tenemos fuerza para ser fieles, aún cuando esta fuerza viene de Dios. El amor al Maestro y el poder del Espíritu que mora en nosotros, son los únicos elementos que nos hacen ser verdaderamente fieles.
Busquemos en estos días, crecer más en el amor, para que el Espíritu se fortalezca y podamos experimentar una Pascua maravillosa.
Que Dios llene tu corazón con alegría y con paz durante todo tu día.
Ernesto María, Sac.                                Evangelización Activa
Extraído de Evangelio del Portal Católico www.encuentra.com

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Escuchando la Pasión

No hay dudas de que la lectura de la pasión y muerte de Jesús es una experiencia intensa. A condición de que hagamos silencio en nuestro interior y dejemos que el relato trabaje en nuestra alma...
Puede ser que nos recuerde nuestras resistencias a Dios, nuestros caprichos humanos, cuando no seguimos el camino que él nos enseñó y, recordando nuestros pecados, pedimos perdón.
Puede movernos a orar, a contemplar, a adorar su pasión, y vernos al mismo tiempo tan frágiles y apurados por huir del sacrificio, que nos exige el amor a él y al prójimo.
Puede provocar en nuestro interior el rechazo a ciertos personajes de la pasión; nos identificamos con el Señor, y rechazamos a sus enemigos, hasta que nos damos cuenta de que en la pasión no hay enemigos. Y que es siempre tan delgada la línea que divide amigos de enemigos, la divisoria del amor y de la traición, que se la infringe en instantes, como Pedro y sus compañeros...
Puede llevarnos a ver a la Madre del Señor, sumida en el dolor, pero no quebrada, sino como una mujer fuerte, que en ese momento adoptó como hijos a los que quedaban solos, y hoy es madre nuestra...
Puede ser que nos lleve a ser sus hijos y a recibirla en nuestra casa. Puede ser que nos conmueva el momento en que el Señor muere. Y se haga silencio en nosotros, y ya nada perturbe esa calma de muerte.
Tantos sentimientos puede despertar la lectura de la pasión de un Viernes Santo. Pero si ellos no nos cambian el alma, transcurrirán como un momento de emoción.
Que la escucha de su pasión y muerte nos transforme en otros Cristos que, caminando por este mundo, continúan redimiendo y liberándolo para que no se repitan más los sufrimientos del Viernes Santo. Ese día el Señor habrá triunfado.
P. Aderico Dolzani,  SSP
Extraído de la página El Domingo repartida el Viernes Santo del año 2002

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Lucha paciente contra los defectos

I. No podemos nunca “conformarnos” con deficiencias y flaquezas que nos separan de Dios y de los demás, excusándonos en que forman parte de nuestra manera de ser, en que ya hemos intentado combatirlos otras veces sin resultados positivos.
La Cuaresma nos mueve precisamente a mejorar en nuestras disposiciones interiores mediante la conversión del corazón a Dios y las obras de penitencia que preparan nuestra alma para recibir las gracias que el Señor quiere darnos.
El Señor siempre está dispuesto a ayudarnos, sólo nos pide nuestra perseverancia para luchar y recomenzar cuantas veces sea necesario, sabiendo que en la lucha está el amor. Nuestro amor a Cristo se manifestará en el esfuerzo por arrancar el defecto dominante o alcanzar aquella virtud que se presenta difícil adquirir, y en la paciencia que hemos de tener en la lucha interior.
II. Es necesario saber esperar y luchar con paciente perseverancia, convencidos de que con nuestro interés agradamos a Dios. La adquisición de una virtud no se logra con esfuerzos esporádicos, sino con la continuidad en la lucha, la constancia de intentarlo cada día, cada semana, ayudados por la gracia.
El alma de la constancia es el amor; sólo por amor se puede ser paciente (SANTO TOMÁS, Suma Teológica) y luchar, sin aceptar los defectos y los fallos como algo inevitable. En nuestro caminar hacia el Señor sufriremos derrotas; muchas de ellas no tendrán importancia; otras sí, pero el desagravio y la contrición nos acercarán todavía más a Dios. Este dolor es el pesar de no estar devolviendo tanto amor como el Señor se merece, el dolor de estar devolviendo mal por bien a quien tanto nos quiere.
III. Además de ser pacientes con nosotros mismos hemos de serlo con quienes tratamos con más frecuencia, sobre todo si tenemos obligación de ayudarles en su formación, o una enfermedad. Hemos de contar con los defectos de quienes nos rodean. La comprensión y fortaleza nos ayudarán a tener calma, sin dejar de corregir cuando sea oportuno y en el momento indicado. La impaciencia hace difícil la convivencia, y también vuelve ineficaz la posible ayuda y la corrección. Debemos ser especialmente constantes y pacientes en el apostolado.
Las personas necesitan tiempo y Dios tiene paciencia: en todo momento da su gracia, perdona y anima a seguir adelante. Con nosotros ha tenido esta paciencia sin límites. Pidamos a Nuestra Madre paciencia para nosotros mismos y para los que nos rodean.
Extraído de Meditar del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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La oración personal

I. Muchos pasajes del Evangelio muestran a Jesús que se retiraba y quedaba a solas para orar. Era una actitud habitual del Señor, especialmente en los momentos más importantes de su ministerio público. ¡Cómo nos ayuda contemplarlo!
La oración es indispensable para nosotros, porque si dejamos el trato con Dios, nuestra vida espiritual languidece poco a poco. En cambio, la oración nos une a Dios, quien nos dice: Sin Mí, no podéis hacer nada (Juan 15, 5).
Conviene orar perseverantemente (Lucas 18, 1), sin desfallecer nunca. Hemos de hablar con Él y tratarle mucho, con insistencia, en todas las circunstancias de nuestra vida, sabiendo que verdaderamente Él nos ve y nos oye. Además, ahora, durante este tiempo de Cuaresma, vamos con Jesucristo camino de la Cruz, y “sin  oración, ¡qué difícil es acompañarle!” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino). Quizá sea la necesidad de la oración, junto con la de vivir la caridad, uno de los puntos en los que el Señor insistió más veces en su predicación.
II. En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo, sabiéndolo presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y contestando. Es en esta conversación íntima, como la que ahora intentamos mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al Señor, para adorar, dar gracias, pedirle ayuda, para profundizar en las enseñanzas divinas.
Nunca puede ser una plegaria anónima, impersonal, perdida entre los demás, porque Dios, que ha redimido a cada hombre, desea mantener un diálogo con cada uno de ellos: un diálogo de una persona concreta con su Padre Dios. “Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero ¿de qué? -¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias... ¡flaquezas! : y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!”
III. Hemos de poner los medios para hacer nuestra oración con recogimiento, luchando con decisión contra las distracciones, mortificando la imaginación y la memoria. En el lugar más adecuado según nuestras circunstancias; siempre que sea posible, ante el Señor en el Sagrario. Nuestro Ángel Custodio nos ayudará; lo importante es no querer estar distraídos y no estarlo voluntariamente.
Acudamos a la Virgen que pasó largas horas mirando a Jesús, hablando con Él, tratándole con sencillez y veneración. Ella nos enseñará a hablar con Jesús.
Extraído del Portal Católico www.encuentra.com  ( año 2.002 )

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